“Algo en los dominicanos se aferra a esa forma prerracional, mágica: ese apetito por el ruido”.
En esta cita, se percibe que la mirada de Urania sobre su propio país es despectiva y peyorativa. Treinta y cinco años más tarde, la mujer ve a sus coterráneos como seres que se vinculan desde lo sensitivo, lo sonoro antes que en la razón. En este punto, el pensamiento prerracional y mágico se considera como una verdad revelada, que no permite la crítica. Esta mirada despreciativa describe una nación que continúa siendo ingobernable y desordenada.
En este sentido, Urania observa la cultura dominicana como un extranjera, desde afuera; ella no es parte de ese mundo caótico y arbitrario. En oposición a este apetito por el ruido, ella encarna la razón y el pensamiento crítico.
“La muchachita esqueleto le trajo mala suerte”.
Ya en el segundo capítulo de la novela, irrumpe la muchachita esqueleto como una preocupación para Leónidas Trujillo, funcionando así como una anticipación. Recién en el último capítulo los lectores conocemos que esa muchacha, causante de las desgracias del dictador, es Urania. En este punto, la novela sienta las bases de un eje conductor que se mantendrá a lo largo de toda la narración: la fusión de la historia de la hija de Agustín Cabral con las peripecias de Trujillo en su último día de vida.
“Se talqueó la cara con prolijidad, hasta disimular bajo una delicadísima nube blanquecina aquella morenez de sus maternos ascendientes, los negros haitianos, que siempre había despreciado en las pieles ajenas y en la suya propia”.
En esta cita, accedemos a la minuciosa rutina de Leónidas Trujillo en su cotidianeidad. Por una parte, el cuidado obsesivo del cuerpo y el arreglo impecable en el atuendo remite a la disciplina desarrollada desde su formación militar en los marines. Estas prácticas físicas cumplen con el objetivo principal de mantener joven el cuerpo, lleno de vigor y fuerza, limpieza y rectitud formal. El cuidado de las apariencias pone el cuerpo al centro de la identidad pública y relacional del personaje, al ser la disciplina una de las estrategias del poder político ejercido por el dictador.
Además, el emblanquecimiento de su cara para disimular la morenez pone en escena el problema racial. Así, el color de su piel es algo que debe ser escondido y camuflado, ya que da cuenta de su origen haitiano. Este gesto anticipa el racismo característico del régimen de Trujillo, que aniquiló la población haitiana de República Dominicana con la excusa de que estropeaban la cultura católica y occidental.
“-Matar a cualquiera, no. Acabar con un tirano, sí. ¿Has oído la palabra tiranicidio? En casos extremos, la Iglesia lo permite”.
Salvador Estrella Sadhalá hace esta distinción entre asesinar y cometer un tiranicidio. Esta diferencia exhibe una consideración ética: no es lo mismo matar a cualquier persona que terminar con la vida de Trujillo. Esta separación se relaciona con la fe religiosa del personaje. Así, el Turco busca un sustento ético que le permita llevar adelante el complot: el acto está justificado porque significa devolverle la libertad a su país.
Esta cita esconde también una mirada ingenua: pensar que con la muerte del tirano cae el régimen. Con el paso de los días, la realidad se revela más compleja; finalmente, los conspiradores serán considerados asesinos y algunos personajes del círculo íntimo de Trujillo se acomodarán a nuevas posiciones de poder.
“Para que un gobierno dure treinta años, hace falta un Johnny Abbes que meta las manos en la mierda”.
Amadito García Herrero recuerda esta frase dicha por su superior, el mayor Figueroa Carrión. Esta afirmación exhibe que el ejercicio duradero del poder debe involucrar necesariamente un aspecto negativo y repugnante. En este sentido, el jefe del Servicio de Inteligencia es el encargado de llevar adelante las tareas más desagradables, para poder garantizar la paz social indispensable para gobernar. Así, Johnny y Trujillo se necesitan mutuamente para sobrevivir: si el coronel Abbes cuida al Benefactor de posibles complots o atentados, el Jefe lo mantiene en su puesto a pesar de las críticas y reproches. En este punto, la política de Trujillo se representa como una tarea inmoral.
“Trujillo les sacó del alma una vocación masoquista, de seres que necesitaban ser escupidos, maltratados, que sintiéndose abyectos se realizaban”.
En esta afirmación dirigida a su padre, Urania Cabral expresa uno de los ejes de la novela: la idea de que gran parte de los dominicanos encuentra placer en las humillaciones de Trujillo. Así, la protagonista esgrima posibles respuestas a por qué Agustín Cabral buscaba pertenecer al círculo íntimo del Benefactor. Para la mujer, estos sujetos encontraban, en la autoridad que Trujillo imponía sobre ellos, en los malos tratos a los que se sometían, un camino de realización personal. Así, el miedo constante a perder el beneplácito del Jefe les adormecía la voluntad, la libertad individual. Lo más significativo de esta pérdida de la libertad es, entonces, que este sometimiento, esta anulación de la libertad, realmente les daba satisfacción.
“Nada ataba tanto como la sangre, cierto. Sería por eso que él se sentía tan amarrado a este país de malagradecidos, cobardes y traidores. Porque, para sacarlo del atraso, el caos, la ignorancia y la barbarie, se había teñido de sangre muchas veces”.
En esta cita, accedemos a la mirada de Trujillo sobre su propio país. Por un lado, se vislumbra la idea de que el derramamiento de sangre forma parte imprescindible del ejercicio de la política. Para el Benefactor, el progreso de República Dominicana implica necesariamente violencia y asesinatos. En este punto, la matanza de la población haitiana o el asesinato de críticos al régimen están legitimados para Trujillo, en tanto colabora con la construcción de una nación civilizada. Por otra parte, el Jefe posee una mirada paranoica que ve a su país como un conjunto de malagradecidos, cobardes y traidores. Esta idea refleja una dimensión del dictador vinculada con un ejercicio paternal: Trujillo debe sacrificarse por la sociedad para poder sacarlos del estado de salvajismo en el que se encontraba antes de asumir él el mando. En este sentido, el dictador se concibe como un ser extraordinario e irremplazable, capaz de transformarse en un ser divino, salvador de la República. Por último, la sangre entendida como un lazo indestructible se asocia también a una manifestación de afecto. Es por amor a la Patria, justamente, que Trujillo lleva adelante las peores matanzas y torturas.
“Podía dominar a los hombres, poner a tres millones de dominicanos de rodillas, pero no controlar su esfínter”.
En esta cita, Trujillo vincula el control de su cuerpo con el dominio implacable que ejerce sobre la sociedad dominicana. La imposibilidad de retener la orina atenta contra sus principios de virilidad; el Jefe es un hombre vulnerable, incapaz de disciplinar su propio cuerpo. En este punto, la incontinencia, además de presentar un problema en cuanto a la higiene personal, revela que Trujillo está envejeciendo. El enemigo aquí no es un agente externo, sino que el mismo cuerpo del dictador se convierte en un impedimento para seguir ejerciendo el poder como lo ha hecho durante más de tres décadas.
“Pensó en lo endiablado del sistema que Trujillo había sido capaz de crear, en el que todos los dominicanos tarde o temprano participaban como cómplices, un sistema del que sólo podían ponerse a salvo los exiliados (no siempre) y los muertos. En el país, de una manera u otra, todos habían sido, eran o serían parte del régimen”.
Esta reflexión de Antonio Imbert expone la compleja maquinaria detrás del régimen del Benefactor: por acción o sumisión, todos terminan formando parte de este sistema. En esta cita, se expone la pérdida de una de las características esenciales del ser humano: la posibilidad de elegir y tomar decisiones. La dictadura de Trujillo le impide al hombre el desarrollo pleno de sus libertades, en tanto siempre se encuentra subordinado al poder autoritario del dictador. Además, la idea de que todos los dominicanos terminan siendo parte del régimen anticipa la situación política luego de la muerte del Jefe: muchos funcionarios trujillistas se mantienen en el poder, aún en la nueva democracia.
“Como decía Estrella Sadhalá, el Chivo había quitado a los hombres el atributo sagrado que les concedió Dios: el libre albedrío”.
En esta cita emerge uno de los temas fundamentales de la novela: la libertad y el libre albedrío. Bajo el régimen de Trujillo, el hombre carece de toda voluntad, en tanto es reducido a su mínima expresión: debe obedecer y temer por su vida. Para Estrella Sadhalá, asesinar al Benefactor implica recuperar ese atributo divino. Así, esta tarea cobra una dimensión ética, en tanto asegura el restablecimiento de los derechos humanos para toda la sociedad dominicana.
“Él era un ejemplo vivo de la precariedad de la existencia que postulaba esa filosofía”.
Esta reflexión sobre Agustín Cabral muestra la fragilidad del sistema político desarrollado por Trujillo: su caída en desgracia, ocurrida sin motivo claro, lo arroja a la incertidumbre y le quita toda voluntad de vivir. Él llega a los extremos más perversos para volver a contar con la protección del Benefactor. En esta cita, se ve el nulo valor de la vida humana en el trujillato: de un día para el otro, el destino de Agustín Cabral carece de futuro y está a merced absoluta de los designios de Trujillo.
“No me importan los curas, los gringos, los conspiradores, los exiliados. Yo me basto para barrer esa mierda. Pero, para tirarme a esa muchacha, necesito tu ayuda”.
En este ruego, Trujillo exhibe su peor miedo: la imposibilidad de mantener relaciones sexuales debido a su disfunción eréctil. Así, le pide ayuda a Dios para llevar adelante esta tarea de manera exitosa. Frente a los numerosos conflictos que lo asedian como estadista, el único que realmente le quita el sueño es el que está involucrado con su intimidad. Esta observación refleja la forma en la que se percibe: como un líder exitoso, capaz de manejar políticamente toda situación, excepto en lo vinculado con los asuntos íntimos. En este deseo también se ve una relación conflictiva entre el ejercicio del poder público y el sexo: Trujillo disciplina y ordena a sus enemigos pero no puede controlar su propio cuerpo.
“Si Marianita me escribe, le contestaré todas las cartas".
Esta frase de Urania, con la que concluye la novela, muestra cierta posibilidad de redención para la mujer. Después de haber puesto en palabras su trauma, se propone volver a entablar un vínculo con su familia. Esto nos revela que ha comenzado a quitar del centro de su vida a Trujillo y, por lo tanto, le quita el poder que ha tenido hasta el momento de su llegada a Santo Domingo. El ejercicio de la palabra que ella realiza adquiere sentido porque deja en evidencia las ficciones, las paradojas y complicidades que tejieron el círculo de poder de Trujillo. En este sentido, no es casualidad que decida contactarse únicamente con Marianita: la muchacha es una joven a la que conoció en ese mismo viaje, nacida ya en tiempos de democracia. Así, Urania se propone sostener una relación con la única integrante de su familia que no la conocía desde chica y que no sufrió los tormentos del trujillato. Por lo tanto, Marianita representa la nueva generación, que debe recordar las atrocidades del pasado para impedir que vuelvan a suceder.