Niebla

Niebla Resumen y Análisis Capítulos IX-XVI

Resumen

Capítulo IX

Eugenia se encuentra con su pareja, Mauricio, en una portería y le comenta su situación con Augusto y le explica que, si ellos se casan, sus tíos ya no podrán insistirle para que le dé la mano a su nuevo pretendiente. Por su parte, Mauricio le dice que no pueden casarse hasta que él consiga trabajo, respuesta que enfurece a Eugenia, ya que su búsqueda laboral lleva mucho tiempo sin tener éxito. Además, Eugenia revela que trabaja solo por una cuestión de necesidad, pero que en verdad detesta ser profesora y aborrece la música. Al abandonar la portería, Eugenia le dice a la tía de Mauricio, Marta, que ponga en orden la vida de su sobrino.

Capítulo X

Augusto camina hacia el casino para encontrarse con Víctor. En el trayecto se va enamorando de las diferentes mujeres con que se cruza y comienza a seguirlas sin darse cuenta, desviándose completamente de su destino. Luego de seguir a cuatro mujeres distintas se cruza con Víctor, que abandonó el casino al ver que su amigo no llegaba. Los jóvenes charlan acerca de la situación de Augusto y Víctor sugiere que quizá no esté realmente enamorado, posibilidad que lo llena de preocupación.

Capítulo XI

Al otro día, Augusto va a la casa de Eugenia y lo recibe ella misma, que aprovecha la oportunidad de estar a solas para dejarle en claro lo que piensa. Sin embargo, Eugenia lo nota turbado, por lo que le da tiempo a que se recomponga antes de tener una conversación seria. Finalmente, le explica que ama a otro hombre, con el que está en pareja y planea casarse. Al rato llegan Ermelinda y Fermín, y Eugenia se retira. Ermelinda le pregunta a Augusto cómo progresa la conquista de su sobrina. Augusto explica que el panorama no es bueno y reproduce la charla que acaban de tener. A pesar de todo, explica que desea pagar la hipoteca de la casa que Eugenia heredó de sus padres.

Capítulo XII

Al día siguiente, Rosario, la chica que se encarga del lavado de ropa, llega a la casa de Augusto. Por primera vez él intenta aproximarse a ella y le explica que amar a Eugenia lo ayudó a enamorarse de todas las mujeres, aunque se lamenta de la falta de reciprocidad. Cuando Rosario y Augusto empiezan a compartir un poco de proximidad física, son interrumpidos brevemente por Liduvina, que apenas abre la puerta vuelve a cerrarla, espantada por lo que cree haber visto. La interrupción alcanza para deshacer la tensión que se había generado entre Augusto y Rosario.

Capítulo XIII

A los pocos días, Eugenia llega enfurecida a la casa de Augusto para recriminarle que el pago de la hipoteca es una jugarreta extorsiva. Augusto intenta dejarle en claro que no pretende nada de ella, pero Eugenia le dice que la casa ahora le pertenece a él y, tras ese anuncio, se retira. Angustiado, Augusto sale a dar un paseo y termina en una plaza donde se encuentra con un viejo conocido, Don Avito Carrascal. Avito le cuenta sus tragedias familiares y le recomienda que se case con una mujer que lo ame por más que él no ame a esa mujer. Pensando en eso, Augusto considera seriamente a Rosario como una candidata. Luego se dirige al casino para encontrarse con Víctor.

Capítulo XIV

Augusto nota que su amigo está extraño y Víctor comienza a contarle lo que le sucede. Hace días que tiene problemas con su pareja por un tema que se remonta al inicio de la relación, cuando contrajeron matrimonio. En ese momento deseaban tener hijos, pero no pudieron y esto instaló un gran resentimiento entre ambos que solo se calmó con el paso de los años. Finalmente, lograron establecer una rutina y un estilo de vida que los hacía felices; se acostumbraron a la vida sin hijos y olvidaron sus antiguos deseos. Sin embargo, Elena quedó embarazada de manera imprevista y en la actualidad ninguno de los dos tiene el deseo de ser padre, por lo que se reavivó su gran resentimiento.

Augusto vuelve a su casa pensando en las historias de Víctor y de Don Avito. Las compara con su amor por Eugenia y piensa en el odio que la muchacha le tiene por haber comprado la hipoteca de su casa.

Capítulo XV

Ermelinda y Eugenia discuten sobre Augusto. Ermelinda le recomienda a su sobrina que se case con él por más de que no lo ame, mientras Eugenia sigue enfurecida por el tema del pago de la hipoteca. Aunque reconoce que Mauricio no es el candidato ideal, lo elige a él: prefiere mantener un haragán antes que ser comprada por un niño rico.

En ese momento, Augusto se presenta repentinamente con el objetivo de informar que canceló la hipoteca y que la casa está a nombre de Eugenia. Además, informa que consiente el matrimonio entre Eugenia y Mauricio, y que incluso puede conseguirle un trabajo a este último. Fascinada por la generosidad de Augusto, Ermelinda le pide a la criada que llame a Eugenia, pero esta ya no se encuentra en la casa.

Capítulo XVI

Eugenia y Mauricio mantienen una discusión por la situación laboral de él. Mauricio le dice que la quiere, pero admite que es un haragán y que no planea buscar un trabajo. Además, le sugiere que acepte la mano de Augusto, ya que de igual forma podrán seguir viéndose a escondidas. Enfurecida, Eugenia se va a su casa y Mauricio a lo de su amigo Rogelio. Mientras conversa con él, Mauricio parece despreocupado por Eugenia, confiesa que su vínculo no tiene futuro y que le molesta lo obstinada y honrada que es ella.

Análisis

En esta sección abordaremos los capítulos IX a XVI y nos concentraremos en la figura de Eugenia, los roles de género y las diversas perspectivas sobre el amor y la institución matrimonial que la novela explora.

Augusto logra ingresar a la casa de Eugenia y obtiene el permiso de sus tíos para cortejarla y obtener su mano. Sin embargo, ella se niega siquiera a considerarlo como un posible novio, puesto que está enamorada de Mauricio y no logra ver en él más que a un pobre muchacho que no comprende nada sobre el mundo.

Como ya hemos visto en la sección anterior, Augusto está preocupado por la naturaleza del amor, e intenta racionalizarla una y otra vez, siempre infructuosamente. Una vez que reconoce en sí al amor, lo que persigue no es la unión carnal con Eugenia, sino un vínculo sentimental que lo complemente y lo ayude a definirse como persona. Es por eso que se presenta en casa de Eugenia para pedir su mano y que se frustra tanto cuando le dan a entender que ya tiene un novio (aunque, según su familia, este no le conviene en absoluto y más les gustaría verla casada con él).

Antes de conocer el amor erótico, el único tipo que había experimentado Augusto era el de su madre. Tal como explica el narrador, Augusto fue criado solo por su madre de su padre apenas tiene algún recuerdo de la infancia. Su madre fue una mujer sobreprotectora que se aseguró de que Augusto nunca pase ninguna necesidad, lo alentó a estudiar y convertirse en un hombre de bien. Sin embargo, esta presencia acaba resultando contraproducente, puesto que Augusto se cría en un entorno aislado de la realidad y carece de la experiencia que otras personas desarrollan durante la adolescencia y la primera juventud: “Su madre jamás se acostaba hasta que él lo hubiese hecho, y le dejaba con un beso en la cama. No pudo, pues, nunca trasnochar. Y era su madre lo primero que veía al despertarse. Y en la mesa, de lo que él no comía, tampoco ella” (pp. 57-58). Lo que es más, su madre también aparece en la memoria de Augusto (que el narrador recupera) como una persona que no solo lo absorbe y controla, sino como la única mujer en la que él puede fijarse. En este otro pasaje, el narrador rescata la presencia abrumadora de la madre en la vida de Augusto: “Siempre que cruzaba con ellos alguna muchacha hermosa, o siquiera linda, su madre miraba a Augusto con el rabillo del ojo” (p. 58). Tal como Sigmund Freud ha explicado, el sujeto consciente es una esencia que se adapta a las circunstancias y a la cultura que lo rodea. En este sentido, al ser la madre la única figura femenina con la que Augusto se relaciona hasta bien entrada su juventud, todos sus esquemas de vida se ajustan siempre a los impuestos por ella, quien ejerce su dominio, incluso, más allá de su muerte. A este fenómeno Freud lo denomina Principio de ajustamiento a la realidad: Augusto ordena todas sus conductas y su forma de ser a la crianza que recibe de su madre.

Este trasfondo es lo que debemos tener en cuenta durante las ocasiones en que Augusto piensa que una esposa funcionaría como sustituto de su madre. Cuando adopta a Orfeo y comienza a utilizarlo como el receptor de sus monólogos, por ejemplo, le dice ante la frustración por el rechazo de Eugenia: “Mira, Orfeo —–le decía silenciosamente—, tenemos que luchar. ¿Qué me aconsejas que haga? Si te hubiese conocido mi madre… Pero ya verás, ya verás cuando duermas en el regazo de Eugenia, bajo su mano tibia y dulce. Y ahora, ¿qué vamos a hacer, Orfeo?” (p. 59). En este pasaje puede observarse hasta qué punto Augusto piensa en Eugenia como un sustituto de la figura materna ahora vacante en su vida. Sin embargo, hay una gran diferencia entre el regazo de Eugenia y el maternal: Augusto ha despertado a la sensualidad del mundo y busca ahora un amor que implique también la unión carnal. Así es como se desarrolla uno de los conflictos del protagonista: su lucha entre el amor maternal o ideal y el amor sexual. En este sentido, Eugenia simboliza el despertar de los apetitos sexuales de Augusto, hasta el momento, reprimidos por la crianza de la madre sobreprotectora.

Con todo lo explicado, es más fácil comprender por qué cada paso que Augusto da hacia su nueva existencia es tan costoso y lo llena de dudas y angustias. Él, que siempre ha sido un hombre controlado por la razón, con sus instintos eróticos reprimidos, se enfrenta ahora a una nueva forma de experimentar el mundo. Más adelante, en sus repentinos estallidos de deseo sexual frente a Rosario, veremos que Augusto continúa atravesando esta lucha interna entre dos expresiones del amor.

En este punto, el capítulo VIII es particularmente interesante, ya que se plantean una serie de visiones contrapuestas sobre el amor y el matrimonio. En la primera charla que Augusto mantiene con los tíos de Eugenia, destaca un contrapunto relevante entre Ermelinda y Fermín: la primera es una mujer conservadora que concibe al matrimonio como un contrato pragmático entres dos personas. Para ella, Eugenia debe casarse con un hombre que le aporte una dote suficiente como para tener su futuro económico asegurado, y es por ello que se muestra a favor de los intereses de Augusto. Fermín, por el contrario, se declara anarquista y aboga por la libertad de elección: para él, los jóvenes no deben casarse motivados por un interés económico, sino que deben explorar sus sentimientos y elegir a la persona que los satisfaga. Por eso Fermín festeja tanto la personalidad de su sobrina: cuando esta le indica a Augusto que contestará su carta cuando lo desee, de hecho, el hombre exclama: “¡Esto es entereza y libertad! ¡Esta es la mujer del porvenir! ¡Mujeres así hay que ganarlas a puño, amigo, Pérez, a puño!” (p. 74). En verdad, Eugenia es un personaje atípico en la sociedad de Unamuno. Su tía califica sus ideas como feministas y ella misma se declara anarquista (p. 65), títulos poco usuales en una mujer española en durante la primera década del siglo XX. Eugenia no se amedrenta por el avance de Augusto, sino que, por el contrario, demuestra que posee el ingenio y la fuerza precisos para dominarlo y conseguir casarse con quien a ella le plazca.

Eugenia es el personaje femenino más importante de la novela. Se trata de una mujer libre que busca no depender ni de los hombres ni de sus tíos. De hecho, para pagar la hipoteca de la casa tras la muerte de su madre, da clases de piano e intenta ahorrar dinero. Con ello, encarna los ideales liberales y feministas de la época, que buscaban correr a la mujer del rol de ama de casa y otorgarle un rol más activo en la vida social y productiva del país. Mientras que estas cualidades se despliegan como positivas, Ermelinda intenta convencer a su sobrina de que seduzca a Augusto y lo utilice para que le pague la hipoteca de su casa.

Ermelinda, en contraste, pone en evidencia otro rol que se le adjudicaba a la mujer a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, el de la mujer fatal: este estereotipo presenta a la mujer trepadora, que emplea sus encantos femeninos para seducir a los hombres y usarlos en su beneficio. En las representaciones literarias de la época, si la mujer no ocupaba el lugar de esposa sumisa y ama de casa, era para encarnar a estos otros personajes que se oponían a la masculinidad positiva que regía las normas sociales.

Es importante notar, entonces, el modo en que Unamuno coloca estas dos visiones estereotípicas de la mujer: mientras que Ermelinda encarna una visión conservadora y estática de la sociedad al punto de llevarla al límite de lo grotesco; a ella le opone la figura de Eugenia, una mujer libre, capaz de decidir por sí misma e inmutable ante las presiones de su entorno.

Cabe destacar que tanto Augusto como Fermín apoyan la liberación de la mujer encarnada en Eugenia, lo que sugiere que muchos hombres de la época eran sensibles a estas transformaciones en los roles de género. De este modo, ante la negativa de Eugenia a casarse con él, Augusto acepta el rechazo y no la persigue ni insiste. De hecho, cuando en el capítulo XIII paga la hipoteca de Eugenia, afirma que de ninguna manera lo hace con el objeto de comprarla, sino todo lo contrario, y así se lo indica explícitamente: “—¡Oh, eso nunca, nunca, nunca! ¡Nunca, Eugenia, nunca! Yo no busco que usted dependa de mí. Me ofende usted solo en suponerlo. Verá usted (…) He aquí, Eugenia, los documentos que acreditan su deuda. Tómelos usted y haga de ellos lo que quiera” (p. 99).

Por supuesto que, ante esta actitud, los sentimientos de Eugenia son de franca desconfianza, algo que se comprende dado el carácter aún predominantemente machista de la época. Sin embargo, Augusto es sincero en lo que expresa: él puede ser ingenuo y ridículo, pero es honesto y de ninguna manera trata utilizar su posición para comprarla. Así, Augusto también se presenta como un personaje moderno que encarna un cambio de valores sociales y roles de género en la España de principios de siglo XX.

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