La soledad y la alienación
Los personajes de Onetti en general, y los de de Los adioses en particular, se ven sumidos en una profunda soledad que no necesariamente tiene que ver con un aislamiento real, en términos materiales, sino, más bien, con una soledad interior difícil de sortear, inclusive en el vínculo con el otro. En el relato del almacenero, el enfermo es un hombre solitario, taciturno y reservado. Con el correr de las páginas vemos que él también, el narrador, es un personaje de las mismas cualidades. El enfermero, a su vez, intenta sortear la propia soledad traficando rumores a cambio de compañía. Los diálogos entre estos hombres son muchas veces infructuosos, plagados de malas lecturas o lecturas fragmentarias. El mundo interior del almacenero es, por lejos, más rico que su intercambio con el exterior, y cree percibir lo mismo en el enfermo.
La soledad onettiana no parece estar motivada por elementos externos: no hay una situación social, política o personal particular que fundamente este aislamiento. Se trata más bien de una especie de epidemia, una circunstancia intrínseca al ser humano que muchas veces está acompañada de la sensación de fracaso o derrota, otro de los grandes tópicos de la literatura de Onetti y de este texto en especial.
La enfermedad y la muerte
La enfermedad es uno de los temas que aborda Los adioses. La trama se sitúa en una población pequeña de Córdoba a la que concurren muchos turistas a alojarse por el buen aire y las clínicas para tratar la tuberculosis. Para esto llega uno de los personajes principales, el basquetbolista enfermo. Pero también el narrador ha padecido la tuberculosis y vive hoy con tres cuartos de pulmón.
La enfermedad es una de las primeras cosas que vincula a estos dos hombres; el almacenero, a través de los movimientos de las manos del hombre la primera vez que entra al almacén, cree vislumbrar su actitud ante la dolencia. Según sus palabras, el hombre no quiere curarse, no encuentra motivos para hacerlo, y esto es perceptible. No queda claro si esta habilidad para leer a los recién llegados y saber si se van a curar o no es adquirida por el narrador debido a su propia experiencia con la enfermedad, o si tiene más bien que ver con una capacidad para interpretar los gestos de las personas. Pero sí es claro que la afección es un punto en común que une, de diferentes maneras, a muchos de los personajes.
La enfermedad en este texto va de la mano de la muerte. Estos dos temas por momentos se hacen indisociables. Pero no es, según el narrador, la dolencia misma lo que lleva a un hombre a la muerte, sino sobre todo su actitud ante la vida. En este caso, él mismo se identifica con el hombre en un momento de fuerte caída emocional y de revelación de su propia condición de solitario y fracasado: “Yo era minúsculo, sin significado, muerto” (p.88). La muerte no es solo física, sino que en Onetti se despliega la posibilidad de la muerte en vida, provocada por el aburrimiento, la soledad y la frustración. La muerte es un desenlace natural del fracaso existencial; la vida se muestra, entonces, como una lucha absurda contra la inevitable fatalidad.
Los rumores y prejuicios
El rumor y el prejuicio son pregnantes en el texto. Si bien el rumor funciona como motivo estructurante de la construcción del relato, también se constituye como un tópico. Los rumores son, en primer lugar, agradecidos por el almacenero, que los utiliza para imaginar la vida del enfermo y evadirse un poco de su aburrida rutina. Funcionan también como moneda de cambio: el enfermero capta la atención del almacenero a través del rumor y obtiene así su compañía.
Promediando el final del relato, el rumor y el prejuicio son condenados por el narrador. Al descubrirse que las piezas que parecían encajar tan bien y dar la figura de un triángulo amoroso son en realidad fragmentos de una historia, la real, completamente diferente, el narrador es invadido por la vergüenza. El rumor, que parecía ser una cura para el aburrimiento, se devela un veneno para el alma. A pesar de que luego decide no hacer nada al respecto, la culpa atormenta en un primer momento al almacenero, por haber alimentado los chismes que acorralaban y condenaban a un hombre y una muchacha.
El fracaso y la resignación
El fracaso y la resignación son tópicos de la literatura de Onetti muy ligados a su carácter existencialista. “El mismo Onetti nos enseñó a aceptar el fracaso como única medalla, mérito y gloria, al igual que lo llevan sus personajes, incluso más allá de la muerte”, dice Ángel Rama en el texto que acompaña la edición de El pozo. Esa es la primera de las novelas de este tenor en una serie que tiene a Los adioses como una de sus expresiones principales.
Los personajes de Onetti o, puede decirse más bien, los personajes masculinos de Onetti, parecen tener una fuerte uniformidad de caracteres. Muchas veces sus diferencias físicas se encuentran exageradas, pero es porque en el cuerpo encuentran su herramienta de individualidad. Sus existencias idénticas, sus vidas aburridas y rutinarias, sus formas de ser homogéneas los condenan a la igualdad. Esta igualdad está dada, ante todo, por una actitud de resignación ante el fracaso inherente a la condición humana.
La conciencia de este fracaso existencial es común a casi todos sus personajes varones entrados en la adultez, a quienes les pesa el aburrimiento de la rutina y el desencanto de la vida adulta. La vida, para ellos, se reduce a nada y jugar a estar vivo se asemeja a una farsa. Esto es lo que el almacenero descubre en el hombre enfermo la primera vez que lo ve entrar al almacén. A ellos los une, por un lado, la soledad y, por el otro, la sensación de derrota que los invade. El fracaso solo se combate en la literatura de Onetti haciendo lo que el narrador: creando nuevas historias y nuevas vidas para escapar y evadirse de ese fracaso, vidas paralelas imaginarias que salven a quien las tenga del tedio de la cotidianidad.
La imaginación literaria
La imaginación literaria o la creatividad narrativa es un tema que podemos encontrar en otras obras de Onetti, pero siempre bajo el mismo manto que en Los adioses: no se encuentra explicitado en la figura de un escritor propiamente dicho, pero el narrador es una suerte de autor que compone, crea, imagina, une trozos de información, arma figuras, interpreta. El narrador, que en un comienzo aparenta ser un testigo de los acontecimientos, es en realidad el artista al que vemos crear in situ la historia que nos presenta.
La imaginación literaria, la creatividad, es una de las formas de intento de salvación de los personajes onettianos y, por qué no, de Onetti mismo, respecto del aislamiento, la incomunicación, el fracaso y el desengaño intrínsecos a la experiencia del varón adulto moderno.
La obsesión
No muy tarde nos damos cuenta, al leer Los adioses, que la credibilidad de nuestro narrador está comprometida. Y parte de esa sospecha que generan en el lector sus apreciaciones y relatos se basa en un comportamiento obsesivo con respecto al hombre enfermo. A partir de su llegada, el almacenero es cautivado por el basquetbolista, al punto de que gente que lo rodea comprende esto e intenta utilizar esta obsesión a su favor, como es el caso del enfermero. Este joven, que alquila una habitación en el almacén, alimenta la obsesión del tendero, al punto de forzar datos y entremezclar con astucia sus propias conjeturas entre escena y escena reproducida.
Una alarma que no vuelve a apagarse se enciende en el lector cuando, observando desde el mostrador al enfermo y la joven muchacha, viendo como su mano se posa en el hombro, el narrador dice que el hombre estaba mostrándosela a él. A partir de allí podemos tirar de un hilo interpretativo bajo el cual comenzamos a descreer del almacenero, y comprender que su obsesión habla más de él mismo que del basquetbolista y, de este modo, hacer una relectura de su relato y sus interpretaciones.
La obsesión del almacenero tiene una motivación bastante clara: su aburrimiento, su muerte en vida, como bien dice, lo llevan a aferrarse con desesperación a la vida de hombres ordinarios y evadirse en la construcción de las historias que los rodean. Si reflexionamos en torno a esto, veremos que, en verdad, en Los adioses no sucede mucho, y en la vida del almacenero, absolutamente nada por fuera de las imaginaciones que él mismo crea.
La angustia
La angustia cumple una función en los textos de Onetti en relación con el hombre existencial, que no tiene que ver necesariamente con un mundo de negativos o simplemente con la tristeza honda. En el caso del hombre enfermo, se encuentra derrotado porque la tuberculosis ha dado en su cuerpo de deportista, por lo cual todo aquello que lo identificaba y lo constituía como hombre pleno se derrumba. Pero la angustia por este fracaso se relaciona directa y profundamente para el hombre existencial con la autenticidad de vivir: estar completamente vivo es situarse en el centro de la angustia de existir (Ver sección "La presencia de la filosofía existencialista en Los adioses de Onetti").
El enfermo tiene ante su padecimiento una actitud tranquila, serena. La angustia tiene más que ver con el pasado que no volverá y con el presente sin sentido, y es un sentimiento con el que se convive, al cual no combate.
En Onetti, el pasado siempre tiene una cuota de nostalgia, sobre todo el pasado juvenil o adolescente, ya que es uno de los pocos lugares de su literatura en los que se halla la esperanza. El pasado que no volverá y provoca la angustia representa para el deportista la única forma posible de vivir, por lo que, a partir de su enfermedad, se convierte en un ser taciturno, frustrado, que casi no habla y parece meditar constantemente sobre el sentido de su existencia. El presente del hombre adulto, aburrido y derrotado, es directamente proporcional a la profundidad de su mirada. Veremos en el análisis que, de igual modo, Onetti busca retratar, también, la angustia del almacenero y narrador.