“Hacia las seis de la mañana del 15 de septiembre de 1840, próximo a zarpar, el Ville de Montereau despedía grandes torbellinos de humo delante del muelle de Saint-Bernard.
La gente llegaba sin aliento; las barricas, los cables, los cestos de ropa blanca dificultaban la circulación; los marineros no contestaban a nadie; tropezaban unas con otras las personas; los bultos subían por entre los dos tambores, y el bullicio se absorbía en el ruido del vapor, que, escapándose por las tapaderas de hierro de las chimeneas, todo lo envolvía en una nube blanquecina, mientras la campana sonaba avante sin cesar”.
Esta cita corresponde a los primeros dos párrafos de la novela. En ella podemos observar una tendencia casi naturalista hacia el realismo literario, lo cual se puede apreciar por las detalladas descripciones de la percepción de los personajes.
Ante un barco que zarpa de su puerto, la cita describe la impresión algo confusa que reciben los sentidos por causa de la niebla. Asimismo, el resto de la novela continuará confluyendo aspectos históricos puntuales con impresiones de los personajes, sobre todo del melancólico y sentimental protagonista, Frédéric Moreau.
“Jamás había visto aquel esplendor de tez morena, la seducción de un busto, ni aquella delicadeza de los dedos que la luz atravesaban. Contemplaba su cesta de labor con arrobamiento, como una cosa extraordinaria. ¿Cuáles eran su nombre, su domicilio, su vida, su pasado? Ansiaba conocer los muebles de su cuarto, todos los trajes que hubiera llevado, las gentes que la visitaban, y el deseo de la posesión física hasta desaparecía ante un afán más profundo, en una dolorosa curiosidad sin límites”.
A bordo del barco, Frédéric conoce a Madame Arnoux. La encuentra sola, sentada en un banco. Si bien hace unos momentos ha cruzado unas palabras con su marido, aún no sabe de este vínculo y cree que la señora se encuentra sola.
Frédéric queda fascinado con su figura y sus gestos, al punto de sentir el impulso irrefrenable de acercarse a hablarle. Así comienza el vínculo entre ambos, que perdurará a lo largo de toda la historia, funcionando como una suerte de pivote de las acciones del protagonista.
“—¡Y los mismos conservadores llamarse progresistas! Para traernos ¿qué? ¡La República! ¡Como si fuera posible en Francia! Todos convinieron en que la República era imposible en Francia.
—No importa —observó en voz alta un caballero—. Se ocupan demasiado de la revolución; se publican acerca de esto un montón de historias, de libros…”.
El trasfondo histórico de la novela de Flaubert es nada menos que el período francés de la Revolución de 1848. Esta revolución hizo que se acabara el régimen monárquico en Francia y comenzara la Segunda República.
Por este motivo, los amigos y conocidos de Frédéric siempre están conversando sobre política y sobre diversas ideologías contrapuestas. Hay quienes quieren que continúe el régimen de la realeza, y hay quienes lo consideran completamente injusto por estar basado en simples herencias de privilegios.
“Para ocupar en ellos la primera plaza bastaba una mujer como aquella. Ávida, sin duda, de poder y de acción, y casada con un hombre mediano, a quien había servido prodigiosamente, ¿deseaba a alguno fuerte para conducirla? Nada había imposible ahora; se sentía capaz de hacer doscientas leguas a caballo, de trabajar muchas noches seguidas, sin cansarse; su corazón desbordaba de orgullo”.
Cuando conoce a Madame Dambreuse, Frédéric sabe que el hecho de entablar un vínculo con ella le permitirá concretar su objetivo: el ascenso social. El joven Frédéric está siempre tan enfocado en mejorar su status económico y social que adopta todas las actitudes que va aprendiendo a lo largo de su madurez en lo que refiere a la conquista de mujeres, sobre todo de las que se pueden considerar como “entradas en edad”.
De a poco, se siente que va madurando cada vez más, a pesar de que en realidad no es del todo fiel a sus sentimientos más genuinos, debido a que se ocupa demasiado del aspecto material de la vida.