La Modernidad
Las historias de Sherlock Holmes tienen lugar en una era histórica caracterizada por la racionalización, la burocracia y el progreso científico: la Modernidad. La teoría de la evolución de Darwin se presentaba como una gran amenaza frente al dominio de la lógica religiosa. La Revolución Industrial cambia para siempre la forma en que viven y trabajan los británicos. El boom demográfico y la disparidad concomitante entre ricos y pobres también son aspectos importantes de la época. Las ciudades crecen de manera inusitada. Allí la forma de vida cambia y el individuo se convierte en un sujeto anónimo en medio de la multitud. Con el crecimiento de las ciudades y el anonimato de las personas, también crece la delincuencia. Este es el momento histórico en que nace el género policial. Sus lectores están ávidos de conocimiento sobre la mentalidad criminal. Pero además, los avances tecnológicos se expanden hasta en la ciencia criminal, que es donde Holmes se destaca. Así podemos ver, al comienzo de la novela, que se nos presenta al personaje desarrollando un nuevo método para saber si una mancha es de sangre. También se dice del personaje que a menudo se encuentra en el laboratorio trabajando en otros experimentos. Los métodos empleados por Holmes reflejan la tendencia científica de la época. Holmes es un pionero de la ciencia forense. A menudo se habla de él como una influencia importante para los científicos criminales reales. En su investigación, observa huellas y analiza ceniza de tabaco para sacar conclusiones. Olfatea la boca del difunto en busca de veneno. Utiliza la lupa y la cinta métrica para inspeccionar detalladamente la escena del crimen. Holmes está a la vanguardia de las técnicas de investigación, por eso los detectives Lestrade y Gregson miran "las maniobras de su compañero amateur con notable curiosidad" (p. 53). Su método para resolver casos se basa fundamentalmente en la razón. Utiliza su intelecto para sacar conclusiones de lo que observa. Su forma de razonar ordenada y pragmática es la forma que la sociedad de su tiempo comenzó a concebir como la más efectiva para tomar decisiones y hacer juicios, y es la que caracteriza en definitiva a la Modernidad.
La venganza
Sherlock Holmes finalmente llega a la conclusión de que es un agravio personal lo que motiva al asesino de Drebber y Stangerson. Podemos pensar que Jefferson Hope actuó motivado por el amor a Lucy, pero es más apropiado hablar de la venganza como el motivo de sus crímenes. Hope no puede aceptar el destino de ella y de John Ferrier. Luego de que la cuadrilla de los “ángeles vengadores” mata a John y secuestra a Lucy, la venganza se convierte en el único propósito de su vida: “Cuando menos podía consagrar el resto de su vida a vengar el agravio” (p. 156). La sed de venganza de Hope crece más y más desde entonces y se vuelve inflexible: “Durante algunos meses Jefferson Hope permaneció en las montañas, llevando una extraña vida salvaje y nutriendo en su corazón la violenta sed de venganza que lo poseía” (p. 159); “Su espíritu estaba formado de una materia dura e inflexible, habiendo hecho hasta tal punto presa en él la idea dominante del desquite, que apenas quedaba espacio para otros sentimientos.” (p. 160). Las adversidades, como falta de dinero o la falta de información sobre el paradero de los criminales, no logran detenerlo, y persigue su propósito con una tenacidad inusitada: “Muchos hombres, por grande que fuera el deseo de venganza, habrían cejado en su propósito ante tamañas dificultades, pero Jefferson Hope no desfalleció un solo instante” (p. 161).
Finalmente, el deseo de venganza consume por completo la vida de Hope. Una vez ejecutado su plan, la muerte le importa poco: “Cumplida mi tarea, me importa poco la muerte” (p. 165); "Si, como es probable, muero mañana, lo haré sabiendo que mi tarea en el mundo está cumplida y bien cumplida. Muertos son y por mi mano. Nada ansío ni espero ya" (p. 167). Y de hecho, el personaje muere la misma noche de su captura, con un gesto de placidez en el rostro que da cuenta de la satisfacción que tiene por la tarea cumplida: “La misma noche de la captura hizo crisis su aneurisma, y a la mañana siguiente fue encontrado el cuerpo sobre el suelo de la celda; en el rostro había impresa una sonrisa de placidez, como la de quien, volviendo la cabeza atrás, contempla en el último instante una vida útil o un trabajo bien hecho” (p. 179).
La religión
La novela sugiere que las organizaciones religiosas puede aplastar la independencia, la autonomía y la libertad de pensamiento de los individuos. El fanal de abejas es el símbolo que representa a la comunidad mormona, y esto, como el símbolo de las abejas, hacer pensar en un comportamiento rígidamente ordenado y organizado, atento a las órdenes de la reina. También las abejas, y por extensión el fanal, son símbolos de obediencia. Los miembros de la comunidad mormona aparecen representados al comienzo de la segunda parte de la novela como fuertes, perseverantes e impertérritos. Pero además, un matiz de severidad y rigor empieza a perfilarse en ellos, dada la condición que Young impone a Ferrier de adoptar su fe:
“Si hemos de recogeros entre nosotros -dio solemnemente-, será sólo a condición de que abracéis nuestro credo. No queremos lobos en el rebaño. ¡Pluga a Dios mil veces que blanqueen vuestros huesos en el desierto, antes de que seáis la manzana podrida que con el tiempo contamina a las restantes! ¿Aceptáis los términos del acuerdo?” (p. 116).
En el capítulo 3 de la segunda parte, la organización religiosa acaba por convertirse en una organización persecutora y criminal: “Los perseguidos de antaño se habían constituido a su vez en porfiados y crudelísimos perseguidores” (p. 129). Aquí se retrata a la organización como una maquinaria invisible y secreta que opera creando terror entre los miembros de la comunidad: “Hasta los más santos entre los santos contenían el aliento antes de dar voz a su íntimo parecer en materia de religión, no fuera cualquier palabra, o frase mal comprendida, a atraer sobre ellos un rápido castigo” (p. 129); y se la compara, entre otras, con la Inquisición sevillana, una institución cristiana que nació en el Medioevo, que enjuiciaba a los acusados de herejía y en cuyo nombre se han matado a más de 340.000 individuos. En esta novela, “La Banda de los Danitas”, o “Los Ángeles Vengadores” aterrorizan a los disidentes del credo mormón. La religión aquí se caracteriza por el secretismo, la opresión, la corrupción, el soborno, la hipocresía y la violencia. Los miembros de la comunidad que no muestran acuerdo con las doctrinas religiosas se enfrentan a la muerte o una desaparición misteriosa.
El miedo
En esta novela encontramos a menudo la idea de que el miedo está ligado a lo extraordinario, a lo que no se puede explicar, o a lo incierto. La falta de explicaciones estimula la imaginación y eso es lo que causa horror. Por ejemplo, Watson, quien ha participado en un guerra y ha visto muchos cuerpos muertos, está conmovido por el caso de Lauriston Gardens de una manera especial: "He contemplado la muerte bajo diversas apariencias, todas, sin embargo, más tranquilizadoras que la ofrecida por esa siniestra y oscura habitación a orillas de la cual discurría una de las grandes arterias del Londres suburbial" (p. 46). "Tras todo lo ocurrido, no cesaban de cruzar por mi agitada imaginación las más insólitas conjeturas y fantasías" (p. 64). Y confiesa que los hechos lo han afectado de una manera inusual: "Y el caso es que con la experiencia de Afganistán debiera haberme curtido un poco. He visto a camaradas hechos picadillo en Maiwand sin conmoverme de este modo" (p. 66). Holmes sabe que la falta de explicaciones es lo conmueve a su compañero, por eso le responde: "Me hago cargo. Este asunto está envuelto en un misterio que estimula la imaginación; sin la imaginación no existe el miedo" (p. 66).
Por el contrario, de la certeza en la explicación de los hechos emana la serenidad de Holmes, tal como lo relata Watson: "Sólo de una secreta y satisfactoria explicación de los hechos, una explicación que aún no se me alcanzaba, podía dimanar, según me lo parecía a mí entonces, la serena y segura actitud de Holmes" (p. 65) Además, para Holmes, lo extraordinario constituye "una fuente de indicios" (p. 180) en vez de una causa de temor. De esta manera el detective opone al miedo su método de investigación y hace de los elementos extraordinarios una fuente de indicios que permiten explicarlos.
Por otro lado, sobre el miedo, encontramos una idea semejante en el relato de la huida de John Ferrier y de su hija. En este caso, lo incierto se presenta como más atemorizante que una amenaza concreta. La falta de certezas es lo que estimula la imaginación en este caso y produce terror, pero ese terror se proyecta hacia el futuro, llegando a paralizar al personaje: "Aunque valeroso, no acertaba a reprimir un sentimiento de pánico ante el peligro impreciso y fantasmal que le amenazaba. A todo mal conocido se sentía capaz de hacer frente con pulso firme, pero la incertidumbre presente encerraba algo de terroríficamente paralizador" (p. 139). La misma idea aparece más adelante respecto de la amenaza incierta que encierra una nota: "«Veintinueve días restan para que te enmiendes, y entonces...». Ese vago peligro que parecía insinuarse tras los puntos suspensivos era mucho más temible que cualquier amenaza concreta" (p. 140)
La amistad
Sherlock Holmes y Watson tienen una de las amistades más famosas de la literatura. Esta novela describe su encuentro inicial y sienta las bases para su compañerismo continuo a lo largo de las decenas de cuentos de la saga. Su relación es exitosa debido al respeto mutuo y la compatibilidad. Además, sus personalidades son complementarias. Holmes es excéntrico, Watson es más comedido. Sus afinidades no interfieren en su convivencia. Y también comparten el interés por la música. Watson está prácticamente solo en Londres: "No tenía en Inglaterra parientes ni amigos, y era, por tanto, libre como una alondra" (p. 12); "Siendo el que era mi estado de salud, sólo en días de tiempo extraordinariamente benigno me estaba permitido aventurarme al espacio exterior, faltándome, los demás, amigos con quienes endulzar la monotonía de mi rutina cotidiana" (p. 25). Y Holmes no es de los que tienen muchos amigos debido a sus excentricidades: "Llevábamos juntos alrededor de una semana sin que nadie apareciese por nuestro habitáculo, cuando empecé a sospechar en mi compañero una orfandad de amistades pareja a la mía" (p. 29). Holmes sabe que lo mejor es hablar abiertamente de sus hábitos antes de comenzar la convivencia, para poder llevarla a buen puerto. Así, después de comentar sus defectos comenta: "Es aconsejable que dos individuos estén impuestos sobre sus peores aspectos antes de que se decidan a vivir juntos." (pp. 20-21). Luego de que Watson comenta sus propios defectos, toman la decisión de compartir un piso en Londres, con lo cual se inicia la célebre amistad.
La ineficacia de las instituciones
Este tema está presente en muchas novelas de Sherlock Holmes, pero comienza en la primera, Estudio en escarlata. En primer lugar Lestrade y Gregson, los mejores detectives de Scotland Yard (la policía metropolitana de Londres), llegan casi siempre a suposiciones erróneas. Además, hacen sus especulaciones partiendo de ideas preconcebidas, acusan a personas equivocadas y se pierden los detalles de la escena del crimen. La rivalidad que mantienen entre ellos los lleva a sacar conclusiones apresuradas para presumir entre ellos. A menudo son desdeñosos y celosos de Holmes. Su propio orgullo se interpone en el reconocimiento de que Holmes hace su trabajo mucho mejor que ellos. Por otro lado, John Rance, el policía que descubrió el cuerpo de Drebber en Lauriston Gardens, ignora por completo el hecho de que el borracho en la calle es el asesino. Además su corrupción es evidente, puesto que acepta cooperar con Holmes sólo después de que éste lo soborna:
"Ya he presentado mi informe en la comisaría -dijo. Holmes enterró la mano en el bolsillo, sacó medio soberano, y se puso a juguetear con él despaciosamente. -Resulta que nos gustaría oírlo repetido de sus propios labios -afirmó. -Estoy a su completa disposición -repuso entonces el policía, súbitamente fascinado por el pequeño disco de oro" (p. 59)
Holmes no tolera las limitadas habilidades de esos policías y habla de ellos con sarcasmo. Esta novela demuestra que el agudo intelecto y las habilidades únicas de Holmes lo exaltan muy por encima de la fuerza policial regular. Y además Holmes cuenta con su propio "el ejército de policías" (p. 76), a quienes atribuye habilidades superiores a las de los policías regulares:
"Cunde más uno de estos piojosos que doce hombres de la fuerza regular -observó Holmes-. Basta que un funcionario parezca serlo, para que la gente se llene de reserva. Por el contrario, mis peones tienen acceso a cualquier sitio, y no hay palabra o consigna que no oigan. Son además vivos como ardillas; perfectos policías a poco que uno dirija sus acciones" (p. 77).
Finalmente, cuando Holmes descubre la identidad del asesino, se niega a revelársela a los otros detectives, diciéndoles abiertamente que no considera apta a la fuerza policial para la tarea de la captura: "Sin propósito de ofenderles, debo admitir que considero a nuestros rivales de talla excesiva para las fuerzas de la policía, y que ésta ha sido la razón de que no requiera su ayuda" (p. 97)
Por otra parte, otra institución que aparece cuestionada en la novela es la de la Justicia. Hope decide hacerse "a la vez en juez, jurado y ejecutor" (p. 167) por no poder recurrir a la Justicia para que castigue a los responsables de las muertes de John y Lucy Ferrier. Es decir, hace justicia por mano propia a causa de la ineficacia del sistema legal y se convierte así en asesino. Sin embargo, tal como dice en su testimonio final, él se considera más un ejecutor de la justicia que un asesino: "Quizá me tengan por un asesino, pero yo estimo, señores, que soy un mero ejecutor de la justicia, en no menor medida que ustedes mismos" (p. 177).
El razonamiento abductivo
El éxito de Holmes en la resolución de casos se debe a su capacidad para analizar pequeños detalles de la evidencia y hacer inferencias a partir de ellos. Este tipo de razonamiento, al que Holmes denomina “razonar a la inversa” (p. 180), “razonar hacia atrás o analíticamente” (p. 181), es conocido como razonamiento “abductivo”. Así lo describe Holmes:
“Casi todo el mundo, ante una sucesión de hechos, acertará a colegir qué se sigue de ellos... Los distintos acontecimientos son percibidos por la inteligencia, en la que, ya organizados, apuntan a un resultado. A partir de éste, sin embargo, poca gente sabe recorrer el camino contrario, es decir, el de los pasos cuya sucesión condujo al punto final. A semejante virtud deductiva llamo razonar hacia atrás o analíticamente." (pp. 180-181)
La historia comienza con la demostración de esta asombrosa habilidad de Holmes. Holmes deduce que Watson ha estado en la guerra de Afganistán y que un hombre que camina por la calle es un militar retirado. Más adelante, Holmes deslumbra a Watson presentando un retrato del asesino a partir de las observaciones en la escena del crimen. Holmes se basa en este tipo de razonamiento y sostiene que es simple y práctico. Sin embargo, según afirma, pocas personas lo ejercitan en la vida cotidiana:
“La clave reside en razonar a la inversa, cosa, sea dicho de paso, tan útil como sencilla, y poquísimo practicada. Los asuntos diarios nos recomiendan proceder de atrás adelante, de donde se echa en olvido la posibilidad contraria. Por cada cincuenta individuos adiestrados en el pensamiento sintético, no encontrará usted arriba de uno con talento analítico” (p. 180).