"La tierra debía convertirse en oro en ese instante; yo también, no solo los muros y la ciudad, las torres, el atrio y las fachadas que había visto" (p.20) (Metáfora)
Ernesto y su padre escuchan repicar a la campana de oro llamada "María Angola" en Cuzco. La creencia popular es que su sonido llega a cinco leguas de donde suena. Es por eso que Ernesto dice que todo a su alrededor "se convierte en oro". A pesar de que la "María Angola" es una campana forjada por españoles, fue hecha con oro Inca. Allí reside su poder mágico y su alcance. Ernesto lo enfatiza expresando que la tierra misma se convierte en oro en el momento en que suena.
“[El pongo] Se inclinó como un gusano que pidiera ser aplastado” (p.22) (Símil)
La comparación del pongo con el gusano refiere a la actitud de sumisión del indio de hacienda ante la presencia de Ernesto y de su padre. La comparación es implacable. La dureza de este juicio de Ernesto se debe a que es la primera vez que el niño ve a un indio de hacienda humillarse de este modo.
Las comparaciones en las situaciones de humillación con insectos son frecuentes. Los indios de hacienda de Patibamba se asemejan a moscardones que horadan la madera, y Ernesto mismo, capítulos después, dice sentirse como un gusano ante la imagen de Marcelina robando el rebozo de la cruz del Pachachaca.
“(...) nosotros, los pequeños, luchábamos con ese pesado mal, temblábamos ante él, pretendíamos salvarnos, inútilmente, como los peces en los ríos, cuando caen en el agua turbia de los aluviones” (pp.85-86) (Símil)
Ernesto compara los peces aturdidos en el río turbio con la sensación de confusión que le provoca el enfrentarse con el mal cara a cara cuando, por las noches, los estudiantes más grandes abusan de Marcelina en los baños fétidos del patio interno. Los niños más pequeños se desorientan como los peces en el agua opaca. El río es la figura predominante en la novela a la hora de establecer comparaciones, componer metáforas y otras figuras.
“Ni el amanecer es penetrante en los valles cálidos. A esa hora, en la altura, el resplandor atraviesa los elementos; el hombre domina el horizonte; sus ojos beben la luz y en ella el universo. En el Pachachaca la luz del amanecer es blanda, invita al sueño, flota en el mundo como un vapor rosado” (p.159) (Metáforas)
Ernesto compara el amanecer en el valle, en el río Pachachaca, con el amanecer en las alturas. Para ambas usa metáforas sinestésicas: en la altura el hombre bebe la luz y, en esa luz, el universo entero. En el valle profundo la luz es blanda, adormece al hombre. La metáfora sinestésica es una figura retórica que Arguedas emplea frecuentemente en el texto. A través del cruce de los sentidos se descoloca la percepción y se reajusta a un modo mágico de percibir el mundo, que es el que se quiere transmitir.
"A un mensajero, a un visitante venido de la superficie encantada de la tierra, lo mataban, pudiendo echarlos a volar" (p.262) (Metáfora)
Los mensajeros de la superficie encantada de la tierra no son otra cosa que los grillos. En las veredas de Abancay, los grillos son aplastados por los transeúntes. Sobre todo en fechas de fiesta. Ernesto mismo se considera a sí mismo, algunos pasajes antes, un grillo. Lo que Abancay hace con los grillos es, en cierto modo, lo que hace con él. La sensación de sentirse aplastado también surge en relación a la imagen del gusano. El pueblo, el valle, el Colegio, sofocan a Ernesto y ponen en jaque su vínculo con la naturaleza animada.