El zorro de arriba y el zorro de abajo

El zorro de arriba y el zorro de abajo Resumen y Análisis ¿Último diario?

Resumen

Este último segmento de los diarios está conformado por trozos seleccionados y corregidos por el propio autor en Lima el 28 de octubre de 1969. Se trata de dos entradas: una data del 20 de agosto de ese mismo año y otra, muy breve, del 22 de octubre.

La primera entrada se escribe en Santiago de Chile y continúa con el tono de los tres diarios anteriores. El autor reafirma que escribe luchando contra la muerte y vuelve a calificar su propia obra: "este entrecortado y quejoso relato" (341).

De inmediato, en el segundo párrafo, declara de manera definitiva que no continuará la escritura de los capítulos ficcionales. Se lamenta porque morirán los "Hervores" que debían continuar la narración y sus personajes, divididos en los izquierdistas, por un lado, y los sindicalistas, por el otro, no desatarán una lucha; los "zorros" no podrán contar esa lucha, que es tan antigua como la civilización misma.

De todas maneras, el autor aprovecha esta entrada de diario para contar brevemente lo que le ocurriría a cada uno de los personajes principales de su novela. Esteban de la Cruz moriría y el loco Moncada pronunciaría un discurso en su funeral. Este último también pronunciaría otros discursos porque es el único personaje que logra ver las naturalezas y los destinos de los demás, de acuerdo con el propio Arguedas. Tinoco, por su parte, tendría un problema en el pene que sería efecto de un embrujo y moriría enterrado bajo las arenas de un médano que intentaría subir para curarse. Paula Melchora sentiría una "felicidad atrocidad" (342) por la muerte de Tinocucha. La historia de Chaucato no se escribe en detalle, el autor usa puntos suspensivos y solo comenta que es una historia larga y sanguinolenta. Bazalar lograría cumplir su proyecto "magnánimo" como líder de la barriada de San Pedro. Asto y la "Argentina" serían pareja de por vida, pero eso no lo narrarían los zorros, sino Antolín Crispín, con su guitarra. La Orfa se suicidaría desde lo alto de El Dorado hacia el mar porque no encontraría en la montaña al dios Tutaykire trenzando oro y plata. Maxwell sería degollado por el "Mudo", y los sacerdotes Cardozo y Hutchinson vivirían entre la luz y las tinieblas.

Luego de estas proyecciones, Arguedas continúa el diario utilizando la segunda persona para dirigirse a su amigo Gustavo y reflexiona sobre su novela Todas las sangres. De inmediato, analiza El zorro de arriba y el zorro de abajo. Dice que el primer capítulo es "tibión y enredado" (344), que su intención era mostrar el entramado de realidades y símbolos de Chimbote. También pretendía conectar esas líneas y desarrollarlas en la Segunda Parte.

De golpe, de un modo un tanto confuso al igual que en toda la obra, pasa a dejar instrucciones para su funeral. Pide que algunos de sus amigos, colegas y estudiantes digan algunas palabras o toquen música en la ceremonia. No quiere una "fantochada", quiere un evento sentido, sincero. Aclara que si bien su novela queda inconclusa, su vida no ha sido trunca: ha sido feliz porque ha sentido el Perú, donde se reúnen todas las naturalezas y todos los tipos de hombres, en quechua y en castellano.

Repite dos veces la frase "Despidan en mí a un tiempo del Perú" (345; 346) y con ello deja un mensaje esperanzador. Cree que esta nación se está liberando de quienes la explotan, que será una tierra donde puedan vivir "todas las patrias" (346). En el último párrafo de esta entrada también recurre a la segunda persona y se dirige a Maxwell (aunque no lo especifica, creemos que es el personaje norteamericano de la ficción); le dice que en él conviven monstruos y alimañas, y que escuchará todo en las voces del charango y la quena.

Finalmente, la entrada del 22 de octubre relata que ha regresado de Lima y pide disculpas por haber sido ostentoso en la entrada anterior. Luego anticipa que va a darse un balazo en pocos días.

Análisis

La lucha de Arguedas contra la muerte va llegando a su fin y esto se manifiesta ya en el título de este último segmento autobiográfico. Si bien lleva signos de interrogación, el autor comienza a desistir de manera definitiva: abandonará la escritura y también la vida. Una vez más vemos la relación de vida y obra, de realidad y ficción que a través de la muerte se enlazan de manera perfecta en esta novela.

De todas maneras, este segmento final de la obra también aporta muchísima información sobre el proyecto literario del autor con respecto a la ficción; continúa funcionando como guía de la lectura que explica y organiza. Así, califica a la novela como un lamento fragmentario, confuso, desparejo. El hecho de que quede inconclusa potencia ese efecto.

Además, si bien no logra continuar escribiendo, no deja el final totalmente abierto, ya que nos dice qué le ocurriría a una buena parte de los personajes más destacados. En los destinos de esas figuras se hacen presentes de nuevo los temas de la muerte y la violencia: muchos de ellos fallecerían de maneras trágicas o como consecuencia de las vidas oprimidas, injustas que han llevado a cabo en medio de la desigualdad social de Chimbote. Arguedas repite, a su vez, que ha procurado crear un retrato de la compleja y mezclada sociedad peruana.

Este Último diario da continuidad a las líneas y tonos trazados en los diarios anteriores, pero también conecta con lo que será el Epílogo de El zorro de arriba y el zorro de abajo. Al igual que en diversos pasajes de toda la novela, esto se produce de manera confusa, de un párrafo a otro y sin demasiadas explicaciones, el autor pasa a dejar instrucciones para su funeral (como hará en detalle en las cartas del epílogo). Es interesante observar el pedido que les hace a sus amigos: no quiere que su funeral sea una “fantochada”, es decir que sea falso; por el contrario, cree que su vida ha sido genuina, sincera, y que su despedida debe serlo también.

Hacia el final del diario, propone algunas ideas un tanto paradójicas: dice que ha tenido una vida feliz, lo cual contrasta con el permanente sufrimiento que narra en todos los diarios y que relaciona con una condición psíquica adquirida en la niñez. Además, dice que esa felicidad se origina en su modo de sentir el Perú como espacio complejo, de mezcla de identidades y diversidades. Esto también es un tanto contradictorio, ya que a lo largo de su vida y su obra (literaria, antropológica) ha concebido esa mezcla como conflicto, como lucha cargada de violencia y sufrimiento. Es preciso señalar, sin embargo, que ese conflicto también es para Arguedas la gran fuente de creatividad peruana. En este plano paradójico, se suicida, no tiene más motivos para vivir, pero de alguna manera su muerte es un signo de esperanza para el Perú: con él se termina una época y comienza una nueva era más libre para el pueblo.

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