Capítulo 6: Continuación de las memorias de John Watson, doctor en Medicina
Resumen
Sherlock Holmes y los otros detectives logran reducir a Hope y luego éste se muestra afable y dispuesto a cooperar para ir a la comisaría. Además le expresa a Holmes su admiración por cómo siguió su pista. En la comisaría el oficial le informa a Hope que irá a juicio la semana siguiente, y le pregunta si quiere declarar algo en ese momento. Hope responde que quiere decir muchas cosas y que es posible que no llegue al día del juicio. Entonces le pide a Watson que ponga una mano en su pecho para comprobar su estado de salud. Watson así lo hace y dice que padece un aneurisma aórtico. Hope dice que su cuadro ha empeorado por las noches que ha pasado en la intemperie en las montañas y la alimentación deficiente. Les dice que su muerte es inminente y que quiere dejar en claro algunas cosas, para no morir como un asesino vulgar.
El oficial le da su consentimiento y Hope comienza a hablar tranquila y metódicamente. Hope les explica que Drebber y Stangerson eran culpables de la muerte de un padre y una hija y, según su criterio, habían perdido por eso el derecho a sus propias vidas. Dado que había transcurrido mucho tiempo desde que se cometieron los crímenes, resultaba imposible dar pruebas de estos ante un tribunal, así que él había decidido convertirse a la vez en juez, jurado y ejecutor. Él cree que no pueden hacer otra cosa quienes se consideran “verdaderamente hombres” y se encuentran en esa situación.
Hope cuenta que tras la muerte de Lucy tomó su anillo de bodas y lo guardó para mostrárselo a Drebber en el momento de la venganza. Como los hombres a los que seguía eran ricos y él es pobre, le había costado mucho seguir su rastro. Cuando llegó a Londres se vio obligado a trabajar como cochero. Luego descubrió que los hombres se alojaban en una pensión en Camberwell y les siguió el rastro por dos semanas. Drebber se pasaba la mitad del tiempo borracho, pero Stangerson se mantenía alerta.
Hope continúa su relato explicando que la noche del crimen los hombres se disponían a marcharse pero perdieron su tren. En la estación discuten y Drebber dice que tiene que irse a resolver un asunto. Acuerdan encontrarse al día siguiente en el Halliday´s Private Hotel en el caso de perder el último tren. Entonces Hope cuenta que siguió a Drebber, lo vio entrar en unos bares, salir ebrio, y volver a la pensión. Allí, después de una pelea, un hombre lo expulsa violentamente de la pensión y Drebber toma el coche de Hope y le pide que se dirija al Halliday´s Private Hotel. Luego cambia de opinión, se dirige a un bar y le pide a Hope que lo espere.
Cuando Drebber sale del bar completamente ebrio, Hope sabe que tiene la oportunidad de vengarse. Sin embargo no quiere hacerlo sin que su víctima sepa quién es él y cuál es la causa del castigo. Él ya tiene un plan. Un tiempo antes un hombre había perdido la llave de su casa y él había hecho una copia. Esa casa se encontraba vacía, así que lleva a Drebber allí. Cuando entran, Hope le pide que adivine quién es. Drebber lo reconoce y su rostro se contrae por el horror. Hope saca dos píldoras, una de las cuales es veneno, y lo obliga a elegir una y a tomarla, mientras él toma la otra. Así, dice, la justicia divina o el azar decidirá su suerte. Mientras Drebber agoniza, Hope sostiene frente a su rostro el anillo de bodas de Lucy. La sangre brota de la nariz de Hope, por la fuerte agitación, y decide escribir con ella la palabra “Rache” en la pared, pues recuerda un caso en Nueva York en el que encontraron esa inscripción junto a un cuerpo muerto. Hope sale de la casa pero al poco tiempo se da cuenta de que ha perdido el anillo, entonces vuelve para recuperarlo. Al hacerlo, encuentra a un guardia en la entrada de la casa y finge estar completamente ebrio para evadir sospechas.
En cuanto a Stangerson, Hope sabe que está en el Halliday´s Private Hotel, así que a la mañana siguiente va allá y consigue averiguar qué ventana corresponde a su habitación. Luego sube por unas escaleras que encuentra arrumbadas atrás del hotel, lo despierta y lo pone al tanto de la situación de Drebber. Finalmente le ofrece elegir una píldora, tal como lo hizo con Drebber, pero Stangerson intenta matarlo y Hope lo apuñala.
Después de los asesinatos Hope continúa trabajando como cochero, para ahorrar dinero y poder volver a Estados Unidos, hasta que un día un chico harapiento pide un coche para el 221B de Baker Street. Hope acude sin recelos y allí es donde Holmes lo captura.
Luego del relato, Holmes le pregunta a Hope quién es el cómplice que había ido a reclamar el anillo, pero Hope sonríe y dice que es dueño de decir sus secretos, pero que no va a comprometer a un amigo. Finalmente el oficial llama a los guardias para que lleven a Hope a la prisión y dice que el jueves siguiente comparecerá ante un juzgado.
Análisis
En este capítulo, Hope explica las razones que lo llevaron a cometer los asesinatos. Sus convicciones son las que lo mueven a asesinar a Drebber y Stangerson. Las mismas pueden ser cuestionadas, pero con ellas se explican las razones de sus crímenes: en primer lugar, Hope cree que los hombres que mataron deben morir y, aunque la muerte de Lucy no fue un asesinato, Hope así lo considera. Según sostiene: “La casaron por la fuerza con ese Drebber, lo que vino a ser lo mismo que llevarla al patíbulo” (p. 167). En segundo lugar, como no puede dar pruebas ante un juzgado de los hechos de los que afirma estar completamente seguro, cree que debe convertirse en juez y ejecutor. Por último, cree que es eso lo que hacen quienes se consideran “verdaderamente hombres” (p. 167) y se encuentran en su situación. De manera que Hope es consecuente con sus ideas cuando comete los crímenes.
Hope decide convertirse “a la vez en juez, jurado y ejecutor” (p. 167), puesto que el poder judicial no puede hacer nada para condenar a Drebber y a Stangerson, porque han pasado muchos años desde los hechos incriminatorios. Pero por otro lado, deja que la Providencia dé el último fallo, pues confía a su voluntad su destino y el de Drebber. Así, en vez de asesinar directamente a Drebber, lo obliga a elegir y a tomar una de las dos píldoras que tiene (una de las cuales posee un veneno mortal), mientras él toma la otra y le dice: “Que el Señor emita su fallo. Toma una y trágala. En una habita la muerte, en otra la salvación. Para mí será la que tú dejes. Veremos si existe justicia en el mundo o si gobierna a éste el azar.” (p. 175). El hecho de que Hope salga con vida de este desafío refuerza aún más la idea de que el asesinato de Drebber fue justo.
En el caso del asesinato de Stangerson, aunque Hope termina apuñalándolo, no tiene dudas sobre la justicia de su acto, y cree que, de haber elegido, Stargenson también hubiera tomado la píldora venenosa: “En propia defensa, le atravesé el corazón de una cuchillada. De todos modos, estaba sentenciado, ya que jamás hubiera sufrido la providencia que su mano culpable eligiese otra píldora que la venenosa” (p. 177).
Un aspecto importante del discurso de Hope es que cuestiona la legitimad de hacer justicia “por mano propia”, esto es, por fuera de la ley: “Quizá me tengan por un asesino, pero yo estimo, señores, que soy un mero ejecutor de la justicia, en no menor medida que ustedes mismos” (p. 177).
Por otro lado, Hope sabe que cometió un crimen, y está dispuesto a pagar por eso. Esta es la razón por la que, una vez capturado, se muestra dispuesto a cooperar y no opone resistencia cuando lo trasladan a la comisaría.
Todos estos elementos ayudan a crear en el lector una mirada compasiva sobre el asesino, dando vuelta por completo la imagen que sobre él se había construido en la primera parte de la novela. La segunda parte de la novela muestra que sus víctimas en realidad actuaron con más crueldad que él y movidos sólo por la ambición, mientras que él actuó para vengar la muerte de la mujer que amaba y la del padre de ella.
Con el relato de Hope, además, el lector puede reconstruir la historia, ahora narrada desde la perspectiva del asesino, con lo cual se terminan de explicar los detalles del crimen que en la primera parte de la novela permanecían incógnitos.
Capítulo 7: Conclusión
Resumen
El aneurisma de Jefferson Hope estalla la misma noche en que fue capturado. Lo encuentran en su celda, muerto, con una expresión plácida en el rostro. Al día siguiente Holmes y Watson hablan sobre el caso. Para Holmes ha sido simple, ya que partiendo de pocas deducciones ha capturado al asesino en tres días. Además, dice, todo lo que puede parecer extraordinario, constituye una fuente de indicios. Luego explica su método de “razonar a la inversa”. Este método es muy útil pero pocas personas lo ponen en práctica. El mismo consiste en tomar un hecho y reconstruir con el razonamiento lógico los sucesos que condujeron hasta él.
Luego Holmes le explica a Watson cómo llegó a sus conclusiones sobre el caso. En la escena del crimen, nota las huellas de un coche y deduce que estuvo allí la noche anterior. Las pisadas en el patio revelan la presencia de dos hombres, uno muy alto, dada la distancia entre sus pisadas, y otro con botas elegantes. En el interior de la casa yace el que lleva estas botas, de modo que el otro es el asesino. Por la contorsión del rostro del difunto, y por el olor acre de su boca, Holmes descubre que había sido obligado a ingerir veneno.
Por otro lado, se descarta la hipótesis de un robo, porque no parecía faltar ningún objeto. Holmes descarta también la hipótesis de un crimen político, porque en estos casos los asesinos no se demoran en su tarea y, en cambio, en el interior de la casa había huellas que permitían deducir que el asesino tardó en cometer el crimen. Así concluye que se trataba de un asunto privado, y el hallazgo del anillo de bodas le hace suponer que tiene que ver con una mujer.
Al mirar la habitación, Holmes descubre más cosas sobre el asesino, como el largo de sus uñas y la marca del cigarrillo que fuma. Después de irse, envía un telegrama al jefe de policía de Cleveland preguntando sobre el matrimonio de Drebber. Así se entera de que Drebber había solicitado protección de la ley contra Jefferson Hope, un "rival amoroso" que ahora también estaba en Europa. De modo que Holmes concluye que él es el asesino y sólo resta atraparlo. Concluye además que no puede ser otro que quien conducía el coche, por lo que envía a su “cuadrilla de detectives vagabundos” a buscarlo. Finalmente, tras el imprevisto asesinato de Stangerson, Holmes obtiene la evidencia de las píldoras.
Watson elogia a Holmes por su destreza como detective. Le propone que publique un relato del caso o, de lo contrario, él mismo lo hará. Holmes le le dice que haga lo que quiera, y luego le muestra el periódico Echo del día, donde se halla una nota sobre el caso. El periódico lamenta que los verdaderos hechos del caso tal vez nunca se conozcan debido a la muerte de Hope, pero afirma que el crimen se debió a un antiguo pleito amoroso. Además, atribuye a Lestrade y a Gregson el mérito por la captura del criminal y agrega que el mismo fue atrapado en el domicilio de “un tal Sherlock Holmes”.
Holmes se ríe de eso, y le recuerda a Watson que desde el principio supo que finalmente los detectives de Scotland Yard se llevarían el mayor reconocimiento. Watson afirma que ha registrado todos los hechos en su diario y que el público tendrá constancia de ellos. Luego le dice que, mientras tanto, tendrá que conformarse con ser consciente de su éxito, de la misma manera que “el avaro romano” y cita en latín la frase: “El pueblo me abuchea, pero yo me aplaudo. Y en mi casa disfruto contemplando las riquezas de mis arcas”.
Análisis
En el último capítulo, Jefferson Hope muere en paz y contento. La expresión de su rostro habla una vez más de los sentimientos del personaje: “en el rostro había impresa una sonrisa de placidez, como la de quien, volviendo la cabeza atrás, contempla en el último instante una vida útil o un trabajo bien hecho” (p. 179) El lector seguramente estará satisfecho con este desenlace, ya que la historia previa hace que sienta cierta simpatía por el criminal. Además, su expresión contrasta con la descripción que más adelante hace Holmes, sobre el rostro de Drebber cuando lo hallan muerto. Allí menciona: “la agitada expresión de su rostro” (p. 182); su “apariencia desencajada” (p. 182) y el “gesto de odio y miedo” (p. 182).
Además, en este capítulo final, Holmes le explica a Watson su método de investigación. Insiste en lo que es casi un dogma personal: “Lo extraordinario constituye antes que un estorbo, una fuente de indicios” (p. 180). Como ya habíamos visto en la primera parte, esta es la forma de pensar de Holmes. Los elementos extraordinarios que presenta el caso (la palabra “Rache”, el anillo, el veneno, la casa vacía, el borracho en la calle), lejos de perturbar su mente, le ofrecen pistas por donde empezar a investigar. Recordemos lo que había dicho el comienzo: “Cuanto más ordinario un crimen, más misterioso también, ya que estarán ausentes las características o peculiaridades que puedan servir de punto de partida a nuestro razonamiento” (p. 95).
Luego Holmes explica uno de los puntos más interesantes de su método de investigación, que consiste en “razonar a la inversa” (p. 180), o “razonar hacia atrás o analíticamente” (p. 181), según sus palabras. Esta es una particularidad de Holmes, y a esto atribuye la clave de su éxito. Este tipo de razonamiento se conoce como razonamiento “abductivo” y consiste en partir de un hecho para explicar, mediante hipótesis, sus posibles razones. Holmes parte de evidencias, y a través de ellas infiere los acontecimientos precedentes (por eso lo llama "razonar hacia atrás"). Él sostiene que, pese a su utilidad, pocas personas lo practican: “Casi todo el mundo, ante una sucesión de hechos, acertará a colegir qué se sigue de ellos... Los distintos acontecimientos son percibidos por la inteligencia, en la que, ya organizados, apuntan a un resultado. A partir de éste, sin embargo, poca gente sabe recorrer el camino contrario, es decir, el de los pasos cuya sucesión condujo al punto final” (pp. 180-181). Retrospectivamente, podemos ver que Holmes demuestra el éxito de la aplicación de este razonamiento desde el comienzo de la novela, cuando acierta sobre los acontecimientos del pasado de Watson a partir de las evidencias que encuentra en su aspecto físico: su aspecto médico y militar, su tez oscura en el rostro y la rigidez que mantiene en el brazo izquierdo. Así mismo, descubre la profesión del hombre que Watson y él ven caminando por la calle, en el capítulo 2, a partir de evidencias tales como el tatuaje del ancla en su mano y la forma de mover su bastón, entre otras.
Por último, la novela se cierra con los elogios que el periódico hace a los detectives Lestrade y Gregson. Esto resulta irónico porque el lector, al igual que Holmes y Watson, sabe que el verdadero responsable de resolver el caso es Holmes. Además, Holmes ya había anticipado esto en el capítulo 3 y en 6 de la primera parte: “En el supuesto de que me las componga para desenredar la madeja, no le quepa duda que serán Gregson, Lestrade y compañía quienes se lleven los laureles” (p. 41); “Si nuestro hombre resulta atrapado, lo habrá sido en razón de sus esfuerzos; si por el contrario escapa, lo hará pese a ellos. Ocurra una cosa o la opuesta, llevan las de ganar…" (p. 76).
Esto puede leerse también como una crítica a la prensa, que tergiversa los hechos, o que presenta datos falsos. También vimos en el capítulo 6 de la primera parte, cómo los diarios presentaban el caso de Lauriston Garden envuelto en especulaciones que respondían más a sus intereses y opiniones políticas que a la verdad de los hechos. En este caso, los hechos aparecen tergiversados, no sólo por atribuir a Gregson y a Lestrade la captura del asesino, sino porque además la prensa se refiere a ellos como “maestros” de Holmes, mientras que minimiza los méritos de éste, “un detective aficionado que ha dado ya ciertas pruebas de talento en este menester, talento que acaso se vea estimulado por el ejemplo constante de sus maestros” (p. 186).
Finalmente, Watson consuela a Holmes citando a Horacio, un famoso poeta lírico y satírico en lengua latina. La cita está tomada de la Primera sátira. Muchas veces las historias de Holmes se cierran con una cita o proverbio, y en esto imitan a dos de los cuentos policiales de Poe, “Los crímenes de la calle Morgue” y “La carta robada”, que se cierran de esta forma. En este caso, la frase refuerza la idea de que aunque los méritos de Holmes no sean reconocidos públicamente, él puede contentarse con conocer íntimamente lo valioso que son sus conocimientos y las habilidades que posee.