Aquí me pongo a cantar
Al compás de la vigüela,
Que el hombre que lo desvela
Una pena estrordinaria
Como la ave solitaria
Con el cantar se consuela.
La primera estrofa de El gaucho Martín Fierro, el comienzo más célebre de la literatura argentina, condensa en seis versos varios de los temas que recorren todo el poema. Presenta en primera persona al yo-poético, que da inicio a su performance en el mismo acto de anunciarse: “aquí me pongo a cantar”, dice, y con estas palabras da comienzo a su canto.
El adverbio de lugar, el “aquí”, no permite ubicar con precisión las coordenadas ficticias del poema. No obstante, podemos deducirlas de las convenciones del género gauchesco: si el cantor es un gaucho, el aquí de su canto bien podría ser una pulpería, espacio de reunión característico de los gauchos en la pampa argentina. Otros elementos de la estrofa, como la presencia de la vigüela –la guitarra– y las variaciones lingüísticas –“estrordinaria” en vez de extraordinaria, “la ave” en vez de “el ave” – también son índices de la pertenencia del poema a la poesía gauchesca. Asimismo, la comparación entre el canto del gaucho y el canto del ave es el primer ejemplo de un conjunto de metáforas que atraviesa toda la obra y que pertenece al repertorio de saberes del gaucho y de su forma de comprender el mundo a través de la naturaleza.
Sabemos, por el subtítulo que encabeza el primer canto, que el yo-poético es el protagonista del poema, Martín Fierro. Esta primera estrofa puede ser leída como una carta de presentación que además nos anticipa el tema y el motivo de su canto: Fierro es un gaucho cantor que va a contarnos sus penas para consolarse. En esta estrofa se hace presente el lamento como forma de expresión del poema. Y aunque no se explicite todavía el tema de la denuncia social, el primer verso lleva implícito un tono de desafío y de confrontación, como si Fierro estuviera interrumpiendo con su canto un silencio simbólico, aquel que se denuncia en el final del poema: “Males que conocen todos / Pero que naides contó” (vv. 2315-2316). El poema, en este sentido, viene a remedar esta falta con la historia de Fierro.
Viene el hombre ciego al mundo,
Cuartiándoló la esperanza,
Y a poco andar ya lo alcanzan
Las desgracias a empujones;
Jue pucha! que trae liciones
El tiempo con sus mudanzas!
En esta estrofa, Martín Fierro combina el lamento con una reflexión sobre la existencia humana que deduce de su propia experiencia. Dice que el hombre viene “ciego al mundo” en un sentido figurado para referirse a la inocencia y el optimismo con el que encara el inicio de su vida. Pero pronto llegan las desgracias y el tiempo personificados, agentes del mal que alcanzan y empujan al hombre hasta hacerle lesiones (“liciones”). De esta reflexión se desprende la capacidad de Fierro para entender que sus vicisitudes son ejemplos de un malestar social, que en este pasaje toma una dimensión filosófica existencialista. El gaucho convierte sus experiencias de la desgracia en conocimiento para comprender el mundo.
“—Esto sí que es amolar”,
Dije yo pa mis adentros,
“Van dos años que me encuentro
Y hasta aura he visto ni un grullo;
Dentro en todos los barullos
Pero en las listas no dentro”.
Esta estrofa recupera la última parte de una conversación fallida entre Fierro y su jefe, mientras se encuentra en la frontera. Fierro había preguntado por la paga que le correspondía por su servicio, a lo que el mayor le había respondido: “¿y qué querés recebir / si no has dentrao en la lista?” (VV. 755-6). Antes, también le había dicho: “siempre has de ser animal” (v. 748). La violencia verbal del otro, de aquel que detenta el poder, es explícita en tanto menosprecia al gaucho y lo marginaliza, al dejarlo arbitrariamente “fuera de la lista”.
Frente a esto, Fierro responde con conciencia de la injusticia que padece, planteando la ironía de que siempre le toque estar dentro de “todos los barullos” –o sea, todos los conflictos, en un sentido general– pero fuera de todo sistema de retribución o beneficio. En este contexto, la palabra “amolar” acarrea un doble sentido: puede significar explícitamente el fastidio de Fierro, como ser una expresión gauchesca para decir “inmoral” (en anagrama: a-moral). Teniendo esto en consideración, la reacción de Fierro pudo haber sido de abierta confrontación con la autoridad, si no fuera porque dijo aquellas palabras “pa [sus] adentros”. En esta instancia, Fierro todavía se considera un gaucho manso y prefiere no pelearse con los que mandan.
Cuando me vido acercar:
“Quén vívore” preguntó
“Qué víboras” –dije yo–
“Ha garto” –me pegó el grito:
Y yo dije despacito
“Más lagarto serás vos”.
Esta es otra conversación en la frontera, esta vez entre Fierro y un inmigrante napolitano de centinela que no lo reconoció. El gringo pregunta quién se encuentra allí –“¿quién vive?”– y después le pide que se detenga –“haga alto”– a lo que Fierro responde burlándose de su manera de hablar. Es evidente que Fierro finge o elige no entender para provocar la confrontación.
Este pleito termina con la aparición de los jefes, que culpan a Fierro y lo envían al estaquiadero para que aprenda a no andar reclamando sueldos, aludiendo al diálogo anteriormente referido. De esta manera, vemos cómo Fierro busca desquitarse con otro que también sufre como él las condiciones inhumanas de la frontera, pero a quien considera inferior por ser un extranjero. Fierro traslada su bronca al gringo porque, por ahora, no quiere confrontar con la autoridad.
Yo he sido manso primero,
Y seré gaucho matrero–
En mi triste circunstancia
Aunque es mi mal tan projundo,
Nací, y me he criao en estancia,
Pero ya conozco el mundo.
Estas palabras las pronuncia Fierro después de encontrar su rancho en ruinas. Marca un punto de inflexión en el poema, en el que el gaucho decide reaccionar convirtiéndose en un gaucho matrero. De algún modo, la promesa –“seré gaucho matrero”– es una forma de vengarse de todas las injusticias padecidas que, al mismo tiempo, explican por qué los gauchos son tenidos por delincuentes: no porque lo sean desde siempre, sino porque han sido llevados a esta condición por sus tristes circunstancias.
El mensaje de denuncia social, en este punto, se inscribe en el hecho de que el prejuicio antecede al hecho: Fierro ha sido tratado injustamente, como si fuera un criminal, por eso ahora se convertirá en uno. Dicha conversión también es el producto de un aprendizaje: a pesar de haber vivido siempre en el campo, Fierro cree que su mal, "tan profundo", le ha enseñado cómo es, en realidad, el mundo.
Si uno aguanta, es gaucho bruto–
Si no aguanta, es gaucho malo–
Dele azote, dele palo!
Porque es lo que él necesita!!–
De todo el que nació gaucho–
Ésta es la suerte maldita.
La denuncia social se hace explícita en esta estrofa en el modo en que Fierro generaliza su situación particular, porque entiende que es la misma situación que sufren todos los gauchos. Plantea, en los primeros dos versos, la ironía de que, haga lo que haga el gaucho, siempre será visto negativamente por la sociedad. La discriminación escala en los próximos dos versos con la represión física del que manda. Finalmente, los dos últimos versos redundan en lo que Fierro ha aprendido de su experiencia, a modo de conclusión de lo anterior: que en este mundo nacer gaucho ya es en sí mismo una condena.
En la sextina hernandiana, los últimos dos versos suelen agregar una reflexión final sobre lo dicho en la estrofa.
Su esperanza es el coraje,
Su guardia es la precaución,
Su pingo es la salvación,
Y pasa uno en su desvelo,
Sin más amparo que el cielo
Ni otro amigo que el facón
En este fragmento, el tema del coraje y el de la conexión con la naturaleza se unen para construir una imagen emblemática del gaucho, la de aquel que con pocos elementos logra superar la adversidad. En primer lugar, destaca dos virtudes, el coraje y la precaución, como cualidades necesarias para hacerle frente al peligro. Para la supervivencia se destaca el caballo (el pingo) que, con su destreza, el gaucho sabe utilizar para pelear y escapar. Con el caballo y el amparo del cielo, el gaucho desvelado –posiblemente por sus desgracias– conecta su vida con la naturaleza. Finalmente, el cuchillo aparece personificado como la única compañía que el gaucho matrero necesita para subsistir.
Me refalé las espuelas,
Para no peliar con grillos,
Me arremangué el calzoncillo,
Y me ajusté bien la faja,
Y en una mata de paja
Probé el filo del cuchillo.
Esta escena, en la que Fierro se prepara para luchar contra la policía, es representativa de varias estrofas en las que predomina la secuencia narrativa, que se intercala con reposiciones de diálogos y con momentos de reflexión poética. Estos momentos narrativos no dejan de ser significativos por concentrarse en el desarrollo de una acción. Por el contrario, a través de estas escenas es posible reconstruir una imagen del propio cantor. En este caso, Fierro describe cuatro acciones que sintetizan su disposición a pelar, revelando su destreza y su coraje.
Yo nunca me he de entregar
A los brazos de la muerte–
Arrastro mi triste suerte
Paso a paso y como pueda–
Que donde el débil se queda
Se suele escapar el juerte.
Esta estrofa de Cruz pone de manifiesto la actitud de este personaje ante la desgracia y el modo en que reflexiona sobre su “triste suerte”. El mensaje que quiere darle a Fierro es que es necesario resistir y mostrar fortaleza como estrategia y como estilo de vida, para sobrellevar las vicisitudes del ser gaucho.
La personificación de la muerte sugiere que uno muere como si se entregara a los brazos de un ser querido. Esta imagen puede entrar en relación con el despecho de Cruz, que ha sufrido por el engaño de su amada. En esta interpretación, no es casual que la muerte se compare con la entrega amorosa, de la que Cruz desconfía.
Allá habrá siguridá
Ya que aquí no la tenemos,
Menos males pasaremos
Y ha de haber grande alegría
El día que nos descolguemos
En alguna toldería.
En esta estrofa del último canto, Fierro construye una imagen idílica de la vida más allá de la frontera, en alguna toldería de los indios. El espacio que anteriormente en el poema representaba la barbarie se convierte en estos versos en un lugar utópico, donde el gaucho podrá conseguir lo que le han arrebatado: seguridad y alegría. Esta idealización es el modo en que Fierro pretende reconstruir la época dorada en la que tenía un rancho, su mujer y sus hijos, y, como el gaucho no necesita muchas cosas para ser feliz, cree que entre los indios podrá encontrar todo lo que necesita. Simbólicamente, la idealización del espacio del indio representa el fracaso de la civilización como proyecto integrador.