Willy creía que Bernard nunca llegaría a nada, y en el presente es un hombre exitoso (Ironía situacional)
En el segundo acto, Willy se encuentra en la oficina de Charley a Bernard, a quien no ve desde hace muchos años. El retrato presente que se ofrece de Bernard en esa escena funciona irónicamente si se considera las predicciones que Willy hacía en el pasado sobre el joven en comparación con sus hijos. Willy sostenía que el comportamiento serio de Bernard y su “falta de personalidad” no lo llevarían a ningún lado, y lo que encuentra en el presente desconcierta al protagonista por su abismal oposición con lo que se esperaba. Mientras que Happy es relativamente exitoso en su trabajo, pero infeliz, y Biff no parece contar con ningún acierto en su historial de vida, Bernard, a quien Willy no creía capaz de desenvolverse en el mundo de los negocios, es un claro éxito en todo sentido: cuenta con una profesión que lo apasiona, le da dinero y en la cual se destaca; formó una familia que le da felicidad, y se hospeda en lugares en los que a Willy le gustaría estar.
Willy festeja la exitosa reunión entre Biff y Oliver, cuando en realidad Oliver ni siquiera reconoció al muchacho (Ironía dramática)
Las irrefrenables expectativas y esperanzas que Willy deposita en Biff cuando este le cuenta que asistirá a una reunión con un jefe del pasado para pedirle un préstamo caen sobre las espaldas del joven Loman. Y de manera equivalente pesa sobre sus espaldas el miedo a defraudar estas expectativas. Biff, tras esperar seis horas a Oliver y no ser siquiera reconocido por este, no sabe cómo comunicarle a su padre el fracaso. Willy no le hace fácil la situación, en tanto se dispone a festejar de antemano, interrumpiendo el discurso del muchacho. "¡Imagínate, ese hombre no le veía desde hace diez o doce años y le recibe con los brazos abiertos!", dice Willy a su otro hijo, y agrega: "Sabes por qué se acordaba de ti, ¿verdad? Porque le impresionaste cuando trabajabas para él" (Acto II, p.164). Entre falsedades y equivocados festejos transcurre esta conversación, en la cual los parlamentos de Willy funcionan a la manera de una ironía dramática: tanto el público como los dos hermanos saben aquello que Willy ignora, es decir, que Biff jamás impresionó a Ben y que ese hombre ni siquiera lo recuerda.
Willy creía que a su entierro acudirían viajantes de todos lados, pero no va nadie (Ironía situacional)
El Réquiem ofrece una última imagen irónica que completa el cuadro trágico del protagonista, en tanto el entierro configura un final cruel y patético para la vida del viajante. En el segundo acto, Willy fantaseaba sobre lo que pasaría después de su muerte, y vociferaba ante Ben: "¡El entierro será impresionante! ¡Vendrán de Maine, Massachusetts, Vermont, New Hampshire! Todos los veteranos, con matrículas desconocidas en sus coches..." (Acto II, p.178). Pero tal y como sucedió con casi todo en su vida, estas últimas expectativas de Willy Loman tampoco se cumplen: al entierro solo asisten su esposa, sus hijos, y los fieles Charley y Bernard.
Willy trabajó treinta y cinco años para pagar su casa, y se suicida el día en que paga la última cuota (Ironía situacional)
La última nota irónica de la pieza aparece en boca de Linda en el entierro: Willy se suicidó el día en que terminó de pagar la casa. La sensación de estabilidad financiera añorada durante tantos años se presenta por primera vez en la historia de un hombre cuando este ya no existe: Willy Loman trabajó por treinta y cinco años para poder construir esta sensación de seguridad y estabilidad y, sin embargo, irónicamente, se suicida justo cuando podría empezar a disfrutar de los resultados de su sacrificio.