La prisión de Old Bailey se describe con adjetivos halagüeños con los que se critica los abusos que allí se llevan a cabo.
En el Capítulo 1 del Libro Segundo el narrador emplea la ironía para cuestionar aquella “posada mortal” (p.77) donde la mayoría de los presos que salen son llevados a sus tumbas. De esta manera, caracteriza Old Bailey por utilizar la “antigua sabia institución” de la picota, el poste para azotar –“otra querida y vieja institución cuya visión era muy humanitaria y reformadora” (ibid.)– y las tropelías, “otra muestra de sabiduría ancestral” (ibid.). Así concluye que “Old Bailey era en aquellos días una muestra palpable de la aplicación del precepto «Todo lo que es, es bueno»” (ibid.), insinuando así que la prisión londinense aplicaba castigos que, lejos de ser justos, manifiestan las atrocidades que se cometían en ese lugar.
Jerry Cruncher se considera un “honrado comerciante” cuando su profesión es la desenterrar cadáveres.
Jerry Cruncher se refiere a sí mismo en varias ocasiones como un “honrado comerciante” y como un “honrado hombre de negocios” (p.73) y se enoja con su esposa por rezar en contra del trabajo con el que gana el pan para su familia, cuando aquel negocio se trata de saquear tumbas y desenterrar cadáveres para vender sus partes. Esta ironía sirve como efecto de suspenso, puesto que en principio no se nos dice cuál es su trabajo, aunque se nos hace ver que el óxido de sus dedos y sus botas llenas de barro insinúan que su profesión no es para nada honrada. También sirve para caricaturizar a Jerry Cruncher, personaje que provee alivio cómico a la trama.
Las descripciones de Monseigneur como una divinidad contrastan con los males que comete contra el pueblo.
En la novela se emplea un uso irónico del lenguaje religioso para contrastar el concepto que de sí mismo tiene Monseigneur, que se cree tan importante como una divinidad, y el desinterés que muestra por los estratos bajos de la sociedad francesa. Monseigneur cree que “el mundo [está] hecho” para que él pueda gozar de sus placeres, y el “texto de su orden” reza: “De Monseigneur es la tierra y cuanto la llena” (p.132). Siguiendo estos preceptos, su “noble concepción” de los asuntos públicos consiste en que lo importante es procurar “mantener su poder y su bolsillo” (ibid.), manifestando así el completo abandono en que tiene al pueblo.
El señor Stryver se presenta como un “caballero delicado” que comete varias indelicadezas.
Otro que se tiene en alta (y equivocada) autoestima es el señor Stryver, que se considera lo suficientemente exitoso para pedirle matrimonio a Lucie Manette, asumiendo que esta aceptará sin reparos. El modo en que reacciona cuando el señor Lorrry le desaconseja tal empresa, mostrándose contrariado y hablando mal de su posible pretendiente, manifiesta lo poco delicado que verdaderamente es. En contraste, quien se presenta como un “caballero sin delicadeza” en el siguiente capítulo, el señor Sydney Carton, aunque es tosco en sus modales, termina siendo más delicado que su amigo abogado al confesar su amor a Lucie sin pedirle nada a cambio.