En la carta dirigida a José Zoilo Miguens que prologa la primera edición de El gaucho Martín Fierro, José Hernández cuenta que escribe el poema desde su habitación en el Hotel Argentino, ubicado en la ciudad de Buenos Aires, para “alejar el fastidio” que le produce aquella vida de hotel. Hernández escribe desde la ciudad con la mirada puesta en la campaña, pero piensa sobre todo en la parte alfabetizada del ámbito rural, especialmente la clase dirigente que desoye “todos los abusos y todas las desgracias de que es víctima esa clase desheredada de nuestro país” (p.5).
El gaucho Martín Fierro se imprime a fines de 1872 y se pone en circulación en enero de 1873. El formato elegido para esta primera edición, el folleto, tiene mucho que ver con la rápida popularización del poema. Hernández elije estratégicamente esta modalidad de publicación por su cercanía a otro tipo de publicaciones periódicas de circulación frecuente entre los lectores del campo, como el periódico o la hoja suelta. Es también un formato más económico que el del libro y, por lo tanto, más accesible. De esta manera, apunta a un público más amplio que el del consumidor habitual de libros.
El folleto se distribuye y se lee en voz alta, y, a veces, se recita incluso como canto en las pulperías y en los fogones de los sectores rurales del país, hasta alcanzar oídos analfabetos. Surge, como parte de este fenómeno, el recitador-cantor profesional, que recorre los lugares de reunión de la campaña pronunciando de memoria los versos de El gaucho Martín Fierro para un auditorio que empieza a familiarizarse con la sonoridad de la sextina hernandiana. Este tipo de composición métrica, de invención escrita y citadina, va modificando de a poco el oficio del payador, que incorpora estrofas de seis versos octosílabos a su tradicional recitación en décimas. El poema de Hernández logra traspasar los límites del circuito cerrado de la lectura y del mercado del libro para afianzarse, cada vez más, en el ámbito de la oralidad del que se pretende heredero.
A la primera edición de El gaucho Martín Fierro le sigue una cantidad inusual de reediciones y de tirajes fraudulentos y clandestinos que hablan de su éxito. Para el año 1894, se registran quince ediciones del poema que reúnen un total de 64.000 ejemplares, cifra excepcional para la época. Esta fama también es deudora de la difusión de la prensa, donde se reproducía de forma parcial o completa el poema de Hernández. La abundante circulación del poema pone de manifiesto, asimismo, el incipiente proceso de alfabetización de la Argentina a fines de siglo XIX.
Aunque al principio los estratos superiores de la sociedad no comulgan con estos mecanismos de distribución y circulación, y ven con ojos desconfiados la poesía gauchesca por considerarla literatura “baja”, es tal el impacto cultural que produce el poema de Hernández, en conjunto con su segunda parte, La vuelta de Martín Fierro (1879), que no hay forma de ignorarlo. Entre los primeros críticos entusiastas del poema se encuentran Lucio V. Mansilla, Antonio Lussich y Nicolás Avellaneda, entre otros de posturas intermedias. La duodécima edición, de 1883, la última revisada por el autor, incorpora no menos de 18 textos críticos con los que Hernández busca demostrar que su poema también tiene una recepción favorable de la opinión letrada de su época.
El pasaje del poema al formato libro, hacia 1910, en una publicación que reúne El gaucho Martín Fierro con La vuelta de Martín Fierro, es tal vez un indicio de otro pasaje, el de la canonización del Martín Fierro como gran poema nacional. Previa a esta recepción, de la que se da cuenta en el comienzo de la guía, se destaca la crítica de Miguel Unamuno, quien en 1894 afirma que el poema de Hernández es uno de los aportes más originales que se hayan realizado en América en lengua española. Esta mirada laudatoria, proveniente de la madre patria, anticipa el cambio de época para este poema, que se convertirá, en el siglo XX, en uno de los textos más analizados de la literatura argentina.