Salmo XVII (“Miré los muros de la patria mía”)

Salmo XVII (“Miré los muros de la patria mía”) Resumen y Análisis Salmo XVII

Resumen

El soneto comienza con un verso en el que el yo poético hace referencia a que ha observado los muros de su patria. Dice que alguna vez fueron fuertes, pero que ahora están desmoronados por el paso del tiempo. Acto seguido, expresa que ha salido al campo y allí ha observado al sol secando los arroyos y el ganado, sufriendo la escasez de agua y de comida. Asimismo, menciona que también ha visto cómo el monte ha robado su luz al día.

Luego, al comienzo del primer terceto, el yo poético dice que ha entrado en su casa solo para ver la decadencia de su habitación y de su báculo. Concluye el soneto explicando que hasta su espada ha caído en ese estado de deterioro y que, sin importar hacia dónde dirija su mirada, el yo poético solo ve certezas de estar muriendo.

Análisis

En principio, cabe hacer una breve referencia al período histórico del que forma parte Quevedo para poner en contexto su "Salmo XVII". El Siglo de Oro español comienza aproximadamente a mediados del siglo XVI y se extiende hasta fines del siglo XVII. Este período abarca parte del Renacimiento y parte del Barroco. En relación con esto, es importante señalar que el contraste entre estos dos movimientos culturales es significativo.

Por un lado, el Renacimiento, desarrollado en Europa durante los siglos XV y XVI, pretendía reivindicar ciertos aspectos de la cultura clásica griega y romana. Sin ir más lejos, la palabra "renacimiento" se utiliza para dar cuenta de una voluntad de regresar a los valores de la cultura grecolatina y a la contemplación libre de la naturaleza después de siglos de predominio de un tipo de mentalidad más rígida y dogmática establecida en la Europa medieval. Asimismo, el Renacimiento cultiva el humanismo, un movimiento que toma como foco de atención al ser humano y enaltece la razón como forma de acceder a la verdad.

Ahora bien, ya en el siglo XVI, en España comienza un período de decadencia, en parte, motivado por las consecuencias de la expulsión de los moros en 1492. Esta población había sido un auténtico motor económico, trabajando la tierra, contribuyendo en el saneamiento de las cosechas y fomentando un fructífero intercambio cultural entre el cristianismo y el islam. Por ese motivo, la expulsión de los moros conllevó una menor producción agrícola, y esta, a su vez, produjo hambrunas, enfermedades como la peste y una elevada mortalidad. A esto se le debe sumar una serie de malas decisiones de los reyes de España durante todo el siglo XVI. Esta conjugación de factores sumieron a España en un profundo estado de decadencia, y es justamente esta decadencia la que percibe el espíritu barroco, y en torno a la cual desarrolla su concepción de arte.

El Barroco, entonces, surge alrededor del siglo XVII y se caracteriza por poseer una mentalidad pesimista y de desengaño (sobre todo, con respecto a los preceptos renacentistas). Al mismo tiempo, este movimiento se preocupa por el tópico del paso del tiempo y posee un estilo que podríamos definir como sobrecargado, prestándole particular atención al detalle y al exceso de ornamentos. Al mismo tiempo, ya no confía en el ser humano como faro de conocimiento ni en la razón como vehículo hacia la verdad, sino que indaga en las contradicciones y la ambigüedad propias de las personas. Por otro lado, vale la pena mencionar que la estética barroca valora sobre todo el ingenio. Es decir, cuanto más difícil, mayor será la agudeza de un texto y, por ende, el placer de descifrarlo.

Francisco de Quevedo fue uno de los máximos exponentes del Barroco del Siglo de Oro español y, dentro de ese movimiento, cultivó el estilo conceptista (Ver sección "Francisco de Quevedo y el Barroco"). Asimismo, otros grandes exponentes del Barroco son Luis de Góngora (con quien Quevedo tenía una gran enemistad), Tirso de Molina, Lope de Vega, Calderón de la Barca, y hasta el propio Miguel de Cervantes, al que buena parte de la crítica literaria considera un autor de transición entre el Renacimiento y el Barroco.

Por otro lado, en este "Salmo XVII" encontramos algunos de los tópicos característicos del barroco: Tempus fugit, es decir, la fugacidad del tiempo y las consecuencias que su paso conlleva en la vida de las personas, y Memento mori, el recuerdo permanente de que la muerte está acechando en todo momento. Este tipo de reflexiones que podemos encontrar en la mayoría de las obras del Barroco se concentran en las pasiones y los temperamentos íntimos, a diferencia de lo que ocurría en el Renacimiento, que proponía una forma más mesurada y equilibrada de la subjetividad de los artistas.

Adentrándonos ya en el análisis del "Salmo XVII", no cabe duda de que el tema principal del poema es el paso del tiempo. Ya en el segundo verso, Quevedo plantea una antítesis a partir de los muros de su patria, "si un tiempo fuertes, ya desmoronados". Los elementos contrarios de esta antítesis, "fuertes" y "desmoronados", expresan la idea de lo efímero del tiempo. Esta idea de velocidad y de la naturaleza efímera de las cosas se refuerza en la palabra "carrera", en el tercer verso ("de la carrera de la edad cansados").

De esta forma, ya desde el primer cuarteto del soneto observamos la presencia de un tópico literario característico del Barroco: Tempus fugit. Este tópico, a su vez, se ve reflejado a lo largo de todo el poema. Sin ir más lejos, en la segunda estrofa, Quevedo hace referencia a cómo se transforma ese paisaje que él contempla: el monte hurta la luz del día, lo que provoca que los ganados se quejen. Este vertiginoso paso del tiempo siempre se dirige hacia un estado de decadencia de las cosas; el de los muros de su patria, el del paisaje que observa y, más adelante, el de su habitación, el de su báculo y el de su espada. Y esa decadencia, a su vez, reverbera muerte. En ese sentido, podemos decir que todos los temas que aborda el "Salmo XVII" (el paso del tiempo, la decadencia, la muerte y la nostalgia) están íntimamente ligados y, en buena medida, mantienen una relación de causa y efecto entre sí. Dicho de otro modo, el paso del tiempo es la causa de la decadencia de las cosas, esa decadencia lleva a la muerte, y la reflexión sobre esto produce nostalgia en el poeta.

Por otro lado, en el primer verso del soneto aparece la expresión "patria mía". La palabra "patria" puede tener diferentes significados. En principio, puede hacer referencia a España, como algunos críticos literarios han observado, aunque también cabe la posibilidad de que se esté refiriendo al cuerpo del poeta y a su deterioro. Así y todo, según el filólogo español José Manuel Blecua, la palabra se refiere a Madrid, justo al momento en el que son derribados los muros de la ciudad. Por lo tanto, este verso podría tener un valor literal y no metafórico, como algunos críticos han sostenido. Como sea, esa percepción de los muros de su patria como "desmoronados" ya da cuenta de la decadencia que el poeta percibe en comparación con esa época de esplendor ("si un tiempo fuertes..."), y podemos relacionar este contraste, a su vez, con ese desengaño barroco del que hablábamos antes.

Asimismo, vale la pena señalar que Quevedo utiliza en varios momentos del "Salmo XVII" el recurso de la personificación. Ya en el primer cuarteto, le atribuye a los muros de su patria la capacidad humana de estar cansados. Luego, en el segundo cuarteto, personifica el sol: "vi que el sol bebía". Y en este mismo cuarteto, Quevedo también personifica al ganado, atribuyéndole la capacidad de quejarse. La personificación, en tanto figura literaria, normalmente busca concederle a una cosa rasgos y particularidades del ser humano, y lo inanimado pasa a ser tratado como si tuviera vida. Según varios críticos de la obra de Quevedo, el recurso de la personificación en este "Salmo XVII" pretende expandir el universo de cosas que alcanza la muerte. En el caso del ganado, el poeta no tiene como objetivo darle a los animales una condición que ya le es propia como especie (la de morir), sino que busca conferirle a ese ganado, mediante la personificación, la conciencia de que va a hacerlo. En última instancia, ese es el mayor problema que presenta la muerte: la conciencia permanente de que puede suceder en cualquier momento de la vida. Aquí también podemos apreciar la presencia de otro tópico muy característico del Barroco: Memento mori, es decir, el recuerdo permanente de que la muerte acecha.

En otro orden de cosas, en este segundo cuarteto también podemos percibir una aproximación a una determinada estética barroca. Aquí, el estilo no es el del conceptismo (forma que Quevedo más asumió en su poesía, y que se basaba en los juegos de palabras, la búsqueda de dobles sentidos y la utilización recurrente de antítesis y paradojas), sino que parece más cercano al culteranismo, estilo literario del Barroco español caracterizado por el uso de abundantes y complicadas metáforas y un vocabulario rico en oscuros cultismos. Si observamos el verso VI, en vez de utilizar la palabra "agua", Quevedo expresa la idea de esta forma: "los arroyos del hielo desatados". Por otro lado, también es culterano el estilo de los dos versos siguientes: "y del monte quejosos los ganados / que con sombras hurtó su luz al día".

Luego, el yo poético continúa en el exterior, y observa y asimila el ciclo de la naturaleza. Ahora bien, su forma de asimilarlo es desde su sentir barroco, y su percepción se convierte en pesimismo. Todo está en constante cambio hacia la muerte, incluso la luz del día o el hielo. Y esto es así porque, desde una perspectiva barroca, la luz del día o el hielo también tienen su forma de morir. Así las cosas, esta segunda estrofa no hace más que reafirmar lo ya expresado respecto de la primera.

Ahora bien, en este punto del soneto ya se establece la idea de que el recorrido que realiza el poeta en su reflexión sobre el tiempo y la muerte se inicia en el exterior y tiende a una búsqueda cada vez más íntima, es decir, tiende hacia el interior del poeta. En esta transición hacia dentro también podemos apreciar un rasgo del Baroco, que suele reflejar las pasiones y la subjetividad de los artistas, a diferencia de lo que ocurría en el Renacimiento, movimiento que optaba por una versión mucho más equilibrada y mesurada de estas pasiones. Por otro lado, el primer terceto nos muestra una transición, el punto intermedio entre él y lo exterior: la casa del poeta. En este terceto también vuelve a aparecer el recurso de la personificación en "anciana habitación". Asimismo, Quevedo utiliza el yo poético para exponer que el deterioro exterior también se refleja en sí mismo. En ese sentido, observamos una consonancia de elementos que apuntan hacia un mismo final: el de la muerte.

Así las cosas, si el primer terceto es la transición hacia las zonas interiores del poeta, en el segundo terceto los versos se concentran definitivamente en ese interior. Asimismo, en este último terceto, el poeta utiliza el recurso de la sinécdoque cuando menciona el término "espada". Esta sinécdoque, según varios críticos literarios de la obra de Quevedo, alude a la virilidad del poeta, aunque también podemos pensarla como a un todo dentro del campo semántico opuesto a la muerte.

Llegando al final del soneto, los versos aumentan su intensidad. Lo que aparecía diseminado a lo largo de la composición, ahora se ha multiplicado y rodea por completo al poeta. Esto puede apreciarse en los dos últimos versos: "y no hallé cosa en que poner los ojos / que no fuese recuerdo de la muerte". Es interesante observar que la palabra "muerte" había sido evitada por el autor hasta este último verso. En su lugar aparecían otras expresiones que aludían a ella, como, por ejemplo, "desmoronados", "cansados", "caduca ya su valentía", "despojos" o "mi báculo más corvo y menos fuerte". En ese sentido, está claro que la palabra "muerte" tiene un efecto mucho más contundente al aparecer una única vez y como cierre del poema: determina el final del soneto de la misma forma que la muerte (el hecho) determina el final de la vida.

Por último, vale la pena mencionar que Quevedo hace referencia al tema de la muerte en la mayoría de sus poemas metafísicos. Este tema, como hemos mencionado, es muy frecuente en el Barroco (Memento mori). Así y todo, esta angustia que produce la muerte aparece porque es una muerte próxima, casi visual, incluso, para el lector. Es decir, la reflexión y la pesadumbre surgen del hecho de que la muerte se percibe no solo inevitable, sino también inminente. Por otro lado, podemos observar que este "Salmo XVII" sigue una estructura ascendente, ya que es en los últimos versos donde se alcanza el punto de máxima tensión, es decir, el clímax. Por clímax entendemos ese momento en el que el poema adquiere su máximo nivel de dramatismo: los últimos dos versos en los que el yo poético afirma que, sin importar hacia dónde dirija la mirada, solo ve "recuerdo de la muerte".

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