Muerte de un viajante

Muerte de un viajante Citas y Análisis

Trabajas toda tu vida para pagar una casa, y cuando por fin es tuya no queda nadie para vivir en ella.

Willy Loman, Acto I, p.98.

El protagonista de la obra, Willy Loman, es un hombre que ha dedicado su vida a un trabajo que, en la última etapa de su vida, se le presenta extremadamente agotador y sin demasiados beneficios. El cansancio, producto de una vida sacrificada (trabajó treinta y cinco años en un mismo empleo que sin embargo no le permite cubrir del todo sus deudas en el presente) configura uno de los aspectos más definitorios del personaje, en tanto se acerca al final de sus días sin haber conocido, prácticamente, el descanso, y sin haber podido gozar de ninguna de las “comodidades” que luchó por conseguir. Esto es, de alguna manera, lo que se imprime en el parlamento citado, en boca de Willy en la primera escena de la obra: en esta línea comienza ya a esbozarse una suerte de denuncia que la pieza hace al capitalismo moderno, un sistema que resulta hostil a quienes deben desvivirse por el objetivo de alcanzar -y ni siquiera disfrutar- cierta estabilidad económica.

Siempre me he propuesto no desperdiciar mi vida, y cada vez que vuelvo aquí, me doy cuenta de que lo único que he hecho es desperdiciarla.

Biff Loman, Acto I, p.103.

La primera escena de Biff y Happy muestra a los hermanos, a sus treinta y tantos y después de mucho tiempo, de vuelta en la casa familiar. Biff confiesa su frustración: durante toda su vida adulta no ha podido estabilizarse ni encontrar satisfacción en su vida laboral; emocionalmente se encuentra atrapado en una suerte de perpetua adolescencia, mientras se desplaza de trabajo en trabajo sin contar con un plan y desempeñándose en oficios que no ofrecen ninguna esperanza de un futuro relativamente estable. A su vez, Biff es consciente de que representa una decepción para su padre, quien supo sostener grandes esperanzas para él. Lo que adelanta Biff en este parlamento es algo que, escenas más tarde, completará su sentido: el modo en que Willy crio a sus hijos condicionó la vida de los jóvenes para siempre.

¡Sabía lo que quería y fue a buscarlo! ¡Se metió en una jungla y cuando salió, a los veintiuno, era rico!

Willy Loman, Acto I, p.117.

Willy se refiere a su hermano Ben, quien a los diecisiete años fue a Alaska a buscar a su padre pero, por un error, terminó en África, donde descubrió minas de diamantes que lo hicieron millonario. Así, la idea de éxito que representa Ben, y que es tan admirada por Willy, se sostiene en un imaginario algo fantasioso, mágico, encantador.

La historia de Ben se presenta construida en un imaginario muy ligado al asombro y la fantasía, y la dimensión romántica y de extrema grandiosidad que alcanza generalmente la narración parece sugerir que la historia de ese personaje se compone más de la imaginación de Willy que de elementos de la “realidad”. En efecto, Ben es el único personaje de la obra que no aparece en el presente de la acción a la manera en que lo hacen los demás: muerto poco tiempo atrás, Ben aparece en recuerdos o en calidad de fantasma, como interlocutor imaginario dentro del deteriorado estado mental del protagonista. Así, tanto en las palabras del personaje mismo como en el relato que hace de él Willy, Ben representa en la obra una noción fantástica de éxito, conseguido más por una suerte intangible que por dedicación y trabajo.

Ahora, en vez de pasear, habla. Viaja más de mil kilómetros, y cuando llega a su destino nadie le conoce, nadie le da la bienvenida. ¿Y qué pasa por la cabeza de un hombre que recorre mil kilómetros sin ganar un centavo? ¿Por qué no habría de hablar consigo mismo? ¿Por qué no? ¡Tiene que recurrir a Charley, pedirle prestados cincuenta dólares a la semana y fingir delante de mí que eso es lo que ha ganado! ¿Hasta cuándo podrá seguir así?

Linda, Acto I, p.128.

El parlamento pertenece a la escena final del primer acto, en donde se revela, por primera vez en la obra, la perspectiva de Linda y el registro que esta tiene de la situación. En una franca conversación con sus hijos, Linda se muestra como el personaje que más al tanto está del difícil estado senil de Willy. Sin embargo, también es quien más defiende a su marido y exige que sea respetado.

El fragmento citado pertenece a un momento en que Willy Loman está fuera de escena, lo cual es determinante: Linda describe a Willy de una manera que él nunca podría describirse a sí mismo, al menos no en público, y mucho menos frente a sus hijos. Esos muchachos que de adolescentes admiraban el éxito que narraba su padre tras volver de trabajar, ahora oyen a su madre describir un estado real de la cuestión que dista mucho de lo maravilloso. Muy lejos de la imagen que Willy quiere dar sobre sí mismo, Linda devela la “verdad” de la vida de su marido y apela a que sus hijos reaccionen, ayuden a su padre, al menos movidos por la pena, la compasión.

A su vez, en este tipo de parlamentos de Linda comienza a manifestarse la denuncia crítica que la obra hace al sistema capitalista: sostenidas e impulsadas por el único valor de la competencia, las empresas exprimen a sus trabajadores hasta que estos dejan de rendir lo suficiente y, entonces, los desechan. Por otra parte, la vejez le quitó a Willy su frescura, su encanto, sus contactos, su fuerza, y todo eso se llevó también su salario, su autoestima y el afecto de varias personas. Tal como Linda lo plantea en su parlamento, pareciera imposible que el estado mental Willy se mantuviera intacto.

Linda es quien más padece la senilidad de Willy, pero es también, sin embargo, quien más intenta comprender lo que sucede en la mente de un hombre que anhelaba el éxito y, llegado a un momento tardío de su vida, ve que la fortuna escapa de él. Sobre todo, lo que Linda intenta comprender es cómo opera esta desgracia en un hombre que siempre se caracterizó por su orgullo: Willy no quiere dar lástima, ni rebajar su imagen a la de un hombre que no puede proveer a su familia, y por lo tanto se humilla ante Charley cada semana para poder llegar a su casa al menos simulando una situación menos hostil.

Si cae algo de la mesa mientras hablas con él, un paquete de tabaco o lo que sea, no lo recojas. Para eso están los meritorios.

Willy Loman, Acto I, p.136.

Cuando Biff le cuenta a su padre que tendrá una reunión con un viejo jefe para pedirle un préstamo y empezar un negocio, su padre estalla en un conjunto de nervios y emociones. El estado de excitación que toma a Willy tiene su raíz en dos asuntos: por un lado, él vivió los últimos quince o veinte años perturbado por el fracaso de su hijo, del cual se sentía culpable; por el otro, Willy parece estar hablando o aconsejándose a sí mismo, intentando explicarse qué es lo que debería hacer si empezara de nuevo, qué errores no cometer.

El complejo carácter de Willy Loman, personaje cuyos sentimientos primarios parecen oscilar entre la humillación y el orgullo, se hace visible en esta excitación: por un lado, le ruega a su hijo que en esa futura reunión controle ciertos impulsos como el de bromear, hablar demasiado, vestirse de determinada manera, todas actitudes que parecen más propias de Willy que de su hijo. Por el otro, estos consejos se confunden con otros muy distintos, como el que se imprime en el parlamento citado, y que apunta a que Biff no rebaje su imagen a la de un principiante. En este tipo de consejos se filtra la golpeada autoestima del protagonista de la obra, un hombre lleno de sueños de éxito que nunca conoció el respeto ni el reconocimiento que anheló merecer.

¡Te estoy hablando de tu padre! ¡Me hizo ciertas promesas en este mismo despacho! No puedes decirme que has de atender a alguien…, he trabajado treinta y seis años para esta empresa, Howard, ¡y ahora no puedo pagar mi seguro! No puedes comerte la naranja y tirar la cáscara… ¡Un hombre no es una fruta!

Willy Loman, Acto II, p.146.

Willy se enfrenta a Howard, su jefe, a quien conoció cuando era un bebé, en la época en que el padre de Howard dirigía la empresa. La escena es de carácter trágico, en tanto visibiliza cómo las personas que son empleadas dentro de un sistema son desechadas en tanto se vuelven menos productivas. Esto contrasta con el espíritu del protagonista, Willy, quien conserva una noción más romántica del trabajo, más ligada a la vocación y a la personalidad. En oposición, Howard no se guía por nada que tenga que ver con lo humano: su mirada está puesta plenamente en la productividad y en los avances tecnológicos. Willy y Howard no representan solamente opiniones contrapuestas, sino también generaciones disímiles. Willy se identifica con una manera de pensar el trabajo que se liga a un pasado, manera que se encuentra abandonada o superada por la modernidad, representada por Howard.

Lo que Willy exige con su parlamento es algo de respeto por un hombre que ha dedicado, sacrificado su vida y su existencia por un trabajo, y que hoy es desechado por el mismo sistema que lo exprimió hasta agotarlo. Sin embargo, Willy no puede hablar sobre su futuro en la compañía, sino sobre su historia en ella y las promesas que se le hicieron en el pasado.

Es curioso, ¿sabes? Después de las carreteras, los trenes, las citas y los años, acabas valiendo más muerto que vivo.

Willy Loman, Acto II, p.158.

Frente a Charley, Willy pronuncia una sentencia que funcionará como indicio del desenlace de la obra. Lo que el protagonista manifiesta es lo que sustenta la decisión que Willy tomará más adelante: es más el dinero que puede proveerle a su familia si se muere y esta cobra el seguro, al que puede darle si sigue vivo. Así, Willy se decidirá a entregar su vida con tal de que su familia reciba el sustento económico que él no puede darle.

La frase de Willy contiene la fuerza de denuncia que se imprime en la obra, en tanto funciona como testimonio trágico de quien se ve exprimido por un sistema sin poder obtener ningún beneficio a cambio, al menos no en vida.

He de comprar unas semillas enseguida. No tengo nada plantado. No me crece nada en ese suelo.

Willy Loman, Acto II, p.175.

Al final de la intensa escena del restorán en el segundo acto, Willy Loman se despide del mozo con esta frase no carente de simbología. Willy Loman, enfrentado a una realidad en la cual nada resultó como esperaba, un presente que no da cosechas, se empecina en comprar semillas para plantar en su jardín. Él persiste en su voluntad de plantar, a pesar de que el “suelo” no parece muy fértil: en ese suelo, en esa casa crio a dos hijos que no logran encontrar un camino que los haga felices, y en ese mismo lugar vive él, ya marchito. La voluntad del protagonista es simbólica: él busca conseguir algo permanente, tangible, algo que crezca como corresponde. No lo logró con sus hijos ni con su profesión, así que se dispone a hacerlo con las plantas.

Qué negocio, ¿eh? Excelente, excelente. Porque ella ha sufrido mucho, Ben, esa mujer ha sufrido mucho, ¿comprendes? Un hombre no puede irse y volver en esas condiciones, Ben, un hombre tiene que conseguir algún resultado (...). Tienes que meditarlo bien. No te apresures a contestar. Recuerda que es un negocio de veinte mil dólares garantizados.

Willy Loman, Acto II, p.178.

La decisión ya trágica del suicidio se vuelve más terrible en términos dramáticos en tanto las palabras que utiliza Willy para convencerse de realizar tal acción se enmarcan en el discurso capitalista. La obra deja en claro así su denuncia: lo que motiva el suicidio de Willy es una necesidad económica. Pero además, Willy no puede renunciar a sus ideas acerca de lo que debe ser un hombre, y esas ideas están estrechamente ligadas al éxito económico, a la posibilidad de proveer. El protagonista de la obra ve obstaculizada la posibilidad de brindar sustento a su familia, y la frustración lo lleva a colocar al valor de lo económico por encima de la vida.

Por otra parte, es interesante que incluso hablando sobre la muerte, sobre su propio suicidio, Willy precise disfrazar la circunstancia, exacerbarla, colmarla de ilusión. El hombre habla a su hermano con tono profesional, con aire de un gran hombre de negocios que plantea ante otro haber descubierto el trato perfecto.

Por último, en cuanto al interlocutor a quien se dirige este parlamento, es preciso señalar que una personalidad como la de Willy, atravesada por polos opuestos de emociones, como el orgullo exagerado y la más honda humillación, vive en una lucha consigo mismo. El diálogo imaginario que sostiene con Ben es el modo en que la pieza ilustra ese carácter de constante pugna: Ben está muerto y la discusión que el protagonista mantiene con él no existe más que en su mente; Ben representa una de las dos posiciones que se debaten al interior de Willy, y este diálogo se resuelve con Willy convenciendo a Ben, es decir, Willy convenciéndose a sí mismo de cerrar el trato comercial que se propuso, entregando su propia vida.

¡En esta casa nunca se ha dicho la verdad durante diez minutos!

Biff Loman, Acto II, p.182.

Hacia el final de la obra se produce el enfrentamiento entre quienes sostuvieron un antagonismo durante toda la obra: Biff y Willy. El joven intenta abandonar la casa y la familia sin atravesar un conflicto, pero es interceptado por Willy y entonces Biff decide poner las cartas sobre la mesa y pedir que, por primera vez en esa casa, se hable con sinceridad. Así, Biff se opone a los discursos grandilocuentes y de carácter ilusorio tan propios de su padre, y da cuenta en cambio de las verdades que cada miembro de la familia mantiene ocultas, disfrazadas de algo mejor. El joven Biff acaba denunciando que las expectativas desmedidas y el discurso exacerbadamente ilusorio con el cual su padre gobernó el hogar familiar impidió su desarrollo, pero también el del mismo Willy y el de Happy. El orgullo exagerado impide a los miembros de la familia pensar y actuar con claridad, ceder y aceptar ciertas circunstancias. Lo que Biff denuncia, con su parlamento, es la falta de realismo y de sinceridad en la familia Loman.

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