El narrador se refiere al enfermo como un muerto inminente, para luego descubrir que el muerto es él mismo (Ironía situacional)
A pesar de que la muerte es cada vez más inminente para el basquetbolista, ahora derrotado y resignado, la revelación que finalmente tiene el almacenero es que es él mismo quien ha fracasado, quien está derrotado y muerto: “como si yo acabara de enterarme, todo cambió. Yo era el más débil de los dos, el equivocado; yo estaba descubriendo la invariada desdicha de mis quince años en el pueblo, el arrepentimiento de haber pagado como precio la soledad, el almacén, esta manera de no ser nada. Yo era minúsculo, sin significado, muerto” (pp.87-88).
Poco después de que el enfermo finalmente se interna en la clínica para tratar su tuberculosis, se suicida (Ironía situacional)
Irónicamente, cuando esperamos que el hombre por fin se cure en la clínica, ya que ha tomado la decisión de internarse, este toma la determinación de quitarse él mismo la vida. Si bien al final del relato el narrador dice haber sabido que esto podía suceder desde el comienzo, el hecho no deja de tomar por sorpresa al lector.
Aunque el narrador se da cuenta de que todas sus conjeturas resultaron falsas, al final del relato insiste en haber tenido razón respecto a su primera impresión del enfermo (Ironía situacional)
El narrador parece arrepentido de haber conjeturado de más durante toda la estadía del hombre enfermo en el pueblo al leer las cartas ocultas. Se siente avergonzado, humillado, al descubrir que la historia que había imaginado en base a rumores era falsa. Irónicamente, al final del texto, dice haber tenido siempre la razón con respecto al hombre, desde el momento en que este entró al bar por primera vez.