Sócrates comienza su discurso diciendo que, aunque no sabe qué efecto tuvieron sus acusadores en el jurado, a él personalmente casi le convencieron de que todo lo que dijeron era cierto y, sin embargo, sabía que todo era mentira. Esto era particularmente cierto cuando le caracterizaron como un orador hábil y con muchos recursos y pidieron al jurado que tuviera cuidado cuando hablaba para que no les engañara. Platón consideró que se trataba de un movimiento astuto por parte de sus acusadores, ya que sabían que iba a tomar la palabra y demostrar que estaban equivocados.
Sócrates le dice al jurado que va a decirles la completa verdad en un lenguaje sin ambigüedades y con las palabras que primero le vengan a la mente y no con frases detenidamente meditadas y estudiadas. Esto se debe a que está convencido de su inocencia. A pesar de ello, les pide hacer caso omiso de la forma en que habla ya que tiene setenta años de edad, nunca antes había sido enjuiciado y, por lo tanto, se encuentra poco familiarizado con la forma de hablar típica de los tribunales de justicia. Así pues, dice que hablará de la misma manera que normalmente habla cuando se encuentra en el mercado alrededor de los puestos de venta. Como resultado de ello, le pide al jurado que le trate con la misma deferencia con que tratarían a un extranjero que habla en su lengua foránea y centren su atención en si sus alegaciones son justas.