El zorro de arriba y el zorro de abajo (1971) es una novela escrita por el peruano José María Arguedas. Se trata de su sexta y última producción y es publicada de manera póstuma, poco después de su suicidio, que tiene lugar a fines de 1969. El texto es desparejo, irregular y confuso, esta obra es un gran desafío para todos sus lectores. Entre sus páginas, se incluyen segmentos puramente ficcionales narrados por una voz omnisciente en tercera persona y algunos diarios donde el autor se expresa en primera persona, repasa sus experiencias más significativas y anticipa que planea suicidarse. En esos fragmentos, además, comenta sus propias ideas sobre los capítulos de la novela y ayuda a entenderla un poco mejor.
Esta novela es una de las obras más importantes del indigenismo, corriente central de la Literatura Latinoamericana del siglo XX que se conecta con una tradición trazada durante todo el período colonial (las complejas relaciones entre las culturas originarias y los imperios que han buscado dominarlas). Motivado por sus experiencias personales, el autor siempre ha sentido interés por las difíciles relaciones entre los indios y los colonizadores, la lengua quechua y el español, las tradiciones originarias y la modernización occidental. Ese interés se plasma en su obra literaria. En El zorro de arriba y el zorro de abajo él mismo hace varias referencias a su novela anterior Todas las sangres. En ambas explora la gran variedad de tipos humanos que conviven en Perú y muestra los intrincados vínculos que se desarrollan entre ellos. Arguedas es un indigenista particular, ya que ha sido criado en el seno de la cultura andina; a pesar de ser blanco, es culturalmente un serrano. Tanto es así que su primera lengua es el quechua y aprende el español en la escuela, años más tarde.
Esta obra póstuma es una novela "trunca": el autor se suicida antes de escribirla por completo y lo aclara en el propio texto. Sin embargo, él mismo anuncia que no es "absolutamente trunca sino contenida", porque en sus capítulos encontramos una larga serie de personajes diversos que se mueven por muchas escenas representativas de la cultura peruana del período histórico de auge de Chimbote, ciudad donde ocurre toda la narración. La novela retrata la veloz modernización de este centro urbano a partir del desarrollo estrepitoso de la industria pesquera relacionada con la fabricación de harina y aceite de anchoveta. El auge industrial genera la llegada de miles de migrantes desde otras zonas del país, sobre todo serranos, que trabajan como pescadores en el puerto, como obreros de las fábricas y en los mercados populares. Muchas mujeres, por su parte, trabajan como prostitutas. La población de Chimbote crece enormemente en pocos años. Si bien esta es una ficción, Chimbote es una ciudad real de Perú y este proceso también forma parte de la historia del país.
Tal como leemos en los diarios, escribe la novela entre 1968 y 1969, durante un período de licencia que le otorga la Universidad de La Molina, donde trabaja como profesor. Se encuentra sumido en la depresión y tiene pensamientos suicidas constantemente. Escribe, tanto los segmentos ficcionales como los diarios, para luchar contra la muerte. Por momentos, confiesa que no logra avanzar en la ficción y se dedica a estos pasajes más íntimos y autobiográficos. El Primer diario se publica en la revista Amaru y a partir de allí se desata la polémica con el escritor argentino Julio Cortázar que Arguedas menciona en varias ocasiones a lo largo de El zorro de arriba y el zorro de abajo.
A partir del análisis de la correspondencia del autor, es posible afirmar que el proyecto de la novela surge a comienzos de 1966. Arguedas pretende escribir sobre los pescadores de anchoveta y la revolución de la industria de harina de pescado que convierte a Perú en la principal potencia pesquera del mundo. Algunos especialistas afirman que el proyecto original situaba la narración en el Puerto de Supe, pero finalmente se traza sobre Chimbote, ciudad que Arguedas visita en varias ocasiones para estudiar, recopilar documentación y entrevistar a los pescadores y obreros. En ese punto observamos cómo la creación de Arguedas combina la literatura con la antropología, su proceso literario implica un trabajo de campo.
En los capítulos ficcionales de la obra, Arguedas crea su retrato urbano mediante una gran cantidad de personajes diversos, complejos y particulares: obreros, pescadores, sindicalistas, prostitutas, vendedoras, sacerdotes, patrones, mafiosos, matones, músicos, líderes barriales. A su vez, estas figuras provienen de orígenes muy heterogéneos: son indígenas serranos, yungas, aymaras, criollos, argentinos, estadounidenses. Estas procedencias nacionales y étnicas se manifiestan en las formas de hablar de los personajes y en sus rasgos físicos. La novela se detiene en la descripción de los colores de piel de muchos de ellos: negros, zambos, mestizos, blancos, indios. Además, el narrador cede mucho espacio a las voces de los personajes, que dialogan constantemente. Cada uno de ellos tiene una lengua particular. La mayor parte de la novela está escrita en español (solo algunos breves pasajes y expresiones están en quechua), pero el castellano de cada personaje está marcado por otras lenguas (el quechua, el aymara, el inglés). Los lectores percibimos esos españoles extraños en las palabras, la sintaxis y los modos de pronunciar de cada personaje. Así, Arguedas busca mostrar las diversas identidades que conforman la sociedad peruana de mediados del siglo XX.