La codicia y la ambición
El argumento de La isla del tesoro se estructura alrededor de la búsqueda de una fortuna inconmensurable. La existencia del botín tienta a todos los adultos de la novela, tanto a los ambiciosos piratas como a los distinguidos señores ingleses. Así, la ambición y la codicia mueve a todos los hombres, más allá del bando al que correspondan. A lo largo de toda la novela, el tesoro es un bien incuestionable por el que vale la pena esforzarse. La diferencia entre los filibusteros y los amigos de Jim radica, entonces, en los medios utilizados para llegar a tal fin; la criminalidad de los piratas y su salvaje violencia se opone a la humanidad de personajes como el doctor Livesey, capaz de arriesgar su vida con tal de sanar a los bucaneros enfermos.
Además, la novela expone que la misma codicia que mueve a los hombres también los conduce a su propia destrucción. Para los piratas, el deseo del tesoro los conduce a un objetivo inútil, ya que encuentran el hoyo vacío. Esta ausencia representa que la búsqueda del tesoro es insignificante; detrás de ella solo hay muerte, pérdida e insatisfacción.
El desafío de crecer
Si bien La isla del tesoro es un relato de aventuras, también permite abordar los desafíos que encuentra Jim Hawkins a la hora de crecer en un contexto peligroso y desprovisto de familiaridad. Así, algunas decisiones cuestionables del protagonista, que es solo un muchacho, pueden ser entendidas como parte de los aprendizajes que implica madurar.
La pérdida de la inocencia es la fuerza principal detrás de la transformación de Jim. Con la muerte de su padre y Billy Bones, las ilusiones infantiles del muchacho comienzan a desmoronarse y caen por completo al llegar a la isla, ya que su aspecto pantanoso solo anuncia enfermedad y calamidades. En este sentido, las aventuras inocentes soñadas por el protagonista se transforman en una realidad hostil y violenta que obliga al joven a adaptarse a las circunstancias más hostiles.
Si bien Jim tiene una madre, el personaje es excluido de la expedición, lo que consolida la novela como una aventura pensada para varones. Además, la muerte de su padre, al principio de la novela, hace que el muchacho carezca de una figura que lo guíe y estructure a través de este proceso. De esta manera, a la hora de vincularse con numerosos hombres adultos, accede a distintos patrones de conductas y valores, de los que aprenderá y que imitará solo en parte.
La ambigüedad moral
A lo largo de La isla del tesoro, Stevenson explora la idea de la ambigüedad moral. Una persona que es moralmente ambigua carece de claridad a la hora de tomar una decisión que involucre una postura ética. Así, la novela expone que los límites entre el bien y el mal pueden ser difusos y que las conductas de las personas pueden ser, por momentos, imprevisibles.
En algunos casos, las situaciones pueden ser confusas y motivar a que los personajes de Stevenson tomen decisiones cuestionables. Es interesante al respecto el episodio en que el doctor Livesey le propone a Jim traicionar al pirata Silver y huir. A pesar de que, a lo largo de la novela, el doctor se posiciona como un hombre ímprobo que incluso atiende a los piratas caídos, esta sugerencia de Livesey también le muestra a Jim que, en algunas circunstancias, la palabra carece de valor.
Sin embargo, es John “el Largo” Silver quien representa por excelencia la dualidad del ser humano. A pesar de conocer claramente los parámetros de lo correcto y lo incorrecto, este personaje se mueve impunemente entre ambos polos y sus decisiones se basan únicamente en garantizar su interés y supervivencia. Cuando es conveniente para sus propósitos, es agradable, amistoso y servicial, tal como se ve en el comienzo de la expedición a la isla. Sin embargo, no duda en liderar el bando de los amotinados y asesinar a todo aquel que se oponga a colaborar con él, como lo hizo con el joven Tom. De esta manera, el pirata simboliza la ambigüedad moral del mundo adulto; Jim deberá tratar con ella a medida que se suceden los hechos de la novela.
El deber y el honor
Numerosos personajes de La isla del tesoro exhiben un ideal de devoción al deber. Así, para algunos personajes, el deber es un principio constitutivo de su existencia, y no renuncian a sus tareas ni en las circunstancias más adversas. Así, cuando el doctor Livesey trata a los amotinados que están enfermos y heridos, lleva adelante esta tarea a pesar de que su propia vida corre peligro. Esta dedicación es reconocida hasta por John Silver, que lo reivindica como un ser humano excelente. También esta responsabilidad moral se ve en el capitán Smollett, que iza la bandera inglesa, un símbolo de su integridad y lealtad a la patria, frente a los bombardeos piratas.
Sin embargo, también John Silver tiene sus propias nociones sobre el tema. Para el pirata, su concepción del deber rompe con todas las reglas y poco tiene que ver con el honor; en este sentido, está ligado con lo que “el Largo” considera necesario para cumplir sus deseos. Así, el deber puede ser mentir o asesinar a un hombre que se interpone en su camino al tesoro. Por ejemplo, Silver dice: “El deber es el deber” (p. 103) como argumento para asesinar a todos los hombres honestos del barco.
Por último, el sentido del deber de Jim Hawkins es fluctuante e inmaduro. Por una parte, traiciona la confianza de Smollett al huir de la empalizada solo y sin avisar, dejando a sus amigos con un hombre menos. Sin embargo, este gesto no es gratuito y lo invade un ataque de culpa. Así, aprovecha su rebeldía para conseguir información beneficiosa para su bando y para recuperar La Española para la tripulación. En este punto, su sentido del deber reaparece junto con la ilusión de obtener honor y reconocimiento frente al resultado exitoso de sus tareas.
Fantasía versus realidad
En La isla del tesoro, la realidad puede ser decepcionante y engañosa. Cuando Jim conoce a John Silver, no se parece en nada al monstruoso pirata de una sola pierna del que Billy Bones tanto le había hablado. “El Largo” es alto, fuerte, inteligente y trata a Jim con notable amabilidad; nada tiene del personaje desagradable que aparecía en las pesadillas del muchacho. Así, el muchacho conoce la verdadera naturaleza de Silver cuando es demasiado tarde, rumbo a la Isla del Tesoro.
Antes de embarcarse en la expedición, Jim sueña con la aventura que está por venir. Sin embargo, estas ensoñaciones son infantiles e ingenuas: “Todo era nuevo y fascinante para mí: las voces de órdenes, las agudas notas del silbato, los marineros que corrían a ocupar sus puestos bajo la luz de los faroles” (p. 89), cuenta. Así, el muchacho es incapaz de anticipar los peligros y las muertes de la isla. Sin embargo, cuando llegan a destino, Jim ya sabe que los hombres honestos están en peligro mortal. En este sentido, su primer encuentro con la isla carece de ilusiones y optimismo, ya que es el espacio en donde la aventura se tornará extraña y trágica.
Por último, las expectativas de los amotinados en relación a la búsqueda del tesoro contrastan también con la realidad; en el agujero, solo encontrarán maderas rotas y una moneda de oro. Si bien al principio se niegan a aceptar este panorama y se enfrentan con Silver, el desenlace subraya la futilidad de la aventura, ya que los piratas terminan abandonados, sin tesoro, garantizando apenas su subsistencia.
Secretos y engaños
Desde el comienzo de la novela, el lector es testigo de una serie de valiosos secretos y oscuras traiciones. Jim, el protagonista, logra manejar esa tensión con notable éxito. Desde esconderse con su madre para espiar a los piratas que entran a la posada, hasta oír todo el complot de Silver desde el barril de manzanas, el muchacho utiliza su aguda percepción y oído para obtener información que pueda resultarle beneficiosa para su misión. Si bien el lector puede juzgar estas actitudes como negativas, la novela deja en claro que Jim utiliza esta información para garantizar su supervivencia y la de sus amigos.
En un mundo en el que nada es lo que parece, los personajes deben anticiparse a las acciones de los adversarios para poder llegar a buen puerto. Es ejemplar al respecto el enfrentamiento entre Jim e Israel Hands, en el que el pirata pretende ayudar al muchacho cuando, en realidad, quiere matarlo. La única manera que Jim encuentra de poder sobrevivir es engañando al bucanero, y así logra averiguar sus verdaderas intenciones. En este sentido, el ingreso de Jim al mundo adulto está marcado por el uso del engaño y la traición.
La aventura
La isla del tesoro es esencialmente una novela de aventuras. En esta historia, el protagonista encuentra conflictos que se interponen en su camino: el motín de los piratas, enfrentamientos armados, la isla y su mar turbulento. Todas estas peripecias constituyen los ingredientes fundamentales para mantener el interés en el desarrollo de la novela y preguntarse qué pasará después.
El motor narrativo de Jim es la búsqueda de la aventura. Así, la decisión de embarcarse con la tripulación de La Española se sostiene por su deseo de experimentar sucesos extraordinarios, aún cuando no tiene una idea muy precisa acerca de qué significa esto.
Sin embargo, en La isla del tesoro, la palabra “aventura” aparece también en los títulos de algunas de las secciones; así, los lectores entendemos que el libro está estructurado alrededor de esta categoría. Si bien toda la expedición es una aventura, ya que es una experiencia arriesgada y única, estos capítulos pueden entenderse de manera aislada, como eventos separados de la trama de la novela. Sin embargo, a través de estos acontecimientos, Jim da el paso de la niñez a la adultez. En este sentido, el enfrentamiento con Israel Hands lo obliga a descubrir que la realidad poco tiene que ver con esos sueños idílicos que lo acompañaban antes de embarcarse en esta aventura.