Resumen
En esta sección, a partir de cinco poemas representativos, analizaremos la producción poética de Mario Benedetti relacionada con la reflexión existencial.
Certificado de existencia
En tercera persona del singular y en tiempo pretérito, el yo lírico cuenta lo que dijo fulano al recibir su certificado de existencia en el consulado. En primer lugar, afirmó que ya nadie podría calumniarlo afirmando que él no existe. Además, ahora, si se enfrenta al espejo y no aparece allí su rostro, no perderá la calma. Después, fulano aseveró que vivir no es tan fundamental, aunque cuando ve en el diario su propia necrológica le apena que los demás no sepan que cuenta con un certificado de existencia. Finalmente, se preguntó cuántos “zutanos” andarán por la calle creyendo que existen, cuando en rigor carecen de dicho certificado.
Este poema está precedido por el siguiente epígrafe de Fernando Pessoa: “Ah, ¿quién me salvará de existir?” (p. 226). Consta de ocho estrofas irregulares. La métrica también es irregular y la rima, libre.
Currículum
En segunda persona del singular, el yo lírico le dice al lector que el “cuento” es muy sencillo. Uno nace, luego contempla el cielo, los pájaros y los escarabajos que habrá de aplastar con su pie. Después, uno sufre y reclama por comida, por costumbre y por obligación hasta que queda extenuado. Posteriormente, ama hasta que el corazón se vuelve una pila de escombros. Entonces uno aprende y comienza a volverse un sabio, pero en ese momento llega la muerte.
Este poema consta de cuatro estrofas irregulares. La métrica también es irregular y la rima, libre.
Hasta mañana
En primera persona del singular, el yo lírico dice que va a intentar dormir. Invoca a Dios, aunque no le pide nada. Solo quiere compartir un momento con él. Se pregunta entonces por qué el mundo que uno sueña no es el mismo que ese lleno de muerte en el que uno debe vivir. Finalmente, afirma que el futuro es un abismo.
Este poema consta de cinco estrofas de tres versos y una última de un solo verso. La métrica es endecasílaba y la rima, consonante.
Soledades
En primera persona del singular, el yo lírico afirma que “ellos” tienen razón: la felicidad con mayúscula no existe. Después de la alegría, el amor y la plenitud siempre viene la soledad, y uno no se apiada ni de sí mismo. Entonces, el yo lírico se dirige a una mujer: le dice que entre él y ella hay diez centímetros de silencio, una frontera de palabras no dichas, y algo triste que brilla en los ojos de ambos. Luego, el yo lírico retoma la primera persona del singular para afirmar que la soledad no viene sola, sino acompañada del “percance de ser buenagente” (p. 124). Finalmente, en segunda persona, comenta que a veces se imagina que después de la soledad aparecerá ella preguntándole, justamente, qué vendrá después de la soledad.
Este poema consta de diez estrofas irregulares. La métrica también es irregular y la rima, libre.
Piedritas en la ventana
En primera persona del singular, el yo lírico cuenta que la alegría le está tirando piedritas a su ventana para avisarle que está ahí, esperándolo. Sin embargo, él está calmo. Va a guardar la angustia en su escondite y se va a acostar mirando el techo. Reflexiona. Se pregunta quién sabe lo que pasará con su historia. Afirma que no jugará al “desahucio”, y que aún queda mucho por decir y callar, y también quedan uvas para llenar la boca. Finalmente, se da por persuadido, abre la ventana y deja entrar a la alegría.
Este poema consta de cinco estrofas, cuatro de cuatro versos y una de cinco. La métrica es irregular y la rima es libre.
Análisis
Hemos dicho previamente que Benedetti forma parte de esos autores que, en mitad del siglo XX, rompen con la predominancia de la retórica nerudiana, solemne y elevada. Esa ruptura, como veremos en este análisis, no implica un abandono de los grandes temas de la poesía, sino una reformulación, un nuevo abordaje. ¿En qué consiste dicho abordaje? Nada mejor que responder a esta pregunta dándole la voz al poeta:
Dijo el fulano presuntuoso
hoy en el consulado
obtuve el habitual
certificado de existencia
consta que aquí estoy vivo
de manera que basta de calumnias.
(“Certificado de existencia”, p. 221)
En la poesía de Benedetti, los grandes temas, como la existencia, no son tratados con una distancia solemne o a través de un léxico grandilocuente. Esto se ve de varias maneras en los versos citados. Por un lado, Benedetti decide llamar "Fulano" al protagonista del poema. Este término es sumamente informal, y su inclusión le quita solemnidad ya desde un principio al texto. Por otro lado, el discurso del Fulano está introducido en estilo directo, pero sin marcas textuales, sin dos puntos ni comillas, lo que resulta técnicamente incorrecto y acerca al poema a la oralidad, alejándolo de las formalidades de la escritura. En la misma línea, la versificación libre y no rimada del poema le ofrece al texto pausas que podemos asociar a la función de puntos y comas, y no un orden o un ritmo artificioso, como suele ser típico en la poesía.
¿Esto quiere decir que la existencia es presentada con liviandad u optimismo? Para nada. Pero, si desde la retórica nerudiana la vida es una tragedia, entonces, desde la retórica de Benedetti, la vida es una tragicomedia. El autor uruguayo plantea la angustia de transitar una existencia sin sentido, pero en medio de la desolación hace aparecer al humor como una posibilidad de fuga, como un arma de resistencia. Los versos citados están atravesados por una idea sumamente pesimista: la existencia solamente es un papel, un mero certificado. Sin embargo, gracias a su sentido del humor, Benedetti consigue que el lector pueda reírse, empatizar con ese pesimismo, volverlo palpable, digerirlo. Así como el amor es presentado por el autor uruguayo como un sentimiento que está en la tierra y no en el cielo, la vida, la muerte y la angustia también están en nuestro día a día, y podemos reírnos de sus avatares. No son una mera formulación abstracta e intocable.
En "Certificado de existencia", además, aparece una idea que será recurrente en la poética benedettiana: la vida es solamente parte de un mecanismo burocrático. Recordemos que este autor, como toda la Generación del 45, sitúa su obra en la urbe montevideana que, en mitad del siglo XX, se había convertido repentinamente en una gran ciudad. El Estado y la maquinaria capitalista habían cambiado su color y su ritmo. Los paisajes rurales habían prácticamente desaparecido. La oficina, la fábrica, el banco y las entidades estatales poblaban Montevideo. Los horarios se habían vuelto más fijos; la existencia, más repetitiva. La burocracia, como sucede en las novelas Kafka, se cernía sobre la ciudad como un nuevo dios.
Veamos qué sucede en el poema “Currículum”:
El cuento es muy sencillo
usted nace
(…)
usted sufre
reclama por comida
(…)
usted ama
se transfigura y ama
(…)
usted aprende
y usa lo aprendido
(…)
entonces
usted muere.
(pp. 70-71)
En estos versos, la vida se presenta como una serie de pasos burocráticos e inevitables. Benedetti traspone la rutina maquinal de la nueva gran ciudad a la existencia. Se vive y se muere como se trabaja. El título del poema, “Currículum”, un término propio del campo semántico laboral, refuerza este paralelismo entre la vida y el trabajo citadino. En los versos citados, nuevamente, se puede observar la elección de un léxico informal (la vida, por ejemplo, es llamada "cuento") y de una versificación lacónica que produce una gran cantidad de líneas muy cortas, en las que se abordan cuestiones importantes de forma muy sintética ("usted muere", es el ejemplo más claro). Esta simplificación extrema de la existencia, sumada al laconismo del yo lírico, genera un efecto tragicómico. Cabe destacar que, en Uruguay, el término "cuento" también se utiliza como sinónimo de chiste o broma. El humor absurdo es utilizado, así, por Benedetti para señalar que la vida sistemática del fulano citadino es, justamente, una broma absurda, un mero sinsentido.
En este punto cabe preguntarse: ¿hay esperanza? ¿Existe salida alguna, o la existencia es una fatalidad absoluta y lo único que podemos hacer es intentar reírnos? En “Piedritas en la ventana”, el yo lírico dice:
De vez en cuando la alegría
tira piedritas contra mi ventana
(…)
está bien no jugaré al desahucio
(…)
que la alegría no tire más piedritas
abriré la ventana.
(p. 179)
En estos versos, Benedetti le “abre la ventana” a la alegría, deja que esta invada su casa, entre en su vida. Aquí, la angustia (el “desahucio”) se presenta como un juego, como un vicio de la reflexión. La solución para que la existencia no sea solo un valle de lágrimas consiste en dejar de lado ese juego solitario y aprehender la alegría. Desde este punto de vista, tal como lo afirma en el poema “Soledades”, la felicidad con mayúscula (la felicidad como un estado duradero y pleno) no existe, pero la existencia tampoco queda relegada a la oscuridad absoluta. En el final de dicho poema, el yo lírico afirma:
(...) a veces no me siento
tan solo
si imagino
mejor dicho si sé
que más allá de mi soledad
y de la tuya
otra vez estás vos.
(p. 124)
Como podemos ver en estos versos, además del humor y de las visitas inesperadas de la alegría, también está el amor. La idea de que detrás de la soledad existe una unión amorosa permite que el yo lírico encuentre un sentido en el sinsentido de la existencia.
La Generación del 45, de la que forma parte Benedetti, tiene a Jean-Paul Sartre como uno de sus máximos referentes. Este autor francés es uno de los exponentes más importantes del existencialismo, corriente literaria y filosófica que se caracteriza principalmente por considerar la angustia humana como algo inevitable, pero no por ello negativo. La idea que sostienen autores como Sartre es que este sentimiento genera una inquietud en el ser que solo puede saciarse elevando el espíritu a través del amor, el arte o la acción política [1].
Al respecto, cabe destacar que el título del poema “Soledades” alude a la obra más importante del poeta Antonio Machado, llamada precisamente Soledades (1907). Este autor español tiene una fuerte impronta existencialista. De hecho, en su famoso poema “Caminante no hay camino” puede encontrarse un planteo muy similar al esbozado por Benedetti:
Todo pasa y todo queda
Pero lo nuestro es pasar
Pasar haciendo caminos
Caminos sobre la mar.
(1988, p. 106)
Así como en estos versos de Machado, la existencia en la poética de Benedetti es presentada como algo pasajero y que no tiene un sentido de antemano, sino que ese sentido debe ser construido en el camino, en el día a día. Para ambos poetas la vida no es teleológica. Es decir, no tiene una finalidad, sino que se le debe encontrar una finalidad. En “Hasta mañana”, el yo lírico de Benedetti dice:
(...) y yo me siento tan lejos, tan pequeño
que a Dios invoco, pero no le pido
nada, con tal de compartir apenas
este universo que hemos conseguido.
(p. 75)
En estos versos, la voz no le pide nada a Dios porque sabe que no hay nada a futuro que valga la pena pedirle. No le ruega por el paraíso ni por el perdón divino. Lo invoca solamente para compartir su mundo con él, para vivir juntos lo que está ahí, construido, al alcance de la mano.
En resumen, Benedetti, utilizando un estilo humorístico y despojado, construye una profunda poética existencial. Propone que no se vive para conseguir algo, sino que se vive, se es solo por el placer de vivir, de sentir amor, alegría, comer uvas o compartir un momento con Dios. La excesiva reflexión filosófica y la hiper-regulación del sistema capitalista son dos grandes obstáculos que se deben sortear para alcanzar esa felicidad momentánea, esa felicidad que no será con mayúsculas, pero no deja de ser.
[1] La obra más importante de Sartre es la novela La náusea, de 1938. El protagonista, Antoine Roquentin, es un hombre que encuentra en la música el único motivo por el que vale la pena vivir.