La mirada de Trujillo
De forma recurrente, la narración presenta descripciones vívidas y minuciosas de los ojos de Trujillo. Según la mitología popular, el Generalísimo es dueño de “una mirada que nadie podía resistir sin bajar los ojos, intimidado, aniquilado por la fuerza que irradiaban esas pupilas perforantes, que parecía leer los pensamientos más secretos, los deseos y apetitos ocultos, que hacía sentirse desnudas a las gentes” (p. 47). Los ojos del Jefe se caracterizan por hipnotizar a sus súbditos y mantenerlos sumisos y obedientes.
En este sentido, la novela contribuye a la construcción de una imagen mítica del Benefactor, en tanto refuerza su poder sobrenatural, capaz de subyugar a los dominicanos a su voluntad con tan solo una mirada.
El mar
A lo largo de la novela, las imágenes vinculadas con el mar aparecen como una liberación. En oposición al agobiante calor de Santo Domingo, el mar está asociado con espacios de libertad y frescura. Así, por ejemplo, para Antonio Imbert, asesinar a Trujillo es tan placentero como “el baño de mar un día caluroso” (p. 191). En este sentido, el régimen del Benefactor contribuye a la creación de un clima opresivo y asfixiante, y el mar, por oposición, encarna la sensación de libertad, de un espacio en el que los protagonistas pueden ser dueños de su vida. De esta manera, es significativa que la última caminata de Trujillo antes de morir sea rumbo al mar. De este modo, su inminente desaparición física representa la inminente liberación de la sociedad dominicana.
El color rojo
Johnny Abbes y su creencia en las supersticiones lo hace estar rodeado de elementos rojos, ya que está convencido de que ese color le trae suerte. Estas imágenes lo posicionan como un ser irracional, que se rige por prácticas que se presentan como ciertas, pero que no tienen un respaldo científico. De esta manera, el color rojo es marca distintiva del personaje y nos advierte la presencia de un hombre esotérico, vinculado con disciplinas oscuras, incoherentes y arbitrarias.