La Fiesta del Chivo (2000) es la decimotercera novela del autor peruano Mario Vargas Llosa. Se centra en la figura histórica de Rafael Trujillo, dictador de República Dominicana desde 1930 hasta 1961, año de su asesinato.
El texto se enmarca dentro del subgénero literario denominado novela de dictador, caracterizado por el abordaje de estas figuras históricas y la necesidad de explorar este fenómeno en todas sus dimensiones. En este sentido, la literatura aparece como un discurso que ofrece una mirada analítica sobre la naturaleza del autoritarismo y el poder.
La novela tiene tres ejes principales. El primero es la historia de Urania Cabral, hija de un político trujillista, que regresa a República Dominicana por primera vez en treinta y cinco años. La segunda narración se centra en el dictador Trujillo, que atraviesa, sin saberlo, el final de sus días. Finalmente, la tercera historia se focaliza en los conspiradores que llevan adelante la estrategia del asesinato del déspota. Así, la novela avanza y retrocede a partir de estos hilos conductores, situados en dos tiempos cronológicos: desde mayo de 1961 hasta fines de ese año (últimos días de Trujillo, su muerte y los sucesos posteriores), por un lado, y el año 1996 (regreso de Urania Cabral a su país de origen), por el otro. Al comienzo de la novela, el relato alterna los capítulos dedicados a los hechos de 1961 con aquellos contados en el presente de la narración, en 1996. No obstante, a medida que avanza la narración, ambas líneas temporales se cruzan hasta unirse en el desenlace.
En La Fiesta del Chivo, la presencia de diferentes voces y perspectivas construyen una mirada compleja que acentúa la idea de que no existe una única forma de concebir la realidad, sino que esta es efecto de una percepción fragmentada de hechos determinados, que aparecen siempre mediados por el sujeto que los interpreta. Así, en la novela, los hechos dependen en gran parte de quien los vive.
La novela entrelaza elementos ficticios, como aquellos referidos a la familia Cabral, con datos verdaderos. En este sentido, los personajes de Trujillo y sus asesinos son creados a partir de registros históricos de la época. Por otra parte, la ficción le otorga al autor la libertad de enriquecer la realidad. En palabras de Vargas Llosa, “cambié y deformé muchas cosas para hacer a la historia más persuasiva; y no he exagerado”.