Resumen
Capítulo 1
Pereira está en la redacción del Lisboa pensando en la página cultural que le asignaron dirigir. También reflexiona sobre la muerte, quizás porque su mujer murió de tisis unos años antes o porque él está gordo, sufre del corazón y tiene presión alta; o porque es católico pero no consigue creer en la resurrección de la carne.
Pereira hojea la sección de filosofía de una revista literaria con muchos contribuyentes católicos y lee el fragmento de la tesina de licenciatura de Francesco Monteiro Rossi, que versa sobre el tema de la muerte. Luego busca a Monteiro Rossi en la guía telefónica y lo llama. Le habla en representación del Lisboa, un periódico apolítico e independiente pero que cree en el alma y es de tendencia católica. Monteiro Rossi admite que él en verdad no piensa mucho en el alma. Pereira, extrañado, le menciona el artículo sobre la muerte que leyó y acaba comentándole que está buscando un colaborador externo para la página cultural que el periódico inaugura. Inmediatamente Monteiro Rossi se muestra interesado y se compromete a presentarse en la redacción ese mismo día. Pereira propone que se citen fuera de la redacción (sobre todo porque es un cuartucho indigno y no quiere que un desconocido vea que la redacción cultural del Lisboa es solo él). Entonces Monteiro Rossi le propone encontrarse en Praça da Alegria, en un baile popular napolitano que se da esa noche. Pereira acepta y, al colgar el teléfono, se le ocurre crear una sección de efemérides.
Capítulo 2
Pereira sale a la calle. En la puerta del mercado del barrio está estacionada la Guarda Nacional Republicana. El día anterior, Pereira sabe, la policía mató a un carretero socialista que abastecía a los mercados. Pero el Lisboa no tuvo el valor para dar la noticia, piensa Pereira. En todo caso, el director está vacacionando en unas termas.
Entra en el Café Orquídea, pide una limonada y toma el periódico Lisboa. La noticia de tapa es sobre un lujoso yate que salió de Nueva York. La foto muestra a un grupo de personas bebiendo champagne, y Pereira piensa en la resurrección de la carne, en tener que encontrarse con personas así en la eternidad. Comienza a sudar y decide ir a la iglesia a visitar a su amigo párroco.
Encuentra al padre António agotado y le pregunta qué le pasa. António responde sorprendido: hubo un asesinato y ahora hay huelgas, y Pereira debería estar más informado, ya que trabaja en un periódico. Pereira sale, entonces, algo turbado, pensando que vive como si estuviera muerto. Exhausto, toma el tranvía hasta su casa.
La portera, quien le hace también de asistenta, le preparó la cena. Pereira agradece y sube hasta su departamento. Habla con el retrato de su esposa. Lamenta que no hayan tenido un hijo: él quería tenerlo pero su esposa era muy frágil y enfermiza. Después de cenar, sale hacia la Praça da Alegria.
Capítulo 3
En la ciudad hay policías por todas partes. Pereira pasa entre soldados y los escucha hablar de los subversivos. En la Praça da Alegria no hay policías, sino música, guirnaldas, faroles, una pancarta con las consignas “Viva Francisco Franco” y, debajo, “Vivan los soldados portugueses en España” (p.18). Pereira se da cuenta de que se trata de una fiesta salazarista. Luego se sienta en un banco y se deja llevar por la música: las melodías son las que escuchaba en su juventud, en Coimbra, cuando era estudiante universitario y pensaba en la vida como en un “porvenir radiante” (p.19). Un joven comienza a cantar “o sole mio”. Pereira le reconoce la voz: es Monteiro Rossi.
Pereira, no muy a gusto con estar en una fiesta nacionalista, le pregunta a Monteiro Rossi si pertenece a la juventud salazarista. Monteiro Rossi responde que se interesa por la filosofía y la literatura y que no entiende qué tiene que ver eso con el Lisboa. Pereira responde que su periódico es libre e independiente, y que no se quieren meter en política. Luego, le dice que encontró su artículo muy interesante, y le pregunta si le interesa la muerte. El muchacho sonríe y responde que a él le interesa la vida, y que de la muerte está harto, puesto que su madre y su padre fallecieron recientemente. Pereira le cuenta lo de las necrológicas de escritores importantes, que hay que tener listas anticipadamente. Monteiro Rossi dice entonces que si él le paga, puede escribir sobre la muerte perfectamente, así como cantó una canción napolitana poco antes por dinero, y promete escribir para el día siguiente un elogio fúnebre de García Lorca. A Pereira García Lorca no le parece un personaje ideal, pero considera que se puede hablar de él siempre que sea con mesura y cautela, dada la situación. Monteiro Rossi le pide a Pereira un adelanto puesto que saldrá con una chica que conoció en la universidad y está por pasar a saludarlo.
Capítulo 4
Marta, la chica que llega a buscar a Monteiro Rossi, le parece a Pereira muy bella. La joven pareja baila y Pereira queda solo en la mesa, pensando en los hijos que no tuvo. Marta luego dice que le pareció una pena que el periódico Lisboa no hablara del alentejano asesinado por la policía. Pereira responde que el director está de vacaciones en las termas y que él solo se ocupa de la página cultural. Luego pregunta a Marta si ella es de la juventud salazarista. “¿Y usted?”, pregunta ella sin responder. Pereira dice entonces que no le interesa la política y no le gustan las personas fanáticas. Marta señala que hay que distinguir al fanatismo de la fe, y del tener ideales de igualdad y libertad.
Marta invita a Pereira a bailar un vals. Mientras bailan, ella habla del proyecto de las necrológicas y empieza a nombrar a una serie de figuras que desearía que murieran, como Mussolini. Esto hace sudar a Pereira, quien le ruega que baje la voz.
La muchacha se retira. Pereira busca hablar sobre filosofía y literatura con Monteiro Rossi. Le pregunta al joven qué opina sobre Bernanos, escritor católico, y Monteiro Rossi responde que él no piensa mucho en el catolicismo, y que probablemente sus gustos literarios difieran con los del periódico, pero que está dispuesto a escribir necrológicas de los escritores que Pereira pida. Pereira se siente atacado en su orgullo y aclara que él no depende de su director en cuanto a sus gustos literarios, y que él sugiere a Bernanos y a Mauriac porque le gustan, pero no va a imponerle nada. Inmediatamente, Pereira se arrepiente para sus adentros por dejar tanta libertad a un joven desconocido. Después de conversar sobre literatura, Monteiro Rossi promete ir a la redacción al día siguiente y presentar una necrológica de Bernanos, aunque preferiría escribir sobre García Lorca. Pereira acepta y le recomienda, sin saber por qué, no hablar mucho con la portera del edificio de la redacción, puesto que seguro es confidente de la policía.
Capítulo 5
A la mañana siguiente, Pereira le habla al retrato de su esposa sobre Monteiro Rossi. Podría tener la edad de su hijo si hubieran tenido uno, le dice.
Llega a la redacción. Escribe una efeméride sobre Fernando Pessoa. Poco después llega Monteiro Rossi y le entrega una necrológica sobre García Lorca que Pereira encuentra impublicable por los detalles que ofrece sobre su asesinato y la complicidad estatal y policíaca. Pereira le dice, sudando, que ningún diario de Portugal ni de España ni de Italia podría publicar ese artículo, y que debe limitarse a hablar de la obra de los escritores, no de la situación política de sus naciones ni de las circunstancias de sus muertes.
A Pereira no le da el valor para decirle al muchacho que reprobó la prueba, y en cambio acepta que Monteiro Rossi escriba otro artículo, pero no sobre Lorca. Le dice que escriba sobre Mauriac o Bernanos. Monteiro Rossi balbucea que trabajó toda la noche en ese artículo y esperaba que se lo pagaran para poder comer ese día. Pereira, que la noche anterior ya le había pagado un adelanto, decide invitarlo a comer.
Análisis
La historia que relata la novela se desenvuelve dentro de un período de aproximadamente dos meses, enmarcados a su vez en un espacio y tiempo de referencia sociohistórica explícita: el Portugal de 1938. Este contexto es de suma relevancia para el relato: el protagonista vive en un país gobernado por Salazar, un dictador que ejerce como primer ministro durante más de treinta y cinco años (ver sección 'El contexto histórico y político de Lisboa en 1938'). Además, dicho país se encuentra entonces en un continente que respira la turbulencia previa a la Segunda Guerra Mundial: el ascenso del nazismo en Alemania, el fascismo en Italia y el sangriento desenvolvimiento de la Guerra Civil Española.
En dicho contexto, lo que relata la novela es el día a día en la vida de Pereira, un periodista viudo que, durante una primera parte de la trama, cultiva el aislamiento y el desinterés por la realidad política, tanto de su país como de su continente. Estos primeros capítulos evidencian este carácter apolítico del protagonista, cuyos intereses parecen reducirse a la literatura y a temas religiosos como el alma: “el Lisboa es un periódico de aquí, de Lisboa”, le explica a Monteiro Rossi en su primer llamado, “sale desde hace unos meses, no sé si usted lo conoce, somos apolíticos e independientes, pero creemos en el alma, quiero decir que somos de tendencia católica” (p.9).
En esta primera instancia del personaje, Pereira percibe la realidad toda desde la reducida perspectiva de un hombre que se mantiene al margen. Toda manifestación de opiniones políticas le resulta exacerbada, sea de la clase que sea, y pareciera sentir igual rechazo por el nacionalismo fascista que por la reacción revolucionaria. En la misma línea, considera que la literatura puede pensarse en desvinculación con la política. En tanto su ejercicio como director de la página cultural del periódico no hace trastabillar ninguna de las ideas sostenidas por la hegemonía oficialista, él cree que el Lisboa es un periódico “apolítico” e “independiente” (cuando, en realidad, está alineado a las ideas del régimen salazarista, tal como lo comprobará más adelante la afiliación nazi de su director). Este carácter marginal y desinteresado políticamente de Pereira se corresponde con un estadío particular en la vida del protagonista: su esposa murió dos años atrás, su salud está deteriorada y él parece haber dado por terminada, en cierta manera, su propia vida. El personaje aparece tomado por la nostalgia, y la indiferencia y la ignorancia de Pereira frente a los sucesos que tienen lugar en su país y su continente resulta paradójica si se tiene en cuenta su profesión de periodista. Esta incongruencia llama la atención de Manuel, el camarero del Café Orquídea, y también del padre Antonio, quien, desconcertado frente a la carencia de información sobre actualidad de Pereira, llega a preguntarle dónde vive. El narrador revela el pensamiento de Pereira frente a ese comentario: "Se le ocurrió la extravagante idea de que él, quizá, no vivía, sino que era como si estuviese ya muerto. Desde que había muerto su mujer, él vivía como si estuviera muerto. O, más bien, no hacía nada más que pensar en la muerte, en la resurrección de la carne, en la que no creía, y en tonterías de esa clase, la suya era sólo una supervivencia, una ficción de vida" (p.14).
En efecto, la obsesión con el tema de la muerte ocupa un lugar central en el carácter del protagonista. Pereira no habla sino con el retrato de su esposa fallecida, no hace sino recordar pasajes de su vida pasada y lamentar no haber tenido un hijo, no se interesa en absoluto por su presente, y el único futuro que aparece en su mente es el que se presenta después de la vida: sus pensamientos frecuentemente se posan en la cuestión del alma y de la resurrección de la carne. “Me parece que todo el mundo está muerto o a punto de morirse” (p.15), llega a decir el protagonista, que no solo no puede sentir en sí mismo la efervescencia de la vida, sino que tampoco puede verla a su alrededor. El tema toma la vida de Pereira al punto de que llega a convertir su página cultural en una especie de oda a la muerte o al pasado: inventa la sección de necrológicas y no publica sino cuentos del siglo XIX. En el proyecto de las necrológicas se evidencia, además, el grado de vinculación que Pereira tiene con la muerte: él sostiene la necesidad de tener los artículos preparados con anticipación, es decir, escribir sobre la muerte de personas que aún siguen vivas. Por último, es notorio que incluso el hecho de que Pereira contacte a Monteiro Rossi en primera instancia encuentra su razón en que el protagonista se deleita al leer un ensayo del joven sobre la muerte.
Lo que la novela retratará será la transformación de Pereira, el proceso mediante el cual pasa de ser un hombre desvinculado de su presente y obsesionado con el pasado a un periodista comprometido con la realidad política que lo rodea, capaz de arriesgar su vida con tal de ayudar a un joven revolucionario y abogar por sus ideales antifascistas. La pieza clave para dicha transformación hace su entrada a la trama en estos primeros capítulos y es el personaje de Monteiro Rossi. En efecto, la primera línea de la novela hace aparecer el inicio de esta relación entre Pereira y Rossi como la justificación para el relato: “Sostiene Pereira que le conoció un día de verano” (p.7).
La construcción “Sostiene Pereira”, que se repetirá a lo largo de toda la novela y dará incluso título a esta, tiñe el relato, que toma la forma de una transcripción del testimonio del protagonista frente a un juzgado. Por un lado, el recurso permite leer el desenvolvimiento de la trama y la transformación del protagonista en paralelo al proceso mediante el cual Pereira entra en contacto con Monteiro Rossi hasta volverse su confidente y protector. Monteiro Rossi cumple así un rol fundamental en la novela, en tanto hace ingresar en la vida de Pereira, hombre que había renunciado a toda vinculación con el mundo exterior, una percepción sobre la realidad política y el compromiso revolucionario. El rol de Monteiro Rossi se completa, a su vez, en la oposición que ofrece frente a la figura del protagonista: mientras que en esta primera instancia Pereira se interesa solamente por la muerte, el joven dice interesarse por la vida.
Por otro lado, mediante el recurso de repetición de "Sostiene Pereira" que convierte al narrador en una suerte de transcriptor, la voz que conduce el relato adquiere varias características particulares en lo relativo a la trama. Primero, el narrador en tercera persona se posiciona en un tono neutral respecto de lo relatado, y parece limitarse a contar lo acontecido según la versión de Pereira. Esta postura, y la repetición del sintagma "sostiene Pereira", alude a un discurso judicial que colabora con la intriga del relato: las expresiones funcionan como indicio de que el protagonista terminó implicado, de alguna manera, en las acciones políticas de Monteiro Rossi. Por otra parte, el formato de escritura del relato guarda también sus similitudes con la escritura periodística, oficio tematizado en la novela. Como en una crónica de sucesos (lo que escribía Pereira antes de dedicarse a la página cultural), los hechos son referidos en tercera persona, en un tono impersonal que procura borrar cualquier marca de subjetividad del narrador. La cronología de la historia se presenta con fechas y horas determinadas, y se precisan las locaciones y otros elementos que colaboran con el marco de los hechos: noticias que tienen lugar en el mismo momento, acontecimientos políticos y otros elementos.
Finalmente, la reflexión sobre el periodismo no se limita a las características del narrador o a la profesión del protagonista: en el argumento de la novela tiene gran relevancia la situación de la prensa en el Portugal de la época, caracterizada por el nacionalismo, el ocultamiento y la censura.