Un chico logra burlar al temible Silver y sus peligrosos piratas
Si bien lo más habitual es pensar que el encuentro entre un chico y una banda de filibusteros amotinados solo puede desencadenar una tragedia, en La Isla del Tesoro ocurre lo inesperado. Así, es significativo que el único personaje que le pone un límite a John Silver y sus bucaneros es el joven Jim Hawkins. Irónicamente, esta misma osadía es la que le garantiza su supervivencia, ya que, gracias a su gesto, Silvern ve el valor que tiene el muchacho y decide salvarle la vida.
El noble y distinguido 'squire' Trelawney contrata a la tripulación más sanguinaria
A lo largo de los capítulos, la narración plantea una dicotomía entre el mundo civilizado del squire y el doctor Livesey en oposición al mundo salvaje y carente de leyes de los piratas. Sin embargo, es irónico que el ilustre y noble Trelawney sea el culpable de haber contratado a la banda de Silver para la expedición a la Isla. En este sentido, Stevenson deja entrever que los dos mundos no son irreconciliables, sino que comparten aspectos en común. En este caso en particular, la impulsividad del squire no le permitió analizar en profundidad las características humanas de los piratas.
El mapa del tesoro no cumple ninguna función
En La Isla del Tesoro, todos quieren el mapa y están dispuestos a hacer lo que sea necesario para obtenerlo. Sin embargo, irónicamente, el documento termina careciendo de utilidad, ya que cuando llegan los piratas al sitio indicado, solo encuentran un hoyo con cajas rotas. En este gesto, Stevenson nos muestra la futilidad de los bienes materiales, ya que el tan deseado mapa del tesoro no cumple ninguna función en absoluto.
El pequeño coraclo vence a la enorme goleta
En la novela, Jim utiliza la pequeña embarcación de Ben Gunn para cortar las amarras de La Española y así arruinar la posibilidad de que los piratas escapen. En este sentido, es irónico que un chico en un pequeño bote sea capaz de dominar con éxito a los adultos que están en la gran goleta. Esta situación de desequilibrio nos recuerda que, a veces, un oponente más pequeño puede ser, irónicamente, más fuerte.