Primer encuentro con Madame Arnoux (imagen visual)
“Aquello fue como una aparición. Ella estaba sentada en medio del banco, completamente sola; por lo menos, él no vio a nadie, debido al deslumbramiento que sus ojos le produjeron. Al mismo tiempo que pasaba él, ella alzó la cabeza, él la bajó involuntariamente, y cuando pasó más lejos, del mismo lado, la miró. Llevaba un sombrero de paja ancho con cintas de color rosa, que fluctuaban al viento por su espalda. Sus cabellos negros, que descendían hasta el extremo de sus grandes cejas, parecían ceñir amorosamente el óvalo de su rostro. Su traje, de muselina clara con lunarcitos, caía en numerosos pliegues”.
A bordo del barco que se dirige al norte de París, Frédéric ve por primera vez a Madame Arnoux y queda fascinado por su belleza. Se detiene en cada uno de los detalles que lleva su vestimenta, ya que para él es muy importante observar la moda como símbolo de clase alta y refinada.
Piensa que la ropa que una persona decide utilizar dice mucho acerca de su forma de ser. A partir de esta primera observación, podemos ver un personaje protagonista muy enfocado en la apariencia física y en la imagen como medio para aspirar al amor. Es decir que incluso antes de conocerla, ya cree sentir algo por ella.
Paisaje observado desde el barco (imagen visual)
“Una llanura se extendía hacia la derecha; a la izquierda, un herbazal iba a reunirse suavemente a una colina en que se percibían viñedos, nogales, un molino en medio del verde; algunos senderos, más allá, formando zigzag sobre la blanca roca que tocaba al límite del cielo”. […] “Algo más lejos se descubría un castillo de tejado puntiagudo con torrecillas cuadradas. Un parterre de flores se extendía delante de su fachada, y las avenidas penetraban en los altos tilos como negras bóvedas”.
Avanzando en el viaje, Frédéric contempla el paisaje que puede verse a ambos lados del barco. Por un momento, siente que sería posible descender en aquel pueblo que se ve a corta distancia e ir a vivir en él con Madame Arnoux. Se imagina con ella, la ve caminando por allí, como si estuviera soñando despierto.
Esto revela cómo el personaje piensa constantemente en esta mujer, mientras que, por ejemplo, rara vez se lo ve involucrarse en asuntos políticos o sociales de su época, como sí hacen algunos de sus amigos, comprometidos con la causa de la Revolución.
Ataque a Dussardier (imagen auditiva y visual)
“Entre las cargas de caballería surgían escuadras de policías para obligar a la gente a que se marchara por las calles. Sobre las escaleras de Tortoni, un hombre, Dussardier, notable desde lejos por su alta estatura, permanecía quieto como una cariátide. Uno de los agentes que iba a la cabeza, con un tricornio sobre los ojos, le amenazó con su sable. El otro, entonces, adelantando un paso, se puso a gritar:
—¡Viva la República!
Cayó de espaldas y con los brazos en cruz. Un aullido de horror escapó de entre la muchedumbre; […]”.
Precisamente en vínculo con la Revolución, hacia el final de la novela encontramos esta trágica escena. Dussardier, uno de los amigos de Frédéric más comprometidos políticamente, defiende la República ante las fuerzas represivas de la monarquía.
Lamentablemente, esta afrenta lo lleva directamente a la muerte, escena que a Frédéric le toca presenciar desde mediana distancia. Es como si a través de los ojos de un personaje neutro —el protagonista en sí mismo—, que pretende unirse más bien a las filas de la aristocracia, la novela de Flaubert nos mostrara la realidad de su tiempo, que corría lateralmente al objetivo de este personaje de ascender socialmente.