Resumen
Los niños continúan viajando a través de la isla hacia la montaña, y se detienen para comer. Ralph se da cuenta de lo largo y sucio que está su pelo. Ha estado siguiendo a los cazadores, y observa que en este lado de la isla, el cual está opuesto a donde se han establecido, la vista es completamente diferente. El horizonte es de un color azul fuerte, y el océano choca contra las piedras. Él compara el océano con una pared gruesa, una barrera impermeable que impide el escape de los niños. Mientras Ralph aparenta perder la esperanza, Simón le asegura que se irán de la isla eventualmente. Ralph duda que esto sea cierto, pero Simón le dice que sus pensamientos son solo opiniones. Roger llama a Ralph, diciéndole que tienen que continuar cazando.
Esa tarde los niños encuentran excremento de cerdo. Jack sugiere que cacen al cerdo además de continuar buscando la bestia. Un jabalí aparece, y los niños lo persiguen. Ralph, quien no ha cazado antes, se emociona con la persecución y pronto se convierte en la aventura. Tira su lanza hacia el jabalí. Aunque solo araña su hocico, Ralph se siente motivado por lo que considera ser buena puntería.
Jack queda herido en su brazo izquierdo, aparentemente por los colmillos del jabalí. Le presenta estas heridas orgullosamente a la multitud, y Simón le dice que debe chupar la herida para evitar una infección. Los cazadores caen en un frenesí una vez más, cantando repetidamente “mata el cerdo.” Envueltos en el momento de su canto y baile, punzan a Robert con sus lanzas, primero en broma, pero luego con intención peligrosa. Atemorizado y herido, Robert se aleja de la multitud, ahora entendiendo que se han dejado llevar por su juego. Roger y Jack hablan sobre el canto, y Jack dice que alguien se debe disfrazar como un cerdo para ellos pretender que lo derriban. Cuando Robert le dice a Jack que deben conseguir un cerdo de verdad que puedan matar realmente, Jack responde que pueden usar un peque. Los niños, enamorados de la declaración atrevida de Jack, ríen y la celebran. Ralph trata de recordarles que solo es un juego. Está preocupado por el comportamiento cada vez más violento e impulsivo de los cazadores.
Al caer la noche, los niños comienzan a subir por la montaña una vez más, y Ralph se da cuenta de que no podrán regresar a la playa hasta la mañana. No quiere dejar a los peques solos con Piggy toda la noche. Jack se burla de Ralph por su preocupación por Piggy. Simón dice que puede regresar a la playa e informarle al grupo dónde están los cazadores. Ralph le dice a Jack que no hay suficiente luz para cazar cerdos, así que deben esperar hasta la mañana. Sintiendo hostilidad de parte de Jack, Ralph le pregunta por qué lo odia. Jack no responde.
Aunque los cazadores están cansados y tienen miedo, Jack jura que subirá la montaña para buscar la bestia. Jack se burla de Ralph por no querer subir la montaña, acusándolo de tener miedo. Jack asegura que vio algo sobresalir de la montaña. Ya que Jack aparenta tener un poco de miedo por primera vez, Ralph está de acuerdo que deben buscar a la bestia inmediatamente. Los niños ven una joroba que parece una piedra y algo que parece un gran simio durmiendo sentado con su cabeza entre sus rodillas. En cuanto lo ven, los niños corren, aterrorizados.
Análisis
En este capítulo, Golding continúa desarrollando los temas que introdujo en “Bestia del Aire.” La división entre Jack y Ralph se vuelve más intensa mientras Ralph continúa recordándole a Jack sus prioridades equivocadas. El conflicto en este capítulo entre los dos personajes otra vez tiene trasfondos políticos, ya que los dos luchan por poder para tener autoridad sobre los demás niños. Las preocupaciones de Ralph y Jack fueron establecidas en capítulos anteriores: Ralph se enfoca en la supervivencia y el escape, mientras Jack se enfoca en cazar y satisfacerse. En este capítulo Golding examina las tácticas que usa cada uno para establecer su autoridad. Jack utiliza su bravura para demostrar su fuerza y dominancia, e intenta disminuir a Ralph en los ojos de los demás niños al humillarlo por su supuesta cobardía. Él reta la exagerada confianza en sí mismo de Jack al honestamente notar que Jack es incorrectamente motivado por el odio.
Golding continúa usando imaginería y simbolismo para trazar el descenso de los niños al desorden, la violencia, y la amoralidad. En particular, Golding sugiere en este capítulo que la línea entre los niños y animales se está borrando cada vez más. Los cazadores cantan y bailan, y uno de los niños pretende ser un cerdo mientras los demás niños pretenden matarlo. El paralelo entre niño y cerdo en el ritual es una dramatización poderosa de las implicaciones de que los niños se dejen llevar por sus impulsos violentos, indicando que los niños no son mejores que los animales y que, como el cerdo, ellos también serán sacrificados para satisfacer los deseos brutales de Jack y sus cazadores.
La caracterización en este capítulo también presagia los eventos trágicos que están por suceder. Particularmente, Jack, quien gana confianza en sí mismo como cazador y líder, sugiere que sus impulsos violentos ahora son dirigidos hacia los otros niños además de hacia los cerdos. El chiste de Jack de que el grupo debe matar un peque en vez de un cerdo demuestra una total indiferencia hacia la vida humana y explícitamente reconoce que aprecia la violencia por sí sola. Su chiste también señala el decline de su consciencia mientras los niños continúan existiendo en la ausencia de una sociedad adulta y sus reglas. Jack, quien anteriormente necesitaba prepararse para matar un cerdo, indica que ahora probablemente es capaz de matar personas sin remordimiento.
Mientras Ralph enfrenta el reto de rastrear y cazar la bestia, trabajos físicos que son desconocidos para él como el líder político de los niños, él demuestra el atractivo peligroso del comportamiento agresivo e impulso, como el de Jack. Golding señala la simpatía breve de Ralph hacia la perspectiva de Jack para sugerir que aún los seres humanos más civilizados son susceptibles al pensamiento de grupo y las presiones del Id, el cual tiende hacia la destrucción y el egoísmo. El capítulo comienza con Ralph expresando asco por su apariencia, lo cual, de nuevo, indica una aversión hacia el salvajismo. Sin embargo, como Jack, Ralph se siente entusiasmado durante la caza y comienza a entender el encanto primitivo de matar cerdos. Es la decisión de Jack de continuar la caza en la oscuridad, lo cual Ralph correctamente reconoce como desinformado, lo que finalmente le recuerda a Ralph la ridiculez esencial de la perspectiva de Jack. Al mostrar al personaje de Ralph como amenazado pero no sometido a la voluntad de Jack, Golding sugiere que el impulso humano hacia el salvajismo, el cual puede ser tanto fuerte como natural, puede, aún así, ser derrotado por la razón y la inteligencia.
Mientras la caracterización de Jack y sus cazadores intenta prevenir al lector sobre los impulsos destructivos que existen dentro de todos los seres humanos, es importante notar los prejuicios históricos detrás de los rituales de caza de los niños. Los niños cantan y bailan en círculos, entrando en un frenesí que casi los lleva a cometer un asesinato. Ellos representan o se están convirtiendo en “salvajes,” lo cual en los tiempos de Golding le recordaba a los lectores de los indígenas de las Américas y de África. Este estereotipo tendía a asociar a estas personas con una cultura muy limitada y bárbara, sin apreciar la cultura compleja que eventos como los bailes rituales expresaban. Una perspectiva más generosa de la nueva cultura guerrera de Jack, por ejemplo, desde una perspectiva antropológica, no interpretaría su ritual como deshumanizante sino como una reacción natural a las condiciones difíciles de vivir en la isla, una reacción que puede producir la carne que necesitan para sobrevivir.
La naturaleza también tiene un significado crucial en este capítulo. Mientras los niños se alejan cada vez más del campo hacia los recovecos inexplorados del bosque y de las áreas montañosas, contienden con la fuerzas poderosas del mundo natural, el cual es indómito e indiferente a las preocupaciones de los niños. El énfasis en la indiferencia de la naturaleza en este capítulo es importante de varias maneras. Primero, sugiere que la continua deshumanización de los niños mientras se mantienen distanciados del mundo y sin organización social exitosa. Su progreso de una playa semi-humanizada, con sus albergues y castillos de arena, al bosque salvaje y áreas montañosas, refleja su descenso al total salvajismo. El comienzo del capítulo, donde Ralph compara al océano con una pared impenetrable, también sugiere el grado en el que la naturaleza sigue siendo el antagonista más poderoso contra los niños. Las observaciones pesimistas de Ralph presagian los próximos capítulos, en los cuales Simón descubre que la “bestia” es realmente un cuerpo muerto, cuya presencia en la isla puede ser explicada racionalmente. Era la oscuridad de la noche la que no le permitía a los niños reconocer la verdadera naturaleza de la criatura en la cima de la montaña. A lo largo de la novela, el mundo natural frustra y luego amenaza el entendimiento de los niños de su situación y sus relaciones entre sí. El sentido de derrota de Ralph al ver el océano en este capítulo, por lo tanto, indica que está comenzando a registrar el poder de la naturaleza y la parte que tiene en su lucha por gobernarse y ser rescatados.
La conclusión de este capítulo, con la confusión colectiva de los niños del paracaidista muerto como una bestia malévola, subraya el poder de la naturaleza humana para temer lo desconocido y exagerar su importancia. Los niños comparan la figura en la cima de la montaña con un gran simio. El primate es un símbolo común para el hombre antiguo y los orígenes del hombre como una especie animal. Los niños reconocen la criatura simia como un monstruo, un momento que subraya el potencial monstruoso de la humanidad en su punto más primitivo. El paracaidista, cuya llegada a la isla desencadena una serie de eventos que los llevan a la total anarquía y matanza, por lo tanto, une el mal, la naturaleza, y la humanidad en un solo símbolo. La rapidez con la que los niños deciden que el cuerpo muerto es un “monstruo” indica no solo el riesgo de contagio del pensamiento histérico entre los niños, sino también el grado en el que la bestia es una proyección de su miedo de su propio salvajismo y violencia.