Resumen
El antiguo cuarto de Humbert Humbert, o H.H., como se llama a sí mismo a veces, se convierte en su estudio. La convivencia con Charlotte parece ser buena para sus propósitos, pero aún así siente que debe cada tanto imponerse, ya que ella toma todas las decisiones; "me encanta que seas mi dueña, pero cada juego tiene sus reglas" (p.114), dice. En este estado de cosas es que Charlotte descubre que el cajón del estudio de su marido siempre está cerrado. Humbert le dice que guarda allí cartas de amor, ella no se queda tranquila. "Es curioso lo difícil que resulta esconder cosas, en especial cuando se tiene una mujer incapaz de respetar la intimidad de los muebles cerrados con llave" (p.117).
La señora Phalen, directora de la escuela pupila a la cual Charlotte pretende enviar a Lolita cuando vuelva del campamento, responde que es tarde para matricularla en seguida, pero que será admitida en enero. Mientras tanto, Humbert planea, mediante fármacos, dormir a su mujer y a Lolita en su vuelta a casa. Durante todo julio había estado ensayando con diversos polvos somníferos en su mujer, sin el resultado deseado. Finalmente, el farmacéutico le da unas píldoras potentes. Al volver a casa de la farmacia, Humbert encuentra a Charlotte en la sala. "Eres un monstruo. Eres un farsante abominable, detestable, criminal" (p.119), le dice ella. Charlotte ha abierto finalmente el cajón y ha leído el diario de Humbert. Sorprendido, intenta excusarse sin éxito. Sube al estudio a ver el cajón, cuando baja sirve dos copas, pero Charlotte ya no está en la sala. Recibe un llamado: "La señora Humbert, señor, acaba de morir atropellada por un coche" (p.121) le dice un conocido vecino. Efectivamente, Charlotte no está en la casa.
Humbert, aturdido, se emborracha esa noche. Lo acompañan durante algunos días los Farlow, Jean y John, pareja amiga de Charlotte. Humbert se da cuenta, con entusiasmo, de que finalmente Lolita será suya, pero cree que llevarla a la casa, cerca de tantos entrometidos, es un error. Decide que lo mejor es pasar a buscarla por el campamento de verano y decirle que su madre está "a punto de sufrir una grave operación en un hospital inventado" (p.131). Compra para ella una gran cantidad de ropa nueva y pasa a buscarla por el campamento. Irán hacia Los Cazadores Encantados, el hotel al que Charlotte quería ir de vacaciones antes del accidente. Ya en viaje, Lolita le reclama a Humbert no haberla besado. Estaciona el automóvil y la nínfula se abalanza sobre él y lo besa. "Era consciente, desde luego, que no era más que un juego inocente de su parte, una chiquillada propia de una adolescente (...)" (p.141).
En el hotel Los Cazadores Encantados, Humbert le da la valija con vestidos nuevos a Lolita. Ella, entusiasmada, se viste y bajan a cenar. En un momento, señalando a un hombre, le dice a Humbert: "¿No es exactamente igual que Quilty, igualito a él?" (p.151). Humbert piensa que ella se refiere al dentista de Ramsdale, pero ella le aclara que está hablando del escritor del anuncio de cigarrillos Dromedario que cuelga en la habitación de su casa. Diciéndole que son vitaminas, le invita un somnífero a Lolita. La deja dormida en la habitación y se va con la llave en el bolsillo a buscar un trago. En el oscuro porche del hotel, a través del humo del cigarro, un hombre lo observa; "¿De dónde diablos la ha sacado?" (p.156), le pregunta a Humbert. Este, alterado, pide al misterioso hombre que le repita lo que ha dicho. "Decía que el tiempo ha mejorado" (p.156), dice el fumador. Hablan un poco más, hasta que Humbert, incómodo, vuelve a la habitación.
Lolita duerme en el cuarto, pero su sueño no es tan profundo. Se despierta al acostarse Humbert junto a ella. Él decide que lo mejor será dejar para otra noche sus planes. A la mañana, Lolita se despierta y besa a Humbert con un refinamiento que a él le resulta cómico. Ella comienza a enseñarle lo que ha aprendido en el campamento sobre sexo. "La pequeña zarandeó mi pobre fuente de vida con energía y de la manera más prosaica, igual que si hubiera sido un adminículo inanimado desconectado por completo de mi ser" (p.164). Humbert la deja hacer a su antojo, simulando aprender, y tiene sexo con ella por primera vez.
Lolita le cuenta a Humbert sus aventuras en el Campamento Q con compañeras que le han enseñado mucho sobre el asunto, y con Charlie, el hijo de la dueña del campamento. Ya en el coche, rumbo al supuesto hospital donde está su madre, Lolita es indiferente a la conversación de Humbert. "Aquella sensación era muy peculiar: una tensión oprimente y horrible, como si estuviera sentado frente al enfurruñado espectro de alguien a quien acabara de matar" (p.171). Lolita tiene una expresión de dolor, pero ante las preguntas de Humbert reacciona con contundente rechazo. Poco a poco, sin embargo, le sonríe. Sin dejar de sonreír, le dice a Humbert: "¡Criatura repugnante! Yo era una niña pura como una perla, y mira lo que has hecho de mí. Debería llamar a la policía y decir que me has violado" (p.172). Humbert comienza a sudar. Lolita le dice que le ha destrozado las entrañas. Al bajar en una estación de servicio y volver del baño, ella pide hablar con su madre. Humbert le dice que eso no puede ser, porque su madre está muerta.
En el siguiente hotel, Humbert pide habitaciones separadas. Sin embargo duermen juntos; “Es que la pobre no tenía ningún sitio a donde ir, ¿comprenden?” (p.173), dice Humbert.
Análisis
Lolita está plagada de pequeñas coincidencias. Una de las más llamativas se da en esta parte, cuando Humbert se registra con Lolita en el hotel en Briceland. Allí dirá al encargado que, de telefonear su mujer, le avise por favor que se han ido a casa de "tía Clare" (p.170). Sabemos desde un primer momento que Humbert está preso por haber "A Quilty asesinado" (p.42). Nos lo dice luego de leer en el libro Quién es quién en el teatro la breve biografía del autor teatral: "Quilty, Clare. Dramaturgo norteamericano. Nació en Ocean City, Nueva Jersey, en 1911" (p.42). La elección del nombre "Clare" para la inventada tía no es más que una mera coincidencia, un comentario al pasar, no hay ninguna línea narrativa en esa dirección ya que Humbert y Lolita sencillamente siguen viaje. Sin embargo, coincidencias de este tipo, refuerzan el carácter fantasmal acechante de la figura de Quilty a lo largo del primer viaje y, sobre todo, del que emprenderán en la segunda parte de la novela. Otras coincidencias son el hecho de que Lolita y Humbert se alojan en la habitación 342 del hotel Los Cazadores Encantados, el mismo número que la dirección de las Haze; o el hecho de que, en el hotel, Lolita ve a un hombre que se parece a Clare Quilty, el dramaturgo cuya foto tenía en la pared de su habitación.
Volviendo hacia atrás, a medida que Humbert se asienta en el papel de viudo afligido, la muerte de Charlotte lo conmueve con un remordimiento aparentemente genuino (tiene inclusive un arranque de llanto espontáneo), pero sigue sin poder negar su deseo por Lolita. Las fricciones generadas por los intensos apetitos de Humbert y su negativa a someterse a la moral convencional continuarán a lo largo de la novela. Humbert, el sofisticado europeo, se burla de la moral burguesa de Charlotte y de sus vulgares pretensiones de clase, aunque él también cree en la presentación de una fachada de respetabilidad que, en última instancia, no se corresponde con un sentido interno de la decencia. Cada vez que Humbert se siente culpable o intenta ser paternal, se detiene un momento antes de desechar el sentimiento. Humbert se burla continuamente de las mujeres adultas que se sienten atraídas por él y de sus nociones ingenuamente románticas. Sin embargo, los propios deseos de Humbert son igual de intensos e igual de estelares, y esas pasiones lo controlan tanto o más que las pasiones de las mujeres que lo desean (Charlotte o inclusive su amiga, Jean Farlow). A pesar de la elocuencia con la que argumenta su caso, Humbert es culpable precisamente de los mismos defectos que las mujeres que desprecia.
A medida que la relación de Humbert y Lolita se transforma en una relación abiertamente sexual, la duplicidad demostrada por Humbert y su seductora habilidad con el lenguaje deberían hacernos cuestionar si podemos confiar plenamente en su descripción de la aventura. En particular, la afirmación de Humbert de que Lolita es recíproca en el juego de seducción parece sospechosa. Como muchos preadolescentes, Lolita parece tener sentimientos encontrados hacia el sexo, que van desde una leve repulsión hasta una entusiasta curiosidad. Hasta ahora, ha aparecido como una chica coqueta y vulgar de humor complejo, cuyo supuesto enamoramiento hacia Humbert varía en intensidad de un momento a otro. Cuando interroga a Humbert sobre su relación sexual con su madre, podemos ver que tiene claramente el interés típico de una adolescente por la sexualidad. Sin embargo, a pesar de los apasionados besos que comparte con Humbert, a Lolita el sexo le parece sobre todo un juego o le es indiferente. Como vimos, dice Humbert: "La pequeña zarandeó mi pobre fuente de vida con energía y de la manera más prosaica, igual que si hubiera sido un adminículo inanimado desconectado por completo de mi ser" (p.164).
Justo cuando Humbert consuma su relación con Lolita, Clare Quilty aparece en escena. Podemos adelantar, por ahora, que Quilty se comporta como la sombra de Humbert, una figura compleja que nunca termina de salir a la luz. Se fascina por Lolita, pero Quilty no parece tan controlado por sus deseos como Humbert por los suyos. En el porche de Los Cazadores Encantados, Humbert dialoga por primera vez con Quilty, sin saber que se trata del dramaturgo. Desde la oscuridad y el humo, no revela por completo su cara:
—¿De dónde diablos la ha sacado?
—¿Cómo?
—Decía que el tiempo ha mejorado.
—Así parece.
—¿Quién es esa maravilla?
—Mi chiquilla.
—¡Miente, de eso, nada!
—¿Cómo?
—Decía que en julio el calor ha sido una pasada. ¿Dónde está su madre?
—Murió.
(p.156)
Este autocontrol acabará por distinguir a Quilty de Humbert a los ojos de Lolita. Humbert, inconsciente del papel que Quilty desempeñará en su vida y del peligro que representa, no lo reconoce como la celebridad que Lolita adora, y a la que él mismo se parece. En cambio, notará más adelante el parecido de Quilty con un pariente suyo, el sueco Gustave Trapp. Esto representa un tipo de reconocimiento irónico, ya que Trapp y Humbert, al ser parientes, presumiblemente también se parecen. El hecho de que Humbert vincule a Quilty con Trapp, en lugar de con él mismo, parece una negativa perversa a admitir que él y Quilty están conectados y, en última instancia, son muy similares. La incapacidad de Humbert para ver a Quilty -no reconocerlo ni verlo literalmente, ya que a menudo se encuentra a distancia, o en las sombras como en la escena que acabamos de citar- puede representar también la impotencia por parte de Humbert para verse a sí mismo con precisión. Volveremos más adelante sobre esto cuando Humbert efectivamente tenga un encuentro cara a cara con Clare Quilty.
Esto nos lleva a abordar un motivo que es parodiado por Nabokov en Lolita y que tiene larga tradición en la literatura desde el romanticismo alemán a esta parte: el tema del doble. De modo general, podría decirse que el tema del doble se establece cuando coexisten dos incorporaciones de un mismo personaje en una narración. Decimos que es "de un modo general" ya que, más adelante en la historia literaria, hay diversas manifestaciones del tema del doble que exceden al romanticismo alemán y que involucran además aspectos como el esoterismo, el pensamiento mágico, el avance de la ciencia o la psicología. Doppelgänger es el concepto alemán para definir al "gemelo malvado": en primer lugar, define al doble fantasmagórico de una persona viva, pero, con el tiempo, pasa a definir al doble no necesariamente fantasmagórico, sino, por ejemplo, producto de la ciencia o de un trastorno psicológico.
En primer lugar, Humbert es un doble de sí mismo. No sólo su nombre es "Humbert Humbert", una cómica duplicación, sino que más de una vez se refiere a sí mismo en tercera persona (por ejemplo en el relato de su infancia, o en algunos pasajes en Ramsdale en la convivencia con Charlotte), o inclusive habla en tercera persona de dos Humberts diferentes: "En realidad -le espetó Humbert el impasible a Humbert el vacilante- sería muy astuto preparar las cosas, trasladar el arma de su caja el bolsillo, para aprovechar el acceso de locura cuando se presentara" (p.283), dirá más adelante el narrador. Como bien mencionamos, Nabokov no creía en la psicología tal cual la presentaba la época, y esta es, junto con otras expresiones paródicas en el texto, un juego con dicha disciplina. En este caso parodia al doble psicológico.
Por otra parte, Clare Quilty es una proyección del sentimiento pecaminoso de Humbert y una parodia, también, del doble psicológico. Al hacerlo realmente malvado a ojos de nuestro narrador, Nabokov desafía la convención de que el doble maligno contrastaba con el doble bueno. No está de más decir, para ilustrar este punto, que la parodia más hiperbólica de este tipo de dobles del romanticismo la hace Matt Groening en Los Simpsons cuando Bart encuentra a su doble archimalvado, Hugo, viviendo en el altillo de la casa y mediante este contraste sus propias travesuras se devalúan. Quilty es archimalvado a ojos de Humbert, demasiado culpable: Humbert es cruel en muchos aspectos, pero Quilty es peor, y su presencia sugiere que la línea entre el bien y el mal es más borrosa que nítida. Humbert presenta sus propios sentimientos hacia Lolita como tiernos (pero es él quien la viola sistemáticamente durante dos años) y los de Clare Quilty como depravados (luego se revelará que es impotente y que no ha forzado a Lolita cuando podría haberlo hecho, o que Lolita se ha ido con él por su propia voluntad). A pesar de esta diferencia que intenta marcar el narrador, Clare y Humbert se parecen más de lo que Humbert quiere reconocer: ambos son educados literatos, artistas. Ambos son pedófilos y ambos, cada uno con su estilo, más o menos coercitivo, secuestran a Lolita. Sobre el tema del doble en relación a Clare y Humbert volveremos hacia el final, cuando este motivo alcanza su máxima intensidad en el texto.
Volvamos a la escena en que Humbert va a buscar a Lolita y emprenden su viaje. Liberado de las restricciones de los amigos, la familia y la sociedad vigilante, Humbert puede ahora aprovecharse de Lolita, ya que, como él mismo asume, Lolita no tiene ningún otro lugar a donde ir. A medida que avanzan los días, el control de Humbert sobre Lolita se intensifica, del mismo modo que ella se esfuerza más y más por escapar o rebelarse. Es significativo que Lolita se entregue a Humbert en el pueblo de Lepingville, nombre que recuerda la fascinación de Nabokov por el lepidopterismo, o el estudio de las mariposas. Como un coleccionista de mariposas, Humbert inmoviliza a Lolita e intenta despojarla de la cualidad vivaz y caprichosa de su personalidad que le atraía en un principio.
Al final de esta primera parte, Humbert parece haber atravesado un punto de no retorno, abandonando por completo finalmente su, ya de por sí tenue, compromiso con la moralidad. Su obsesión lo lleva a creer que puede satisfacer todas las necesidades de Lolita y evitar que ella desee a nadie más que a él, sin ver que, para empezar, jamás podrá reemplazar a su madre Charlotte. Esta creencia representa uno de los muchos delirios de Humbert sobre Lolita. Sigue siendo notablemente insensible a los sentimientos de ella, atribuyendo su hosquedad a un misterioso mal humor adolescente y no a un verdadero dolor por la muerte de su madre o a un verdadero disgusto por el abuso sexual. Humbert sólo ve a su propia nínfula, no a la verdadera Lolita de trece años.