El amor
En la poesía de Benedetti, el amor es un sentimiento material y mundano, que se construye en el día a día entre dos compañeros. El poeta uruguayo confronta tajantemente con la percepción romántica del amor como una entidad ideal y abstracta. El yo lírico de Benedetti no dirige sus palabras amorosas a una amada inalcanzable, sino a una mujer de carne y hueso. Tampoco intenta conmoverla con promesas heroicas, sino que, a través de un lenguaje simple, le propone construir una relación basada en la solidaridad y el apoyo mutuo. Esto no quiere decir que el amor sea menospreciado por Benedetti. Por el contrario, este sentimiento es presentado en su poesía como una de las pocas cosas que le dan sentido a una vida que carece, en buena medida, de él.
La política
La política es el único tema que Benedetti aborda con absoluta seriedad. El humor, la ironía y la liviandad que caracterizan la poesía del autor uruguayo no aparecen en sus versos políticos. A través del uso de la primera persona del plural, Benedetti encarna la voz de aquellos que comparten su ideología para denunciar la injusticia social. Utilizando un lenguaje simple y basándose en hechos de la realidad histórica (el asesinato del "Che" Guevara y Soledad Barrett, las desapariciones forzadas en Argentina), construye una poesía política que es, en primer lugar, política y, luego, poética.
Es importante destacar que Benedetti forma parte de aquellos escritores de izquierda que entre 1950 y 1970 tenían la convicción de que la literatura debía ser, sobre todas las cosas, una herramienta para el cambio social.
La literatura
A lo largo de su obra, Benedetti reflexiona de manera recurrente acerca del rol que debe tener la literatura en la sociedad. Confronta con la idea de que esta solo debe ser un hecho estético y propone, por el contrario, que debe ser un hecho político. En varios de los poemas, el poeta uruguayo le habla de tú a tú al lenguaje para exigirle que baje del Olimpo de los dioses y se convierta en una herramienta popular. Es decir, Benedetti desea que la literatura deje ser una entidad sagrada a la que solo pueden acceder unos pocos elegidos, y pase a estar en manos del pueblo. Solo de esa manera, los textos ayudarán a mejorar la vida de las personas en lugar de servir para el mero deleite intelectual.
La vida laboral
En la poesía de Benedetti, la vida laboral es la expresión máxima del sinsentido de la modernidad. El oficinista, personaje icónico creado por el poeta uruguayo, gasta sus días atendiendo teléfonos, llenando papeles que no comprende, tipeando robóticamente en la máquina de escribir, olvidándose de su propia existencia. La oficina es un centro neurálgico del creciente capitalismo. Allí, los hombres se alienan y pierden sus sueños. La maquinaria del mundo moderno los devora cada día a las ocho de la mañana y los vomita a las ocho de la noche.
Al estilo de Charles Chaplin en Tiempos modernos, Benedetti produce una poesía mordaz y cómica que apunta a sacudir al oficinista, despertarlo y demostrarle que la vida dentro de la oficina no es vida.
La existencia
En la poesía de Benedetti, la vida es presentada como algo que carece de finalidad. No se vive para nada en particular. No hay paraíso ni recompensa de ningún tipo esperando al otro lado del túnel. La angustia por la finitud y por existir en un sinsentido atraviesa la obra del poeta uruguayo.
¿Qué hacer entonces? ¿Hay alguna posibilidad de disfrutar de la vida dentro de ese panorama negativo? Sí. En consonancia con los planteos del existencialismo francés, Benedetti postula que la existencia no tiene sentido en sí, pero se le puede construir uno. Desde su óptica, la angustia existencial no es algo puramente negativo, sino que, gracias a ella, los sujetos salimos del conformismo y vamos en búsqueda de algo que le dé verdadero valor a nuestras vidas; algo más elevado que ir a trabajar, dormir y volver a ir a trabajar; algo que realmente podamos disfrutar, sentir, que nos permita gozar el presente. El amor, el arte e intentar mejorar el mundo a través de la acción política son algunos de los buenos motivos que nos propone Benedetti en sus versos.
La creencia en Dios
Si bien en varios de sus poemas el autor uruguayo da a entender que no cree en la existencia de un ser superior, no por ello deja de nombrar e imaginar a Dios. Entonces, ¿cómo es ese ser superior que no existe, pero que es nombrado de manera recurrente por Benedetti?
Como podemos ver a lo largo de la guía, para el autor uruguayo nada puede ser solamente una abstracción o un ideal, sino que todo debe ser material. En su poesía, por lo tanto, Dios no es una entidad espiritual, sino una promesa material. El yo lírico piensa en Dios como en un posible buen amigo; alguien que podría compartir un rato con él, o recibir amablemente al "Che" Guevara en el cielo. Benedetti aplica aquí la misma lógica que aplica al hablar del amor o de la literatura: desacraliza y vuelve terrenal aquello que se considera sublime. Es cierto: en este caso, el autor no está seguro de que Dios exista y pueda ser terrenal, pero sí tiene certeza de que, en caso de existir, Dios se presentaría a los suyos de manera palpable.
La modernidad
Una de las características que definen a la poesía de Benedetti es la mirada crítica que ejerce sobre la vida moderna. En la década de 1940, Uruguay es un país próspero, con una fe absoluta en que el capitalismo moderno conducirá al país a un bienestar absoluto. Benedetti y otros escritores de la Generación del 45 cuestionan esta afirmación a través de una literatura que evidencia que "modernidad" no es sinónimo de "felicidad".
En su poesía, el autor uruguayo presenta la modernidad como una era vacía de sentido y llena de distracciones. Los múltiples estímulos y exigencias de la maquinaria oficinista se suman al ruido de los automóviles, a la frivolidad de la televisión y a las novedosas armas bélicas (recordemos que en 1945 Estados Unidos ataca a Japón con dos bombas atómicas) para ensordecer, alienar y estupidizar a la masa.
Paradójicamente, Benedetti construye una poesía urbana y sumamente moderna que presenta la vida urbana de la modernidad como un monstruo angurriento del cual todos debemos escapar.