“—Pero la gran dificultad es ésta—interrumpió el Psicólogo—: puede usted moverse de aquí para allá en todas las direcciones del Espacio; pero no puede usted moverse de aquí para allá en el Tiempo.
—Ese es el origen de mi gran descubrimiento. Pero se equivoca usted al decir que no podemos”.
Al inicio de La máquina del tiempo, el Viajero en el Tiempo convoca a un grupo de hombres a una cena que da en su casa. Les quiere mostrar su nuevo invento, el cual resulta ser una máquina para viajar a través del tiempo. Antes de mostrarles el prototipo y el artefacto en tamaño grande, realiza una introducción acerca del espacio y del tiempo y de cómo se los ha concebido hasta el momento. Incrédulo, el psicólogo dice que no es posible moverse en la dimensión del tiempo, a lo que el protagonista le responde que está equivocado, pues él mismo les demostrará que sí es posible hacerlo.
“Estábamos todos sobre aviso. Me parece increíble que cualquier clase de treta, aunque sutilmente ideada y realizada con destreza, nos hubiese engañado en esas condiciones”.
En este momento de la cena y la conversación, los presentes están a punto de ver funcionar el prototipo de la máquina del tiempo. El narrador, incrédulo y escéptico, aclara que estaban todos preparados para observar si se trataba de un truco o si era algo real. En efecto, minutos después, la pequeña máquina del tiempo desaparece de la habitación, para sorpresa de todos, que no se explican cómo pudo haberse llevado a cabo el truco. Aún consideran que se tiene que tratar de una explicación relacionada con la prestidigitación, es decir con el arte que realizan los magos, pues todavía no pueden concebir como algo cierto que verdaderamente se pueda viajar al futuro.
“Creo que ninguno de nosotros creyó en absoluto ni por un momento en la Máquina del Tiempo. El hecho es que el Viajero a través del Tiempo era uno de esos hombres demasiado inteligentes para ser creídos; con él se tenía la sensación de que nunca se le percibía por entero; sospechaba uno siempre en él alguna sutil reserva, alguna genial emboscada, detrás de su lúcida franqueza”.
Esta cita resulta muy interesante, pues se trata de la personalidad del protagonista, el Viajero en el Tiempo. Podemos notar que de por sí este personaje no cuenta con nombre propio. Directamente se lo designa por parte del narrador con un apodo que remite a la actividad misma en la que ellos dicen no creer. El narrador lo describe como alguien tan inteligente y serio que resulta verdaderamente extraño y casi jocoso que se encuentre hablando de una máquina del tiempo como algo realmente posible de construir y de utilizar. Todos creen que en realidad es tan inteligente que puede estar engañándolos sin que ellos se den cuenta.
“—Pero la máquina es una simple paradoja—dijo el Director del diario.
—No puedo discutir esta noche. No tengo inconveniente en contarles la aventura, pero no puedo discutirla. Quiero— continuó— relatarles lo que me ha sucedido, si les parece, pero deberán abstenerse de hacer interrupciones. Necesito contar esto. De mala manera. Gran parte de mi relato les sonará a falso. ¡Sea! Es cierto (palabra por palabra) a pesar de todo”.
Cuando el Viajero en el Tiempo convoca a una segunda cena, se encuentra exhausto del viaje que acaba de realizar al futuro. Quiere contarles exactamente su aventura, pero se encuentra tan cansado que les pide por favor que no lo interrumpan, ya que contará las cosas tal como le salgan, sin poder detenerse a reflexionar o analizar lo sucedido en el futuro al que acaba de viajar. Podemos pensar que de esta manera logra sumirse en la narración y la actuación, si fuese mentira lo que cuenta, y puede escaparse de cualquier análisis racional que los presentes quieran llevar a cabo. O bien, si fuese totalmente cierto, resulta completamente creíble que se encuentre cansado luego de semejante experiencia.
“[…] iba ya demasiado de prisa para tener conciencia de cualquier cosa movible. El caracol más lento que se haya nunca arrastrado se precipitaba con demasiada velocidad para mí. La centelleante sucesión de obscuridad y de luz era sumamente dolorosa para los ojos. Luego, en las tinieblas intermitentes vi la Luna girando rápidamente a través de sus fases desde la nueva hasta la llena, y tuve un débil atisbo de las órbitas de las estrellas”.
En esta curiosa descripción, el protagonista está relatando punto por punto el inicio de su viaje en el tiempo. Parece que al principio, antes de detenerse en un punto específico del tiempo futuro, el Viajero llegó prácticamente hasta el centro del universo, donde se pueden apreciar, a incalculable velocidad, el pasar de los objetos y acontecimientos. Llegó a sentir tanto vértigo y extrañas sensaciones corporales que en un momento decidió simplemente abandonarse a lo que fuera que tenía que suceder y apretó la palanca para “aterrizar” en cualquier punto del tiempo en que le tocara, con el riesgo de quedar atrapado entre las moléculas de cualquier objeto que se hallara en su camino al detenerse. Por suerte, esto no sucedió, ya que “aterrizó” en una suerte de pradera cubierta de plantas.
“Bajo las nuevas condiciones de bienestar y de seguridad perfectos, esa bulliciosa energía, que es nuestra fuerza, llegaría a ser debilidad. Hasta en nuestro tiempo ciertas inclinaciones y deseos, en otro tiempo necesarios para sobrevivir, son un constante origen de fracaso. La valentía física y el amor al combate, por ejemplo, no representan una gran ayuda— pueden incluso ser obstáculos— para el hombre civilizado. Y en un estado de equilibrio físico y de seguridad, la potencia, tanto intelectual como física, estaría fuera de lugar”.
Como parte de su primera teoría social del nuevo mundo futuro al que llegó, el Viajero reflexiona y piensa que la humanidad ha resuelto ya tantos problemas que entonces no le quedaba más que disfrutar y prácticamente no hacer nada. En ese sentido, el Viajero justifica que los seres que se encuentra en ese futuro del año 802.000 no sean verdaderamente listos, despiertos o inteligentes, sino más bien lentos y algo vagos. Como veremos más adelante en la lectura, el Viajero estaba totalmente errado en su lectura del mundo social, ya que en realidad existían una serie de injusticias y abusos mayores a los que él conocía en su propia época.