Ilusiones/flores (símil)
"Las ilusiones de un corazón ardiente son como las flores del estío: su perfume es más penetrante pero su existencia más pasajera".
En estas palabras, la narradora se refiere a la idea de un 'amor de verano', que si bien es intenso, también es efímero. Se encuentra describiendo a Carlota y al florecimiento de su sentimiento de amor por Enrique.
Rostro de Carlota como una clavellina (símil)
"Así sus labios de rosa estampaban alguna vez en mi frente un beso fraternal, y su lindo rostro de alabastro se inclinaba sobre mi rostro moreno; como la blanca clavellina que se dobla sobre la parda peña del arroyo".
Cuando se estaban preparando para el viaje a Cubitas, las cuatro hermanas de Carlota se acercaron a Sab, rodeándolo de caricias, contentas por la novedad. Entonces Sab recuerda que del mismo modo se manifestaba Carlota con él cuando era más chica. Y visualiza en su memoria cómo ella le daba un beso sobre su frente morena, así como la flor de la clavellina toca una piedra cercana al arroyo al doblarse hacia adelante.
Corazón/vela (metáfora)
"-Así un corazón gastado por los pesares -dijo tristemente- arroja aún de tiempo en tiempo destellos de entusiasmo, antes de apagarse para siempre: ¡así mi pobre corazón cansado de amargura, despedazado de dolores, vierte todavía sobre mis últimos años de juventud el resplandor siniestro de una llama criminal y terrible!".
Refiriéndose al amor que le consume por dentro, Sab asimila su corazón con una vela encendida que se va apagando de a poco. Tanto el corazón como la vela se consumen con el tiempo, pero aún antes de apagarse o de frenar sus latidos continúan brindando destellos de luz o de vida.
Carlota/Ángel (metáfora)
"Sus manos desprendiéndose de la reja se elevaron también y la luz de la luna, que bañaba su frente, parecía formar en torno suyo una aureola celestial. ¡Jamás se ha ofrecido a las miradas de los hombres tan divina hermosura! Nada había de terrestre y mortal en aquella figura: era un ángel que iba a volar al cielo abierto ya para recibirle [...]".
Una noche, Carlota sale de su habitación por la ventana y contempla el cielo y la luna. Sab la ve, ya que se encontraba a los pies de la ventana, velando el sueño de su ama. Él se queda en la oscuridad contemplándola, y le parece ver un ángel en lugar de a Carlota.
Sab agonizante como una encina que sucumbe a la tempestad (símil)
"Al lado de Luis, frágil criatura que se doblaba sin resistencia, débil caña que cedía sin ruido, echábase de ver aquella fuerza caída, aquel hombre lleno de vigor sucumbiendo como la encina a las tempestades del cielo".
Antes de morir, Sab se encuentra en la misma habitación en la que está agonizando Luis, el hijo de Martina. La narradora compara a Sab con un fuerte árbol, la encina, que solo cae tras una fuerte tempestad. Es decir, Sab es tan fuerte que solo un gran tormento pudo llevarlo a la muerte. Al mismo tiempo, una metáfora también presente en esta cita iguala a Luis con una caña, pues era un niño enfermo y, por tanto, más débil y pequeño.