La Apologia

La Apologia Resumen y Análisis de La Defensa (Sección 1)

Lo mejor que se puede hacer, según Sócrates, es defenderse de sus acusadores cronológicamente. Esto se debe a que ha habido muchos de ellos durante muchos años, a pesar de que ninguno de ellos jamás ha dicho la verdad. Los acusadores más inauditos fueron claramente aquellos que hicieron falsas acusaciones de él en presencia de, y a, niños. Le acusaron de decir que tenía teorías sobre la tierra y los cielos y de no creer en los dioses. Además, continuaron diciendo que "puede hacer que el argumento más débil prevalezca sobre el más fuerte". Línea 18c. Sócrates consideraba que estas personas eran sus más peligrosos acusadores porque influían en los niños desde una edad muy temprana, cuando son más impresionables y porque no había nadie allí para defenderle. Considera imposible conocer, o nombrar a todos sus acusadores, y, por lo tanto, dice que es muy difícil confrontar o contrainterrogar a todos. Debido a esto, "uno simplemente ha de llevar a cabo la defensa y sostener fundadamente la causa contra un oponente invisible..." Línea 18d. Sócrates cree que sus críticos se dividen en dos clases: aquellos que le acusaron directamente y los mencionados anteriormente, él se defenderá en primera instancia contra estos últimos.

Después de esta introducción, Sócrates inicia su defensa, con el objetivo de convencer al jurado de que la impresión que tienen de él es falsa. Sin embargo, se da cuenta de que esta tarea es difícil y, por lo tanto, volverá al principio examinando los factores que han propiciado que la gente le critique tanto, le ataquen tanto como persona y finalmente que Meleto formule cargos en su contra. Las principales acusaciones eran que Sócrates era un filósofo natural, un sofista y un maestro profesional. Fue representado, en la obra teatral de Aristófanes, como alguien que fue elevado “proclamando que está caminando sobre el aire y diciendo muchas otras cosas sin sentido acerca de las cuales no sé nada en absoluto". Línea 19c. Ahora pide a los miembros del jurado que sean testigos de su declaración de que estas alegaciones son falsas y les pide que se pregunten los unos a los otros si alguien alguna vez le escuchó hablar de esas cosas. Demostrando que hay muy poca verdad en esta declaración, considera que se darán cuenta de que también hay poca verdad en todas las demás.

Sócrates afirma que así como no hay verdad en estas acusaciones, tampoco la hay en la acusación de que intentó educar gente a cambio de dinero. Sin embargo, afirma que cualquiera con esa habilidad se podría sentir orgulloso de ella, como Gorgias de Leontinos, Pródico de Ceos e Hipias de Élide. Continúa argumentando que cada una de esas personas son capaces de convencer a cualquiera que les resulta más conveniente pagar por su compañía que pasar el tiempo con sus amigos. Al encontrarse con Calias, hijo de Hipónico, que gasta más en pagar los honorarios de los sofistas que cualquier otra persona, Sócrates le preguntó quién es el mejor maestro en el refinamiento de las virtudes sociales y a quien contrataría para que enseñara a sus hijos sobre esa área de conocimiento, si es que existe tal persona. Calias le respondió que por supuesto que existe tal persona, prosiguió diciendo que Eveno de Paros es el mejor y que cobraba 500 dracmas. Sócrates consideró que se debía de felicitar a Eveno si realmente era un maestro en esos asuntos y que era sorprendente que cobrara unos honorarios tan moderados. Entonces continúa diciendo que él mismo sería sin duda una persona orgullosa si tuviera sus conocimientos, pero que no los tiene.

Para responder a la pregunta no formulada de cómo llego a sobrevenirle tal reputación si únicamente había estado involucrado en actividades normales, Sócrates responde que dirá toda la verdad. Ganó su reputación de la sabiduría humana.

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Además, considera que los genios que acaba de mencionar tienen una sabiduría que es más que humana ya que no la puede explicar pero que sabe que él no tiene. Así pues, cualquier persona que dice que la tiene debe estar mintiendo.

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Aunque esto puede sonar extravagante, se refiere a Delfos como a su testigo. Cuando Querefonte, su amigo de la infancia y un excelente demócrata, visitó Delfos y le preguntó al dios si había alguien más sabio que Sócrates. El oráculo le respondió que no lo había.

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Cuando Sócrates escuchó esta afirmación, se preguntó cuál era el significado oculto en las palabras del dios porque era muy consciente de que no era sabio y mucho menos el hombre más sabio del mundo. Sin embargo, como los dioses no pueden mentir, se propuso averiguar lo que el dios había querido decir.

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