"yo me siento atraída por este lago como una gaviota" (Nina, Acto I, p.17) (Símil)
Nina es una joven nacida y criada en el campo, y acostumbra visitar la finca en la que vive Tréplev, a cuyo lago refiere en el símil citado. Al pronunciar este parlamento, ella aún no sabe si cumplirá o no su sueño de convertirse en actriz y entregarse a sus anhelos, para lo cual debería renunciar a sus afectos -su padre y su madrastra- y alejarse de ese lago para viajar a la ciudad. Pero lo más relevante en el símil utilizado por Nina es que, justamente, en él se hace mención por vez primera en la obra del elemento simbólico que dará nombre a la pieza, la gaviota, y que a lo largo de la obra se reforzará en su asociación al personaje de Nina. Mediante el símil, entonces, es Nina misma quien expresa una vinculación metafórica entre ella misma y la gaviota, estableciendo a su vez la imagen de fatal atracción, de impulso incluso involuntario y consecuente arrojo que caracterizará, como veremos en el desenvolvimiento de la trama, al destino del personaje.
"Su frialdad me asusta, es increíble, como si me hubiese despertado y viera que este lago se ha secado repentinamente, o se ha sumido en las profundidades de la tierra" (Tréplev, Acto II, p.36) (Símil)
Tréplev culpa al fracaso de su obra del desamor de Nina: plantea que, cuando la muchacha perdió el respeto y la admiración que sentía por él, perdió también el amor. El joven padece entonces dos pérdidas, la de Nina y la de su esperanza en sí mismo como artista, unidas en un mismo vacío. El símil con el que Tréplev compara la nueva actitud de Nina para con él con una repentina sequedad del lago, expresa la mezcla de dolor y confuso asombro del joven, a la vez que continúa construyendo la asociación entre Nina, la gaviota y el lago. Nina dijo, en el primer acto, sentirse atraída hacia el lago como una gaviota, y el hecho de que ahora exprese tanto interés por irse a la ciudad para ser actriz, sumado a su atracción por Trigorin, parecería evidenciar un cambio importante, un movimiento de intereses en Nina, quien estaría queriendo dejar atrás tanto ese lago campesino como al muchacho que vive a sus orillas. Tréplev recibe esta repentina "frialdad" de su amada con susto, como si se sucediera ante él un hecho tan improbable como la súbita desaparición del lago que acostumbraba a ver cada día y que jamás pensó iría a desaparecer de la nada.
"siento que devoro mi propia vida, que para hacer la miel que luego doy a desconocidos, recojo el polen de mis mejores flores, arranco estas mismas flores y pisoteo sus raíces” (Trigorin, Acto II, p.39) (Metáfora)
Trigorin plantea en su vida de escritor la existencia de una fuerza involuntaria que perturba cada momento: no puede contemplar, oír o disfrutar de algo sin que, inmediatamente, se vea obligado a “tomarlo” para su posterior incorporación en el proceso de escritura. Así como debe “tomar cada palabra” para luego encerrarla en su depósito literario, el escritor “devora” su propia “vida”, la consume, la reduce a una suerte de material para la creación artística. La metáfora que utiliza para ilustrar ese sentimiento expone claramente esta lucha o competencia entre la naturaleza y el arte: el “polen” de sus “mejores flores” serían las experiencias de vida que el artista toma para utilizarlas en el proceso de creación y crear así el objeto artístico; el cuento o novela que se dedica a los lectores, aquí la “miel” que luego entrega a “desconocidos”. Los elementos elegidos en esta metáfora representan los dos momentos de la materia, el natural -el polen- y el resultante del proceso artificial -la miel-: es el hacer artístico, entonces, lo que obstaculiza y perturba la percepción de la naturaleza. La última parte de la metáfora revela, a su vez, el carácter violento del proceso que extrae el material de la naturaleza y lo convierte en arte: el artista “arranca” esas flores, esa naturaleza en plenitud vital, y no siendo suficiente haber destruido sus raíces, su conexión con la tierra que las mantenía en vida, las “pisotea”: nada parecería sobrevivir, según Trigorin, después de que se lo ha “tomado” para el proceso artístico. Se trata, por lo tanto, de un sacrificio -aparentemente involuntario e inevitable- en nombre del arte.
¡Eres la última página de mi vida! (Arkádina, Acto II, p.52) (Metáfora)
En una de las escenas más dramáticas de la obra, Trigorin confiesa sin demasiado pesar a Arkádina, su pareja, que se siente completamente atraído por Nina y quiere vivir una historia de "amor joven" junto a ella. El planteo hiere profundamente a Arkádina que, asustada, le ruega que deje de torturarla de esa manera. La desesperación de la célebre actriz no solo responde al hecho de que el hombre al que supuestamente ama estaría sugiriendo terminar la relación, sino también a lo que constituye el punto más débil del personaje: el hecho de que Trigorin intente dejar a Arkádina por Nina, una mujer mucho más joven, golpea a la célebre actriz en donde más le duele, es decir, la edad. La metáfora citada corresponde al momento en que Arkádina le ruega al escritor que no la deje, y concentra en su exclamación una expresión que evoca tanto la idea de vejez y la proximidad de la muerte, como la imagen del objeto literario: la "última página" estaría refiriendo a los últimos años de la actriz, lo cual establece implícitamente un paralelo metafórico entre un libro y su propia vida.
“he ido a verla varias veces al día, me quedaba bajo su ventana como un mendigo” (Tréplev, Acto IV, p.69) (Símil)
En el último acto de la pieza, Nina irrumpe en la escena para tener su último encuentro con Tréplev, que comienza por preguntarle por qué no le permitió verla todas las veces que él la ubicó en los últimos años. Con el parlamento citado, el joven expresa en el símil el absoluto desamparo de su situación: su única esperanza en la vida depende del amor de Nina; solo ella puede calmar su desesperación, lo que reduce al joven al carácter de un mendigo que no tiene rumbo, lugar a donde ir ni otra cosa que esperar que la ayuda de otro ser.