Los obeliscos (Símbolo)
En el largo discurso que les ofrece a los recién casados, la labradora les desea, entre otras cosas, que no sean ricos. Según ella, la opulencia generada por la riqueza es un mal que no debe existir en la aldea campesina. Entonces, utiliza a los obeliscos que están en las ciudades como un símbolo de la opulencia que, incluso, puede despertar la ira de Júpiter:
Ilustren obeliscos las ciudades
a los rayos de Júpiter expuesta
aun más que a los de Febo su corona (“Soledad primera”, vv. 934-936).
La vida campesina, en la que no se encuentran obeliscos ni otras arquitecturas semejantes, posee, en cambio, otras virtudes, como la solidaridad y camaradería de sus habitantes, y la humildad que libera a sus pobladores de la superficialidad y la envidia urbana.
El castillo militar abandonado (Símbolo)
La segunda jornada de la “Soledad primera” comienza con un paseo que da el peregrino junto a un cabrero que, en otro tiempo, fue soldado. Dentro de este paseo, el cabrero le muestra al peregrino un castillo militar que fue cubierto por la vegetación.
De este modo, el castillo militar abandonado es un símbolo de la decadencia del poderío imperial español. He aquí la cita en la que describe el castillo cubierto por la naturaleza:
Aquéllas que los árboles apenas
dejan ser torres hoy —dijo el cabrero
con muestras de dolor extraordinarias—
las estrellas nocturnas luminarias
eran de sus almenas
cuando el que ves sayal fue limpio acero.
Yacen ahora, y sus desnudas piedras
visten piadosas yedras,
que a ruinas y estragos
sabe el tiempo hacer verdes halagos (“Soledad primera”, vv. 212-221).
El lino (Símbolo)
El lino aparece dos veces en la obra funcionando como un símbolo de la pompa y la ostentación.
La primera vez aparece en contraste del simple sayal que hace de mantel en la casa de los cabreros:
Limpio sayal, en vez de blanco lino,
cubrió el cuadrado pino,
y en boj, aunque rebelde, a quien el torno
forma elegante dio sin culto adorno (“Soledad primera”, vv. 143-146).
Por supuesto, ese sayal simple resulta elogiado por el yo lírico, quien deja entrever que el blanco lino es un material ostentoso e innecesario.
Esta apreciación se refuerza en la segunda aparición del lino, que se da en uno de los cantos del coro femenino. En este caso, se les desea a los recién casados que sus hijas no cedan al lino ni al oro fino. El lino y el oro fino funcionan aquí como símbolo de la ostentación del hombre de la corte, quien seduce regalando cosas materiales que, en el fondo, no tienen un verdadero valor, sino que son pura ornamenta, pura apariencia.
La guerra (Alegoría)
En la “Soledad primera”, se hace alusión al primer encuentro sexual de los recién casados mediante la siguiente alegoría: “A batallas de amor, campo de pluma” (v. 1091). Una alegoría es un sistema de metáforas que funcionan unidas. En los versos citados, hay una primera metáfora que alude al encuentro sexual como una “batalla”. Dicha “batalla”, al ser de amor, no se lleva a cabo, justamente, en un campo de batalla, sino en un “campo de pluma”. He aquí la segunda metáfora: el “campo de pluma” refiere a la cama en la que se llevará a cabo el encuentro sexual. Cabe mencionar que, en la época de la creación de estos versos, las camas solían estar rellenadas de plumas.
La naturaleza (Motivo)
La naturaleza es un motivo recurrente dentro de la obra. Se describe tanto la naturaleza de las sierras, como la del campo y la del mar.
En general, la naturaleza aparece idealizada tanto por el yo lírico como por los diferentes personajes. Se presenta ante el lector como un complemento perfecto de las actividades humanas: las serranas cantan al lado del arroyo, el viejo pescador pasea por su hacienda, el peregrino recorre los cerros. En cada una de estas actividades, la naturaleza es totalmente armónica y se presta amablemente para que las personas la disfruten. La única excepción aparece en lo que se refiere a la naturaleza del mar. Esta opera como una fuerza salvaje y cruel que no debe ser desafiada. De hecho, el peregrino, protagonista de la obra, es un náufrago.