Resumen
La primera entrada del Primer diario está fechada en Santiago de Chile el día 10 de mayo de 1968. Arguedas comienza contando cómo ha sufrido de depresión y una "dolencia psíquica" que lo afecta desde la infancia, por lo que ha tenido dificultades para escribir. Además, ha intentado suicidarse en 1966. Narra que si bien el contacto con una prostituta lo ha devuelto "al lado de la vida" y, por lo tanto, a la escritura durante un tiempo, al escribir este diario se siente nuevamente sumido en la depresión. Piensa en distintas maneras de matarse.
En esa encrucijada interna entre el deseo de vivir y el de morir, afirma que escribe estas páginas como terapia, ya que le han dicho que escribir puede ser un modo de sanar. Sin embargo, en este estado le cuesta escribir literatura sobre los temas que le interesan y por eso crea estos diarios, en los que habla de su lucha contra la muerte y de sus planes suicidas al mismo tiempo. Entonces conecta los diarios con los capítulos que va logrando escribir de la novela que ha decidido bautizar El zorro de arriba y el zorro de abajo.
La entrada del 11 de mayo dibuja un mapa de la literatura latinoamericana del momento. Arguedas comenta sus relaciones con otros escritores célebres del período, como el mexicano Juan Rulfo, el cubano Alejo Carpentier y el uruguayo Juan Carlos Onetti, todos representantes del boom latinoamericano. Además, menciona y continúa una pelea que mantiene con Julio Cortázar, ya que ambos tienen ideas diferentes sobre la literatura y las identidades latinoamericanas. De esta manera, Arguedas incluye su propia literatura en el mapa del canon continental del momento.
El 13 de mayo vuelve a centrarse en sus deseos suicidas y comenta algunas cosas que ha conocido estando en Chile. Sigue mencionando nombres de intelectuales y escritores que conoce de diversas maneras: E. A. Westphalen, un poeta peruano con quien ha estudiado y a quien le dedica esta novela; Mario Vargas Llosa, el escritor e intelectual más famoso de Perú en el siglo XX, que ha estudiado la obra de Arguedas en profundidad; y Felipe Maywa, un hombre indígena con quien Arguedas se ha criado. De inmediato refuerza la relación entre escribir y seguir viviendo que plantea a lo largo de toda la novela: "Porque si yo no escribo y publico, me pego un tiro" (24).
En la entrada del 15 de mayo, asegura que no siente la muerte como algunos días antes y ofrece frases bellas, descriptivas, estéticas: por ejemplo, describe la sensación que le genera un tono de amarillo. Además, en estas páginas sostiene una idea sobre la práctica de los escritores. A diferencia de Cortázar, cree que él mismo y colegas como Rulfo o García Márquez no son "escritores profesionales" porque no escriben para ganar plata sino "por amor, por goce y por necesidad" (30). Entonces, Arguedas se piensa a sí mismo como un "escritor provincial".
Al día siguiente, 16 de mayo, corresponde una página donde compara de manera literaria la sensación de sus ojos con la pesadez de un moscardón o huayronqo, en quechua. Este insecto vuela y se impregna de un polen del color amarillo que Arguedas ha sentido antes, lo describe como una aproximación a la muerte. Es como si ese insecto lo bañara de "su polvo de cementerio" (32).
Finalmente, la última entrada de este Primer diario tiene fecha el 17 de mayo. Allí continúa su discusión con Cortázar y refuerza la idea de que él mismo se ha formado en el interior, con los indígenas. Hacia el final de esta entrada el tono del diario parece ya adentrarse en el tono de los capítulos ficcionales. Así, el texto narra una relación sexual con Fidela, una mujer embarazada, y luego describe a esta mujer en medio del paisaje andino, que se aleja subiendo una gran cuesta. Las últimas líneas de este Primer diario se presentan bajo la forma de un diálogo entre "el zorro de arriba" y "el zorro de abajo". Estos dos zorros se expresan en una lengua distinta a la que usa la voz del autor, combinan elementos del quechua en su castellano. El vocabulario, el orden de las palabras y las ideas de este diálogo son extrañas y terminan con tres puntos suspensivos. De esa manera este diario crea un puente hacia el primer capítulo de la ficción.
Análisis
El zorro de arriba y el zorro de abajo comienza con este Primer diario, que es la sección inicial de la Primera Parte. En estas páginas encontramos la voz del autor, José María Arguedas, marcada con cursivas. Hasta el final encontraremos nuevamente páginas intercaladas de estos diarios del autor entre los capítulos puramente ficcionales. Los diarios son breves, íntimos y autobiográficos; al mismo tiempo presentan el proyecto creativo e intelectual del autor y reflexiones sobre la literatura en general y sobre su propia obra en particular. En esa línea empieza a trazar un mapa del canon literario latinoamericano de mediados del siglo XX que expande en los siguientes diarios.
Desde el inicio reconocemos la importante presencia del tema de la muerte, que funciona como hilo conductor de toda la obra. En las primeras frases, el autor anuncia que ha intentado suicidarse y a lo largo de los cuatro diarios se pelea contra la muerte. Como sabemos, al final se mata dándose un balazo en la cabeza. La escritura funciona como escudo y como medicina, es una terapia, un modo de protegerse y de darle sentido a la vida. Al mismo tiempo se presenta la importancia de las experiencias de su infancia: el estado de depresión en el que se encuentra se ha originado en la niñez, época muy significativa para toda la obra arguediana. Esto se debe a que, huérfano de madre y con un padre ausente, es criado por los sirvientes indígenas andinos de la casa de su madrastra.
A partir de esa niñez, desarrolla una identidad compleja. En su interior se chocan la cultura blanca hispánica de su familia de sangre y la cultura andina en la que es criado. Se reconoce a sí mismo como serrano, pero vive constantemente acomplejado: es un blanco entre los indios y un indio entre los blancos. El conflicto identitario es, de acuerdo con todos los especialistas, el gran motivo de su producción literaria e intelectual y también la causa que lo lleva a la muerte. En esta obra la autobiografía y la ficción literaria están escritas con tonos muy distintos. Sin embargo, se entremezclan y se enlazan mediante el tema de la muerte. Tanto es así que el final de la obra coincide exactamente con el final de la vida del autor.
En ese sentido, también es importante destacar que los diarios están repletos de trechos poéticos, metafóricos, estéticos. En la voz del autor percibimos su visión andina del mundo, sobre todo por su percepción de la naturaleza: "Las cascadas de agua del Perú [...] retratan el mundo para los que sabemos cantar en quechua" (16). Es preciso recordar que la primera lengua de Arguedas es el quechua y que pretende comunicar la visión andina a través del español.
Al igual que el resto de la obra, el texto es digresivo, se va por las ramas, pero siempre de manera productiva. Es decir, si bien los hilos conductores son cortos y se terminan o se enredan con otros (y por eso los lectores nos perdemos bastante), todas las opiniones, ideas, comentarios e historias que aparecen entremezcladas son interesantes y potentes. Además, esos desvíos siempre se relacionan con las búsquedas fundamentales del autor: la identidad peruana, los choques del quechua y el español, la modernización de Perú, la naturaleza y la historia desde una perspectiva indígena.