El amor
El amor es uno de los temas de mayor presencia en la obra, y suele aparecer bajo la forma de la no correspondencia. Por ejemplo, Medvedenko profesa su amor a Masha, quien lo trata con indiferencia (”Su amor me conmueve, pero no puedo corresponderle, eso es todo”, p.12) y, a su vez, ama a Tréplev. Pero Tréplev no corresponde a su amor, y está confesamente enamorado de Nina, quien en su primera aparición en la pieza ya presenta cierta indiferencia hacia él, producto de la excitación que le causa la presencia de Trigorin. El célebre escritor, por su parte, intenta abandonar a Arkádina para unirse a la muchacha, pero la famosa actriz le ruega de rodillas que no lo haga: "¡Si me abandonas por una hora siquiera, no podré soportarlo, me volveré loca, maravilla mía, dueño mío!" (p.52). No obstante, hacia el final nos enteramos que, después de un amorío, el hombre dejó a Nina y volvió a consolidarse con su anterior pareja. Por otra parte, Polina ama a Dorn, quien la ignora, y está casada con Shamrayev, un hombre al que no ama, destino que termina imitando su hija, Masha, cuando decide casarse con Medvedenko, en un inútil intento por desterrar a Tréplev de su corazón. Hacia el final, Tréplev le confiesa a Nina que, aunque lo intentó, nunca dejó de amarla: "No tengo fuerzas para dejar de quererla, Nina" (p.70). Sin embargo, ella, a pesar de la crueldad y el rechazo que sufrió por parte de Trigorin, no puede alterar sus sentimientos por el célebre escritor: "Lo quiero. Incluso lo quiero con más fuerza que antes" (p.72).
Las historias y entramados vinculares en La gaviota aparecen, entonces, trazados por una no correspondencia en sentimiento que tiñe de tragedia toda pasión e impide la felicidad y plenitud de aquellos a los que el amor solo brinda sufrimiento. Además, el tema amoroso se presenta en la mayoría de los casos ligado a intereses o ambiciones artísticas, lo cual intensifica, también, el carácter de las pasiones que padecen los personajes: el enamoramiento aparece muy ligado a la admiración que produce el talento, y el desamor se confunde con la frustración artística y se manifiesta, en más de una ocasión, en sentimientos de envidia o celos.
El teatro y la literatura
Desde la primera disdascalia de la obra, se anuncia la presencia de un tinglado en el escenario. Es decir que, desde el inicio, la obra instala una suerte de microcosmos artístico: los personajes principales se identifican con una actividad artística, ya sea el teatro o la literatura, y la mayoría de las discusiones y conflictos tendrán esa temática como eje. El protagonista es un joven con aspiraciones de dramaturgo que luego se convierte en escritor, y es hijo de una célebre actriz que, a su vez, está en pareja con un exitoso escritor. Por otro lado, el joven está enamorado de una muchacha que aspira a ser actriz.
Por otra parte, el teatro y la literatura aparecen tematizados explícitamente en boca de los personajes, que ponen en palabras sus experiencias y frustraciones -ya sea en materia de actuación o de escritura-, así como sus preocupaciones en torno al tema: algunos anhelan y admiran la celebridad y la fama, otros promueven la necesidad de inventar "formas nuevas", otros recuerdan con nostalgia hechos artísticos del pasado, otros intentan encontrar en el arte una fuerza que les permita vivir sin temer a la vida misma.
En La gaviota, incluso los personajes que no se identifican con un oficio artístico expresan a lo largo de toda la obra sus opiniones acerca del arte, y habrá hasta quienes sugieran que su propia vida debería ser representada. Por otra parte, el tema del teatro y la literatura aparece en calidad de intertextualidad: son varios los momentos en que los personajes aluden a autores y dramaturgos célebres, como Shakespeare, Maupassant y Tólstoy, e incluso citan sus obras.
La envidia y los celos
En una obra que pone constantemente en escena los conflictos inherentes al amor o a la actividad artística, no tardamos en observar, por supuesto, cuestiones como la envidia y los celos. La envidia se presenta en la pieza en el sentimiento de aquellos personajes que se abocan al arte, sin importar la fama o celebridad que hayan alcanzado: Trigorin, el célebre escritor, no puede librarse de la frustración producto de la comparación con otros más célebres: "cuando me muera los amigos que pasen cerca de mi tumba, dirán: 'Aquí yace Trigorin. Fue un buen escritor, pero Turguénev escribió mejor'" (p.40), dice.
Por otra parte, la envidia y los celos se entremezclan cuando la comparación no solo se da por cuestiones artísticas sino también por el éxito o el fracaso en cuestiones amorosas: Tréplev defenestra la literatura de Trigorin y su madre lo acusa de imparcial: "Es la envidia. A la gente sin talento pero con pretensiones no le queda otro remedio que criticar a los verdaderos talentos" (p.49). Trigorin recibe el amor tanto de Nina como de Arkádina, lo que colma de celos al joven protagonista. Este sentimiento aparece replicado en la célebre actriz, que, según Tréplev, "está celosa. Se ha puesto en contra mía, contra el espectáculo, contra mi obra, porque no es ella la que va a actuar sino Nina Saréchnaia. No conoce mi obra, pero la detesta" (p.14). Probablemente, entonces, la mayor ligazón entre el amor y el arte se da en esta obra por vía de los celos y la envidia, puesto que el enamoramiento se presenta en La gaviota como algo difícilmente distinguible de la admiración que produce el talento, a la vez que el sufrimiento por el amor no correspondido, en varios casos, se confunde con la frustración en términos de realización artística.
Arte vs. naturaleza
El conflicto interno de varios de los personajes aparece dado por una suerte de competencia entre aquello que pertenece al universo artístico y lo que se corresponde con el mundo natural. Trigorin, por ejemplo, manifiesta en su vida como escritor un constante padecimiento, causado por una fuerza que lo obliga a interrumpir cualquier placer -pescar, conversar, contemplar un lago- para escribir, y a sacrificar toda vida -sensaciones, palabras, el alma de una persona que puede servirle para un personaje- en nombre de la creación artística. La relación entre arte y naturaleza es en esta obra de carácter conflictivo, lo cual se instala desde la didascalia que abre el primer acto: el escenario consiste en el jardín de una finca, con “una amplia avenida que conduce al lago -situado al fondo- interrumpida por un tinglado improvisado como para un espectáculo familiar que oculta enteramente la vista del lago” (p.11). Observamos que la primera imagen a la que se expone un espectador de La gaviota es la de un teatro obstaculizando la vista de un paisaje natural. Desde el inicio, entonces, el arte se presenta como aquello que, inserto en el universo de la naturaleza, obstaculiza su contemplación, por lo que compite contra la misma.
El paso del tiempo y la vejez
En esta pieza, el tema del paso del tiempo y la vejez se evidencia como el verdadero eje de los pesares de varios personajes, sobre todo de aquellos más avanzados en edad, como Sorin y Arkádina. En el caso de Sorin, lo que se manifiesta es una profunda desesperanza que aparece en estrecha relación con la fatalidad del paso del tiempo. Este personaje habla constantemente acerca de los deseos incumplidos de su vida (“Hubo un tiempo en que deseaba dos cosas con pasión: casarme y ser un literato, pero no resultó ni lo uno ni lo otro”, p.16) y denota cómo el paso del tiempo, para él, volvió caducas sus esperanzas, convirtiéndolas en frustraciones irremediables: siendo el personaje de mayor edad en la obra, ya no ve sus propios deseos de plenitud como anhelos a conseguir, sino como metas ya inalterablemente inalcanzadas. En este sentido, la desilusión y las esperanzas frustradas aparecen en su estrecha relación con el avance de la edad.
Un matiz distinto se da en el caso de Arkádina, cuya frustración en relación al paso del tiempo no tiene que ver con la imposibilidad de alcanzar ciertos sueños -es una actriz consagrada, que ha sabido conseguir su celebridad- sino con la pérdida de la belleza física, más propia de la juventud. Arkádina se resiste a renunciar a los privilegios de los que gozó plenamente en una temporada más temprana de su vida. "Quiere vivir, amar, usar blusitas de tonos claros, pero yo tengo 25 años y le recuerdo constantemente que ya no es joven. Cuando yo no estoy tiene 32 solamente, pero cuanto estoy tiene 43 y por eso me odia” (p.14), dice Tréplev de ella. Ella, por su parte, se desespera al observar que el tiempo le ha arrancado el poder que solía tener frente a los hombres: "¿Es posible que esté tan vieja ya y tan fea que se pueda hablar conmigo de otras mujeres con tanta tranquilidad?" (p.52).
El campo vs. la ciudad
Aunque la acción de toda la obra se sitúa en el campo, la ciudad se mantiene presente desde el inicio hasta el final, presentándose como la locación de los sueños, los anhelos, las ambiciones. El campo y la ciudad aparecen en la obra en una relación de oposición, en la que el campo se identifica con el estancamiento, la ausencia de movimiento y de progreso, la depresión. La ciudad, por su parte, se asocia a la plenitud, a la posibilidad de movilidad, al dinamismo y al éxito. Las características atribuidas a cada uno de estos espacios pueden verse, también, en determinados personajes, según la locación en la que viven. Sorin, Tréplev y Masha, principalmente, son quienes padecen en sus propias vidas la monotonía campesina y el malestar que le es, aparentemente, inherente: “Hay algo en el campo, amigo, que no me sienta bien”, dice Sorin, y describe su vida en ese espacio “como una pesadilla” (p.12). Ninguno de ellos alcanza grandes cambios en el período temporal en que transcurre la obra, mientras que Arkádina, Trigorin y Nina atraviesan experiencias y se colman así de vitalidad, fuerza, progreso y relativo éxito. “¡Uf! ¿Hay algo más aburrido que este tedio del campo? Calor, tranquilidad, nadie hace nada, todos filosofan… Se está bien con ustedes, amigos, y me gusta escucharlos, ¡pero estar en un cuarto de hotel estudiando un papel es mucho mejor!” (p.32-33), dice Arkádina y, al ver potencial en Nina, no duda en sentenciar: "con ese físico, con una voz tan maravillosa es inadmisible, es un crimen quedarse en el campo. Usted debe tener talento" (p.24), reforzando la idea de imposibilidad de desarrollo y avance en el espacio campesino, en oposición a la ciudad, donde se alojan todas las posibilidades de triunfo.
El tema del campo y la ciudad se relaciona con el de la vejez y el paso del tiempo: la vejez, asociada a la ausencia de movimiento y de perspectivas de futuro, tal como veíamos en Sorin, aparece asociada al estancamiento propio del ambiente de campo, y este espacio es capaz de "avejentar" incluso a personas físicamente jóvenes. Es el caso de Masha, por ejemplo, cuya apariencia se debe, según Arkádina, a que “está sentada siempre en el mismo lugar” (p.29), por lo que no refleja juventud, puesto que su ser se asocia más al estancamiento de la vejez.
El dinero
Aunque en menor medida que los asuntos anteriores, el dinero también aparece tematizado en la pieza. Medvedenko es quien más se queja por la falta de dinero, a causa de su bajo sueldo como maestro y su gran familia, a la que debe mantener, lo que colma los nervios de Masha, quien considera que el tema económico es burdo, aburrido y poco relevante. Por otro lado, Sorin y Tréplev padecen -aunque sin quejarse- su falta de dinero, que les impide concretar ciertos deseos, como mudarse a la ciudad, en caso de Sorin, o vestir mejor. El dinero es también una cuestión que suma a la complejidad de la relación entre Arkádina y su hijo, que la acusa de tacaña, puesto que, según él, ella posee dinero y, sin embargo, se niega a ayudarlo económicamente. Es también el dinero lo que justifica la presencia de algunos personajes, como Shamrayev, administrador de la finca de Sorin que, a pesar de estar empleado por él, se niega a obedecer a sus pedidos.