Resumen
En esta sección analizaremos la producción poética de Mario Benedetti que tiene como tema central la literatura a partir de cinco poemas representativos.
Semántica
En segunda persona del singular, el yo lírico se dirige a la “palabra”. La llama “silaboba”. Le dice que ellos (no aclara a quién se refiere) quieren que él se refugie en ella, que crea que es un muro, una trinchera, una caverna, un monasterio. Le ordenan que la mire fijo hasta olvidarse de los que la hacen y la deshacen. Luego, el yo lírico afirma que ellos llegaron a decir que la palabra era “el gran protagonista”. Él desconfía de eso. Cuenta que Levi-Strauss confesó que América no le interesaba después de 1492. Afirma, entonces, que aunque Colón no sabe si sentirse orgulloso o miserable al respecto, él sí sabe. A continuación, retoma la segunda persona y le pide a la palabra que baje del Walhalla. Le asevera que su porvenir es ser “desolimpizada”, y su única salvación es ser su instrumento, su caricia, su bisturí, su metáfora, su fusil. Finalmente, le advierte que hará un lindo serrucho con ella.
Este poema consta de nueve estrofas irregulares. La métrica también es irregular y la rima, libre.
El verbo
En primera persona del plural, el yo lírico afirma que en el principio de los tiempos era el verbo, pero el verbo no era Dios. Eran las palabras. Dice que estas eran frágiles, transparentes y “putas”, y que cada una venía con su estuche y su legado de desidia. Era posible mirarlas a trasluz e interrogarlas en calma o en francés. Ellas respondían con guiños cómplices y corruptos. El yo lírico, luego, cuenta que en aquel entonces solo algunos pocos podían usar las palabras. El pueblo no los entendía y a ellos no les importaba. A continuación, asevera que en el después también será el verbo, y esta vez tampoco el verbo será Dios, sino el grito de millones de gargantas capaces de reír y llorar como mujeres y hombres nuevos. Aquellas palabras “putas” y frágiles se volverán sólidas y acaso se sembrarán, serán regadas por los hechos y se convertirán en árboles y frutos de un pueblo ya maduro por la revolución.
Este poema consta de cinco estrofas irregulares. La métrica también es irregular y la rima, libre.
Los poetas
En tercera persona del plural, el yo lírico dice que los poetas se encuentran en congresos, saraos, cárceles y antologías. Unos son alabados en manuales y otros, censurados. Los poetas se abrazan en aeropuertos y, a menudo, bostezan en los recitales de otros, pero también admiten que estos bostecen en sus propios recitales. En las ferias anuales, firman libros y reciben a los jóvenes, confianzudos y tímidos. Se encuentran en simposios por la paz, pero nunca la consiguen. Unos reciben premios y otros, palos de ciego. Sus mejores hallazgos son discutibles. Frecuentan boliches y museos. Tienen pocas respuestas, pero muchas preguntas. A veces se enamoran de musas increíbles. Beben, discuten, callan, argumentan y valoran, pero, al final del día, saben que la poesía llegará (si es que llega) solo cuando estén a solas con su cuerpo y su alma.
Este poema consta de siete estrofas de cuatro versos. La métrica es, en su mayoría, alejandrina (es decir, de catorce versos) y la rima, libre.
Pájaros
En primera persona del singular, el yo lírico afirma que, desde hace siglos, la poesía incluye todo tipo de pájaros ilustres, como la oropéndola, la calandria, el jilguero o el ave fénix. Dice, entonces, que él se encargará de incluir a los pájaros discriminados, aquellos que están en el olvido pero llenos de memoria. Nombra varios pájaros, como el canario, la tórtola y el benteveo, para que, por lo menos alguna vez, aparezcan en un verso.
Este poema consta de cuatro estrofas irregulares. La métrica también es irregular y la rima, libre.
Arte poética
En tercera persona del singular, el yo lírico pide que golpee y golpee (no aclara quién ha de golpear) hasta que nadie pueda hacerse el sordo, hasta que el poeta sepa o crea que lo están llamando.
Este poema consta de una estrofa de ocho versos. La métrica es irregular y la rima, libre.
Análisis
Una gran cantidad de poemas de Benedetti apuntan, paradójicamente, a desmitificar la poesía. En una línea similar a la de Nicanor Parra (el llamado “antipoeta”), Benedetti se distancia de la literatura, la cuestiona, desconfía de su solemnidad, discute con la forma predominante y debate sobre su rol en la sociedad. En “Semántica”, el yo lírico dice:
(...) che palabra bajate del walhalla [1]
tu único porvenir
es desolimpizarte
(…)
tu única salvación es ser nuestro instrumento
caricia bisturí metáfora fusil ganzúa interrogante tirabuzón.
(p. 97)
Utilizando un tono coloquial, Benedetti increpa a la palabra. Se dirige a ella llamándola "che", término sumamente informal que se utiliza en el español rioplatense para llamar la atención del prójimo. Luego, emulando la voz de alguien que en una discusión le pide al prójimo que deje de hacerse el importante, que se "baje del podio", le dice: "bajate del walhalla", generando un efecto cómico. Invita así a la palabra a dejar el mundo de los muertos y ser útil a los vivos; la somete a convertirse en una herramienta si quiere sobrevivir. En toda su poesía sobre la literatura, el poeta uruguayo postula que el lenguaje debe ser usado de manera simple, en pos de construir con él textos terrenales, que estén al alcance de todos. Se opone a la idea de que el lenguaje es algo sagrado, que sirve para construir una literatura elevada, sublime.
Cabe destacar que, entre 1950 y 1970, existía una gran división entre los escritores que consideraban que la literatura debía ser una herramienta para concientizar políticamente y combatir la alienación capitalista y los que creían que la literatura debía ser solamente un acto estético. Para los primeros, la noción de que el lenguaje es algo bello, que debe ser utilizado con refinamiento, es totalmente errada. Para ellos, el lenguaje es una herramienta con la que se hacen cosas materiales. Una palabra en un poema es equivalente a un ladrillo en una casa. Sin lugar a dudas, Benedetti forma parte de este grupo:
En el principio era el verbo
y el verbo no era dios
eran las palabras
frágiles transparentes y putas
cada una venía con su estuche
con su legado de desidia
(…)
en el después será el verbo
y el verbo tampoco será dios
tan solo el grito de varios millones de gargantas
capaces de reír y llorar como hombres nuevos y mujeres nuevas.
(“El verbo”, pp. 102-103)
En este poema, el autor uruguayo postula un cambio de paradigma literario. Da a entender que, en el pasado, las palabras eran mercancías lujosas y corruptas. Los vanidosos poetas las utilizaban sin que les importara que el pueblo no pudiera comprenderlas. En cambio, en el futuro, las palabras estarán en la garganta de todos los hombres nuevos y las mujeres nuevas. Será el pueblo quien escriba para el pueblo.
Cabe destacar que el concepto de “hombre nuevo” era utilizado frecuentemente por el “Che” Guevara para referirse a aquellas personas que se formarían dentro del comunismo y, por lo tanto, tendrían conciencia de clase. La fusión entre reflexión literaria y praxis política es recurrente en la obra de Benedetti. Para el poeta uruguayo, los escritores tienen un rol político importante dentro de la sociedad. Son los encargados de guiar al pueblo, de revelar la verdad a través de la palabra. En “Arte poética”, el yo lírico dice:
Que golpee y golpee
hasta que nadie
pueda ya hacerse el sordo
que golpee y golpee
hasta que el poeta sepa
o por lo menos crea
que es a él a quien llaman.
(p. 81)
Si bien aquí no se aclara quién es o qué es lo que debe golpear, puede deducirse que la voz está hablando de la realidad material. Aquí, Benedetti le otorga al poeta la responsabilidad de escuchar el llamado de los conflictos sociales y traducir esos “golpes” a palabras. Es decir, le exige que use la poesía como herramienta para denunciar, protestar o concientizar sobre las problemáticas de la realidad material que están golpeando a su pueblo diariamente. En eso consiste el arte de la poesía.
Decíamos previamente que los poemas sobre literatura de Benedetti se asemejan a los de Nicanor Parra en que ambos usan sus versos para discutir contra la llamada “literatura alta”. Sin embargo, aquí podemos encontrar una importante diferencia entre ambos. Lo único que se propone Parra con sus versos antipoéticos es bajar la poesía del Olimpo de los dioses. No intenta hacer otra cosa con ella; no le otorga ninguna nueva función [2]. Benedetti, por el contrario, pretende bajar la poesía del Olimpo para dársela a los mortales, y que estos la usen como una herramienta de lucha. El poeta uruguayo confía en que la literatura ha de tener influencia en la realidad material. Por eso, en “Pájaros”, su yo lírico dice:
Hace ya varios siglos
que pájaros ilustres sobrevuelan
los predios de la vasta poesía
el cuervo la oropéndola
(…)
yo aquí rompo una lanza
por los discriminados
(…)
por eso aquí propongo
al canario el gorrión el tordo el mirlo.
(pp. 229-230)
Estos versos que, a priori, pueden parecer solamente una humorada, sintetizan a la perfección la posición de Benedetti frente a la literatura. Según él, la “vasta poesía” se ha olvidado de la realidad cotidiana. Nos ha hablado de cosas que pocas veces están a nuestro alcance (cuervos, oropéndolas). Los poetas, entonces, tienen la misión de integrar al mundo literario aquello que los rodea (canarios, gorriones) y que fue olvidado. Terminar con la “discriminación” de la vida material e incluirla en los textos es un acto estético y político necesario. Por supuesto, para ello es fundamental, también, que los poetas vivan en ese mundo cotidiano, y no en el Olimpo o el Walhalla:
Los poetas se encuentran en congresos
en saraos en cárceles en las antologías
unos cosechan loas en manuales de fama
otros son asediados por la casta censura.
(“Los poetas”, p. 217)
A lo largo de este poema, Benedetti describe a los poetas en diferentes situaciones mundanas. Así, demuestra que son seres de carne y hueso, que su contacto con la palabra no está mediado por ninguna fuerza trascendente y que, en una realidad en la que la palabra está al alcance de todos, la poesía puede estar en boca de cualquiera que se lo proponga.
[1] Dentro de la mitología nórdica, el Walhalla es el palacio de los muertos. Allí moran los guerreros que dejaron su vida en combate.
[2] En su poema “Quédate con tu Borges”, el yo lírico de Parra dice: “Él te ofrece el recuerdo de una rosa amarilla/ Vista al anochecer/ Años antes de que tú nacieras/ Interesante puchas qué interesante/ En cambio yo no te prometo nada/ ni dinero ni sexo ni poesía/ un yogurt es lo + que podría ofrecerte” (2017, p. 507). Parra fue cuestionado por varios artistas de izquierda, quienes aseveraban que sus versos eran improductivos en términos revolucionarios.