El sabueso de los Baskerville

El sabueso de los Baskerville Resumen y Análisis Capítulos 10-11

Resumen

Capítulo 10

Watson reflexiona sobre lo misterioso del caso. Se pregunta dónde podría esconderse un sabueso vivo, cómo se estaría alimentando y cómo era posible que nadie lo haya visto durante el día. A su vez, se pregunta quién podría ser el hombre de barba que vieron en Londres, y especula con que sea el mismo que vio en el páramo la noche que siguieron a Selden. Decide concentrarse en este problema, con la esperanza de que el hecho de resolver esa cuestión los ayude con el resto de los interrogantes.

Mientras tanto, Watson presencia la discusión entre Henry y Barrymore sobre la persecución de Selden, ya que el mayordomo se ofusca al enterarse que le quisieron dar caza. Henry le explica que les preocupa que el hombre sea un peligro para la comunidad; pero Barrymore asegura que Selden está esperando a que llegue un barco con destino a Sudamérica, y que no cometerá más delitos. Watson y Henry acceden en no avisar a la policía, y Barrymore agradece ofreciendo otra pista: al parecer, la señora Barrymore había encontrado una carta quemada hacía unas semanas, cuando estaba limpiando el estudio de sir Charles. La carta estaba firmada por las iniciales “L.L.”, y provenía desde Coombe Tracey, un poblado cercano. Lo único que quedó legible en la carta era un pedido de encuentro en el portillo de la mansión a las diez en punto, y un pedido posterior de quemar la carta. Barrymore cree que si se pudiese llegar a esa persona, se esclarecería algo respecto de la muerte de su anterior amo, y explica que había ocultado esta información por temor a que dañara la reputación de su señor. A continuación, Watson le redacta un informe con estos hechos a Holmes y se extraña de las pocas y escuetas respuestas que está recibiendo de su amigo por esos días.

Al día siguiente, Watson se encuentra casualmente con el doctor Mortimer, quien está apenado por la desaparición de su perro. Watson le consulta si conoce a una mujer cuyas iniciales sean "L.L.", y Mortimer le cuenta de Laura Lyons, la hija de Frankland, quien vive Coombe Tracey. El doctor explica que Laura se casó con un artista a pesar de la oposición de su padre, y que su marido y su padre la habían abandonado. Varias personas de la región colaboraron para que Laura pudiera ganarse la vida dignamente, siendo Stapleton y sir Charles algunos de ellos.

Por último, Watson cuenta una conversación reciente con Barrymore, en la cual el mayordomo le dice que hace unas semanas, Selden le habló de que hay otra persona escondida en el páramo. Barrymore expresa sinceramente su preocupación por todos los sucesos extraños: la muerte de sir Charles, los ruidos nocturnos en el páramo y el desconocido que se esconde; y expresa su deseo de marcharse de allí. Selden le dijo, también, que cree que este hombre se oculta en los viejos refugios de las colinas, donde vivían los hombres prehistóricos. Al parecer, un chico trabaja para él y le lleva su comida.

Capítulo 11

Watson y Henry discuten sobre Laura Lyons y deciden que Watson vaya personalmente y solo a Coombe Tracey, con la esperanza de obtener más información. Al conocerla, Watson destaca su extraordinaria belleza. Se presenta, al principio, como un conocido de Frankland, pero ella se muestra cortante cuando le nombra a su padre, por lo que Watson aclara que el motivo de la visita se relaciona con sir Charles y agrega que tiene intenciones de evitar un escándalo público. Ella empalidece y empieza a contestar las preguntas de Watson de forma desafiante. Inicialmente, niega haberle pedido a Charles que se reuniera con ella. Pero Watson cita la parte de la carta quemada que la señora Barrymore encontró, por lo que ella se retracta y admite, finalmente, que le escribió para pedirle ayuda.

Al consultarle Watson por la tardía hora y el lugar extraño de la cita, ella explica que se debió a que se acababa de enterar de la inminente partida de Charles a Londres y no quería entrar en la casa a la noche por temor a las habladurías. Watson le pregunta qué pasó en el encuentro, y ella afirma que no fue a la cita, pero se niega a explicar el motivo de su ausencia. Watson amenaza con involucrar a la policía, y ella confiesa que le pidió ayuda a Charles para atender ciertos gastos que la liberarían de su matrimonio infeliz. Luego agrega que finalmente recibió dinero desde otra fuente, y por ese motivo no acudió a la cita que ella misma había solicitado.

Watson se despide desconcertado y desanimado, y se pregunta qué estará ocultando Laura. Mientras tanto, se decide a buscar al misterioso desconocido en el páramo, ya que cree que puede tratarse del hombre barbudo de Londres. De camino a la casa, se topa con el señor Frankland y acepta tomar una copa de vino con él. Frankland le comenta sobre los diversos casos legales en los que está involucrado, y luego menciona que cree saber por dónde está el preso fugado. Dice que desde su telescopio ve que hay un niño que le lleva la comida todos los días, y Watson entiende que no se trata de Selden, como cree Frankland, sino del misterioso hombre que se esconde en el páramo.

Watson le pide a Frankland más información y, justo en ese momento, el hombre ve a alguien en el páramo y busca su telescopio. En efecto, observan a un chico que mira alrededor con aire furtivo, como si temiera ser perseguido. Frankland le ofrece a Watson otro trago, pero éste se niega, y a continuación se dirige hacia la colina en donde perdieron de vista al niño. Encuentra el refugio del desconocido, que está vacío, y ve que hay mantas, y restos de comida y bebida. Halla una nota manuscrita que indica que Watson fue a Coombe Tracey, y se da cuenta que él es a quién están siguiendo, y no a sir Henry. Con su revólver preparado, Watson se dispone a esperar a que regrese el hombre. Finalmente, Watson oye pasos en el exterior, y la voz de un hombre que conoce muy bien.

Análisis

A pesar de que en el final del capítulo 9 Watson le escribe a Holmes para pedirle que vaya al páramo, esta sección explora cómo el narrador no se da por vencido y no se resigna a abandonar el caso.

Sin embargo, este camino no está exento de dificultades. En primer lugar, la novela expone las propias vacilaciones de Watson. Por un lado, quiere creerse un hombre de pura razón, “Es increíble, imposible que se tratara de algo sobrenatural” (p.98) afirma en su diario. Por el otro lado, sabe también que esta explicación es la más sensata para los aullidos misteriosos que oyó la otra noche. “Pero los hechos son los hechos y ya he oído dos veces ese aullido en el páramo” (p.98), confiesa. Watson muestra su intento de buscar una explicación racional aun cuando los instintos y las pistas lo impulsan hacia las interpretaciones sobrenaturales. En parte, esta conducta se debe a que sabe que Holmes haría caso omiso a toda fantasía y se centraría únicamente en los argumentos científicos detrás del caso. El deseo de estar a la altura del detective impulsa a Watson a rastrear las explicaciones más difíciles en lugar de las más simples.

Al intentar este proceso, Watson se convierte en nuestro detective. Su método es bastante particular: en lugar de intentar resolver todo el misterio de una vez, se centra en un solo hilo, con la esperanza de que pueda aportar pistas para mantener viva la investigación. A pesar de que se concentra en determinar quién es el hombre misterioso que vio la otra noche en el páramo, de manera circunstancial Watson recibe pistas sobre el caso de sir Charles Baskerville. Así, los detalles sobre la carta de L.L aparecen de manera casual, sin que Watson estuviera activamente buscando información sobre ellos. Aún más: el señor Barrymore le ofrece esta pista a Watson cuando demuestra ser un hombre compasivo y promete no entregar a Selden a la policía. En este sentido, la novela muestra que para obtener información también es importante poder entablar un vínculo de confianza con la gente que rodea la escena del crimen.

A pesar de que Watson hace su mayor esfuerzo, se enfrenta con circunstancias asfixiantes que le dificultan su tarea. Cuando el narrador descubre que era espiado por el desconocido, dice: “Siempre el sentimiento de una fuerza invisible, de una tupida red tejida a nuestro alrededor con habilidad y delicadeza infinitas, una red que apretaba tan poco que sólo en algún momento supremo la víctima advertía por fin que estaba enredada en sus mallas” (p.115). Esta imagen de la “red” pone en evidencia la situación desfavorable en la que se encuentra Watson. Como personaje que investiga el misterio de Charles Baskerville, cuenta originalmente con menos conocimiento que el criminal, ya que en el momento en el que el detective conoce el caso, el delincuente ya cometió el crimen. Este desequilibrio es característico del género policial y forma parte de una de las tantas herramientas con las que cuenta el autor para generar suspenso a medida que leemos la novela: en gran parte, los lectores queremos saber cómo el detective podrá revertir su situación y encontrar al culpable. Esta “red” que atrapa a Watson es una metáfora de las estrategias que lleva adelante el criminal para no ser descubierto y despistar a quienes lo siguen.

Sin embargo, este desequilibrio intenta ser compensado por Watson y Holmes. A lo largo de la novela, ellos se centran en conseguir pistas para poder deducir información clave para el caso. En parte, este conocimiento es usado para limitar al criminal y anticipar sus acciones. Este es un tema fundamental de la novela: el que posee el conocimiento tiene poder sobre el otro. Así, Watson se ve, por momentos, dominado por el misterioso desconocido porque es incapaz de anticipar sus pasos.

La insistencia del narrador por resolver el caso responde también a otras motivaciones. Es fundamental recordar que Watson está en el páramo por pedido expreso de Holmes, lo que deja ver la confianza del detective en la inteligencia de su ayudante. En este sentido, Watson también quiere resolver el caso porque quiere demostrarle a Sherlock su inteligencia y capacidad. Por esto, Watson está tan empecinado en encontrar al desconocido del páramo: “Sería para mí un verdadero triunfo lograr capturarlo después del fracaso de mi maestro” (p.111). Este comentario refleja también la frustración que sienten los lectores al no poder resolver el misterio sin la ayuda de Holmes.

En estos capítulos, la aparición de Laura Lyons pone de manifiesto otro de los temas que atraviesan la novela: el rol que cumplen las mujeres en la resolución del caso. Laura Lyons aparece como personaje por la carta que le había enviado a sir Charles, en donde pedía verlo el mismo día en que el hombre apareció muerto. La historia de la mujer remite a un personaje habitual de la Inglaterra de principios de siglo XX: Laura Lyons es una “mujer caída”. Este concepto se utilizaba para describir a las mujeres que mantenían relaciones sexuales prenupciales. Esto ensuciaba la reputación de la mujer y la estigmatizaba; el resultado era que ningún hombre respetable quería casarse con ella, y ninguna otra mujer querría acercarse por miedo a los rumores y comentarios. Sobre el caso de Laura, Mortimer comenta: “Su padre no quiso verla más, puesto que se había casado sin su consentimiento, y puede que también por algunos otros motivos más” (p.103).

A pesar de estos prejuicios sobre Laura Lyons, la mujer parece querer aportar información real sobre el caso de sir Charles. Luego de interrogarla, Watson comenta que la historia de Laura “tenía coherencia y no conseguí que se contradijera a pesar de mis preguntas” (p.111). Además, aportó información fundamental sobre los últimos momentos de vida de la víctima. Así, la novela muestra que las mujeres de la novela están dispuestas a intervenir de manera efectiva en el caso, a pesar de no llevar adelante las tareas de un detective.

Esto contrasta notablemente con el ideal de la literatura de la época de Doyle. Para la Inglaterra de esos tiempos, las mujeres son “ángeles” limitados a las tareas domésticas y de cuidado, cuyo rol es dar amor y calidez al hogar. En este punto, en El sabueso de los Baskerville las mujeres no se ven limitadas por estas características, sino que demuestran que también son capaces de hacer otras cosas.

Finalmente, el capítulo 11 sugiere que el desconocido que Watson persigue con tanto empeño es, en realidad, alguien conocido por el personaje. Sin embargo, no se explicita quién es, sino que únicamente se lo menciona como “una voz que conocía muy bien” (p.116). Para aumentar el suspenso, el autor utiliza una técnica clásica: el cliffhanger. Este recurso narrativo consiste en situar a uno de los personajes principales de la historia en una situación extrema al final del capítulo. Esto genera en el lector una tensión tal que lo obliga a estar pendiente de la trama y avanzar en ella.

Si bien no es un recurso único del género policial, su uso procede de la tradición de publicación en periódicos o revistas. Al publicarse la historia en capítulos semanales, quincenales o mensuales, el cliffhanger hacía que el público volviera a comprar la entrega siguiente. Así, este recurso aseguraba una clientela firme, que se comprometería a seguir la historia hasta llegar a su final. Esto se corresponde con el formato de publicación de El sabueso de los Baskerville. La novela se publicó por entregas en la revista The Strand antes de que se publicara como libro completo.

Además, es fundamental destacar que esta historia nació por la demanda del público, ya que el personaje Sherlock Holmes había muerto en una novela anterior. Esta información es interesante para entender que muchas veces la escritura responde a una necesidad económica del autor y la editorial, y no tanto a un deseo desinteresado de escritura.

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