El día en que Pereira conoce a Monteiro Rossi
En el primer capítulo, el narrador describe en imágenes el día en que Pereira conoce a Monteiro Rossi. Se trata de "una magnífica jornada veraniega, soleada y aireada" en la que "Lisboa resplandecía" (p.7). El narrador presenta aquel "hermoso día de verano", por medio de imágenes visuales y táctiles: "con aquella brisa atlántica que acariciaba las copas de los árboles y un sol resplandeciente, y con una ciudad que refulgía, que literalmente refulgía bajo su ventana, y un azul, un azul nunca visto (...) de una nitidez que casi hería los ojos" (p.7).
La apariencia de Marta
Desde que la conoce, Marta llama la atención de Pereira. El narrador se detiene desde esa primera instancia a describir en imágenes la apariencia de la muchacha: "llevaba un sombrero de punto. Era muy bella, de tez clara, con los ojos verdes y brazos torneados. Llevaba un vestido de tirantes que se entrecruzaban detrás de la espalda y que resaltaban sus hombros dulces y bien formados" (p.24). En numerosas ocasiones el narrador detalla ciertas características de esa mujer, según la mirada del protagonista: "del sombrero salió una cascada de cabellos castaños con reflejos pelirrojos" (p.25), dice, y más tarde vuelve a resaltar sus "hombros bellísimos, dulces, bien proporcionados, perfectos" (p.82) y su "hermosa silueta" (p.84).
El narrador también se detiene a describir a Marta cuando esta reaparece frente a Pereira con una apariencia distinta: "por lo único que reconoció a Marta en aquella delgada muchacha rubia de cabellos cortos que estaba cerca del ventilador fue porque llevaba el mismo vestido de siempre" (p.115). Los cambios también se describen por medio de imágenes: "Marta parecía transformada, con aquellos cabellos rubios y cortos, con flequillo y bucles sobre las orejas que le daban un aire travieso y extranjero, quizá francés" (p.115), señala, y "debía de haber adelgazado por lo menos unos diez kilos. Sus hombros, que Pereira recordaba dulces y redondeados, eran ahora dos omóplatos huesudos, como dos alas de pollo" (p.115).
El hotel de las termas
La primera salida de Pereira que se relata en la novela es la que lo conduce al hotel de las termas, un lujoso lugar donde se hospedan el director del Lisboa y Silva, el amigo de Pereira. Este espacio se describe con imágenes visuales: "el hotel de las termas era espléndido, un edificio blanco, una villa inmersa en un gran parque" (p.52), dice el narrador, quien se detiene en distintas instalaciones del hotel, como el restaurante: "era un salón decimonónico, con frescos de festones de flores en el techo" (p.52).
La clínica talasoterápica de Parede
Un lugar importante en la novela es la clínica talasoterápica de Parede, donde Pereira conoce al doctor Cardoso. El lugar se describe como un "edificio rosa con un jardín lleno de palmeras" (p.91), que "quedaba en lo alto, sobre las rocas, y había una escalinata que conducía a la calle y después a la playa" (p.91). Entre las instalaciones de la clínica, el comedor se describe como "un vasto local con ventanales al mar" (p.91). Pero la característica principal de este lugar yace en sus piscinas terapéuticas, detalladas por medio de imágenes visuales: "en la escollera que bordeaba la playa habían sido excavadas dos enormes piscinas de orca en las que las olas del mar entraban continuamente" (p.106). Dichas piscinas también aparecen descritas en detalle: "estaban llenas de algas largas, brillantes y gruesas que formaban un estrato compacto a ras de agua, y algunas personas chapoteaban dentro" (p.106). De sus alrededores, finalmente, se detalla: "junto a las piscinas surgían dos casetas de madera pintadas de azul: los vestuarios" (p.106).