Resumen
A partir de cinco poemas representativos, analizaremos en esta sección la producción poética de William Blake que gira en torno a la desigualdad social.
El deshollinador (de Cantares de experiencia)
El poema comienza en tercera persona del singular. El yo lírico afirma que en la nieve hay algo pequeño y negro que está gritando: “deshollinador”. Luego, el yo lírico se dirige al deshollinador para preguntarle a dónde están sus padres. Este responde que sus padres se fueron a la iglesia a rezar. Después, cuenta que él era feliz en la tierra hasta que ellos lo vistieron con “las ropas de la muerte” (p. 85) y le enseñaron a cantar “las notas del dolor” (p. 85). A continuación, afirma que como él baila y canta, los padres creen que no le han hecho daño alguno. Por eso mismo, se fueron a loar a Dios, a su sacerdote y a su rey, quienes de la miseria crean paraísos.
Este poema consta de tres estrofas de cuatro versos. La métrica es irregular y la rima original, consonante. La rima no se mantiene en la traducción con la que trabajamos en este guía.
Jueves Santo (de Cantares de experiencia)
En primera persona del singular, el yo lírico se pregunta si es algo sagrado ver en una tierra rica a niños reducidos a la miseria. Luego, se pregunta si acaso ese llanto tembloroso que escucha a lo lejos es un canto, y afirma que su hogar es una tierra de miseria. Allí, el sol nunca brilla, los campos son yermos, los caminos están llenos de espinas y reina un invierno eterno. Finalmente, la voz asevera que donde brille el sol y caiga la lluvia, los niños no pueden tener hambre ni la miseria puede consternar la mente.
Este poema consta de cuatro estrofas de cuatro versos heptasílabos. La rima es consonante. Ni la rima ni la métrica se mantienen en la traducción.
El pequeño vagabundo
El pequeño vagabundo se dirige a su madre. Le dice que la iglesia es fría, mientras que la taberna es cálida, sana y placentera. Luego, cuenta que en la taberna lo tratan muy bien y asevera que ni siquiera en el cielo pasará tan buenos momentos como los que pasa allí. A continuación, afirma que si en la iglesia les dieran cerveza y hubiera un fuego agradable, cantarían y rezarían durante todo el día, y jamás desearían apartarse de ese sitio. El pastor entonces podría predicar, beber y cantar, y todos serían felices. La recatada dama Borrachera, que siempre está en la iglesia, no tendría niños contrahechos, ni ayunos, ni castigos. Y Dios sería como un padre que está feliz al ver a sus niños felices. Entonces no tendría más disputas con el barril, ni con el Diablo, sino que lo besaría, y le daría ropas y bebida.
Este poema consta de cuatro estrofas de cuatro versos irregulares. La rima original es consonante (no se mantiene en la traducción).
Londres
En primera persona del singular, el yo lírico cuenta que él ha vagado por cada calle del Reino cercano al Támesis. Afirma que en los rostros que vio allí ha notado signos de debilidad y de dolor, y en el grito de los hombres y los niños que escuchó allí sintió las cadenas que la mente humana ha forjado. A continuación, la voz dice que el llanto del deshollinador consterna las iglesias y el suspiro del soldado cae como sangre por los muros de los palacios. Finalmente, el yo lírico afirma que en las calles, de medianoche, se escucha cómo la maldición de la joven Ramera destroza las lágrimas del niño recién nacido e infecta de miserias el fúnebre carruaje nupcial.
Este poema consta de cuatro estrofas de cuatro versos octosílabos. La rima original es consonante (no se mantiene en la traducción).
La esencia del hombre
En primera persona del plural, el yo lírico afirma que la piedad dejaría de existir si no volviéramos pobre al prójimo, y la compasión desaparecería si todos fueran felices. A continuación, asevera que el mutuo temor trae paz hasta que proliferan los amores egoístas y aparece la crueldad. Luego, afirma que Él humedece el suelo con lágrimas. Entonces, la humedad echa raíces debajo de sus pies y se extiende la sombra lóbrega del misterio. La mosca y la oruga se nutren de misterio. Finalmente, la voz dice que los dioses de la tierra y del mar buscaron el árbol en la naturaleza, pero la búsqueda fue en vano porque este crece en el cerebro humano.
Este poema consta de seis estrofas de cuatro versos. La métrica es irregular y la rima, consonante (no se mantiene en la traducción).
Análisis
Para William Blake, la corrupción espiritual humana tiene importantes consecuencias terrenales. En sus versos, el excéntrico poeta inglés no avizora un infierno post mortem para la humanidad, sino que señala el infierno mundano en el que vive día a día. Miseria, falta de empatía y amor por los necesitados, hambre, alejamiento de la naturaleza y pérdida de la moral son algunos de los componentes que conforman el averno terrenal. Un averno en el que quienes se queman no son tanto los pecadores, sino los humildes como el pobre niño deshollinador:
»Porque yo era feliz sobre la tierra,
Y sonreía entre las nieves del invierno,
Me vistieron con las ropas de la muerte,
Me enseñaron a cantar las notas del dolor.»Y porque soy feliz y bailo y canto,
Piensan que no me han hecho daño alguno,
Y han ido a loar a Dios, a su Sacerdote y a su Rey,
Que de nuestra miseria crean paraísos» (“El deshollinador”, p. 85).
En la poesía de William Blake, es imposible separar el ámbito religioso y espiritual del ámbito político y moral. En los versos citados, el pequeño deshollinador nos cuenta que fueron sus propios padres quienes le quitaron la felicidad y lo mandaron a trabajar limpiando chimeneas, sin siquiera darse cuenta del daño que le estaban realizando. Aún más, mientras él trabaja, ellos están en la iglesia adorando a las autoridades de un sistema en el que la miseria se venera. Blake cuestiona la idea católica de que el sufrimiento y la pobreza son virtudes. Denuncia que la iglesia y la monarquía, amparados en dicha idea, avalan la pobreza y el trabajo infantil. Los padres del deshollinador, adultos que, siguiendo la ley de la razón, han perdido la sensibilidad, confían en la lógica devoradora de las autoridades eclesiásticas, le quitan al niño su felicidad innata y lo sacrifican.
La crítica de Blake a la desigualdad e injusticia social (ya sea por parte de la iglesia, de los adultos hacia los niños, de la monarquía, o entre pares) gira siempre en torno a un concepto fundamental que, como hemos visto, atraviesa toda la obra del autor: el ser humano ha perdido su unidad universal a manos de la ley racional. Es decir, se ha desensibilizado y se ha vuelto parte de un mundo maquinal, en el que cada uno busca su beneficio propio. Así lo expresa, nuevamente, en “Londres”:
He vagado por cada calle del Reino
Cercana al lecho del Támesis,
Y he notado en cada rostro que encontré
Signos de la debilidad y del dolor.En el grito de cada Hombre,
En el grito de terror de cada Niño,
En cada voz, en cada prohibición,
Siento las cadenas que nuestra mente ha forjado (pp. 95-97).
William Blake escribe su poesía en el apogeo de la Revolución Industrial. Esta revolución comienza a mitad del siglo XVIII y se caracteriza sobre todo por la mecanización de los procesos industriales. La novedosa tecnología permite que se reemplace la producción artesanal por la producción en serie. La clásica economía rural, entonces, le deja paso a la pujante economía urbana. Enormes cantidades de personas se mudan desde las zonas rurales a las capitales europeas como Londres, la capital europea que registra mayor crecimiento demográfico durante este periodo. Esta urbanización repentina visualiza nuevos actores sociales. El proletariado invade las calles. La pobreza de los trabajadores que, por entonces, eran prácticamente esclavizados, se vuelve parte del paisaje. El trabajo infantil, la prostitución y el alcoholismo se masifican. Blake advierte, con horror, que el supuesto progreso del hombre ha conducido a la sociedad a una degradación moral que, hasta entonces, era inimaginable. Los valores se han subvertido. Aquello que antes era Dios ahora es el Diablo, y viceversa. Así lo expresa el pequeño niño vagabundo:
Madre querida, Madre querida, la iglesia es fría,
Mas la taberna sana y placentera y cálida;
Puedo decir además que es donde me tratan bien.
Tan buenos momentos no tendré en el Cielo (“El pequeño niño vagabundo”, p. 95).
En un mundo en el que la iglesia y el rey construyen miserias, los padres sacrifican la felicidad de sus hijos, y el orden racional impone la desidia y la falta de amor hacia el prójimo, el orden irracional y marginal de la taberna se presenta como un camino para la salvación humana. Allí, donde todos se emborrachan y pierden la razón, puede surgir el amor y la empatía que esa misma razón omnipresente ha extraviado. Cabe mencionar que las críticas de Blake no pasaron inadvertidas. No es casual, cabe decir, que este poema haya sido censurado, en diferentes ediciones de Cantares de experiencia, por atentar contra la moral religiosa de su tiempo.
He aquí un punto clave: William Blake no encuentra la solución a la desigualdad social en un accionar político. Para él, las injusticias cometidas diariamente en la sociedad son consecuencia de un sistema de pensamiento fallido, un orden que obedece a la razón en lugar de atender a la emoción. Para Blake, en la razón se hallan los temores, y son esos temores los que conducen a los humanos a volverse egoístas y a crear una sociedad desigual e injusta. En las primeras dos estrofas de “La esencia humana”, el yo lírico dice:
La Piedad dejaría de existir
Si no tornásemos a alguien Pobre;
Y no habría compasión
Si todos fueran tan felices como nosotros:Y el mutuo temor trae paz,
Hasta que proliferan los amores egoístas:
Entonces la Crueldad teje una red
Y esparce sus señuelos con cuidado (p. 97).
Al igual que en “El pequeño vagabundo”, en estos versos Blake señala que aquello que la sociedad de su tiempo considera virtuoso en realidad no debería ser considerado de ese modo. Postula que la piedad y la compasión no existirían en una sociedad verdaderamente justa. Si el ser humano no generara pobreza e infelicidad, estos valores no tendrían razón de ser. Cabe destacar que la piedad y la compasión son dos valores ponderados por la Iglesia católica, a quien Blake presenta como la máxima responsable de la injusticia social. En “Jueves Santo” de Cantares de experiencia, el yo lírico se pregunta:
¿Es acaso algo sagrado ver
En una tierra rica y fecunda,
Niños reducidos a la miseria,
Nutridos por manos frías e innobles? (p. 75).
Como podemos recordar, en la versión de “Jueves Santo” de Canciones de inocencia, escrita cinco años antes de esta versión (y analizada en la sección dedicada a los poemas religiosos), el yo lírico de Blake aún mantiene la esperanza de que los niños huérfanos sean protegidos por las instituciones religiosas. Sin dudas, aquí, esa esperanza ya se ha desvanecido. En estos versos, en su lugar, cuestiona la validez moral de los valores que la iglesia católica postula como virtudes religiosas. Por ejemplo, la vinculación histórica de la pobreza con el desapego material y la elevación espiritual, o el planteo de que vivir en condiciones precarias, tal como vivió Jesucristo, es una virtud religiosa.
Contra ello, Blake considera que el acto de sacralizar la pobreza es un modo de sistematizar la injusticia, de hacer de la miseria un paraíso. El poeta inglés, como hemos dicho previamente, no se resigna a encontrar la tierra sagrada en el cielo. Pugna por un mundo terrenal igualitario, en el que la razón no esté al servicio de la invención de falsas virtudes, en el que la riqueza natural sea de todos, el hambre no exista y la miseria deje de consternar nuestra mente:
Porque donde brilla el sol,
Y donde cae la lluvia,
Los niños no pueden tener hambre,
Ni puede la miseria consternar nuestra mente ("Jueves Santo", p. 77).