Resumen
Capítulo 4: Enhorabuena
El doctor Manette, Lucie, el señor Lorry, el abogado defensor y el señor Stryver felicitan a Darnay por haber escapado de la muerte. El doctor Manette se ve perturbado por haber sido interrogado sobre su tiempo en prisión, lo que le despertó emociones negativas. Luego de que los Manette se marchan, el señor Carton, ligeramente borracho, pide permiso para hablar con el señor Darnay. Los dos hombres cenan en una taberna, y Carton propone un brindis por la señorita Manette. Después de que Darnay se va, Carton se mira en un espejo y piensa que no le gusta Darnay porque se parece demasiado a lo que él pudo haber sido, si no hubiera sido tan irresoluto. Odia a Darnay por haber conseguido que la señorita Manette lo mire con tanta compasión.
Capítulo 5: El chacal
Stryver y Carton son compañeros de copas desde que estudiaban en París, y juntos beben grandes cantidades de alcohol. El señor Stryver, a pesar de su capacidad para avanzar de prisa en su profesión, se convirtió en un abogado exitoso cuando empezó a recibir la ayuda del señor Carton, que resume documentos para él. Fue así como Carton se convirtió en el chacal de Stryver. Cuando Stryver habla de lo bella que es la señorita Manette, Carton lo niega, diciendo que no es más que una “muñeca rubia” (p.114). Carton abandona la casa de Stryver y vuelve a la suya, donde se hecha a llorar hasta quedarse dormido, atormentado por la gloria que alguna vez tuvo cerca, pero que ahora está fuera de su alcance.
Capítulo 6: Centenares de personas
Cuatro meses después del juicio, el señor Lorry va de visita a la casa de los Manettes en Soho, una parte encantadora de Londres que todavía no está totalmente urbanizada. El doctor Manette ha reanudado las consultas médicas y vive cómodamente. Antes de que padre e hija lleguen a la casa, el señor Lorry conversa con la señorita Pross, a quien conoció en Dover, y quien está disgustada porque, según dice, cientos de personas que no la merecen vienen a buscar a la señorita Manette, a la que llama “mi palomita” (p.119). El señor Lorry admira la devoción de la señorita Pross por Lucie y siente por ella mayor aprecio del que tiene por las damas con grandes sumas depositadas en el Banco Tellson. Él le pregunta a la señorita Pross si el doctor Manette conoce la identidad de la persona responsable de su encarcelamiento; ella cree que sí.
Cuando llegan Lucie y su padre, la señorita Pross se ocupa de la joven, quitándole el sombrero y arreglándole el cabello. También muestra su dedicación en la cocina, donde prepara platos siguiendo los secretos culinarios que ha obtenido de franceses expatriados. Después de la cena, llega de visita el señor Darnay. El doctor Manette se siente a gusto hasta que se altera cuando Darnay conversa sobre la Torre de Londres, donde están grabadas las iniciales de muchos prisioneros. Las únicas que no coinciden con las de algún preso, dice Darnay, son las siglas C.A.V.A., que finalmente reconocen como la indicación de cavar. Eso se ha hecho, pero solo se han encontrado los restos de un escrito indescifrable.
El señor Carton llega y se une a la reunión, que se desarrolla en el jardín hasta que la amenaza de una tormenta los hace entrar en la casa. Mientras oyen pasos que resuenan fuera de la casa, Lucie dice que imagina que son los pasos de todas las personas que irrumpen en sus vidas. Carton siente que, en efecto, se acerca hacia allí una enorme multitud, pero solo es el estruendo del temporal.
Capítulo 7: Monseigneur en la ciudad
Monseigneur es un poderoso señor de Francia que celebra recepciones cada dos semanas en su hotel de París. Se necesitan cuatro hombres para realizar la ceremonia de servirle chocolate por las mañanas. Su idea de los asuntos públicos generales es dejar que las cosas sigan su propio curso, y su idea de los asuntos públicos particulares es que las cosas sigan el camino que le sea más favorable. Muy a su pesar, Monseigneur se alió con un recaudador de impuestos cuya familia no era noble, para evitar algunas contrariedades de las finanzas públicas. Lo hizo casando a su hermana con tal recaudador. Todos en su corte son como seres irreales, porque nadie sabe hacer una pizca de trabajo que sea útil para los demás. El marqués de St. Evrémonde, que también es llamado Monseigneur, condena a este aristócrata mientras sale de un baile de gala y se marcha en su coche.
El coche del marqués, conducido imprudentemente a gran velocidad, atropella y mata a un niño. Al ver el desconsuelo del padre, de nombre Gaspard, el marqués le arroja una moneda de oro, acción que repite con Defarge, a quien recompensa por hacer la filosófica observación de que el niño está mejor muerto. Mientras el marqués se aleja satisfecho, Defarge arroja la moneda al coche. A continuación, pasan por el camino las otras personas de la aristocracia, mientras son observados por los pobres y los hambrientos de Saint Antoine.
Capítulo 8: Monseigneur en el campo
El marqués continúa su camino en el coche, atravesando otra aldea pobre, caída en la miseria por el exceso de impuestos. Se detiene y exige hablar con un peón caminero, al que le pregunta por qué miraba tan fijamente su coche mientras subía la colina. El peón responde que observaba a un hombre que iba en el coche, colgado de la cadena del freno. Dice que el hombre era “blanco como un espectro y alto como un aparecido” (p.145). Luego afirma que, cuando el coche se detuvo, el hombre se arrojó por la pendiente de la colina. El marqués le pide al señor Gabelle, el maestro de postas, que quite de su vista al peón, aunque también le pide que averigüe sobre el asunto. Reanuda la marcha, pero se ve sorprendido por una mujer que le hace una petición. Su marido ha muerto y desea un trozo de madera o una piedra para marcar su tumba y así diferenciarla de los muchos que han muerto y que también se han convertido en montones de tierra. El marqués se aleja de la mujer sin responder y continúa el viaje hacia su castillo. Cuando llega, pregunta si el señor Charles ha llegado ya de Inglaterra, a lo que le responden que no.
Capítulo 9: La cabeza de la Gorgona
El castillo es todo piedra, como si la cabeza de la Gorgona lo hubiera mirado. El marqués se sienta a cenar después de quejarse de que su sobrino aún no ha llegado. Cuando Charles Darnay llega, el marqués observa que ha tardado mucho en llegar desde Londres. Darnay lo acusa de haber intentado encarcelarlo en Francia, lo que tal vez hubiera conseguido si sus relaciones en la corte no fueran tan malas. El marqués no niega haberlo intentado, pero se queja de los privilegios que ha perdido la aristocracia. Él cree que la represión es la única política eficaz y duradera, mientras Darnay sostiene que su familia ha obrado mal y pagará las consecuencias. También dice que renuncia a sus propiedades y a Francia, y que abandona su apellido. El marqués se burla de él por el poco éxito que ha tenido en Inglaterra, y luego menciona a un médico francés y a su hija que están allí, pero no dice nada más.
Los búhos ululan durante la noche. Cuando sale el sol, el ángulo oblicuo de su rayo hace que la fuente del castillo parezca llena de sangre. Los aldeanos son los primeros en despertarse para comenzar sus labores. Los ocupantes del castillo se despiertan después, pero cuando lo hacen, comienzan una actividad ajetreada que no es usual. El marqués fue asesinado durante la noche. Tiene un cuchillo atravesado en su corazón, en cuyo mango hay un trozo de papel con las siguientes palabras: “Llévalo aprisa a su tumba. De parte de Jacques”.
Análisis
En el capítulo 4 se confirma que el hilo de oro, título del Libro Segundo, se refiere al cabello de Lucie, y de forma más abstracta, al poder curativo que ejerce sobre su padre. Lucie es quien lo conecta con un tiempo anterior al miserable período de encarcelamiento, y con el presente de su vida tranquila en Londres. En este sentido, Lucie es importante no solo por su presencia dorada, que aleja a su padre del sufrimiento, sino también por la naturaleza conectora de su existencia. Es ella quien une a los personajes principales de la trama.
La conversación entre Carton y Darnay reintroduce el tema de los dobles. Aunque sus rasgos faciales son iguales, el comportamiento disoluto de Carton marca la diferencia, cuya indolencia se observa en su aspecto desaliñado y casi “mugriento” (p.93). Otro grupo de dobles es el de Lucie y su padre. Ambos comparten rasgos faciales, sobre todo el hábito de poner la frente en alto, pero el sufrimiento que padeció el doctor ha dejado su rostro marcado por las preocupaciones, mientras que el de Lucie sigue siendo fresco y sereno. Dickens, preocupado por las injusticias sociales, quería denunciar cómo los entornos hostiles e insalubres podían corromper a las personas, por eso la presencia de dobles en su novela revela cómo dos personas con las mismas características podían desarrollarse de forma diferente, en respuesta a distintos entornos.
Darnay es el héroe romántico ideal: un caballero galante que se mueve por amor. Durante el juicio, parece importarle más el buen concepto que Lucie tiene de sus acciones y la preocupación que ella muestra por él que el inminente peligro en que se halla. Carton, con sus modales groseros, su lengua afilada y su hábito de beber, es un doble invertido de Darnay. Así como Darnay vio su imagen en un espejo del tribunal, en el capítulo 4 Carton confronta el espejo como viendo a Darnay, que le muestra una versión opuesta de sí mismo. Cuando dice, frente al espejo, “odio a ese hombre” (p.107), si bien parece referirse a Darnay, en realidad se dirige a su propia persona.
El capítulo 5 se ocupa principalmente de Sydney Carton y del autodesprecio que siente por no haber hecho nada en su vida que merezca admiración. Su amor por la señorita Manette, que intenta esconder ante la mirada de Stryver, y el odio que se tiene a sí mismo son dos motivos que serán importantes más adelante en la novela. Si bien Carton aparece como alguien depravado, en este capítulo el lector descubre algunos aspectos de su vida que le permiten simpatizar con el personaje. Aquella propensión a la mala vida parece remontarse a la escuela primaria, cuando hacía el trabajo de otros chicos en lugar del suyo. La razón de su falta de éxito recae, en cierto modo, en Stryver, que nació con más ventajas que él y que logró ascender en su carrera tomando crédito por el trabajo de Carton, su “chacal”. El capítulo termina con la triste salida del sol, que ilumina el cuadro “de un hombre inteligente y bienintencionado incapaz de enderezar su camino” (p.115).
Otra cosa para remarcar es que Stryver llama a Carton “señor Memoria” (p.110). El apodo implica que Carton tiene el poder de recordar cosas, pero más adelante adquirirá otro significado, cuando Carton adquiera la capacidad de trascender el paso del tiempo.
La descripción de la casa de los Manette en el Soho, que abre el capítulo 6, se opone fuertemente a la descripción de la vivienda de los Defarge en París. Toda la miseria, la suciedad y las carencias que se observan en París no se ven en esta encantadora parte de los suburbios de Londres. Si el doctor Manette tiene algo en común con la clase baja francesa, no sería esto. Aquí la naturaleza, que da frutos en hermosos árboles, funciona sin interrupciones. Es evidente que la lucha de clases no es un problema aquí, o al menos no es un problema para los Manette.
“Centenares de personas”, el título humorístico del capítulo 6, proviene de la exageración de la señorita Pross sobre el número de pretendientes de Lucie. Aquí se desarrolla más plenamente el carácter de este personaje, que se muestra excéntrico, pero también generoso. Se la describe como “una especie de maga o de abuela cenicienta” (p.125) por el modo en que sabe elaborar las comidas. La señorita Pross se preocupa mucho por los pretendientes de quien llama su “palomita”, lo que parece excesivo, sobre todo porque Lucie solo tiene, como mucho, tres: Darnay, Carton y –como se verá más adelante– el señor Stryver.
El chiste del capítulo es que el señor Lorry recuerda constantemente la frase de la señorita Pross, “centenares de personas”. A lo largo de la velada observa que aún no han aparecido; solo Carton y Darnay están de visita. Sin embargo, la frase está en cierto modo justificada, ya que Lucie se imagina que los pasos que oye fuera, que en realidad es el sonido de la tormenta, son de personas que acabarán entrando en su vida. La última frase del capítulo –“quizá también vean el rugido y el estruendo de la multitud que se acerca a ellos” (p.130)– sugiere que, en efecto, la tormenta es una metáfora de los tiempos de revuelta social que están por venir.
El asunto principal del capítulo 7 es la inutilidad y el absurdo de la nobleza francesa antes de la Revolución. Aunque ellos consideran que el mundo está en orden mientras todos se vistan correctamente como para un baile elegante, su posición jerárquica es insostenible porque ninguno de ellos realiza ningún trabajo útil. Los militares no saben nada de la guerra, los religiosos son lascivos y los médicos solo curan enfermedades imaginarias.
La corrupción de la nobleza se transmite a través de un uso irónico del lenguaje religioso para referirse a Monseigneur. Se describe a su habitación personal como “el sagrario” para sus “adoradores” (p.131), y en cuanto a su filosofía de beneficio personal, el narrador dice que “el texto de esta orden (que difería del original solo en un nombre, que no es tanto) era: «De Monseigneur es la tierra y cuanto la llena»” (p.132). El cambio de nombre respecto del texto original, la Biblia, sería de “Señor” por “Monseigneur”, con la ironía de que este no considera que el cambio sea muy importante. La sustitución es un juego de palabras en francés, ya que “Monseigneur” se traduce literalmente como “mi Señor”, por lo que el discurso bíblico (“mi Señor” refiriéndose a Dios) y el discurso feudal (“mi Señor” aludiendo a un aristócrata) quizás no sean tan distantes como lo son realmente estas dos entidades. La línea que separa la religión de la jerarquía política se difumina aún más por el grado en que los sirvientes y otros aristócratas de inferior rango se inclinan ante Monseigneur. La excesiva adulación parece violar el primer mandamiento: “No tendrás otros dioses que yo”. El desprecio de Monseigneur por la religión se demuestra aún más cuando toma a su hermana, a quien arrancara de un convento, como “la prenda más barata que podía llevar” (p.133) para cederla en matrimonio al recaudador de impuestos.
Monseigneur es la contraparte francesa de la magia benévola de la señorita Pross. Él teje un hechizo sobre los nobles, que obedecen todos sus caprichos. Se lo presenta como el líder de sectas paganas, una de convulsionistas que piensan en “echar espuma por la boca, rabiar, rugir o volverse catalépticos” y otra que discute sobre “el Núcleo de la Verdad” y que mantiene conversaciones con espíritus (p.135).
El recaudador de impuestos (en inglés Farmer-General, un Granjero General) tenía fama de estafar a los de su distrito cobrando montos más elevados que los que demandaba el monarca, para embolsarse la diferencia. Por eso se lo describe como “el mejor representante de aquellos que no fingían hacer otra cosa que aprovecharse y rapiñar en todas partes” (p.133). También se remarca que porta “un bastón coronado con una manzana de oro” (Ibid.), bastón apropiado para el Granjero General, que no es realmente un agricultor, sino que su “cosecha” está hecha de oro.
Es importante señalar que el niño es atropellado por el coche cerca de la fuente en el centro de la plaza. El motivo del agua en la fuente adquiere importancia a lo largo de la novela. La fuente que presencia la muerte del niño no tiene el poder de limpiar y purificar. A partir de entonces, todas las fuentes se convertirán en lugares de muerte. Asimismo, la turba se asemejará a un gran mar, agua que se convertirá en una fuente de sangre.
En el capítulo 8, el marqués entra en contacto directo con la gente pobre, con la que no quiere tener nada que ver, mientras se dirige a su castillo. En consonancia con la imagen negativa de la aristocracia francesa que aparece en la novela, el marqués muestra desprecio por el campesinado, sin sentir compasión por la pobreza y la necesidad. Solo está dispuesto a detener su coche cuando cree que la jerarquía social está en peligro, al ver que un simple peón se queda mirando su coche en vez de mostrar respeto.
El narrador utiliza una alusión a la mitología clásica para ilustrar lo espantoso que era el aspecto del coche para las clases bajas. Dice que los látigos del coche, con sus chasquidos, “parecían serpientes que se elevaban por encima de sus cabezas, como si estuviese atendido por las Furias” (p.143). Las Furias eran antiguas diosas griegas representadas con serpientes enroscadas en el pelo, enviadas para vengar el mal y castigar el crimen. La ironía consiste en que el papel asumido por el marqués es perpetuar, más que combatir, el mal, aunque posiblemente cree que los pobres merecen su pobreza. El trasfondo religioso de su poder se refuerza con la imagen de que es atendido por aquellas diosas.
Aunque Dickens escribe en inglés, la lengua francesa es muy importante en los capítulos que ambienta en Francia. Por ejemplo, el nombre del maestro de postas, Gabelle, que también desempeña “otros cargos oficiales” (p.145), es un reflejo directo de su ocupación. “Gabelle” era antiguamente el nombre general de la tributación, pero se asoció justo antes de la Revolución con un impuesto sobre la sal especialmente gravoso. De ahí que el nombre “Gabelle” evoque el impuesto prerrevolucionario más infame.
El dramático cliffhanger del capítulo 8 es que el señor Charles de Inglaterra se refiere casi con seguridad a Charles Darnay. ¿Es posible que Charles tenga un vínculo con este hombre terrible?
El título del capítulo 9 remite de nuevo a la mitología griega. Una Gorgona era una mujer con cabello de serpientes y cuya mirada convertía a quien la observara en piedra. La Gorgona más famosa era Medusa. La identificación de la mirada de la Gorgona con la casa del marqués es acertada, ya que resalta la vileza del Antiguo Régimen (nombre con el que se conoce el gobierno monárquico de la Francia feudal).
El asesinato del marqués o Monsegineur es el primer acontecimiento de la lucha de clases que estalla en la novela. Los detalles del castillo dan pistas sobre el carácter de la familia propietaria y justifican, más allá de la brutalidad del marqués, su asesinato. El mobiliario, con objetos que son “como las ilustraciones de viejas páginas de la historia de Francia” (p.150), es principalmente del estilo de Luis XIV, el llamado “Rey Sol” que gobernó Francia de 1643 a 1715. Se trata de un estilo muy decorativo que, en la época en la que se desarrolla la novela, resulta algo anticuado. La opulencia del marqués revela que su desprecio por el pueblo no es particular de él, sino de toda su familia, cuya fortuna se ha afianzado durante muchas generaciones y tiene sus raíces en el feudalismo.
La ironía de la descripción del castillo como sólido, pétreo y firme es que se anticipa que será destruido en poco tiempo por la Revolución francesa: “Si alguien pudiera haberle mostrado en un dibujo el estado del castillo, o de cincuenta edificios similares, unos pocos años después, le habría sido difícil reconocerlo en aquellas ruinas lóbregas, achicharradas por el fuego y totalmente saqueadas” (p.155). Como Dickens no fue testigo ocular de la Revolución, su principal referencia sobre el periodo fue, como reconoce en su prefacio, La Revolución francesa de Thomas Carlyle. El libro de Carlyle incluye un capítulo sobre la destrucción de los castillos de los aristócratas en el período que siguió al asalto de la Bastilla.
El pasaje que prevé la destrucción del castillo también sirve para presagiar la vulnerabilidad del aparentemente inexpugnable marqués. El ulular de los búhos por la noche también puede leerse en esta clave, como presagio de muerte. Puede ser una alusión a Macbeth de Shakespeare, puesto que en la noche en que el rey Duncan es asesinado, Macbeth dice: “Ya está cumplido. ¿Has sentido algún rumor?” y Lady Macbeth responde: “No más que el canto del grillo y el chillido del búho” (II.ii.14-15). Para la superstición popular del siglo XIX, aquel chillido vaticinaba la muerte.
En este capítulo, Darnay sirve como un doble de su tío. Nos enteramos de que su padre y el marqués eran gemelos, imágenes especulares el uno del otro. Cuando su padre vivía, ambos hermanos reflejaban las costumbres corruptas de la nobleza. Ahora Darnay es la imagen invertida de aquella nobleza. En lugar de ser un noble corrupto, quiere renunciar por completo a su título; en lugar de reprimir al pueblo, quiere ayudarlo.