Poemas de Francisco de Quevedo

Poemas de Francisco de Quevedo Resumen y Análisis Poemas burlescos

Resumen

En esta sección, partiendo de 4 importantes sonetos, analizaremos la producción poética burlesca de Quevedo. Este tipo de poesía es la que más abunda en su obra: al menos más de la mitad de sus poemas están dedicados a la sátira y la burla. Un soneto es una composición poética de 14 versos endecasílabos (de 11 sílabas), distribuidos en 2 estrofas de 4 versos cada una, y en otras 2 estrofas de 3 versos cada una. Su rima es consonante.

“A un hombre de gran nariz”: el yo lírico describe a través de diferentes procedimientos poéticos a un hombre, tal como lo dice el título, de una nariz muy grande. La voz del yo lírico, en tercera persona del singular, es la única que aparece en el poema.

“Hastío de un casado al tercer día”: el yo lírico comienza afirmando que hace dos días se casó con Doña Pérez. A partir de allí describe cómo, ya en este tercer día de estar casado, siente que pasó muchísimo tiempo y que se siente hastiado por la cotidianeidad. Finalmente, afirma que estar con cualquier mujer durante más de un mes es peor que estar en el infierno. Está narrado por el yo lírico en primera persona del singular, desde la posición del marido hastiado.

“Felicidad barata y artificiosa del pobre”: el yo lírico narra cómo vive intentando pasar desapercibido y sacando provecho de cualquier cosa que pueda. Describe sus diferentes estrategias para encontrar la felicidad siendo pobre. La voz del yo lírico, en primera persona, desde la perspectiva del pobre, es la única que aparece en el poema.

“Vieja verde compuesta y afeitada”: el yo lírico describe a través de diferentes procedimientos poéticos a una anciana que se sigue arreglando como si fuera joven. La voz del yo lírico, en tercera persona, es la única que aparece en el poema.

Análisis

Sin dudas, los poemas burlescos de Quevedo son los más importantes de su obra, no solo por la fama que logró en el momento en que los escribió y la fama posterior (hasta el día de hoy), sino también por la cantidad: más de la mitad de los poemas que escribió Quevedo durante toda su vida entran en esta categoría. Por otra parte, la novela La vida del buscón, escrita en prosa, también en la línea de lo satírico, contribuye fuertemente a consolidar la imagen del autor como un escritor que dedicó la mayor parte de su arte a la burla.

Los temas abordados por Quevedo desde esta óptica son tan numerosos que resulta imposible catalogarlos: Quevedo se burla de todo lo que puede, incluso se burla de sí mismo. En esta selección, vemos un poema que se burla de manera ensañada de un defecto físico (“A un hombre de gran nariz”); otro que ataca el hastío de la vida del casado (con la mujer como culpable); otro en el que se mofa del modo de vivir de los pobres; y otro en el que condena con mucha malicia a una anciana por intentar mostrarse joven. Es decir, Quevedo se burla de lo físico, censura moralmente, condena las costumbres, se ríe de los marginados.

Veamos algunas citas que ejemplifican lo dicho hasta ahora:

· “Érase un hombre a una nariz pegado/érase una nariz superlativa/érase una nariz sayón y escriba/érase un peje espada muy barbado” (“A un hombre de gran nariz”, p. 120).

· “Mujer que dura un mes se vuelve plaga/aun con los diablos fue dichoso Orfeo/pues perdió la mujer que tuvo en paga” (“Hastío de un casado al tercero día”, p. 122).

· “Con testa gacha toda charla escucho/dejo la chanza y sigo mi provecho/para vivir, escóndome y acecho/y visto de paloma lo avechucho” (“Felicidad barata y artificiosa del pobre”, p. 125).

· “Tú juntas, en tu frente y tu cogote/moño y mortaja sobre seso orate/pues siendo ya viviente disparate/untas la calavera en almodrote” (“Vieja verde compuesta y afeitada”, p. 132).

Para abordar la primera cita, es importante aclarar que este poema está dedicado a Luis de Góngora. Góngora es otro gran poeta del Siglo de Oro con quien Quevedo mantenía una gran enemistad que se manifestaba en poemas de ambos lados. “A un hombre de una gran nariz” es el más famoso de los poemas que Quevedo le dedica a Góngora, mientras que “Don Francisco de Quebebo” es uno de los más destacados que Góngora escribe “en honor” a Quevedo y su afición a la bebida.

Esta disputa que está detrás del poema citado es una clave fundamental para comprender por qué Quevedo se ensaña con ese hombre que, en definitiva, no tiene ningún tipo de responsabilidad moral por haber nacido con una nariz grande. En general, en los poemas burlescos de Quevedo, el yo lírico juzga la conducta de los individuos e incluso, a veces, lanza sus cachetazos morales como si pudiera corregir dichos defectos. En “A un hombre de una gran nariz” no hay nada que se pueda corregir ni nada que reprochar, simplemente hay burla. Una burla a su enemigo, Góngora.

Para llevar a cabo dicha burla, Quevedo realiza diferentes acciones poéticas: por un lado, va encadenando sucesivamente versos que comienzan siempre con “Érase” como si hablara de una criatura mitológica de otros tiempos. La operación poética de comenzar sucesivos versos con la misma o las mismas palabras se llama anáfora, y es muy común en este tipo de poemas de Quevedo.

Por otro lado, a través de distintas figuras retóricas ataca una y otra vez de diferentes maneras ingeniosas al hombre y su nariz. El excesivo uso de figuras retóricas es propio del conceptismo (ver “Acerca de” en esta misma guía). Aquí, primero aparece una hipérbole (“Érase un hombre a una nariz pegado”). Una hipérbole es una metáfora exagerada más allá de lo creíble; y luego dos metáforas: la nariz “sayón y escriba” remite primero al ancho de la nariz (un sayón era un verdugo y, como tal, era ancho, corpulento), y luego a la forma (un escriba está inclinado al realizar su tarea: por lo tanto, la nariz es una nariz torcida). La última metáfora de la cita es mucho más sencilla: el hombre es comparado con un pez espada por el largo de la nariz.

En la segunda cita aparece, tras la burla al casamiento como costumbre sin sentido (recordemos que Quevedo fue obligado a casarse), el castigo moral a la mujer. Es importante destacar que durante todo el poema no aparece ninguna acción concreta por la que se puede condenar a Doña Pérez, y sin embargo al final aparece la mujer (no solo Doña Pérez, sino todas) como la culpable del hastío en el casamiento. Tras afirmar que cualquier mujer es plaga, el yo lírico se refiere al mito de Orfeo quien perdió a su mujer (Eurídice) en el infierno y luego por ir a rescatarla terminó él también allí, afirmando que es mejor estar con los demonios que con la esposa.

En la tercera cita, el yo lírico toma la voz del pobre para mostrarlo como un pícaro que saca ventaja de cualquier oportunidad que se le presenta. El pobre finge humildad (la “testa gacha”) para pasar desapercibido y luego sacar provecho sin que nadie lo advierta. Un “avechucho” es cualquier ave de mala formación, fea. Por lo tanto, lo que hace el pobre al vestir de paloma, lo avechucho es hacer pasar por elegante lo que, en verdad, es de baja calidad. Es una metáfora que equivale al refrán “vender gato por liebre”. Aunque está disimulado porque quien narra es el pobre en primera persona, en este poema también aparece la censura moral típica de estos poemas burlescos.

Del mismo modo, en la cuarta cita, el yo lírico se burla de la “vieja” para, simultáneamente, censurarla moralmente. Esa “vieja verde” merece la censura moral quevediana por estar, como lo dice el título, “compuesta y afeitada”. Es decir, no por vieja, sino por intentar hacerse pasar por joven.

Aquí la unión entre opuestos, típica del conceptismo, aparece claramente: lo que la “vieja” junta sobre su frente y su cogote es un moño y una mortaja. El moño es una sinécdoque (nombrar una parte por la totalidad) del modo de vestirse jovial de la “vieja”. Mientras que la mortaja es símbolo de la muerte. Es decir, lo joven artificial se une a la muerte. Luego de afirmar que la “vieja” es un “viviente disparate” se afirma que “unta su calavera”. Aquí, en lugar de cara, la “vieja” ya tiene calavera, y la unta con almodrote: una salsa con la que se untaba las comidas.

En conclusión, se puede afirmar que en sus poemas burlescos, Quevedo toma determinado personaje, costumbre o tema para, a través de la burla y el ingenio, realizar una condena moral. Por supuesto, en estas condenas morales, en este juicio para con aquellos de los que se burla, aparecen claramente sus creencias: su concepción sobre la mujer, su odio hacia ciertas costumbres, su misantropía.

Ahora bien, para terminar el análisis, es importante aclarar que Quevedo no es el creador de este tipo de poesía. Es más, los tan variados temas que toca ya habían sido abordados de este modo. El valor original que le otorga Quevedo (y que lo convierten en el gran poeta satírico) es el del ingenio en la utilización del lenguaje. El brillo que logra otorgarle a través del conceptismo y sus diferentes recursos poéticos para explotar al máximo la crueldad y la burla.