El doble (Motivo)
A lo largo de la novela, el vínculo del narrador y el hombre remite al motivo literario del doble en su versión psicológica, es decir, cuando se incorporan dos personajes de características similares con base en la psicología de uno o ambos.
El almacenero cree poder leer a las personas con precisión, pero página a página se devela el hecho de que no está sino identificándose a niveles casi absurdos con el enfermo. Decimos casi absurdos porque este motivo se rompe promediando el final, cuando el narrador se da cuenta de que sus conjeturas sobre el hombre son falsas, producto de rumores e imaginaciones propias. Y se da cuenta un poco antes, también, de que es él mismo el fracasado, el solitario, el aburrido, y permite intuir que lo que hay entre ellos es una identificación extremada.
La tuberculosis (Motivo)
La tuberculosis es un motivo de la literatura del siglo XX muy productivo. En el caso de Los adioses podemos, inclusive, hablar del motivo, más específico aún, de la clínica de tuberculosos.
Esta enfermedad, que aquejó a un sinfín de personas a principio de siglo, promovió otro sinnúmero de relatos. El más célebre en la literatura rioplatense es el de Boquitas Pintadas, de Manuel Puig. En aquella novela, un hombre, como el basquetbolista enfermo de Los adioses, se interna en una clínica de la sierra cordobesa. En esa época, previa a los avances médicos que erradicaron la tuberculosis, la enfermedad se vinculaba a la muerte de un modo casi directo. El personaje de Onetti se somete a tratamiento sin esperanza, como tantos otros por aquellos años, en los que, más que curas, había un sinnúmero de terapias paliativas que podían mejorar la calidad de vida, pero pocas veces sanar la afección.
En este caso, podemos decir que Los adioses se inscribe en una larga lista de historias motivadas por esta enfermedad, e inclusive localizadas en clínicas terapéuticas. En el hotel en que transcurre el relato se arma una suerte de comunidad en torno a la terapia en la cual la presencia del hombre es disruptiva, ya que se niega en principio al tratamiento más agresivo, y esto es tomado por todos, especialmente el enfermero, como una ofensa.
Los objetos en la casita de las portuguesas (Símbolo)
Cuando el narrador ingresa a la casita de las portuguesas a ver el cadáver del hombre, se encuentra con dos conjuntos de objetos: las botellas de alcohol que el enfermo pedía cada día y los periódicos. Las botellas se encuentran llenas, y los diarios parecen nunca haber sido abiertos. Estos objetos simbolizan el fracaso del rumor y, sobre todo, de la imaginación del narrador. En su mente, el hombre se emborrachaba solo en la casita o leía el periódico. Estas imágenes, que otrora fueron certeras para el almacenero, se caen por su peso al ver la evidencia de su falsedad. De esta forma, los objetos simbolizan en su pequeña particularidad lo que sucede con el relato del narrador en general cuando encuentra las cartas que desmienten su versión de los hechos y lo sumen en una profunda vergüenza por haber especulado en base a datos fragmentarios y chismes.