Lástima que sea una puta

Lástima que sea una puta Resumen y Análisis Acto V

Resumen

Anabella realiza un extenso monólogo en su balcón, en el que demuestra verdadero arrepentimiento del incesto cometido y preocupación por el destino de su hermano. Sin saberlo, es escuchada por el fraile que, conmovido por sus palabras y su remordimiento, le ofrece su ayuda. Gracias a ello, Anabella le otorga una carta para que se la entregue a su hermano. En la segunda escena, Vasques le cuenta a Soranzo el secreto de su esposa. Él decide vengarse en su fiesta de cumpleaños, por lo que pide a su criado que contrate mercenarios para que le den muerte a Giovanni.

El fraile le entrega la carta de Anabella a Giovanni. La misiva está escrita con sangre y en ella le advierte al joven que corren peligro y su embarazo fue descubierto. En ese momento aparece Vasques para invitar a Giovanni a la fiesta de cumpleaños de Soranzo. Tras aceptar, Giovanni le dice al fraile que aprovechará la celebración para ejecutar su venganza. El sacerdote, espantado por la manera en que están por resolverse todos los acontecimientos, huye de Parma.

Soranzo y Vasques preparan la venganza, contratan a un grupo de mercenarios para que se oculten durante la fiesta y les indican la palabra clave para que salgan de sus escondites y ejecuten a Giovanni. Por su parte, Giovanni llega al hogar de Soranzo y este le dice que vaya a visitar a Anabella a su dormitorio, que está preparándose para el banquete. Cuando se retira el muchacho, llegan a la fiesta el Cardenal, Florio, Donado, Ricardetto y los sirvientes.

Mientras tanto, en el dormitorio de Anabella, los hermanos se lamentan por su situación actual. Ambos son conscientes de que durante el cumpleaños de Soranzo los aguarda la muerte. Giovanni le pide un último beso a su hermana y, mientras la besa, la apuñala. En medio de la agonía de Anabella, Giovanni explica que de esta forma salva su reputación y se anticipa a los planes de Soranzo.

Giovanni aparece en medio del banquete con el corazón de Anabella clavado en su daga, confiesa el crimen que acaba de cometer y el amorío que sostenía con su hermana. Vasques corre a constatar que la muchacha esté realmente muerta y, cuando vuelve para confirmar los dichos de Giovanni, Florio muere de un paro cardíaco. Luego, Giovanni apuñala a Soranzo y, en venganza, Vasques intenta inútilmente matar al joven. Entonces, el criado dice la palabra clave y los mercenarios salen de su escondite y matan al joven.

La obra concluye con el Cardenal que imparte su justicia: destierra a Vasques y ordena que Putana sea quemada viva por su complicidad en el amorío de los hermanos. Luego, exige que las posesiones de las dos familias destruidas sean destinadas a la Iglesia. En el pasaje final, el Cardenal reflexiona sobre los talentos y las dotes que poseía Anabella, y se lamenta de que la joven fuera —según su interpretación— una puta.

Análisis

El quinto acto comienza con el monólogo que Anabella declama desde el balcón superior, en el que se lamenta de la desdicha que vive. Consciente de su lascivia y atormentada por sus pecados, la joven culpa a su destino por el infortunio que sufren con su hermano:

Adiós a los placeres, y a todos los minutos derrochadores
Con los que las alegrías falaces han hilado una vida tediosa.
(...)
Oh, Giovanni, que has propiciado el estropicio
De tus propias virtudes y de mi modesta fama:
Ojalá hubieras estado menos sujeto a esas estrellas
Que infortunadas rigieron mi nacimiento (p. 175).

Víctima de su esposo, quien le ha prohibido todo contacto con el mundo exterior, la joven está encerrada en su habitación y le ruega al cielo que algún caminante pase por debajo del balcón para que ella pueda entregarle una carta destinada a Giovanni. Milagrosamente, el fraile pasa por allí y puede prestarle auxilio. Este personaje accede a la escena por el escenario inferior, un espacio que generalmente se relaciona con el inframundo, los fantasmas y otros entes sobrenaturales. Por ejemplo, Mefistófeles, en la famosa obra de Christopher Marlowe, La trágica historia del doctor Fausto, sube al escenario valiéndose de este recurso para tentar a Fausto y lograr que este le venda su alma. De un modo similar, el fraile aparece para ayudar a Anabella atravesando este espacio, lo que señala su relación con el más allá y con la idea de castigo eterno que le espera a la protagonista por haber cometido un incesto con su hermano.

Mientras tanto, en la segunda escena, Vasques promueve la sed de venganza de su señor, quien decide realizar su fiesta de cumpleaños e invitar a todos sus enemigos para deshacerse de ellos rápida y efectivamente. Estructuralmente, esta fiesta complementa el banquete de bodas suspendido tras la muerte de Hipólita, lo que establece un paralelismo entre ambas escenas, vinculadas por el motivo de la tragedia que irrumpe en la celebración.

Con la excusa de limpiar su honor mancillado, Soranzo está dispuesto a llevar su venganza hasta las últimas consecuencias. Sin embargo, esta conjura se presenta como excesiva y en contra de todos los valores cristianos. En primer lugar, la religión católica observa la venganza como un acto divino que no debe quedar en manos de los hombres. Además, desde el reinado de Enrique VII en Inglaterra, rige la ley de que solo la autoridad monárquica (y aquellos en los que el rey delega su poder) pueden resolver conflictos de este tipo. Incluso el castigo para quienes ejercen la venganza por mano propia es la pena capital. A pesar de la doble prohibición religiosa y legal, el código de honor que sostiene Soranzo —y que representa una tendencia activa de la época— convierte a la venganza en una obligación moral, de la que el noble no puede escapar. En este sentido, cabe resaltar que este es uno de los temas más pedidos por el público renacentista, y todos los dramaturgos importantes dedican obras enteras a trabajarlo. Hamlet, de William Shakespeare, es probablemente la historia de de este tipo más famosa de su época —y de todos los tiempos—, pero John Ford no se queda atrás con Lástima que sea una puta, ya que estructura toda su obra en torno a un cruce de venganzas.

En la tercera escena, Giovanni sostiene un soliloquio gracias al cual el lector comprende que ha seguido manteniendo relaciones sexuales con su hermana, incluso luego de que esta se case con Soranzo. Ante la aparición en escena del fraile, Giovanni expresa con recelo que no cree en el concepto cristiano del infierno: “Ahora puedo deciros / Que el infierno del que a menudo habéis argumentado no es otra cosa / Que un esclavizante y estúpido temor supersticioso” (p. 180). Como vemos, el joven solo cree en el amor que siente por su hermana, un amor que sublima y trastoca todos sus deseos. Por eso, cuando el recién llegado le entrega la carta escrita con sangre, el idilio de Giovanni se hace añicos y enloquece.

Sin prestar ninguna atención a los consejos del fraile y creyendo que su destino ya está definido, el joven acepta ir a la fiesta de Soranzo y exponerse a su venganza. Para Giovanni, el incesto no es un acto ilícito, pues el amor está por encima de todo y anula todas las imposiciones sociales y religiosas. Sin embargo, los obstáculos a los que se enfrenta son reales, y la crueldad de Vasques no tiene límites, al punto de que sugiere a su amo que mate al joven luego de permitirle visitar el cuarto de Anabella y mantener relaciones sexuales con ella. Así, al momento de morir, Giovanni estará mancillado por el incesto cometido recientemente y no podrá salvarse de la condenación eterna. Con ello, la venganza de Soranzo alcanza límites celestiales y tiene un efecto para toda la eternidad.

En una obra que cuestiona constantemente la relación entre las pasiones individuales y el deber cívico, el sexo y la muerte se convierten en emblemas de dos pasiones semejantes: la lujuria y la sed de sangre. Al mismo tiempo que Giovanni y Anabella establecen su relación ilícita, otros personajes comienzan a desarrollar planes para matar a quienes les han hecho daño. Por lo tanto, la obra sugiere que la sumisión de Giovanni a su deseo lujurioso es semejante a la sed de venganza que padecen otros personajes: ambas son pasiones que abruman los sentidos y tienen la capacidad destructiva de cegar al individuo de sus responsabilidades sociales.

Finalmente, la gente ilustre de Parma se reúne para festejar el cumpleaños de Soranzo. A pesar de haber protegido al asesino de Bergetto, el Cardenal llega acompañado de Donado, Florio y Ricardetto, lo que pone en evidencia que su poder es tanto que los nobles siguen rindiéndole pleitesía a pesar de los agravios cometidos. Al llegar, Giovanni se dirige a los aposentos de su hermana, con quien sostiene un conmovedor diálogo. Los dos personajes aceptan que el final de ambos está por llegar, y el más allá se convierte en una esperanza para su amor prohibido, que no encuentra en el mundo terrenal un medio para expresarse y subsistir. Para evitar la ofensa que le representa ver a su amada en manos de Soranzo, Giovanni la asesina y le arranca el corazón mientras la besa apasionadamente, lo que vuelve a evidenciar la unión indisoluble que los tópicos sexo-muerte tienen en la obra. El asesinato, que Giovanni ve como un acto de protección hacia su hermana, también se presenta como una consumación pervertida de su unión. Cumpliendo la promesa de que se amarán o se matarán, Giovanni hace ambas cosas a la vez. Este es un acto absolutamente narcisista, que pone una vez más de manifiesto el egoísmo terrible del protagonista, para quien su hermana, al fin y al cabo, no es más que un objeto para la satisfacción de su deseo. Así, lo que en la obra se traduce como un acto de amor no es más que el ejemplo perfecto de la misoginia que impera en la época y, lamentablemente, aún hoy.

En verdad, Giovanni no concibe la posibilidad de morir él y que su hermana pueda seguir viviendo; mucho menos como esposa de su enemigo. La última escena de la obra presenta una imagen impactante e inolvidable: el joven enamorado interrumpe la fiesta levantando en alto el corazón de su amada atravesado en su daga. Este símbolo es muy elocuente: si hasta el momento Giovanni no había abierto su corazón y expresado su amor más que al fraile, ahora lo proclama a viva voz y expone a todos los comensales, puesto que esa muerte es una consecuencia de los tabúes y la censura con que la sociedad somete a los individuos. Con tono melodramático, el joven expone toda su pasión incestuosa ante el horror de la concurrencia. Su padre no puede resistir la escena y muere de un síncope, desgarrado también su corazón. Soranzo, mientras tanto, enfrenta a su enemigo, mientras que Vasques moviliza a los mercenarios contratados para asesinar a Giovanni. Al final de la lucha, los dos enemigos mueren.

El Cardenal oficia entonces como magistrado improvisado y dicta su sentencia: Putana será quemada viva por cómplice y Vasques, por su parte, es condenado al exilio por haber participado de la conjura. Sin embargo, esto no parece molestar al criado, quien exclama con felicidad: “Este es mi triunfo, y me regocijo de que un español superara a un italiano en la venganza” (p. 202). Luego, el Cardenal decreta que los cuerpos sean enterrados y los bienes de los fallecidos embargados por la iglesia, para beneficio del Papa. Este último acto pone de manifiesto una vez más la ambición desmedida del sacerdote, así como su profunda corrupción: ante la tragedia, la Iglesia no pierde el tiempo y acapara los despojos. Las últimas palabras del Cardenal ponen en evidencia nuevamente la espantosa misoginia que atraviesa toda la obra:

Nunca hasta ahora
El incesto y el asesinato se habían vinculado tan extrañamente.
De una tan joven, tan dotada de la abundancia de Natura,
¿Quién no podría decir: ¡Lastima que fuera una puta!? (p. 203).

Es necesario observar en este final cómo la transgresión de Anabella, por ser mujer, se observa como algo mucho más peligroso y censurable que la transgresión de Giovanni. De allí que ella reciba el insulto de puta y el menosprecio de todo el mundo, cuando en realidad simplemente fue una joven asertiva que se rebeló contra los mandatos patriarcales y religiosos que restringían sus formas de vida. En este sentido, a Giovanni se lo castiga por haber cometido incesto, pero no por haber mantenido relaciones fuera del matrimonio o con más de una mujer.

La catarsis del público al final de la obra depende de la conceptualización que cada lector haga del problema en torno al incesto. Al tratarse de un tabú prácticamente universal, la evaluación de la problemática presentada en la obra cobra mayor dificultad; el pecado cometido por los dos hermanos aparece matizado por el genuino amor que se profesan y por la estigmatización y la alienación social que sufren. Además, como señalan algunos críticos, el vínculo pecaminoso entre Giovanni y Anabella es la única relación pura y desinteresada que se presenta en toda la obra; la única que no está atravesada por el mercantilismo y la ambición de los habitantes de Parma. Ese ese factor suscita la reflexión y la compasión de los lectores y espectadores sensibles. Con todo ello, Lástima que sea una puta, aunque controversial por los temas que aborda y por la mirada misógina con que los presenta, no deja de ser una pieza digna de análisis y reflexión.

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