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Civilización y barbarie

El tema principal del Facundo es el de la lucha entre la civilización y la barbarie, un antagonismo que forma parte de la ideología del historicismo romántico y que concibe el progreso de la humanidad como una constante pelea entre dos fuerzas enfrentadas. La barbarie es lo que no permite avanzar a la sociedad y está asociada con lo primitivo, lo salvaje y lo natural; en el Facundo, es lo que condiciona el ser del pueblo argentino y se extiende en la mayor parte de su territorio. La civilización es el estadio superior a alcanzar que emana de la cultura europea, de su ilustración, su racionalidad y su industria. La barbarie impone un sistema de gobierno arbitrio y déspota, mientras que la civilización gobierna con justicia, siguiendo principios de libertad e igualdad.

Para Sarmiento, esta lucha funciona como una clave para comprender el caso particular del territorio argentino y del americano en general. Por eso, el antagonismo se piensa más en términos de conjunción que de oposición ("civilización y barbarie", no "civilización o barbarie"). Rosas es el ejemplo paradigmático de la unión entre lo civilizado y lo bárbaro, porque su gobierno ejerce el despotismo de la barbarie de forma civilizada, con frialdad y racionalidad. Facundo, en cambio, es la barbarie en su estado más puro, mientras que el coronel Paz, en quien Sarmiento deposita sus esperanzas de vencer a Rosas, es el representante más fuerte de la civilización en el momento en que escribe el Facundo.

El telurismo

“El mal que aqueja a la República Argentina es la extensión” (p.23). Esta frase del capítulo 1 introduce el tema del telurismo, es decir, la influencia que ejerce el territorio sobre sus habitantes. La barbarie se manifiesta en los caracteres argentinos por las condiciones del suelo en que crecen y se desarrollan, un suelo que Sarmiento concibe a través de una imagen común de su época: la de la llanura como un desierto. Las largas extensiones de tierra mantienen a los núcleos poblacionales aislados, lo que no permite la asociación necesaria para que advenga la civilización. El desierto, con sus peligros, acostumbra al gaucho a la muerte violenta y al desarrollo de saberes de campo que, si bien el escritor rescata por su belleza y originalidad, no son los conocimientos ilustrados y racionales de la civilización.

Campo vs. ciudad

Para Sarmiento, la lucha entre el campo y la ciudad es el modo en que se expresa en la época del Facundo la lucha entre la barbarie y la civilización. El campo es el espacio natural de la barbarie, que tiene sus propias leyes y códigos, como el de medir la hombría con el puñal. Las ciudades, en cambio, son los focos de civilización que deben irradiar sus luces hacia la campaña, pero el poder de los caudillos sofocan estos centros neurálgicos de progreso con sus montoneras, provocando que el campo ingrese en las ciudades arrasando con la civilización.

En la lectura histórica de Sarmiento, antes de la independencia el campo y la ciudad eran dos esferas separadas que no se tocaban, pero, cuando llegó la revolución, las ideas de la ciudad empezaron a movilizar a los habitantes de las campañas, quienes se despertaron de su letargo solo para poder canalizar en la guerra el exceso de vida que caracteriza a la barbarie. Por eso la lucha entre el campo y la ciudad es un paso necesario, que pone en contacto dos mundos separados, pero es un combate que debe terminar con la victoria de la ciudad si se quiere que gane la civilización.

La mirada eurocéntrica

En la mirada de Sarmiento y de su generación, Europa es el continente que ha alcanzado el estadio de civilización al que debe aspirar el continente americano. Es por eso su referente y modelo a seguir, en especial Francia e Inglaterra. Esto produce una visión menospreciativa de las realidades y costumbres de los pueblos originarios americanos, a los que Sarmiento no les da lugar dentro de su proyecto civilizatorio. La mirada eurocéntrica está condicionada por sesgos de discriminación racial, con los que los intelectuales de la época justifican su preferencia por los europeos, en quienes ven una etnia superior frente a los nativos americanos, así como los de ascendencia africana o asiática. Por esta razón, Sarmiento no tiene ningún problema en afirmar que es necesario promover la inmigración europea para perfeccionar la raza americana.

El anti-hispanismo

Otro rasgo que Sarmiento comparte con la elite intelectual de su época es una mirada crítica, y por momentos despreciativa, de la herencia hispánica. Si bien los criollos americanos le conceden a España haber transmitido un poco de la civilización europea durante la época colonial, desde las guerras de independencia España se convierte en el enemigo que impide que el continente progrese. Desde la perspectiva de Sarmiento, España es la parte más bárbara de Europa, porque su civilización se quedó en la Edad Media. Esta es la cultura que hereda el pueblo argentino, con valores que el escritor considera positivos, como la moral cristiana, y otros negativos, como el despotismo del sistema feudal. Esto explica que la lucha entre la civilización y la barbarie se haya encarnado primero en la lucha entre españoles y americanos.

El poder de la escritura

Sarmiento confía con fervor en el poder de la escritura para cambiar la realidad social. Por eso escribe el Facundo, porque quiere combatir a Rosas a través de la imprenta, única arma con la que cuentan los antirrositas en el exilio. La escritura es un medio de hacer conocer sus proyecto civilizador y su programa político. No obstante, Sarmiento sabe que para mantener la atención de su lector y no aburrirlo con solemnes consignas también es necesario que la escritura entretenga. Por eso dedica una gran parte de su libro a narrar las anécdotas del horror que hacen a la historia de vida de Quiroga. Con estos relatos, Sarmiento no solo busca revelar la esencia bárbara de su protagonista, sino despertar el interés de su público.

El poder de la lectura

Así como Sarmiento confía en el poder de la escritura, también confía en sus propias lecturas como sistemas de referencias para comprender la realidad americana. El escritor conoce la pampa, que en 1845 todavía no ha cruzado –por lo que tampoco estuvo hasta entonces en Buenos Aires– gracias a lo que leyó de los viajeros europeos que la visitaron, o por compararla con las imágenes de Oriente que le vienen de la pluma de Volney o de la pintura de Monvoisin. Como bien sostiene Ricardo Piglia, para Sarmiento conocer es comparar; por eso, todos los capítulos del Facundo empiezan con un epígrafe que es una cita de un texto que le sirve de clave de lectura para sus descripciones y reflexiones. También el escritor se apropia de sus lecturas y las convierte en suyas, como lo hace cuando escribe aquella famosa frase en francés en los Baños de Zonda, traduciendo de forma original una cita tergiversada y erróneamente atribuida a Fortoul.

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