Historia de dos ciudades

Historia de dos ciudades Resumen y Análisis Libro Segundo, Capítulos 1-3

Resumen

Capítulo 1: Cinco años después

El Libro Segundo se abre con una descripción del venerable Banco Tellson. Las personas que trabajan allí aprecian mucho su incomodidad, fealdad y oscuridad. De hecho, están tan orgullosos de aquel deterioro, que desheredarían a un hijo que no estuviera de acuerdo con ellos.

Jerry Cruncher, el hombre a caballo que entregó un mensaje al señor Lorry en el primer capítulo, trabaja como mensajero y guardia del banco. Vive en Whitefriars, en una residencia pequeña que su mujer mantiene inmaculada. Él maltrata a su esposa por arrodillarse para rezar, insinuando que sus oraciones interfieren en el éxito de su negocio. Consigue la ayuda de su hijo para impedir que la señora Cruncher rece en su contra. Cuando ella intenta rezar, el hijo revela la transgresión al padre.

El joven Cruncher sigue a su padre al trabajo y se pregunta de dónde viene el óxido que su padre tiene siempre en sus dedos. En Tellson no hay nada oxidado, pero Jerry Cruchner siempre tiene óxido de herrumbre.

Capítulo 2: Un espectáculo

Un viejo empleado del Banco Tellson le da a Jerry Cruncher un mensaje para que se lo entregue al señor Lorry en Old Bailey, donde se está juzgando a Charles Darnay. Jerry entra en el tribunal y un espectador le cuenta que se trata de un caso de traición. Luego describe de forma espeluznante el descuartizamiento que seguramente se llevará a cabo como castigo. Cuando el joven acusado, Charles Darnay, entra en la sala, todo el tribunal se queda mirándolo. La mirada de Darnay, que el día anterior se había declarado inocente, se posa inmediatamente en el doctor Manette y su hija, que van a ser testigos de la acusación.

Capítulo 3: Decepción

Charles Darnay es acusado de ser un espía que iba y venía entre Francia e Inglaterra portando papeles con los preparativos y disposiciones de las fuerzas de mar y tierra de su Majestad Británica. John Barsad, que era su amigo, y Roger Cly, un criado de Darnay, son los principales testigos en su contra. Darnay está supuestamente implicado en estas actividades desde hace cinco años, durante el estallido de la Revolución americana.

El señor Lorry es llamado a declarar contra Charles Darnay, e quien identifica como el hombre que, en el medio de la noche de Calais, subió a bordo del barco en el que se él hallaba hace cinco años, cuando llevaba al doctor Manette y a su hija de regreso a Inglaterra. La señorita Manette también es llamada a declarar. Identifica a Darnay, pero lamenta mucho que su testimonio pueda causarle algún daño. Ella declara que el acusado le confió que viajaba con un nombre falso por un asunto delicado.

El caso, que parecía estar cerrado a favor de la acusación, se frustra cuando uno de los presentes, un tal señor Carton, se hace visible. A pesar de sus modales toscos, que contrastan con el aspecto caballeroso del acusado, Carton se parece tanto a Darnay, que resulta imposible confirmar el testimonio de quienes aseguran haberlo visto en momentos y lugares comprometedores. A esto se suma que el abogado defensor de Darnay, el señor Stryver, demuestra que son Barsad y el criado los verdaderos espías. Mientras el jurado delibera por un tiempo largo, la señorita Manette se desmaya y es sacada del tribunal. El señor Lorry le solicita a Jerry que se quede para llevar el veredicto al banco lo más pronto posible. Finalmente, Jerry recibe un papel con la palabra “Absuelto”.

Análisis

Al igual que en los dramas de Shakespeare, los grandes elementos de tragedia los proveen las clases altas, mientras las clases bajas son las que proporcionan alivio cómico, por los temas y los modos en que se expresan. En el capítulo 1, la familia Cruncher genera un contraste con el sentimentalismo del encuentro de los Manette. Jerry Cruncher se enoja con su mujer por rezar, porque supone que ella reza no por él, sino contra él; así le dice a su hijo, empleando la ironía: “La verdad es que tienes una madre la mar de abnegada, hijo. Y la mar de religiosa: va, se tira al suelo, y reza para que el pan de su único hijo se lo quiten de la boca” (p.71). Hay humor en el hecho de que Jerry se oponga a las mismas características que hacen de su mujer una persona buena, que asegura que sus plegarias “salen del corazón” (p.71). Para un hombre que dice no creer en la religión, Jerry muestra demasiada preocupación por las oraciones de su esposa, al creer que estas lo predisponen “para que tenga la peor suerte del mundo” (p.71).

El aspecto físico y los nombres de los personajes siguen siendo indicadores precisos de sus características. A pesar de que Jerry se refiere a sí mismo como un “honrado hombre de negocios” (p.73), su apellido (Cruncher: crujiente) indica la naturaleza mórbida de su trabajo. Esto se ve reflejado en el pasatiempo de su hijo, el joven Cruncher, quien disfruta de “infligir daños corporales y mentales de gran envergadura” (p.74) a niños más chicos y más débiles que él en la calle Fleet.

El muchacho es un doble Jerry, destinado a convertirse en su padre. Tiene los ojos “tan juntos uno del otro como los de su padre” y lleva los pelos en punta como aquel, si bien sus “pinchos” son “más suaves” (p.72), cuando los de Jerry “podían rasgar las sábanas” (p.70). Padre e hijo también están unidos en su “considerable parecido a un par de monos” (p.74) mientras observan distraídamente la calle Fleet.

También en este capítulo se dejan indicios de cuál es el verdadero trabajo de Jerry Cruncher, lo que explicaría por qué teme tanto que su esposa rece. Un detalle que todavía no se explica es el óxido que lo rodea. Además, está el hecho de que regresa del banco Tellson con las botas limpias, pero se despierta por las mañanas con las botas llenas de barro.

Inglaterra, como Francia, tiene sus prisiones en las que las personas entran jóvenes y salen ancianas. Pero se trata aquí de una prisión aceptada, la del Banco Tellson, cuyos empleados ancianos se sienten orgullosos del estado deteriorado del edificio, que los ha mantenido “en un lugar oscuro” (p.69) desde la juventud. Todo en Tellson apunta a la muerte y a la decadencia: el dinero se guarda en “cajones carcomidos” en donde se impregnan de “un olor mustio” (p.68), y los valores se almacenan “en cámaras blindadas improvisadas en antiguas cocinas y lavaderos que [descargan] toda la grasa acumulada en el aire que se [respira] en el banco” (Ibid.). Además, Tellson se encuentra al final de la calle de los tribunales de Temple Bar, donde es “cosa muy corriente la sentencia de muerte” (p.69).

Old Bailey se describe en el capítulo 2 como una representación del precepto “todo lo que es, es bueno” (p.77), una cita directa de Alexander Pope, escritor satírico del siglo XVIII. La frase es la última línea de la primera Epístola de su Ensayo sobre el hombre, que Pope escribió para alabar las capacidades del hombre en su relación con Dios. La primera epístola se ocupa principalmente de la teodicea, es decir, de explicar por qué un Dios perfecto permitiría el sufrimiento en un mundo de su propia creación.

El filósofo francés Voltaire desafió el optimismo de aquella frase en su sátira Cándido. A su manera, y en consonancia con el tema de la injusticia social, Dickens también cuestiona este optimismo en Historia de dos ciudades. Es evidente que utiliza la frase con ironía al describir los abusos que se cometen en Old Bailey, donde se dictan con frecuencia sentencias incorrectas e injustas.

Los juicios no solo estaban destinados a tratar con criminales, sino que también servían de entretenimiento para el público en general. Según se describe en la novela, las personas iban a Old Bailey para disfrutar del castigo que se impusiera a los criminales: “la expectación se centraba en el cuerpo, condenado a ser despedazado” (p.80). Este interés por el sufrimiento ajeno se critica severamente, cuyos motivos ulteriores se comparan con los que podría tener “un ogro feroz” (p.80).

El público inglés de los tribunales ofrece otra versión de la turba parisina, como presagio de lo que esta hará en acontecimientos futuros: la multitud, hambrienta de sangre, observa a un hombre con la esperanza de ver una condena de muerte, que se llevará a cabo de forma violenta y vengativa: “Lo sacarán sobre un serón y entonces lo medio ahorcarán. Luego lo bajarán y lo cortarán en trozos delante de sus propios ojos y, entonces, le sacarán las vísceras y las quemarán mientras él sigue mirando, y al final lo decapitarán y lo cortarán en cuartos. Así es la sentencia” (p.78).

El nombre del acusado es Charles Darnay. Los lectores atentos se darán cuenta de que las iniciales de su nombre son también las de Charles Dickens. Algunos estudiosos sugieren que Darnay es una versión idealizada de Dickens. Darnay es claramente un personaje perfecto, de aspecto apuesto y comportamiento tranquilo. Aparece por primera vez, en el estrado, frente a un espejo, lo que tal vez sugiere que se presenta como una imagen especular del propio autor.

La absolución de Darnay en el capítulo 3 es el segundo ejemplo de resurrección en la novela, porque la condena a muerte parecía inevitable antes de la aparición del señor Carton. El título del capítulo (“Decepción”) se refiere a la multitud, a la que se compara con avispas que zumbaban ansiosas cada vez que se revelaba una prueba en contra de Darnay. En el final del capítulo, la muchedumbre sale de Old Bailey produciendo un “sonoro zumbido” mientras se dispersa por la calle, “como si las sorprendidas avispas se estuviesen dispersando en busca de otra carroña” (p.99).

Dickens incluye en su novela referencias bíblicas, que habrían sido muy familiares para el público de su época. En el capítulo 2, el narrador describe el espejo que cuelga sobre el tribunal como si hubiera registrado innumerables rostros de criminales. Reflexiona entonces sobre lo embrujado que estaría Old Bailey si el espejo pudiera devolver esos reflejos, “como el mar los muertos que tenía en su seno” (p.81), frase que alude al Apocalipsis 20:13: “Y el mar entregó los muertos que había en él, y la muerte y el infierno entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras”.

Una referencia bíblica más evidente es la descripción de Barsad que hace el abogado defensor, como “uno de los mayores canallas que habían existido desde el maldito Judas, con quien en realidad guardaba cierto parecido” (p.94). Esto es, por supuesto, una referencia a Judas Iscariote, el apóstol que traicionó a Jesús a cambio de dinero. La afirmación de que se parece a Judas es absurda, porque no existe constancia de su aspecto físico, pero es representativa del modo exagerado en que se hacían las acusaciones en los tribunales de aquella época. Por otra parte, la caracterización de Barsad como Judas resalta la conexión de la absolución de Darnay con la resurrección de Jesús.

Sydney Carton aparece como un humilde empleado de aspecto desaliñado, pero en realidad es un hombre poderoso. Su poder encubierto surge de su capacidad de observación; es el primero en darse cuenta de su parecido con Darnay y el primero en pedir ayuda para la desmayada señorita Manette, ignorada por la multitud. Esta capacidad se convertirá en un factor importante más adelante en la novela, cuando su parecido con Darnay vuelva a tener importancia.