La puerta en 'Ante la ley' (símbolo)
En la parábola "Ante la Ley" recitada por parte del sacerdote, la puerta de la Ley simboliza la inutilidad de la existencia. Al final de la parábola, el hombre que espera toda su vida para entrar en la Ley se entera por el guardia de que la puerta fue hecha especialmente para él; además, el guardia va a cerrar la puerta, impidiendo la entrada del hombre incluso mientras muere. Entre las muchas interpretaciones de la parábola que existen, la puerta puede verse como un símbolo del conocimiento de la ley que rige la existencia, es decir, el sentido de la vida. El hombre espera acceder a este conocimiento, solo para descubrir que nunca entenderá su existencia si logra entrar por la puerta, aunque esta haya sido creada específicamente para él.
Ofrecimientos de ayuda (motivo)
A lo largo de la novela, K. conoce a personas que se ofrecen a ayudarle en su caso. Sin embargo, la naturaleza inescrutable del sistema judicial hace imposible que nadie sea de verdadera ayuda para K. En su mayoría, las personas que reclama le ofrecen mantener conversaciones con funcionarios de bajo nivel, mientras que simultáneamente insisten en que es inútil que K. luche contra su juicio. La repetición de un posible avance en el caso que se encuentra con una reafirmación de la misma actitud hacia el tribunal sirve para agravar la sensación de agotamiento y desesperanza de K.
Manzana (símbolo)
Al principio de la novela, K. se siente consternado mientras Franz y Willem comen su desayuno habitual, pero K. se alegra al recordar que puso una manzana en su mesilla de noche. La manzana tiene una resonancia simbólica con la manzana que Eva toma del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. La manzana simboliza la pérdida de la inocencia en la Biblia, un concepto que tiene una correlación directa en la vida de K. cuando come la manzana, ya que le acaban de informar de su arresto y a partir de ese momento será presunto culpable por el tribunal.
El Palacio de Justicia (símbolo)
Como símbolo de la inescrutabilidad del tribunal, Kafka sitúa el juzgado en un edificio de viviendas cutre, feo, estrecho, decrépito y superpoblado. Mientras que los edificios de los tribunales suelen afirmar su importancia y prestigio a través de detalles arquitectónicos como techos altos y columnas de mármol, el tribunal al que asiste K. está confinado en un ático oscuro y polvoriento. Esta irónica inversión enfatiza la naturaleza inescrutable del tribunal, ya que K. es incapaz de localizar las operaciones centrales del tribunal o los funcionarios superiores supuestamente a cargo.