Resumen
Capítulo 7
A la mañana siguiente, Watson y Henry destacan las ventajas de la mansión de los Baskerville, pero Watson menciona el llanto que escuchó la noche anterior, y sir Henry reconoce que él también oyó los sollozos, pero que creyó que eran parte de un sueño.
Luego, le preguntan a Barrymore sobre el incidente, y el mayordomo les dice que hay solo dos mujeres en la casa, pero asegura que no fue su esposa quien gritó. Pero cuando Watson conoce a la señora Barrymore poco después, nota que tiene los ojos hinchados y rojos, y asume que su marido le mintió. Por esto, Watson decide investigar si Barrymore se encontraba efectivamente en Baskerville cuando envió el telegrama que avisaba su propia presencia en la casa. Para esto, visita al jefe de correos en la localidad cercana de Grimpen, y al interrogar al repartidor, Watson se entera de que en realidad, el telegrama fue entregado a su esposa, quien afirmó que su esposo estaba ocupado y prometió pasárselo luego. Watson especula con que, si Barrymore era el hombre de la barba, estaba intentado espantar a Henry de Londres para quedarse con la mansión Baskerville; pero considera que su propia teoría es inadecuada. Confundido, Watson desea que Holmes pronto esté libre para ir a Devonshire.
En ese momento, se acerca un hombre desconocido con una red de mariposas y llama a Watson por su nombre. Se presenta y resulta ser el señor Stapleton, de la Casa Merripit. Él pregunta por Henry y expresa su preocupación de que el hombre continúe con las buenas obras de su tío. Además, comparte su propia teoría sobre la muerte de Charles. Piensa que la víctima fue consumida por su propia ansiedad, y que la aparición de un perro cualquiera lo había llevado a la muerte. Watson se asombra por el conocimiento del estado de salud sobre Charles, pero le dice que Mortimer ya se lo había comentado.
Luego el señor Stapleton le pregunta a Watson por las opiniones de Holmes sobre el caso, ya que el detective es conocido incluso entre los habitantes del páramo, pero Watson se niega a decirle nada concreto sobre el tema. Stapleton invita a Watson a su casa para conocer a su hermana, y él duda, pero finalmente acepta ir. Stapleton le cuenta que vive en el páramo desde hace dos años y en el camino destaca la gran ciénaga de Grimpen, que es un tramo muy peligroso donde los hombres o animales pueden desaparecer a causa de las arenas movedizas. De repente, Watson escucha un gemido largo y triste que se convierte en un profundo rugido. Aunque Stapleton admite que los lugareños creen que se trata del temido sabueso, descarta esas conjeturas, afirmando que el sonido debe tener una causa natural.
Cuando llegan, Watson ve a la señorita Stapleton afuera y nota que es de una hermosura poco corriente y nada parecida a su hermano físicamente. Aprovechando un momento de distracción de su hermano, la mujer le ordena a Watson que regrese a Londres por su propio bien. Stapleton reaparece en la escena para presentarle a su hermana, que se llama Beryl, a Watson. Así, la mujer descubre que se equivocó, ya que pensaba que Watson era, en realidad, sir Henry.
Los tres personajes caminan hacia la casa, y Stapleton le cuenta que son moderadamente felices viviendo allí, pero ella no parece muy convencida. Luego agrega que, antes de llegar al páramo, llevaba adelante una escuela privada en el norte del país, pero dejó de hacerlo cuando una epidemia se cobró la vida de tres estudiantes. Había perdido casi todo su dinero en ese proyecto, pero se alegraba de vivir ahora en un lugar de abundante naturaleza.
A continuación, Stapleton le pide permiso a Watson para visitar a sir Henry y, luego, lo invita a ver su colección de insectos. Watson insiste en que debe regresar, y encara hacia la mansión. Antes de alcanzar la carretera, se sorprende al encontrar a la señorita Stapleton sentada en una roca, y supone que habrá tomado un atajo. La mujer le pide que ignore su anterior advertencia, pero él la presiona para que le dé más detalles. La señorita Stapleton trata de disimular su arrebato y alega preocupación por la maldición del sabueso. Le dice que su hermano se enojaría mucho si se enterara de la advertencia que le hizo, porque el hombre está deseoso de que alguien viva en la finca de los Baskerville, ya que muchos habitantes dependen de las obras caritativas que se promueven desde allí. Confundido, Watson continúa su camino hacia la mansión.
Capítulo 8
Watson continúa el relato con las cartas que envió a Sherlock, de las cuales falta solo una página. La primera carta tiene fecha del 13 de octubre y fue escrita desde la mansión de los Baskerville. En ella, Watson describe los efectos que el páramo tiene en el alma y agrega que se siente como si estuviera entre el hombre prehistórico en lugar de en la moderna Inglaterra. Continúa contando que los lugareños creen que Selden, el asesino de Notting Hill, abandonó la zona, ya que pasaron dos semanas desde su huida y no hubo rastro de él. Confiesa, a su vez, su preocupación por los Stapleton, que viven lejos de su vecino más cercano. Observa que Henry parece estar interesado románticamente en la hermana del naturalista, a la cual caracteriza como hermosa y fascinante, y sugiere que pareciera que su hermano tiene una gran influencia sobre ella.
Asimismo, Watson cuenta que Stapleton los llevó a él y a sir Henry al lugar donde se supone que tuvo origen la leyenda de Hugo. A la vuelta, Henry pasó por Merripit, la casa de los Stapleton, y conoció a la señorita Stapleton. Watson considera que hubo atracción instantánea entre ellos, pero el señor Stapleton parece desaprobar el vínculo, lo cual es incomprensible, ya que sería una unión muy ventajosa para su hermana.
Watson describe sus relaciones con otras personas. El doctor Mortimer lo había guiado recientemente por el callejón donde murió Charles. También, visitó al señor Frankland de la mansión Lafter, un anciano afable pero colérico, al cual le gusta demandar judicialmente a la gente de forma arbitraria; y es en estos pleitos que el hombre gasta su fortuna poco a poco. Frankland es, también, aficionado a la astronomía y posee un telescopio, con el cual busca al convicto fugado en el páramo.
En la última sección de la carta, Watson describe el elemento que considera más importante de su visita hasta el momento, que es el continuo misterio de los Barrymore. Henry le preguntó directamente a Barrymore si había recibido el telegrama, y el hombre, sorprendido, confirmó que la señora Barrymore se lo había entregado a él. Esa noche Barrymore le mencionó a sir Henry que esperaba que no hubiese perdido su confianza en él, y Henry lo aplacó regalándole buena parte de su antiguo vestuario.
Watson continúa notando los signos de llanto de la señora Barrymore y le preocupa que su marido sea tirano con ella. Una noche, Watson se despierta por el sonido de unos pasos delante de la puerta, y al asomarse, ve a Barrymore merodeando por el pasillo. Watson lo sigue y ve que el mayordomo se asoma a una ventana y sostiene la vela en alto, como haciéndole una seña a alguien. De repente, deja escapar un gemido y apaga la luz. Watson regresa a su habitación y, más tarde esa misma noche, oye una llave que gira en una cerradura. Watson no ofrece ninguna especulación, dejando las teorías a Holmes.
Capítulo 9
En esta carta, que tiene fecha del 15 de octubre, Watson cuenta que analiza la ventana en la que vio a Barrymore. Sugiere que puede haber una relación amorosa entre el hombre y alguna muchacha del campo, lo que explicaría el llanto de su esposa. Watson le informa lo que vio a Henry, quien afirma haber escuchado a Barrymore por la noche, y planean una vigilancia nocturna para atrapar a Barrymore en el acto.
Watson también relata que pocas veces vio a alguien tan prendido de una persona como sir Henry de la señorita Stapleton. Cuenta que Henry se reunió con ella, excusando a Watson de sus obligaciones como guardaespaldas para tener mayor privacidad. De todas formas, Watson siguió su rastro y lo vio caminando con la señorita Stapleton. Los vio discutiendo acaloradamente y cuando Henry la sujetó de la cintura y la atrajo hacia él, el propio señor Stapleton llegó gritando inexplicablemente y los interrumpió. Cuando los Stapleton se marcharon, Watson se acercó a Henry y le pidió disculpas por espiarlo, explicando que estaba cumpliendo su promesa a Sherlock. Henry se molestó en un principio, pero pronto se rio de la transgresión, para luego preguntar si Stapleton estaría loco. Él juró que la señorita Stapleton era feliz cuando estaba junto a él, aunque confesó que en esta ocasión ella se negó a hablar de amor y le dijo que solo sería feliz si él se marchara del páramo. Sir Henry le contestó que solo se marcharía si ella lo acompañaba, y a continuación le pidió que se casara con él; momento en el que los interrumpió Stapleton furioso. Henry se quedó totalmente desconcertado frente a la vehemente oposición del hermano, y le preguntó a Watson si podría explicarle qué significaba todo eso.
Más tarde en el día, el señor Stapleton se reúne con sir Henry en la casa del baronet para disculparse por su carácter protector, y lo invita a cenar el viernes próximo. Explica que su arrebato se debió a que teme perder a su hermana, quien es su única compañía, pero promete aprobar el matrimonio si Henry espera tres meses antes de proponerlo.
Mientras tanto, Watson y sir Henry vigilan al mayordomo por dos noches. En la segunda noche, ambos oyen a Barrymore y lo siguen hasta la ventana. Watson oye a Henry enfrentándose a él. Sorprendido y desconcertado, Barrymore se excusa con que solo estaba cerrando la ventana, pero Henry lo presiona para que le diga la verdad. Barrymore vacila, y Watson se acerca a la ventana para ver si hay alguien del otro lado del páramo. Efectivamente, ve una luz del otro lado, pero el mayordomo se niega a hablar, incluso a costa de su trabajo, y explicando que no es un secreto propio para poder revelarlo. En ese instante llega la señora Barrymore y les explica todo. La luz del páramo es una señal del convicto fugado, que resulta ser su hermano, ya que su apellido de soltera es Selden. El preso se escapó sabiendo que su hermana no se negaría a ayudarlo, por lo que los Barrymore estuvieron alimentando y vistiendolo durante ese tiempo.
Watson y Henry deciden salir a capturar al convicto para proteger a la comunidad. En su camino por el páramo, escuchan el fuerte gemido que Watson había oído antes. Henry queda paralizado del temor, y Watson admite que para los lugareños, se trata del sabueso de Baskerville. Asustado pero decidido, Henry insiste en que continúen. Cuando llegan a la luz parpadeante de las velas, notan una pequeña grieta en unas rocas y ven allí la vela derretida. Sobre las rocas, ven al fugitivo, de aspecto demacrado, desaliñado y con aspecto animal. Watson y sir Henry se acercan, pero el hombre empieza a correr velozmente y consigue escapar. Mientras vuelven a la casa, Watson divisa la figura de un hombre alto sobre el risco, pero la silueta rápidamente desaparece y sir Henry no llega a vislumbrarla. Watson concluye el relato comentando que la intención de ese día era comunicarle a las autoridades de Princetown dónde debían buscar al preso, y se muestra conforme con haber resuelto el misterio de los Barrymore. Finalmente, expresa el deseo de que Holmes estuviera en el lugar para analizar los eventos por sí mismo.
Análisis
En estos capítulos, sir Henry y Watson comienzan a ser víctimas de la atmósfera sombría que rodea la casa de los Baskerville y el páramo en donde está situada. En la novela, el abandono de la vida urbana conlleva también un alejamiento de las perspectivas racionales de la vida que caracterizan a la ciudad. Londres, representada como el lugar de la civilización y la sensatez, es inmune a las supersticiones que pueblan los desamparados páramos ingleses.
Entre algunos de los motivos por los que en estos sitios las leyendas cobran mayor relevancia tiene que ver con la ausencia de testigos. En las ciudades, hay mucha gente que presencia los sucesos y, por lo tanto, todo hecho misterioso u oculto es fácilmente cuestionado por los observadores. Por lo contrario, en el campo, la baja densidad de población significa también que hay menos gente que presencie acontecimientos. Todo esto facilita que leyendas como la del sabueso se perpetúen. Es ejemplar al respecto el sonido que escucha Watson: “se elevó de la inmensa soledad del páramo ese extraño grito” (p.94). Su interlocutor, sir Henry, cree que es indicio de la presencia del terrorífico sabueso. En este punto, el páramo simboliza los caminos aparentemente ocultos y misteriosos de la naturaleza, que puede parecer que no siempre actúa de acuerdo con una ley natural explicable por medio de la razón.
En la novela, el mal toma diferentes formas. Una de ellas se vincula con lo sobrenatural. En este sentido, el origen del sabueso se explica como un castigo infernal a la familia Baskerville por las conductas crueles de Hugo. También el presidiario Selden es una figura que tiene el mismo potencial de maldad que el terrible animal. La novela coloca en un plano de igualdad a Selden y al sabueso; en palabras de sir Henry, “todos los demonios del averno andan por el páramo” (p.95). En esta apreciación, tanto el perro como el fugitivo son seres dedicados a generar terror en este entorno inhóspito.
Sin embargo, hay una diferencia fundamental entre el mal que caracteriza al sabueso y aquel que puede generar Selden. Como personaje centrado y racional, Watson debe resistirse a ver el mundo en términos de maldad inherente para intentar comprender por qué los seres humanos cometen actos crueles.
Este conflicto entre entender la maldad como una característica innata y comprenderla desde la racionalidad se explora a través de las diferentes actitudes que hay en la novela hacia la criminalidad. Por una parte, John Watson describe a Selden como un "terrible animal que parecía animado por viles intenciones” (p.96). Esta descripción es sintomática de una creencia extendida en el contexto de escritura de la novela. Esta perspectiva entendía que el delincuente poesía una naturaleza inmutable y salvaje, incapaz de ser reformada. Es interesante subrayar que incluso la hermana de Selden, la señora Barrymore, no parece creer que el criminal pueda ser reformado en una persona civilizada. Sin embargo, sí explica las circunstancias por las que llegó a ser de esta manera. Por haberlo mimado demasiado, finalmente Selden “pensó que el mundo estaba hecho para su disfrute y que podía hacer en él todo lo que quisiera” (p.92).
De este modo, Doyle muestra una actitud más moderna sobre la criminalidad, al pensarla no como respuesta de una maldad que viene en el ser humano, sino como producto de las circunstancias. Aunque la novela no aborda explícitamente la posibilidad de reformar a Selden, deja ver la necesidad de tener que analizar las conductas de los individuos para así poder entenderlos.
Por otra parte, en estos capítulos accedemos a las consecuencias que tiene para la estructura de la novela el nuevo rol que cumple Watson. Tanto en el capítulo 8 como en el 9 se relatan en forma de cartas para Holmes, que está ausente de los hechos narrados en estos apartados.
El uso de las cartas pone en primer plano uno de los temas fundamentales de la novela: la observación personal y subjetiva. Mientras que hasta entonces la novela está enmarcada como la historia de Watson contada en retrospectiva, estas cartas están escritas inmediatamente después de que ocurren los sucesos misteriosos. Por tanto, reflejan de manera fiel su punto de vista y el intento de dar sentido a los hechos que observa. “Todo se ha vuelto mucho más claro, aunque en otros aspectos todo se ha vuelto más complicado” (p.83), le comenta a Holmes, con la intención de que el detective pueda ayudar a desentrañar los misterios que le ocurren.
En este nuevo rol de Watson, el personaje abandona el rol periférico que tiene a la sombra de la inteligencia de Sherlock Holmes y pasa a ser el protagonista activo de los hechos. Por un lado, esta decisión del autor muestra que Watson posee la inteligencia y la fuerza de trabajo necesaria para avanzar en la resolución del caso. “No hay duda de que estamos haciendo progresos” (p.97), le escribe a Sherlock. Sin embargo, sabe también que este avance tiene sus límites. Al final del capítulo 9, Watson le confiesa al detective: “Lo mejor sería que viniera usted a reunirse con nosotros” (p.97). En esta apreciación, el autor muestra que Watson posee el conocimiento racional y lógico para avanzar con el caso, pero no cuenta con el saber suficiente como para resolverlo absolutamente. Además, también muestra que Doyle sabe entender el deseo de los lectores: es probable que la novela no tenga el mismo impacto si Sherlock está ausente en ella.
Además de poder probar su inteligencia, la presencia de Watson en la residencia de los Baskerville se justifica también por la reputación que tiene Holmes: para no levantar sospecha entre los habitantes del páramo, Watson está en vez de Sherlock, observando con agudeza y juntando información. Sin embargo, su presencia no logra pasar desapercibida: el señor Stapleton lo reconoce como el ayudante del detective y le dice que desea que Sherlock estuviera ahí, ya que “podría esclarecer aquello que es tan oscuro para nosotros” (p.68). Esto revela la fama del personaje, capaz de ser conocido hasta en los ámbitos más recónditos del paisaje inglés.
Esta función diferente que cumple Watson debe atenerse a cumplir la orden principal que le había dado Sherlock: centrarse en los hechos puros y dejar las interpretaciones de lado. Esta mirada se ve en la descripción que hace de Stapleton: “Era un hombre pequeño, delgado, completamente afeitado, de aspecto remilgado, cabello rubio y mandíbula estrecha, de entre treinta y cuarenta años de edad, que vestía un traje gris y llevaba sombrero de paja. Del hombro le colgaba una caja de holajata para especímenes botánicos y en la mano llevaba un cazamariposas verde” (p.66). Este objeto nos da la pista de que Stapleton cuenta con un conocimiento específico de la fauna y flora del lugar; sin embargo Watson no le menciona esto a Holmes para no transmitir impresiones subjetivas en sus cartas.
Es interesante destacar que Stapleton no aparece solo sino acompañado de su hermana, Beryl. La mujer lleva adelante un papel fundamental: le advierte a Watson que su vida está en peligro y que debe volver a Londres. Sin embargo, no puede dar más explicaciones porque Stapleton está cerca: esto revela el carácter turbulento del vínculo entre ellos, en el que la mujer toma decisiones a espaldas de su hermano.
En la novela, Watson insiste en la belleza de Beryl: “su hermana era más morena que cualquiera de las que yo había visto en Inglaterra, delgada, elegante y alta” (p.72). La mención de su color de piel, diferente al habitual para los ingleses, nos anticipa que, probablemente, la mujer sea extranjera. En este sentido, agrega un misterio más a la trama: ¿qué hace la mujer viviendo en el páramo y cómo llegó allí?
La presencia de Beryl permite también desarrollar la trama romántica de sir Henry. En esta relación, la novela vuelve a poner de manifiesto el peso que tienen las jerarquías sociales en la Inglaterra de principios de siglo XX. Sir Henry se encuentra abatido porque, a la hora de cortejar a la señorita Stapleton, se ve rechazado por ella y su hermano. Lo que lo desconcierta realmente es saber que los Stapleton niegan un matrimonio con alguien tan idóneo como él. En palabras de Watson: “El título nobiliario de nuestro amigo, su fortuna, su edad, su manera de ser y su aspecto están a su favor, y no me consta que haya nada en contra suya” (p.88). Tanto Watson como sir Henry actúan como si el matrimonio fuera una obligación para la mujer de una clase inferior. No conciben que Beryl pueda negarse a la propuesta de sir Henry. Así, se rehúsan a pensar que la mujer tiene algún tipo de consentimiento y potestad sobre sus decisiones.