Resumen
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Eduviges le cuenta a Juan Preciado la historia de Miguel Páramo. Su caballo, el Colorado, sigue yendo y viniendo por el camino de la Media Luna después de la muerte de Miguel; aquel que recorrían cuando Miguel estaba vivo. Eduviges dice que quizás lo hace por remordimiento, que hasta los animales se dan cuenta cuando han cometido un crimen. Juan dice que no escucha ningún caballo, pero Eduviges le responde que quizás es su sexto sentido.
Luego, ella le cuenta los sucesos de la noche de la muerte de Miguel. Él siempre iba a Contla a visitar a su novia. Esa noche, Eduviges siente un golpe en la ventana, sale a ver quién es y reconoce a Miguel. Le pregunta si la novia lo ha dejado y él responde que no, sino que fue como siempre al pueblo pero solo vio neblina y humo; el pueblo ya no estaba allí. Seguro, agrega, se volvió loco. Eduviges le dice que no está loco sino, seguramente, muerto. Miguel le cuenta que saltó el lienzo de piedras con el caballo y fue luego que vio niebla y humo. Eduviges lo manda a casa a descansar y, antes de que amanezca, un sirviente de la Media Luna llega a su casa para informarle que Miguel ha muerto.
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La narración vuelve a la historia de Pedro Páramo niño. Está durmiendo una mañana cuando escucha una voz que le dice “Despiértate”. Una persona le saca las cobijas y luego oye un llanto. Se levanta y ve que es su madre. Le pregunta qué sucede y ella le responde que su padre ha muerto. Pedro le pregunta: “¿Y a ti quién te mató, madre?”.
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Es el funeral de Miguel Páramo. Lo celebra el padre Rentería, el cura del pueblo, quien no quiere darle la bendición a Miguel. Aduce que fue un mal hombre y que no debería entrar en el Reino de los Cielos. Luego de que termina la ceremonia, Pedro Páramo se acerca al padre. Sabe que este odia a Miguel ya que, según rumores, mató a su hermano y también violó a su sobrina. Pero Pedro le pide que olvide todo aquello y lo perdone, como lo haría Dios. Al irse, deja un puñado de monedas de oro. El padre va a la sacristía, se pone a llorar y, finalmente, se resigna a perdonar a Miguel Páramo.
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El padre le cuenta a su sobrina Ana que enterraron a Miguel Páramo. Le pregunta si ella está segura de que fue él quien la violó. Ella le dice que no vio la cara del violador, pero que él mismo le dijo su nombre. Agrega que el violador fue a pedirle perdón por la muerte de su padre y luego se aprovechó de ella. Ella no hizo nada para defenderse porque pensó que la iba a matar.
Luego, Ana dice que seguramente Miguel esté en el Infierno, porque ella se lo ha pedido a los santos. El padre le dice que no debe estar tan segura, ya que hay mucha gente rezando por su alma también. Lo que no le dice es que él también le ha dado el perdón divino. Finalmente, concluyen en que hay que agradecer al Señor porque Miguel ya no puede causar más daño, más allá de que esté en el Cielo sin merecerlo.
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Es la noche del entierro de Miguel Páramo. La gente del pueblo está volviendo del panteón. Se corre el rumor de que el caballo de Miguel sigue galopando, enloquecido, por el camino de Contla. También comentan que se ha visto al ánima de Miguel tocando las ventanas de las mujeres en Contla, incluso después de muerto. Uno de los hombres piensa que si Pedro Páramo encontrara a Miguel traficando mujeres todavía, lo mandaría de nuevo al cementerio, para que le deje todo el negocio a él. Hay una lluvia de estrellas fugaces. Bromean diciendo que en el Cielo están festejando por la llegada de Miguelito. Se ríen de la situación, siguen caminando y se disuelven como sombras.
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Esa noche el padre Rentería no puede conciliar el sueño. Siente la culpa de haber actuado en contra de sus ideales para beneficiarse del poder y del dinero de Pedro Páramo. Piensa en qué sentido tiene tener obrar correctamente durante la vida si en el último momento se puede comprar la salvación. Recuerda a la hermana de Eduviges, María, que vino a pedirle por ella luego de que Eduviges se suicidara.
María le contó que su hermana había sido buena, y narró todo lo que hizo fue para complacer a los demás. El padre le respondió que por más devota que haya sido, había obrado contra Dios en el último momento de su vida. Agregó que quizás podría conseguir la salvación de su hermana haciendo una misa gregoriana, pero que eso costaba dinero. María Dyada le respondió que no tenía. Entonces el padre le recomendó confiar en Dios y esperar. El padre reflexiona: “¿Qué le cuesta a él perdonar?”. Sale de la casa y mira el cielo lleno de estrellas fugaces.
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Eduviges y Juan están hablando. De repente, ella se levanta y se va. Juan piensa que estará por volver, pero cuando ve que no regresa a la sala, él también se va hacia su cuarto. Duerme entrecortado. En un momento, escucha el grito desgarrador de un hombre. Se despierta y no ve a nadie; la casa está en silencio. De repente, abren la puerta. Juan pregunta si es Eduviges. Una mujer responde que su nombre es Damiana y que lo quiere invitar a su casa, donde tendrá un lugar donde dormir. Juan recuerda el nombre de Damiana Cisneros; su madre le habló de ella. La mujer trabajaba en la Media Luna y lo cuidó cuando nació. Juan le pregunta a Damiana si escuchó los gritos y ella le responde que debe ser algún eco que quedó encerrado, pues en esa misma habitación mataron a Toribio Aldrete. Desde ese momento el cuarto estuvo cerrado y era imposible entrar. Ella le pregunta cómo hizo para hacerlo. Él le explica que fue doña Eduviges quien le abrió. Damiana se apiada de ella, pues debe estar penando todavía.
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Fulgor Sedano, un empleado de los Páramo, presenta un acta por usufructo contra un hombre llamado Toribio Aldrete. Se emborrachan en la fonda de doña Eduviges y don Fulgor le pide la llave del cuarto del rincón, para que uno de sus hombres se quede a dormir. Van a la habitación y Sedano mata a Aldrete.
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Fulgor Sedano toca la puerta de la casa de Pedro Páramo. Es la segunda vez que lo ve; la primera fue cuando Pedro era apenas un bebé. Pedro lo invita a pasar al corral. Piensa que Fulgor no lo trata con el respeto que se merece como patrón, mientras que Fulgor cree que Pedro lo trata como si fuera un gañán, no el administrador de la Media Luna. Fulgor le dice que la hacienda va mal: ya vendieron todo el ganado y aún les queda una gran deuda por pagar. Pedro le pregunta a quién se le debe. Fulgor le lee una lista de nombres y reitera que no hay de dónde sacar para pagar, ya que los Páramo han tomado deudas con muchas personas del pueblo y nunca devolvieron nada. Pedro le dice a Fulgor que empezarán por las Preciado, las mayores acreedoras de la hacienda. La hermana menor vive en la ciudad y la hermana mayor, doña Dolores, quedó como dueña de todo. Pedro le ordena a Fulgor que, al día siguiente, vaya a pedir la mano de la Lola en matrimonio, aduciendo que Pedro Páramo está muy enamorado de ella. Le pide también que le lleve algo de dinero al padre Rentería para que se encargue del asunto. Fulgor le consulta qué piensa hacer con el Aldrete, que está planteando una cuestión de límites con la hacienda la Media Luna y quiere cercar la tierra. Pedro responde que no se preocupe por eso; la tierra no tiene divisiones y no habrá cerco.
20
Fulgor reflexiona sobre lo que su difunto patrón, don Lucas, le decía acerca de su hijo: "Es un inútil. Un flojo de marca". Le dijo que había intentado mandarlo al seminario para que tuviera un medio de vida, ya que no podía contar con él para nada en lo respectivo al trabajo. Fulgor aceptó reunirse con Pedro Páramo solo por el aprecio que le tiene a la hacienda. También considera la posibilidad de que la hacienda se agrande con la estancia de Enmedio, propiedad de Dolores Preciado. "Lo que significa una mujer después de todo", piensa al salir de la hacienda.
Análisis
En estos fragmentos comienzan a hacerse evidentes para el lector ciertos elementos fantásticos de la novela. La forma en la que están narrados los encuentros de Juan Preciado con los habitantes de Comala hacen que el lector acepte la existencia de los personajes solo hasta que el protagonista se encuentra con el siguiente, que niega la existencia del anterior. Así como Eduviges le revela a Juan que Abundio está muerto, es luego Damiana quien le informa que Eduviges también lo está. Además, por medio del relato de los recuerdos del padre Rentería, los lectores descubrimos que Eduviges se suicidó, por lo que se pone en duda si los eventos narrados antes sucedieron realmente. Si Eduviges está muerta, Juan Preciado no pudo haber hablado con ella.
Por otro lado, en el fragmento 13 se presenta al padre Rentería, cura del pueblo. El padre representa la religión y la Iglesia Católica. Es una figura trágica, ya que enfrenta un dilema entre la obediencia a los preceptos de la Iglesia y el poder económico de Pedro Páramo. Páramo le pide que le otorgue el perdón a su hijo Miguel, de quien todo el pueblo sabe que es un violador y asesino, entre otras cosas, y lo soborna con unas monedas de oro. El padre no es representado como un corrupto frío y cínico, sino que tiene remordimientos por haber sucumbido al autoritarismo y al poder económico de Pedro Páramo.
Sin embargo, en el fragmento 16 también se puede ver que el padre no está realmente motivado por la misericordia. Cuando la hermana de Eduviges, María, le va a pedir que le otorgue la salvación a su hermana, el padre se la niega, alegando que el suicidio es un pecado mortal, y ningún suicida puede ser admitido en el Cielo. María le pide que reconsidere, ya que la infelicidad de Eduviges fue causada por su voluntad de servicio por los demás, y que ella siempre fue buena. María y el padre debaten con argumentos de la doctrina religiosa, pero la cuestión se termina solucionando de acuerdo a cuestiones materiales, no espirituales. El padre le pide dinero y, ante la negativa de María, aquel le dice que tenga confianza en Dios. En este fragmento, el narrador se focaliza en el padre y expresa el fluir de su conciencia. Rentería reconoce esta falta en su deber de párroco y siente culpa por su conducta, por obedecer a quienes le dan dinero y por traicionar a los pobres que lo quieren y lo aprecian cuando no puede obtener nada de ellos. En este sentido, la Iglesia se convierte en un mecanismo de castigo para los pobres, que no tienen manera de conseguir su salvación.
En el fragmento 19, se vuelve a mencionar al padre Rentería, esta vez en boca de Pedro Páramo. Páramo quiere concertar un matrimonio con la mayor acreedora de la hacienda de su familia para librarse de las deudas, engañándola al hacerle creer que está enamorado de ella. Le pagará al padre Rentería para que celebre este matrimonio fraudulento. En este sentido, se ve cómo Páramo considera al cura casi como un empleado suyo, que hará lo que él le ordene a cambio de dinero, incluso si esto implica celebrar un sacramento bajo falsas premisas, en pos de obtener un provecho económico. En este sentido, vemos la estrecha relación entre ambos: para Páramo, el padre es una herramienta para conseguir sus objetivos; para el padre, Páramo es su medio de supervivencia y la religión, el poder simbólico que le permite obtener esa supervivencia.
Finalmente, en estos fragmentos se puede comenzar a vislumbrar el carácter tiránico del poder de Pedro Páramo sobre Comala, de acuerdo a los métodos que elige para perpetuar su poder. El asesinato de Toribio Aldrete, como forma de eliminar un conflicto de límites, y el casamiento fraudulento con Dolores Preciado, que tiene como objetivo adueñarse de las propiedades de ella, anexar sus tierras a la Media Luna y condonar la deuda de los Páramo con su familia, reflejan una personalidad fría, calculadora y egoísta, de alguien que antepone sus deseos y necesidades frente a los de los demás y no teme las consecuencias de sus actos.