Civilización vs. Salvajismo
El tema dominante en El Señor de las Moscas es el conflicto entre el impulso humano hacia el salvajismo y las reglas de la civilización que están diseñadas para contenerlo y minimizarlo. A través de la novela, este conflicto es dramatizado por el choque entre Ralph y Jack, los cuales representan, respectivamente, a la civilización y a la barbarie. Diferentes ideologías son expresadas a través de la actitud de cada niño hacia la autoridad. Mientras Ralph usa su autoridad para establecer reglas, proteger al grupo, y ejecutar los códigos morales y éticos de la sociedad inglesa en la que fueron criados, Jack desea asumir poder sobre los otros niños para satisfacer sus impulsos más primitivos. Cuando Jack asume liderazgo sobre su tribu, él exige la total sumisión de los demás niños, los cuales no solo lo siguen sino que también lo adoran como a un ídolo. La sed de poder de Jack sugiere que la barbarie no se parece tanto a la anarquía sino al sistema totalitario de la explotación y el poder ilícito.
El énfasis de Golding sobre las consecuencias negativas de la barbarie puede ser leído como un claro respaldo de la civilización. En los primeros capítulos de la novela, él sugiere que una de las funciones más importantes de la sociedad civilizada es proveer un escape para los impulsos salvajes que residen dentro de cada individual. El deseo inicial de Jack de matar cerdos para demostrar su valentía, por ejemplo, es canalizado hacia la caza, la cual provee alimento para todo el grupo. Mientras viva dentro de las reglas de la civilización, Jack no es un peligro para los demás niños; sus impulsos son redirigidos hacia una tarea productiva. Es sólo cuando Jack se niega a reconocer la validez de la sociedad y rechaza la autoridad de Ralph que los aspectos peligrosos de su personalidad realmente emergen. Golding sugiere que, a pesar de que la barbarie pueda ser un hecho inescapable de la existencia humana, la civilización puede mitigar su expresión.
La ruptura entre la civilización y la barbarie también aparece a través de los símbolos principales de la novela: la concha, la cual es asociada con Ralph, y el Señor de las Moscas, el cual es asociado con Jack. La concha es un indicador poderoso del orden democrático en la isla, confirmando el liderazgo de Ralph por elección y el poder de la asamblea. Sin embargo, mientras el conflicto entre Ralph y Jack se profundiza, la concha pierde su importancia simbólica. Jack declara que la concha realmente no sirve como símbolo de autoridad y orden, y la disminución de su importancia señala el deterioro de la civilización en la isla. Al mismo tiempo, El Señor de las Moscas, el cual sirve como ofrenda para la “bestia” mítica en la isla, cada vez obtiene mayor significado como un símbolo de la dominancia de la barbarie sobre la isla y de la autoridad de Jack sobre los otros niños. El Señor de las Moscas representa la unión de los niños bajo el mando de Jack motivada por el miedo a los “extranjeros” (la bestia y aquellos que se niegan a aceptar la autoridad de Jack). La destrucción de la concha durante la muerte de Piggy representa la total erradicación de la civilización en la isla, mientras que la demolición de Ralph del Señor de las Moscas—él intenta usar el palo como una lanza—indica su propio descenso a la barbarie y la violencia. En la última escena, la barbarie ha completamente desplazado a la civilización como el sistema prevalente en la isla.
Individualismo vs. Comunidad
Uno de los conceptos claves en El Señor de las Moscas es el rol del individuo en la sociedad. Muchos de los problemas en la isla—la extinción del fuego, la falta de albergues, el abandono en masa del campamento de Ralph, y el asesinato de Piggy—surgen del compromiso implícito de los niños con el principio del egoísmo sobre el principio de la comunidad. Es decir, los niños preferirían satisfacer sus deseos individuales en vez de cooperar como una sociedad coherente, lo cual requeriría que cada uno actuara por el bien del grupo. Correspondientemente, Jack y Ralph, respectivamente, simbolizan los principios de individualismo y comunidad. Jack quiere divertirse en la isla y satisfacer su sed de sangre, mientras que Ralph quiere asegurar el rescate del grupo, una meta que sólo pueden lograr si cooperan. Sin embargo, a pesar de que la visión de Ralph es la más razonable, requiere el trabajo y sacrificio de todos los chicos, así que ellos rápidamente evitan sus deberes sociales para poder satisfacer sus deseos individuales. Los niños prefieren jugar, así que no construyen los albergues; el fuego se extingue cuando los cazadores de Jack no lo atienden a tiempo. El egoísmo de los chico culmina, claramente, cuando deciden unirse a la tribu de Jack, una sociedad sin valores comunales cuyo encanto es que Jack les ofrece libertad total. La popularidad de su tribu refleja el enorme atractivo de una sociedad basada en la libertad individual y el egoísmo, pero el lector rápidamente descubre que la libertad que Jack le ofrece a su tribu es sólo una ilusión. Jack implementa reglas punitivas irracionales y restringe el comportamiento de los niños mucho más que Ralph. Golding, por lo tanto, sugiere que, no solo es superior algún nivel de sistema comunal a uno basado en puro egoísmo, sino que también la libertad individual pura es un ideal imposible de sostener dentro de un grupo, el cual siempre tiende hacia la organización social. La pregunta más difícil, claro, es qué están dispuestos a sacrificar los individuos para obtener los beneficios de ser parte del grupo.
La Naturaleza del Mal
¿El mal es innato en el espíritu humano, o es el resultado de una influencia externa? ¿Qué rol tienen las reglas e instituciones sociales en la existencia del mal humano? ¿La capacidad para el mal varía de persona a persona, o depende de las circunstancias que cada individuo enfrenta? Estas preguntas tienen una posición central en El Señor de las Moscas, el cual, a través de representaciones detalladas de las diferentes respuestas de los niños a su situación, presenta una articulación compleja del potencial de la humanidad para el mal.
Es importante notar que la novela de Golding rechaza las explicaciones sobrenaturales o religiosas del origen del mal en el ser humano. Mientras los niños temen a la “bestia” como una personificación del mal similar al concepto cristiano de Satanás, la novela enfatiza que esta interpretación no solo es incorrecta, sino que también es, irónicamente, la motivación para el comportamiento cada vez más cruel y violento de los niños. Su miedo irracional de la bestia informa su paranoia y los lleva a la división fatal entre Jack y Ralph y sus respectivos seguidores; y es esto lo que no les permite reconocer y abordar su responsabilidad por sus impulsos. Al contrario, como El Señor de las Moscas le comunica a Simon en el claro, la “bestia” es una fuerza interna, presente en todo individual, y por lo tanto es imposible de ser derrotada. Que los personajes más éticos en la isla—Simon y Ralph—llegan a reconocer su capacidad para el mal indica el énfasis de la novela en la universalidad del mal entre los seres humanos.
Aún así, la novela no es enteramente pesimista sobre la capacidad humana para el bien. A pesar de que los impulsos malévolos puedan acechar toda la psiquis humana, la intensidad de estos impulsos—y la habilidad de controlarlos—parece variar de individuo a individuo. A través de los diferentes personajes, la novela presenta un continuo del mal, oscilando desde Jack y Roger, los cuales están ansiosos por participar en actos de violencia y crueldad, a Ralph y Simon, los cuales luchan para contener sus instintos salvajes. Podemos notar que los personajes que luchan más exitosamente contra sus instintos malignos lo hacen invocando los códigos éticos o sociales del comportamiento. Por ejemplo, Ralph y Piggy insisten en que se le devuelvan los espejuelos a Piggy porque es lo “correcto.” Golding sugiere que, a pesar de que el mal puede estar dentro de todos nosotros, puede ser exitosamente reprimido por las normas sociales que son impuestas sobre nuestro comportamiento externamente, o por las normas morales que decidimos que son “buenas,” las cuales internalizamos dentro de nuestra voluntad.
La conclusión ambigua y profundamente irónica de El Señor de las Moscas, sin embargo, cuestiona el rol de la sociedad en la formación del mal. El oficial de la Marina, quien repite la retórica de Jack de nacionalismo y militarismo, es parte de la guerra sangrienta responsable por el accidente del avión de los chicos en la isla, la cual refleja la guerra civil entre los sobrevivientes. En este sentido, mucho del mal en la isla es el resultado no de la distancia de los niños de la sociedad, pero de su internalización de las normas e ideales de la sociedad—normas e ideales que justifican y hasta prosperan gracias a la guerra. ¿Los niños son corrompidos por las presiones internas de una naturaleza humana esencialmente violenta, o por el ambiente de guerra en el que fueron criados? El Señor de las Moscas no ofrece una respuesta clara a esta pregunta, provocando a los lectores a contemplar las relaciones complejas entre la sociedad, la moral y la naturaleza humana.
Hombre vs. Naturaleza
El Señor de las Moscas presenta la pregunta de la relación ideal entre hombre y el mundo natural. Lanzados dentro del ambiente completamente natural de la isla, en la cual ningún humano existe o ha existido, los niños expresan diferentes actitudes hacia la naturaleza que reflejan sus distintas personalidades e inclinaciones ideológicas. La relación de los niños con el mundo natural generalmente cabe en una de tres categorías: la subyugación de la naturaleza, la harmonía con la naturaleza, y la sumisión a la naturaleza. Jack, cuyo primer impulso en la isla es perseguir, cazar, y matar cerdos, personifica la primera categoría, la subyugación de la naturaleza. Él intenta imponer su voluntad sobre el mundo natural, subyugándolo a sus deseos. Las acciones subsiguientes de Jack, en particular, encender el bosque en fuego, reflejan su indiferencia cada vez más intensa hacia la naturaleza y demuestran su carácter militar y violento. La segunda categoría, la harmonía con la naturaleza, es personificado por Simón, quien encuentra belleza y paz en el ambiente natural, lo cual es ejemplificado por su retiro inicial al claro aislado. Para Simón, la naturaleza no es el enemigo del hombre, sino parte de la experiencia humana. La tercera categoría, la sumisión a la naturaleza, es personificada por Ralph y es la posición opuesta a Jack. Al contrario de Simón, Ralph no encuentra harmonía pacífica en el mundo natural; como Jack, él lo entiende como un obstáculo a la vida humana en la isla. Pero mientras Jack responde a este aparente conflicto actuando destructivamente hacia los animales y la vida vegetal, Ralph responde retirándose del mundo natural. Él no participa en la caza ni en las excursiones de Simón dentro de las zonas selváticas del bosque; al contrario, él permanece en la playa, la parte más humanizada de la isla. Al igual que la caza de Jack expresa su naturaleza violenta, el deseo de Jack de mantenerse separado del mundo natural enfatiza tanto su reticencia a tentar el peligro como su afinidad por la civilización.
Deshumanización de las Relaciones
En El Señor de las Moscas, uno de los efectos de la caída de los niños a la barbarie es su creciente incapacidad de reconocer su humanidad y la de sus compañeros. A través de la novela, Golding utiliza la imaginería para insinuar que los niños ya no pueden distinguir entre ellos y los cerdos que cazan para alimento y deporte. En el Capítulo 4, luego de la primera caza exitosa, los cazadores recrean la caza en un baile ritual, usando a Maurice como suplente para el cerdo. Este episodio es solo una dramatización, pero mientras el impulso colectivo de los niños hacia la barbarie completa crece, los paralelos entre lo humano y lo animal se intensifican. En el Capítulo 7, mientras varios niños cazan la bestia, repiten el ritual con Robert como el suplente para el cerdo; esta vez, sin embargo, son consumidos por un “frenesí” y casi lo matan de verdad. En esa misma escena, Jack chistea que si no matan a un cerdo la próxima vez, pueden matar a un pequeñín en su lugar. La repetida sustitución de niño por cerdo en sus juegos rituales y en sus conversaciones llama la atención a las consecuencias de su comportamiento gratificante: preocupados sólo por sus propios deseos salvajes, los niños son incapaces de verse unos a los otros como algo más que objetos que pueden manipular cómo les plazca. Mientras los niños matan más cerdos, más fácil se les hace lastimarse y matarse entre sí. Maltratar a los cerdos facilita este proceso de deshumanización.
Los primeros episodios donde los niños son sustituidos por cerdos, ya sea verbalmente o durante el baile de caza, presagian los eventos trágicos de los capítulos subsiguientes, particularmente los asesinatos de Simón y Piggy y el atentado contra la vida de Ralph. Simón, un personaje que, desde el comienzo de la novela es asociado con el paisaje natural por el cual tiene tanta afinidad, es asesinado cuando los otros niños lo confunden con “la bestia”—una creatura mítica inhumana que sirve como escape para el miedo y la tristeza de los niños. El nombre de Piggy lo vincula simbólicamente con los cerdos salvajes de la isla, el objetivo inmediato de los impulsos violentos de Jack; desde el comienzo, cuando los otros niños se niegan a llamarlo cualquier nombre que no fuera “Piggy,” Golding establece al personaje como uno cuya humanidad es, en los ojos de los otros niños, ambigua. Los asesinatos de Simón y Piggy demuestran la caída total de los niños en la barbarie. Tanto literalmente (Simón) como simbólicamente (Piggy), los niños no se pueden distinguir de los animales que persiguen y matan.
Pérdida de Inocencia
Al final de El Señor de las Moscas, Ralph llora “por el fin de la inocencia,” un lamento que retroactivamente hace explícita una de las mayores preocupaciones de la novela, concretamente, la pérdida de la inocencia. Cuando los niños quedan varados en la isla se comportan como niños, alternando entre disfrutar su libertad y expresar una profunda nostalgia y miedo. Al final de la novela, sin embargo, ellos reflejan el comportamiento guerrero de los adultos de los “Home Counties” (condados que rodean a Londres): ellos se atacan, se torturan, y hasta se matan entre sí sin vacilación ni arrepentimiento. La perdida de inocencia de los niños informa su caída a la barbarie y ocurre en paralelo a la historia de la Biblia de la caída del hombre del paraíso.
Correspondientemente, la isla es codificada en los primeros capítulos como un tipo de paraíso, con un paisaje idílico, frutas frescas, y un clima glorioso. Además, como en el Edén bíblico, la tentación hacia la corrupción está presente: los niños más pequeños temen una “cosa-serpiente” (“snake-thing”). Ésta es la primera encarnación de la “bestia” que, eventualmente, provoca paranoia y división dentro del grupo. Esto también explícitamente nos recuerda a la serpiente del Jardín de Edén, la personificación de Satanás, quien causa la caída de Adán y Eva. La creencia creciente de los niños en la bestia indica su gradual pérdida de inocencia, un descenso que culmina en tragedia. También podemos notar que el paisaje de la isla cambia de un espacio edénico a uno infernal, lo cual es destacado por la observación de Ralph de que la marea parece una pared impenetrable, y por la tormenta que ocurre luego del asesinato de Simón.
El claro al que Simón se retira en el Capítulo 3 es otro ejemplo de cómo la pérdida de inocencia de los niños es registrada en el paisaje natural de la isla. Simón primero aprecia el claro como pacífico y hermoso, pero cuando regresa encuentra al Señor de las Moscas, un símbolo poderoso de cómo la inocencia de la niñez ha sido corrompida por el miedo y la barbarie.
Aún los niños con más simpatía siguen arco transformación de la caída de la inocencia (o, en forma de eufemismo, el camino a la madurez). Cuando Ralph primero aparece, actúa como un niño, salpicando el agua, burlándose de Piggy, y riendo. Le dice a Piggy que está seguro de que su padre, un comandante naval, lo rescatará, una convicción que el lector entiende como pura ilusión infantil. Ralph repite su creencia en su rescate a través de la novela, intercambiando su esperanza de que su propio padre los descubrirá por la premisa mucho más realística de que un barco pasando será atraído por el fuego en la isla. Al final de la novela, ha perdido la esperanza en el rescate de los niños. El progreso del carácter de Ralph de idealismo a un realismo pesimista expresa el grado al que la vida en la isla ha erradicado su niñez.
Las Consecuencias Negativas de la Guerra
Además de sus otros significados, El Señor de las Moscas es en parte una alegoría de la Guerra Fría. Por lo tanto, se preocupa profundamente por los efectos negativos de la guerra sobre los individuos y las relaciones sociales. Escrita durante la Guerra Fría, la novela se desarrolla durante una guerra atómica hipotética entre Inglaterra y “los Rojos,” lo cual es una clara alusión a los comunistas. Golding, por lo tanto, presenta las tensiones no-violentas que se desarrollan durante los años cincuenta como culminando en un conflicto fatal—una estrategia narrativa que establece la novela como un cuento de precaución contra los peligros de la guerra ideológica, o “fría,” tornándose caliente. Más aún, podemos entender el conflicto entre los niños en la isla como un reflejo del conflicto entre los poderes democráticos de Occidente y la presencia comunista a través de China, Europa del Este, y la Unión Soviética. (La revolución cultural de China no había ocurrido, pero su revolución comunista todavía estaba muy presente en la memoria Occidental.) Ralph, la personificación de la democracia, choca trágicamente con Jack, un personaje que representa el estilo de dictadura militar similar a la percepción de Occidente de líderes comunistas como Joseph Stalin y Mao Zedong. Vestido con una capa y gorra negra, con pelo rojo flameante, Jack también evoca visualmente a los “Rojos” en el mundo ficticio de la novela y la U.R.S.S. histórica, cuyos colores eran rojo y negro. Mientras la tensión entre los niños se torna sangrienta, el lector ve las consecuencias peligrosas del conflicto ideológico.
La llegada del oficial de la Marina al final de la historia subraya estos puntos alegóricos. El oficial personifica la guerra y el pensamiento militarista y, por lo tanto, está simbólicamente vinculado al cruel Jack. El oficial también es inglés, lo cual lo vincula con el lado democrático de la Guerra Fría, la cual la novela defiende vehementemente. Las implicaciones de la presencia del oficial son provocadoras: Golding sugiere que aún la guerra librada en nombre de la civilización puede reducir la humanidad a un estado de barbarie. La última escena de la novela, en la cual los niños lloran con aflicción por la pérdida de su inocencia, implica a los lectores contemporáneos en la tragedia de los niños. Los niños representan, aunque inmaduros e incultos, uno de los impulsos guerreros de ese periodo.