La palabra "barroco" viene del francés baroque, que significa extravagante, aunque también podemos asociar su origen a la palabra del portugués barrôco (tipo de perla de forma irregular). En ese sentido, la palabra "barroco" comenzó a utilizarse para referir, en general, al exceso de ornamentación. Asimismo, cuando hablamos del Barroco como período histórico, nos referimos a una época que se sitúa en el siglo XVII, un tiempo de pesimismo y desengaño debido a la crisis social existente en Europa. En este siglo, la sociedad se ha empobrecido, la riqueza se ha concentrado en manos de unos pocos poderosos y las condiciones de vida de las clases humildes han empeorado.
En literatura, se habla de dos tendencias o estilos dentro del Barroco español:
- El Conceptismo, estilo encabezado por Francisco de Quevedo, que se basa en los juegos de palabras, la búsqueda de dobles sentidos (dilogía) y en la utilización recurrente de antítesis y paradojas. En ese sentido, el Conceptismo busca la originalidad y el ingenio explorando y jugando con el lenguaje. A propósito de esto, es habitual el uso de recursos como el símil o la hipérbole.
- El Culteranismo, estilo donde destaca Luis de Góngora. Podemos decir que también persigue la originalidad, aunque llega hasta ella a través de la sonoridad y la brillantez lingüística, con elaboradas metáforas e hipérbatos. En relación con esto, el Culteranismo recurre con frecuencia al cultismo y a las estructuras sintácticas latinas.
Por otro lado, para completar la lista de los máximos exponentes del Barroco español en poesía, debemos mencionar al escritor Lope de Vega, quizás, de los tres, el que puede asociarse a una línea más clásica.
Ahora bien, la mayoría de los críticos coincide en que Quevedo quizás sea el que más representa de los tres el espíritu barroco, y el que abarca mejor esos sentimientos antagónicos y desmesurados típicos del Siglo de Oro. A propósito del autor español, el propio Jorge Luis Borges dijo: “más que un hombre, una dilatada literatura” (1974). Estas cualidades literarias que Quevedo plasmó con su estilo conceptista forzaban al lector a descifrar más que a leer los textos. Dicho de otra forma, un lector debía hacer un esfuerzo extra para desentrañar la profundidad de los conceptos que Quevedo plasmaba en sus poemas. En ese sentido, está claro que la obra de Quevedo es profundamente elitista; su lenguaje está cargado de anfibologías, de contrasentidos, de alusiones históricas y citas de autoridad que escapaban al común de los lectores de aquella época. Dicho esto, parte de ese espíritu barroco que se le adjudica a Quevedo está relacionado con la complejidad y el exceso de ornamentación de sus poemas, lo que exigía un esfuerzo intelectual considerable.
Así y todo, ese esfuerzo intelectual no se circunscribe a los lectores de su época; sin ir más lejos, lo mismo nos sucede a los lectores actuales, ya que debemos esforzarnos en descifrar los códigos eminentemente barrocos, es decir, circunstancias concretas y definitorias del siglo XVII. Solo por poner un ejemplo, la palabra “novedad”, en ese siglo, tenía connotaciones subversivas.