"(...) como un joven Dios, un Hércules o algo por el estilo" (Willy, Acto I, p.136) (Símil)
Willy refiere con estas palabras a su hijo Biff cuando este era adolescente. El pasado aparece idealizado en el discurso de Willy, en tanto se enfrenta en su presente a una realidad mucho menos reconfortante. El símil utilizado por Willy ilustra la grandiosidad que representaba para él su hijo, esa joven promesa adolescente que, irónicamente, nunca logró brillar en la vida adulta.
"¡(...) su nombre sonará como una campana y todas las puertas se abrirán!" (Willy, Acto II, p.150) (Símil y metáfora)
En un segmento del pasado se muestran las expectativas que Willy tenía para su propio futuro y el de sus hijos, sobre todo el de Biff. En la frase citada, Willy se dirige a su hermano, a quien le asegura el futuro éxito de Biff en el mundo de los negocios. El símil utilizado refleja la medida de la esperanza: Willy sostiene que Biff será tan reconocido y querido en ese universo que el solo sonido de su nombre actuará como una campana, un timbre que revolucionará el espacio que pise poniendo a todo el mundo a su disposición.
"Estamos con el agua al cuello. Hoy me han despedido" (Willy, Acto II, p.164) (Metáfora)
La frase es proferida por Willy Loman a su hijo Biff, cuando este intenta contarle que su reunión con Oliver no resultó como esperaban. Willy acaba de ser despedido, y con las palabras citadas busca ilustrar que las circunstancias en que se encuentra no permiten otro desastre: la familia no tiene ya mucho resto y se precisa de una buena noticia que permita respirar.
La metáfora que usa Loman para ilustrar su situación y la de su familia puede resultar trillada, pero tiene en verdad una particular significancia. Willy está preocupado hace un tiempo por su difícil condición económica, que no le permite proveer a su familia como quisiera, y últimamente considera la opción de suicidarse para que por lo menos llegue a Linda y a sus hijos el dinero del seguro. La imagen del agua subiendo, próxima a ahogar a quien se encuentra hundido en ella, ilustra el modo en que empeora progresivamente su situación. Ahora que lo despidieron, Willy siente achicarse el espacio que el agua le está dejando para respirar: cada vez se hace más difícil su existencia, cada vez se presenta más cercana para él la idea de la muerte. El protagonista no encuentra suficiente aire -es decir, dinero- como para mantenerse en vida por mucho tiempo más.
“¡(...) me llenaste tanto la cabeza de pájaros que no puedo aceptar órdenes de nadie!” (Biff, Acto II, p.182) (Metáfora)
Hacia el final de la obra, Biff decide poner las cartas sobre la mesa y pedir que, por primera vez en la casa familiar, se hable con sinceridad. Con la frase citada, el joven enfrenta a su padre y denuncia que el discurso exacerbadamente ilusorio con el cual este gobernó el hogar familiar impidió su desarrollo. La sentencia desesperada de Biff señala un comportamiento común en Willy que dejó secuelas tanto en sí mismo como en sus hijos. Los “pájaros en la cabeza” constituyen una metáfora de los aires de grandeza, del orgullo exagerado que Willy inculcó en Biff en su período de crecimiento. Son esos pájaros en la cabeza, es decir, esa soberbia excesiva, los que le impiden a Biff trabajar como lo hace la mayor parte de las personas. Ese orgullo exagerado es también lo que impide a los miembros de la familia pensar y actuar con claridad, ceder y aceptar ciertas circunstancias. Lo que Biff denuncia, con esta frase, son las consecuencias de la falta de realismo y humildad en su educación.
"Lo veo como un diamante que brilla en la oscuridad, duro y áspero, que puedo recoger y tocar con la mano" (Willy, Acto II, p.178) (Símil)
Varias de las discusiones que Willy mantenía con otros personajes a causa de sus ideas sobre lo necesario para tener éxito en los negocios tenían que ver con el problema de lo tangible, lo concreto y lo abstracto. En este parlamento, propio del diálogo entre Willy y Ben hacia el final de la obra, parecería recuperarse ese motivo. Con ese "diamante" Willy denomina a los veinte mil dólares que el seguro pagaría por él, una vez se suicide. Y, según dice a Ben, esos veinte mil dólares son “palpables”; por primera vez parecería que Willy apuesta a un negocio que no se basa en quimeras, sino que se dispone a conseguir algo que puede “recoger y tocar con la mano”.
La imagen a la que recurre Willy, y que se repetirá en boca de Ben en varias oportunidades hasta la salida definitiva de la escena del protagonista, apunta a la particularidad del “negocio”, a las circunstancias que deben atravesarse antes de obtener el tesoro. Los veinte mil dólares son vislumbrados por Willy “como un diamante que brilla en la oscuridad”, es decir, como un magnífico tesoro al que se accede con la valentía de adentrarse en la muerte.